La palabra kilimo significa “agricultura” en el idioma africano suajili, y también es el nombre que lleva la plataforma que ayuda a los agricultores a gestionar el riego de una manera eficiente con inteligencia artificial (IA), lo que se traduce en los denominados beneficios volumétricos y en un aporte sustancial para el cuidado hídrico.
Jairo Trad, además de ser ingeniero en Computación por la Universidad Nacional de Córdoba y especialista en data science, es cofundador y CEO de Kilimo, y en uno de sus viajes a la ciudad de Buenos Aires habló con PRESENTE acerca de cómo funciona esta revolucionaria solución, cuál es la importancia de los datos y por qué es clave trabajar en la concientización y adaptabilidad.
¿Cómo nace Kilimo?
Kilimo nace hace varios años ya. Venimos de emprender en tecnología para agricultura. Entendíamos que había valor en trabajar particularmente en el tema del riego, porque es un problema frecuente que además tiene un gran impacto. El 70 por ciento del agua que usa la humanidad va a la agricultura. Así, pasamos seis meses viajando por la Argentina entrevistando agricultores para entender cómo los podíamos ayudar con tecnología. A partir de ahí, desarrollamos la plataforma.
¿Cómo funciona?
Desarrollamos un software que utiliza datos climáticos y satelitales para ayudar a los productores a decidir cuánto y cuándo regar. Con nuestra tecnología es posible medir cuánta agua consume cualquier cultivo a cielo abierto en cualquier parte del mundo. Esto lo logramos combinando muchos datos de diferentes orígenes con IA. Medimos un parámetro agrícola denominado “evapotranspiración real”, que es la combinación de la evaporación que sale del suelo y la transpiración que generan las plantas, y lo hacemos sin tener que instalar artefactos en el lugar. Esto puede sonar trivial, pero en realidad es fundamental, porque si uno deja un sensor y este se rompe, es necesario hacer la refacción de manera presencial, algo super complejo y que requiere tiempo.
También estos datos recolectados permiten diagramar estrategias a futuro…
Exacto. Nos proporciona mucha más capacidad de operar sobre el conocimiento del lugar, y, como señalé antes, reduce significativamente la complejidad operativa.
¿Con qué desafíos se encontraron en un principio?
El primer problema que nos encontramos fue que había que realizar un trabajo de concientización acerca de la importancia de gestionar el riego. Por eso generamos una estrategia de educación y desarrollamos la Academia de Riego, de la que ya participaron más de 150.000 agricultores en toda Latinoamérica de manera gratuita (incluso llegamos a hacer tres webinars por semana). De este número, el 40 por ciento son micro y pequeños agricultores, y el 25 por ciento estuvo conformado por mujeres. Logramos un impacto enorme a partir de esta iniciativa, y la mitad de nuestros clientes vienen justamente de la Academia de Riego. La agricultura tiene algo muy particular: el público es muy heterogéneo, las complejidades son muy locales y hay una gran diferencia entre cada caso. Si tomamos cualquier empresa de tecnología, seguramente un gran porcentaje de sus usuarios viven en ciudades de más de un millón y medio de habitantes, lo que te configura una homogeneidad en determinados factores. En nuestro caso, en cambio, tenemos clientes que pueden estar a, por ejemplo, 2000 km de distancia, lo que marca una gran diferenciación y puede complejizar la preparación. La Academia de Riego fue pensada justamente para nivelar estos conocimientos.
El segundo challenge con el que nos encontramos, que es más de fondo, es que el agua es esencialmente gratis, es decir que la factura que se paga no es lo que vale el recurso realmente. Y esto es así para todos, pero principalmente en la agricultura, porque los países quieren producir sus alimentos, y sin agua no hay alimentos. Pero esto de que se pague un valor que no es el real hace que no haya un incentivo para el cuidado hídrico en la actividad. Así fue como empezamos a trabajar en un modelo que pueda generar incentivos para el agricultor y que le genere valor al cuidar el agua.
¿De qué se trata?
Luego de un año hablando con los diferentes actores de la temática, descubrimos que las empresas estaban invirtiendo en comprar ahorros de agua, cuyo nombre técnico es “beneficios volumétricos”. Son parecidos a los créditos de carbono. Un detalle fundamental es que las compañías compran estos beneficios en los lugares donde operan, es decir que yo no puedo usar agua, por ejemplo, en Bue[1]nos Aires, y devolverla en Entre Ríos, sino que tengo que hacer acciones en la misma cuenca. Entonces brindamos el servicio al agricultor en esas cuencas para que utilice Kilimo por un año, al finalizar este período medimos cuánta agua ahorró y reciben un incentivo económico en función de esto. Somos la primera empresa en el mundo que les paga a los agricultores por ahorrar agua. Lo que se traduce en un incentivo claro para el cuidado del agua.
Las compañías, por su parte, tienen medido cuánto riesgo tienen asociado al agua. Y algo que es muy distinto en el agua, en relación con otras variables climáticas, es que es material para el negocio, no es como en el caso de otros factores cuyo impacto se ve en el futuro, sino que es material hoy, sin agua no se puede producir hoy. Por lo tanto, las compañías miden cuánto dinero está en riesgo por causa de escasez o exceso de agua; ambas situaciones son problemáticas. Así, las empresas invierten en Kilimo para mitigar estos riesgos, lograr beneficios volumétricos y colaborar para conservar el agua en las zonas en las que se encuentran.
