Cambiar realidades por medio de la lectura es, desde hace 25 años, el objetivo de la organización que lleva a todo el país el hábito lector, entendiendo que se trata de la puerta hacia una sociedad mejor y más justa. “Fundación Leer se creó en 1997, yo fui la promotora de la idea. Pude unir al grupo de empresarios y profesionales que me acompañaron para su creación. Todo empezó con el apoyo de mi padre. Era muy jovencita en ese entonces y asumí la Dirección Ejecutiva”, cuenta Patricia Mejalelaty con la misma pasión y el compromiso con los que tiempo atrás gestó la propuesta que hoy sigue liderando y que resulta tan esencial y productiva como en sus inicios.
¿Cómo es el acuerdo de licencia mediante el cual nació la fundación?
La entidad estadounidense Reading is Fundamental (RIF) nos apoyó con su know how, fueron dos años de un trabajo muy arduo para lograr el acuerdo de licencia y traer los planes, con la posibilidad de adaptarlos a una realidad local muy distinta. Estamos hablando de un mundo sin Internet. No queríamos empezar desde cero, reinventando cosas que ya funcionaban. La organización fue creciendo, porque realmente responde a una necesidad muy grande que, con el tiempo y las circunstancias que atraviesa la Argentina, durante estos 25 años, se va agravando. Si bien sigue con los conceptos clave y el espíritu inicial, creó un abanico mucho más grande de programas y campañas que son propios de la fundación.
¿Cuál fue ese espíritu inicial?
Los conceptos que RIF maneja son los mismos que hacen que los chicos lean, por eso son tan esenciales. En primer lugar, permitirles que puedan elegir aquello que quieran leer. Dar la posibilidad de elegir un libro nuevo, de aquellos adecuados para la edad y el contexto, representó un cambio cultural muy grande respecto al adulto que le decía qué leer. En segundo lugar, crear espacios de lectura. Pudimos instalarlo como concepto, acercando el libro en distintos escenarios, creando más de 3000 espacios en el país. También la intervención de la familia y el trabajo en alianza con la escuela es otro concepto esencial, que está en la base de formar a un chico como lector.
¿Qué programas están llevando hoy adelante, tanto para niños como adultos y docentes?
Hoy Fundación Leer trabaja con chicos de 0 a 18 años, pero no directamente con ellos, sino a través de aquellos adultos que quieren cambiar la vida de los chicos. En este sentido, capacitamos a maestros, médicos, enfermeros, bibliotecarios, líderes comunitarios, promotores sociales, padres. Un gran concepto que tenemos es que en las casas los cuidadores tienen que poder representar modelos lectores. Si bien suena fácil, cuando estás en comunidades donde los padres son analfabetos o han abandonado la escuela y no tienen un vínculo con los libros, o trabajás en casas donde no circula la palabra y se hace casi un culto del silencio, tener esos modelos no es tan natural. Lo primero que tenés que hacer es recrear el vínculo entre los adultos y los libros. La fundación, con distintas metodologías, abre diversas líneas de acción: promoción de la lectura, comprensión lectora, alfabetización temprana, alfabetización familiar, escritura.
¿De qué modo trabajan para instalar la lectura en la agenda pública?
Hace 20 años tenemos una campaña a nivel nacional, la Maratón Nacional de Lectura, cuyo claro objetivo es contribuir a instalar la lectura en la agenda pública. Ha sido sumamente exitosa. Yo siempre digo que si quisiéramos dejar de hacerla ya no podríamos, por cuanto está instalada. En su última edición, participaron 4 millones de chicos, jóvenes y adultos, de más de 13.000 instituciones en aproximadamente 2600 localidades. En un país con 10 millones de chicos en el sistema escolar, implica un alto porcentaje que en un mismo día está leyendo. Hay ministerios que ya lo han puesto en sus calendarios escolares. La aparición de nuevas tecnologías nos permitió dar escala a distintos tipos de proyectos y campañas. De este modo, hoy aprovechamos el libro digital, porque creemos firmemente en la democratización de la lectura y en permitir el acceso al libro. Después, hay otros bemoles, que tienen que ver con la conectividad, con los hábitos de consumo de las personas. Quizás, en una comunidad donde la lectura no está tan instalada, pueden tener un celular y mirar videos de YouTube o redes sociales todo el día, pero no usarlos para leer. Ahí hay otra batalla relacionada con el uso de la tecnología para fines culturales.
