Desde muy chica supo que no todo lo que se tira en el tacho es basura. Su abuelo barrendero encontraba tesoros que le regalaba, y Camila Castro Grinstein incorporó temprano las nociones de reciclar y reutilizar que la acompañaron durante toda su vida. Aquellas inquietudes infantiles, que derivaron en la extensión de un legado familiar, confluyeron en Étimo, la marca de tazas elaboradas en base a borra de café que dirige.
Comenzó a estudiar Diseño Textil en la Universidad de Buenos Aires interesada, sobre todo, en los materiales. Puntualmente, en su tecnología y sostenibilidad. “Como diseñadores tenemos una responsabilidad de crear los objetos y las cosas que nos rodean y mostrar nuevas maneras de producir”, explica.
Investigando los materiales, ahondando en aquello que da forma al mundo, comenzó a buscar alternativas más sostenibles. Se especializó, entonces, en biopolímeros y en la generación a partir de residuos.
“El proyecto nació en la facultad. Con todo este interés en lo sostenible y los residuos de la comida, empecé a armar mi tesis. En todas las horas nocturnas de estudio y de entregas, me di cuenta de que generaba muchísimo residuo de yerba mate. Fue lo primero con lo que trabajé. Veía mi tacho lleno de yerba y pensé que podía ser la solución: una materia orgánica, biodegradable, que se consigue en grandes cantidades. Yo buscaba alternativas que reemplazaran a los plásticos y la solución estaba en ese tacho” asegura Camila, y agrega: “No creo mucho en el término ´basura´. Una vez que uno separa y encuentra recursos, la basura deja de ser basura y pasa a ser materia”.
¿Cómo se da el paso para que una tesis se convierta en un emprendimiento?
Lo motorizó la necesidad de que haya soluciones biodegradables y la poca oferta que hay al respecto. Es algo que había que hacer. En esa búsqueda de hacerlo real, esta misión de poner los biomateriales en la vida cotidiana a través de productos que existan, empieza un trabajo mucho más complejo. Usamos la borra de café porque las cafeterías pueden acumular muchísimos residuos, alrededor de unos cinco kilos por día, en un tacho que ya tienen separado. La logística del producto era más sencilla. Además, las cafeterías tienen el problema de los vasos descartables, que son muy contaminantes, porque no se pueden biodegradar ni reciclar por la composición que tiene esa mezcla de materiales. Tomó forma utilizar la borra de café para hacer productos que pudieran volver a las cafeterías y resolvieran ese problema.
Surgió, entonces, Étimo, palabra que remite a la raíz de algo, a su origen. El término apunta al lenguaje, pero en este caso se orienta a trazar el recorrido del material que permite dar forma a las tazas marrones, que conservan el color de la materia prima y también, al menos inicialmente, algo de su aroma.
No sólo buscamos generar una solución técnica en cuanto a los recursos y la gestión, sino que también buscamos que la experiencia con el producto sea placentera, enriquecedora. La borra de café es muy bella, tiene un gran color, una textura muy linda, el aroma genera una experiencia con el material. Queremos no solo un futuro más sostenible, sino también uno más bello. Por eso, la taza la diseñamos junto a baristas, para que sea la mejor experiencia posible para tomar un café.
Por un lado, hubo una detección de una oportunidad y, por el otro, la responsabilidad de una misión
Sí, se trata de salir al mundo a diseñar algo. Diseñar el futuro. Eso tiene que ser sostenible. Empezás a tomarlo casi como si no se pudiese hacer otra cosa. El mundo necesita que nos pongamos a resolver estos problemas. Suena siempre como algo muy lindo y gratificante, pero también es muchísimo trabajo y hay mucha incertidumbre en hacer algo que todavía no existe. Lleva mucho tiempo poder generar esa idea y concretarla. Este motor nos moviliza a que todos los días hagamos un poquito más.
También se interesan en el modo en que hacen la recolección y la entrega de los productos
Sí, hacemos mucho foco en la circularidad del proyecto. No hay un material que de por sí vaya a solucionar todo. No existe un gran salvador que saque al plástico, sino que tiene que ver con el circuito completo: cómo se junta esa borra de café, cómo se procesa, cómo eso después vuelve a la misma cafetería. Para ellos, saber que el producto que les vuelve fue elaborado con eso tiene muchísima riqueza. Generamos conciencia y comunidad entre toda la gente amante del café y las cafeterías, más consciente en cuanto a los hábitos y la gestión de los residuos. En la circularidad se enriquecen todas las partes.
Étimo fue parte del premio Santander X Award Emprendedor Launch en Argentina, enfocado en proyectos universitarios que no fueron aún lanzados al mercado. A nivel local, obtuvo el tercer puesto, lo que permitió participar en el concurso internacional. Entre cuarenta y ocho proyectos, de cuarenta universidades que representaban a ocho países, Étimo se llevó el primer premio.
El equipo de la naciente compañía lo conforman, además de Castro Grinstein (que es la directora), Sofía Berenblum y Malena García Blaya. “Hay, además, una gran red de colaboradores, diseñadores gráficos, diseñadores industriales, especialistas en ingeniería de materiales, asesores varios. Se fue armando una red que nos acompaña en el proyecto”, agrega Castro Grinstein.
Por ahora, el producto se encuentra en etapa de testeos, y esperan poder lanzarlo al público general a fines de este año. Junto a la taza, la idea es ofrecer una más pequeña, take away, cuya obtención y uso permita a quienes la compren acceder a descuentos en las cafeterías asociadas, como forma de recompensar el reemplazo de vasos plásticos que implica. En una segunda etapa de desarrollo, esperan crear productos a base de residuos de yerba mate y orujo de uvas.
“Nos entusiasma mucho que este proyecto sea industria nacional. Haciendo este material nuevo, también concientizamos y acercamos herramientas a gente que hoy trabaja con materiales plásticos o contaminantes. Acercándonos a trabajar con ellos también estamos generando una conciencia y estamos dándoles herramientas para que tengan otras posibilidades. Lo más emocionante es que llegue a la gente. Es lo que motoriza todo. Que realmente puedan acceder a productos biodegradables y todos podamos ser parte de este movimiento” finaliza Camila.