¿Con qué compañías están trabajando?
Hoy trabajamos con empresas como Google, Microsoft, Intel, Coca-Cola, entre otras. Estas compañías invierten en diferentes cuencas de Latinoamérica, y allí nosotros trabajamos con los agricultores. La mayoría de los contratos que tenemos están en Chile y México.
¿Cómo es la situación hídrica en la región?
En el caso de México, la región centro-norte está en un proceso de sequía severa, y de hecho en junio pasado el DF estuvo cerca de llegar al denominado “Día Cero”, que es cuando no hay más agua, algo que ocurrió en Monterrey hace un año. Por otro lado, está el caso de Chile, donde el 80 por ciento de la población, el 70 por ciento de la producción industrial manufacturera y una parte no menor de la agricultura están centrados en Santiago de Chile, entonces hay una cuenca muy estresada en una zona muy seca. De hecho, el centro del país viene atravesando un proceso de desertificación.
Las crisis hídricas son muy severas en Latinoamérica, una región eminentemente agrícola, y lo que sucede es que esta crisis termina impactando de lleno a una industria que es fundamental en muchos países y tiene efectos a largo plazo que se traducen en muchas variables. Por ejemplo, tomando el caso de la Argentina, podemos ver cómo las sequías de 2017 y 2022 tuvieron un impacto desestabilizador en la economía.
La realidad es que la situación hídrica afecta a la dinámica social completa. De hecho, el mayor generador de migraciones en el mundo es la sequía. Es un factor de desestabilización social, económico y político.
De todos modos, encuentran que el tema no está tan instalado.
No, no se termina de instalar el tema en función de la importancia que tiene. Lo que sucede es que la crisis climática nos impacta a todos y la solución clave es mitigar, reducir las emisiones de carbono y capturar carbono. Hay que hacerlo, va a tomar mucho tiempo y está claro que no vamos a llegar a controlar la suba de la temperatura. Entonces es necesario trabajar en la otra parte, que es la adaptación, lo que se centra en un gran porcentaje en el agua. Para ilustrar esto, hay un dicho que dice que, si la crisis climática fuese un tiburón, el agua son los dientes, es decir la forma en la que sentimos la crisis climática, su expresión material, y nos tenemos que adaptar. Desde Kilimo tenemos un propósito que planteamos hace mucho: transformar el valor del agua. El problema es la presunción de valor cero que tiene el recurso actualmente, y mientras esto esté roto, se nos va a dificultar la adaptación.
Viajando he tenido la oportunidad de conocer a cientos de innovadores en el tema del agua, pero sus soluciones no se utilizan porque no se ve la necesidad de cuidarla. Es necesario cambiar esta percepción.
¿Cuál es la respuesta de los agricultores cuando se acercan con una solución como Kilimo?
De incredulidad total. Nunca nadie les había presentado la idea de que a partir del cuidado del agua reciben una compensación. Y esto a su vez acelera la adopción, porque hay incentivos claros, concretos. Entendemos que el cambio implica riesgo, de hecho, lo que hacemos es justamente analizar el espacio para definir la cantidad de agua requerida, y puede surgir una inquietud sobre regar menos. Pero Kilimo lo que hace justamente es rebalancear la ecuación de riesgo para que al agricultor no le sea tan complejo el cambio. Lo cierto es que las personas somos lógicas, y tomamos decisiones según el contexto que nos dan.
En el caso de la situación hídrica, la información que les dieron a los agricultores, a vos en tu casa y a mí en la mía es “No te preocupes por el agua que es infinita y gratis”. Entonces, en vez de juzgar, buscamos acercarnos al problema para entender lo y comprender en qué variable hay que trabajar para lograr cambios sistémicos.
¿Cómo se compone el equipo de Kilimo?
Somos cuatro socios y el equipo se compone por 55 personas distribuidas por 25 ciudades de Latinoamérica. Trabajamos 100 por ciento de manera remota, excepto cuando vamos a los campos para conversar con los agricultores para poder conocer más sobre cada situación puntual. Para nosotros es más importante estar cerca de nuestros clientes que en una oficina.
¿Por qué es importante medir la utilización del agua?
Según el CDP (Carbon Disclosure Project), hay 360 millones de dólares en riesgo por la crisis climática, y en general ese riesgo se manifiesta alrededor del agua. Si vos tenés una planta de manufactura, de lo que sea, toda la cadena de valor está comprometida alrededor del agua, por lo que es un riesgo que hay que entender como tal. Por lo tanto, el pedido es: no lo hagas por bondad, hacelo porque es un riesgo.
Está claro que el agua como recurso estará comprometida, las lluvias van a ser muy intensas, pero más espaciadas. Entonces, lo que ocurre con el agua es un verdadero problema de acción colectiva, no alcanza con esfuerzos individuales aislados, es necesario actuar en conjunto. Desde Kilimo tenemos esa lógica, porque consideramos que el problema hídrico es muy grande.
¿Cuáles son los próximos objetivos?
Seguir creciendo en los lugares donde nos venimos desarrollando, principalmente México y Chile. También empezar a escalar nuestra operación en Brasil, de hecho ya estamos por cerrar nuestro primer cliente allí. Además trabajaremos en expandirnos a otras regiones como el sur de Estados Unidos y el sur de España. Y, sobre todo, seguiremos profundizando el trabajo que ya realizamos con nuestros clientes.