¿Cuán importante es que los chicos tengan un encuentro temprano con la lectura?
Es clave. Siempre decimos que la mamá le tiene que leer a su bebé en la panza, porque el desarrollo del lenguaje es esencial, porque se va creando un vínculo afectivo entre el niño y los libros que queda para toda la vida. Además, cuando los chicos entran en contacto con los libros a una temprana edad van teniendo un montón de aprendizajes, aquello que técnicamente llamamos “los precursores de la alfabetización”. Son cosas que alguno daría por sentado: se lee de arriba para abajo, de izquierda a derecha, hay una diferencia entre la imagen y las palabras. Esto se aprende. El tema es que cuando los niños no tienen esa experiencia en casa, llegan al jardín o a la escuela primaria sin estos conocimientos. Se vio muy claro en la pandemia y todavía estamos viviendo sus consecuencias. Entonces, el maestro tiene que reconstruir una historia para lograr un desarrollo de la alfabetización. El desafío es mucho mayor. La intervención del adulto es esencial para acercar a los chicos a la lectura. Parte del leer es comprender. Sin un rico vocabulario, sin un conocimiento del mundo sobre distintos temas para poder amplificar la comprensión lectora es muy difícil abordar los textos y te vas alejando de ellos. Del mismo modo que si no podés leer fluidamente. En familias que tienen la lectura en sus hábitos, los niños llegan leyendo a sala de cinco.
¿Cómo está conformado el equipo?
La fundación está formada por 15 personas. Es un equipo que trabaja muy arduamente, porque hacemos cosas que por ahí podría hacer un equipo de 35 personas. En las organizaciones ocurre eso: trabaja poca gente con mucha energía para lograr cosas maravillosas. Hacemos base en Buenos Aires, pero los programas se juegan en el interior, lo que implica tener mucha flexibilidad.
¿De qué modo se suman los voluntarios?
Tenemos voluntarios que vienen a las oficinas y con los que ahora trabajamos un poco a distancia. Buscamos un match entre aquello que la persona pueda aportar y las necesidades de las localidades. Están los que donan tiempo de su expertise, pero el grueso son los que están en el campo, convocados en las propias instituciones. Les enseñamos a los maestros a lograr sus propios voluntarios para conseguir espacios de lectura, para leer con los chicos en la Maratón, y nosotros les ofrecemos recursos.
¿Cuáles son las opciones de apoyo para los socios y donantes?
Necesitamos un montón de socios y donantes nuevos. El grueso de los programas está financiado por empresas, en sus zonas de influencia, con las cuales trabajamos para desarrollar proyectos que tengan un valor estratégico, que puedan producir un impacto sustentable a largo plazo y cuya inversión social sea lo más eficiente posible. Esto implica relacionamiento, un trabajo codo a codo, entender su estrategia. Además, hay socios que creen en la lectura y en la educación como la única forma de salir adelante. Algunos hacen un aporte mensual, otros una donación anual. Cada uno tiene su valor para la fundación.
¿Hacen alianzas con editoriales?
Las editoriales apoyan muchísimo nuestra tarea. Nos acompañan con descuentos, que utilizamos para el desarrollo de nuevas iniciativas. Inclusive con campañas, como ha sido Leer 2020, nuestro proyecto de biblioteca digital, un programa de promoción de lectura que recibió más de 21 millones de lecturas y está virando hacia una plataforma más enriquecida con nuevas tecnologías. Para eso las editoriales nos han cedido libros, por un tiempo determinado, para que los chicos en sus casas puedan tener acceso a esta literatura y seguir formándose como lectores. La fundación compra los libros, porque (como establece la licencia) son elegidos por las comunidades. Ponemos a disposición de ellas los catálogos.
¿Qué proyectos tienen para este año?
