Maite Durietz es licenciada en gerenciamiento ambiental, especialista en sustentabilidad y consultora B. Acerca una serie de consejos y reflexiones sobre el modo en que podemos modificar hábitos para mejorar nuestra relación con el medio ambiente:
Nuestro planeta, nuestra salud
Hay innumerables estrategias a las que podemos acudir para vivir una vida saludable. Sin embargo, algo que no siempre tenemos tan presente, es que necesitamos de un ambiente equilibrado y sano para cuidar de nuestra salud y acceder a todos los bienes y servicios de los que nos gusta disfrutar. El aire que respiramos cuando salimos a correr, el agua que bebemos cuando intentamos cumplir con esos famosos 2 L por día, los alimentos que comemos y le damos a nuestra familia para estar sanos y fuertes, los medicamentos que tomamos cuando nos enfermamos, dependen del bienestar de nuestro planeta. Por eso es tan importante para nuestra salud proteger al ambiente.
Los gobiernos y las empresas deben hacer su parte, sí, pero es esencial que nosotros, desde nuestras casas, trabajos, escuelas, también aportemos nuestro granito de arena. Como Eduardo Galeano decía: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo “.
Un primer paso que podemos dar es empezar a gestionar nuestros residuos de la mejor manera posible. En Argentina se generan anualmente 16.5 millones de toneladas de residuos, un poco más de 1 kg de residuos por persona por día. Para que se den una idea más gráfica, esto equivale al peso de 13.750 millones de autos. Estos montones de basura generan emisiones de gases de efecto invernadero y degradan el ambiente circundante. Pero además, afectan a nuestra salud contaminando el suelo sobre el que se levantan barrios enteros y en el que hacemos crecer nuestros alimentos, el agua que tomamos y usamos para cocinar e higienizarnos, e incluso el aire que respiramos. Recientemente se encontraron restos de microplásticos en la sangre humana, cosa que todavía no sabemos qué efectos tiene o tendrá en un futuro, pero evidencia cómo nuestros residuos pueden llegar hasta nuestros organismos.
Separando nuestros residuos de manera correcta y aprovechando los orgánicos que generamos para hacer compost, reducimos este nivel de impacto enormemente. Materiales como el papel, el cartón, los plásticos, metales y vidrios, son fácilmente reciclables. Los restos de frutas y verduras, la yerba y el café, los saquitos de té y restos de poda, podemos compostarlos hasta en un departamento, basta con una pequeña compostera domiciliaria de balcón.
Si nos animamos a más, también podemos modificar poco a poco nuestros hábitos alimenticios. Es bien sabido que los productos orgánicos y de temporada son más saludables, pero además, como para su producción no son necesarios grandes procesos industriales, son más amigables con el ambiente. Si además nos ocupamos de que sean locales, vamos a estar generando un impacto socioambiental súper positivo, evitando toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero que empeoran día a día la situación del cambio climático, y colaborando con la economía local.
En el plano de la higiene personal también encontramos algunos hábitos que podemos modificar. Cuando nos duchamos, por ejemplo, podemos usar shampoo sólido natural en lugar de embotellado. Si miramos los ingredientes del shampoo tradicional, solemos encontrarnos con sulfatos, algunas siliconas, parabenos y otros componentes con los que no estamos familiarizados. Irritaciones, alergias, inflamaciones y problemas cutáneos son algunos de los efectos que estas sustancias pueden causar en nuestra piel. Incluso existe la teoría de que los parabenos pueden contribuir a la aparición del cáncer de mama, según un estudio realizado en 2004 por la Universidad de Reading, en Edimburgo. Usando un shampoo sólido natural, mejoramos nuestra salud y al mismo tiempo protegemos a los ecosistemas acuáticos de numerosas sustancias peligrosas para los mismos que se cuelan a través de la cañería cuando nos bañamos. Y de paso, reducimos la cantidad de residuos plásticos generados por los envases.
Algo parecido sucede con el jabón, la pasta de dientes, las cremas y también con los productos de limpieza del hogar. Para todos ellos podemos encontrar alternativas “ecológicas” en el mercado, más amigables con las personas y con el ambiente.
La idea no es volvernos locos cambiando todos nuestros hábitos y costumbres de la noche a la mañana, sino ir identificando aquellas cosas que podemos cambiar, de a poco, sin demasiado esfuerzo, y que van a potenciar nuestro bienestar, el de las futuras generaciones y el de nuestro hogar, el planeta Tierra.