Ojos que no ven, celular que siente

Juan Manuel Jacinto, un joven platense, creó una aplicación gratuita para teléfonos móviles que les permite a los ciegos acceder sin barreras a la tecnología. Busca expandirla para la enseñanza del braille en las escuelas públicas.

¿Cuándo nació tu relación con la tecnología?

Con Windows 95. Mis viejos tenían una computadora en 1995, y eso en esa época ya era bastante. Igual con un año no la usaba, pero habré empezado con siete u ocho. Veía a mi hermana utilizar el Microsoft Word o cosas por el estilo, y me parecía muy raro, muy loco. Me dejaban apretar las teclas y jugaba con eso. Después instalaba con disquetes algún que otro juego que tenía permitido. Jugaba a lo que podía, si es que me dejaban, porque una computadora era algo distinto a lo que es ahora, que cualquiera puede acceder a una. Ese fue mi primer contacto con la tecnología.

¿Y después tuviste formación en tecnología?

Sí, siempre me interesó. De hecho, desde los 12 años que hago cursos sobre tecnología en mi facultad, porque en la escuela secundaria no nos daban nada. Empecé con uno sobre After Effects, que es de Adobe; más tarde estudié “programación”, así entre comillas, con Flash, con ActionScript 3.0; desarrollo en 3D, hacer modelos en objetos; y a los 17 decidí arrancar la carrera de Diseño Multimedia en la escuela Da Vinci, en la avenida Corrientes, que tiene de todo: programación, diseño, etcétera. Era el más joven.

¿Cómo surgió la aplicación Brailling?


Un día que iba a trabajar desde La Plata hacia una multinacional que quedaba en el barrio de Belgrano, mi primer trabajo en una empresa grande. Tenía 20 o 21 años; y el viaje implicaba tomar tren, subte y colectivo, y me dormitaba con el celular en la mano. Un día cabeceé y cuando me desperté se me ocurrió pensar qué hacía una persona ciega con el celular. Cuando llegué a mi trabajo, como no tenía asignaciones pendientes, me puse a buscar en Google las preguntas básicas: “¿Una persona ciega utiliza el celular?”. Desde la mayor ignorancia posible. Yo no tengo familiares ni amigos ciegos; ahora sí, un montón.

¿Y qué encontraste?


Un mundo completamente distinto. Encontré que los ciegos tenían la misma relación con los celulares que nosotros, pero no estamos acostumbrados a verlo ni sentirlo. De hecho, ni nos preocupamos de lo que hace una persona ciega. Entonces, si vos no tenés un familiar ciego, no te vas a preocupar. No está tan incorporado el tema de la accesibilidad en la tecnología y la vida cotidiana. De eso me di cuenta; y el producto fue creciendo y no termina.

¿Había alguna aplicación similar o para ciegos exclusiva en ese momento?


Aplicaciones para ciegos había y hay un montón. Pero de lo que yo hice, no. No había nada parecido. De hecho, hoy en día, queremos quitar el analfabetismo en braille de la discapacidad visual en las primarias y secundarias. Ese es el objetivo con esta aplicación de aprendizajes, mediante puntos, como si fuera un juego. Vamos a decir que esta aplicación se está convirtiendo en un juego para aprender en braille. Y queremos enseñar a que los jóvenes aprendan en braille.

Una vez que encontraste que no había nada, ¿cómo desarrollaste la aplicación?


Fueron meses de investigación, porque honestamente no sabía qué iba a hacer. Nunca había desarrollado una aplicación de esta magnitud y menos solo. Llevar a cabo una aplicación en 2015 no era lo mismo que ahora. Hoy en día, un pibe que sale del colegio quiere hacer una aplicación. Cuatro años atrás, parece una eternidad, no era así. No se hablaba de accesibilidad. Cuando comencé a hacerlo, empezaron a salir productos y aplicaciones, y eso me puso contento y orgulloso. Yo no fui un pionero, pero sí somos pocos los que comenzamos con eso. Hasta que surgió Brailling y dije “Esto no está, no existe; vamos a intentarlo; vamos a conocer personas ciegas”. Viajamos por la provincia de Buenos Aires, charlamos con personas ciegas de Chile, México y Europa, y conocimos un mundo completamente nuevo.

Cuando decís “Vamos a intentarlo”, ¿a quién te referís?

Siempre fue con mi hermana. Ella es traductora y siempre quisimos romper una barrera del lenguaje. De hecho, a ella se le ocurrió el tema del aprendizaje y a mí el del teclado, y dijimos juntos “Che, vamos a enseñarle a la gente”, porque el braille está en decadencia. Y lo queremos sacar en diferentes lenguajes e idiomas.

¿Cómo se financia?


Siempre fue con dinero nuestro. Por suerte, después, ganamos certámenes –como también perdimos muchos otros– que nos dieron plata y esa capacidad económica la utilizamos y la invertimos en el proyecto para poder crecer. Si no, hubiera sido imposible con los programadores y las programadoras que trabajaron. Yo soy muy agradecido de toda la gente que nos ayudó: organizaciones, sector público. Y uno va creciendo con esto.

¿No recibieron ofrecimientos de compra?

Recibimos propuestas de inversión, pero era poco y pedían el sistema entero. Nosotros dijimos que no nos servía y a la gente tampoco. Si hubiera sido para que se masificara, habríamos agarrado. Pero las empresas buscan ganar plata, y nosotros no queremos ganar plata con esto, sino ayudar.

¿No ves una veta comercial en esto?


Si la veo, no me interesa en este momento. Con el teclado queremos llegar a la mayor cantidad de personas y que en la Argentina sea gratuito. Después el mercado se puede ampliar e ir a otro país. Lo que quiero es que en mi país baje el índice de analfabetismo en braille y que la gente con discapacidad visual y los padres lo sepan, porque me han contado que no saben cómo enseñarles a sus hijos.

¿Eso sería para vos el concepto de responsabilidad social empresaria, que sea accesible para todos?


Absolutamente, por lo menos en nuestro país para ayudar a los argentinos. Entiendo que puede ayudar un poquito para alfabetizar a la gente en los colegios. Se cree que más del 50 por ciento de las personas ciegas en la Argentina no saben braille. Es muy amplia la cifra. Y en nuestro país, se calcula que un 15 por ciento de las personas tienen alguna de las discapacidades (física, sensorial, intelectual, psíquica, visceral y múltiple). Dentro de ese 15 por ciento, la más común es la visual y después la auditiva. Hay cifras extraoficiales que manejan quienes trabajan en el sector hace mucho tiempo y hablan de que en la Argentina hay unos dos millones de personas ciegas, no con discapacidad visual, sino ciegas.

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