Primero, acabamos de cumplir 25 años y eso nos llena de energía. En segundo lugar, estamos trabajando muy fuerte para poder lanzar el programa que va a continuar con Leer 2020. Tenemos nuestra Maratón Nacional de Lectura, en su año número 21, desde febrero hasta septiembre. Además, estamos desarrollando nuevos cursos autogestivos para capacitar a docentes. Ya tenemos uno de alfabetización inicial, y tendremos uno en comprensión lectora y otro en promoción de lectura. A su vez, estamos avanzando en un proyecto que une comprensión lectora con ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, para el cual trabajamos con científicos de distintas universidades. Otro proyecto tiene que ver con un cambio en nuestro videojuego Lectores galácticos (que promueve la alfabetización digital, en chicos de 5 a 8 años), separándolo en tres videojuegos para facilitar el peso y que pueda disfrutarse en celulares de menor capacidad. También tenemos un programa que se llama “Leer te ayuda”, que incluye un juego de mesa y una colección de libros. Además del desarrollo de nuestros programas de lectura en todo el país.
¿Qué balance hacés de tu rol y cuáles fueron los principales desafíos?
Llevar a cabo una organización durante 25 años implica poder tener una lectura muy clara de la realidad. La Argentina es un país muy desafiante, y una organización sin fines de lucro debe ser administrada como una empresa; con los mismos indicadores de eficiencia, transparencia y regulaciones. La única diferencia es que no distribuye ganancias. Tenemos nuestras memorias anuales, así como reportes para nuestros patrocinadores. La fundación es auditada por PwC. Además, el rol implica tener una mirada muy atenta con actores muy diversos. Hay una agenda pública que debemos acompañar y también tenemos que adelantarnos a temas que no están insertos pero que son clave, como puede ser la escritura. Es un país federal y esto nos exige tener diálogo con los ministerios. Además, hay que estar alerta a lo que dice la investigación, porque va avanzando y permite incorporar nuevas áreas y proyectos. La fundación se define como una entidad que lleva la investigación a la práctica, y cuando hacés eso se produce la magia, porque las cosas empiezan a funcionar. Muchas veces hay que combatir prejuicios, muchos maestros están acostumbrados a enseñar de una forma. Por eso, movilizar las prácticas docentes es muy complejo, como lo es instalar nuevas prácticas en cualquier área de la vida.
¿Cómo ves el escenario actual?
La pandemia fue sumamente disruptiva. Hoy estamos viendo una pérdida de aprendizajes muy grande, que dos años después aún no han sido recuperados, y generaciones que van a ser afectadas por esto. Hay altísimos índices de deserción escolar, que están vinculados con capacidades relacionadas con la lectura. Un chico que no lee según lo esperado para su edad va a repetir de grado. Si repite tres veces, lo más probable es que en algún momento termine abandonando la escuela. Desde la fundación buscamos trabajar en las causas, que muchas veces no van de la mano con las tendencias de financiación que se promueven. Desde mi lugar implica hacer mucha docencia, explicando las problemáticas y los puntos ejes por mejorar. Según un informe de Argentinos por la Educación, de cada 100 chicos que ingresan a la escuela primaria solamente 16 salen en tiempo y forma de la secundaria, con los aprendizajes mínimos. Esto nos deja en el largo plazo en una situación muy complicada, donde las empresas no van a conseguir personal según lo que necesiten, en un mundo donde cada vez se requieren niveles de alfabetización más elevados. Esto sería sencillo de resolver si todos comenzáramos a trabajar como debiéramos hacerlo. El largo plazo es muy complejo si no trabajamos profundamente en el corto plazo. Por eso, creo tanto en la tecnología como un gran apalancador de la educación y de la lectura. Pero para que sea efectiva tiene que haber acceso a ella y a la conectividad, lo que hoy no está garantizado. Si bien mucha gente tiene celular, son muchísimos los que compran datos mínimos y las señales no llegan.
Por último, si tuvieras que recomendarle un libro a un niño, ¿cuál sería?
Depende de la edad, pero recuerdo que cuando mi hija estaba en la primaria y me pidieron poner en una caja un libro para que se llevara al terminar 7° grado elegí El principito. Me parece que es una síntesis. Podés hacer millones de lecturas, y a medida que vas creciendo y mirando con otras profundidades, también te sigue enseñando.