Antes de convertirse, hace dos años, en Directora de Sustentabilidad y Asuntos Corporativos para Syngenta LATAM, Mariale Álvarez tuvo un largo recorrido en el que se nutrió de experiencias diversas, como ser parte de una ONG (The Nature Conservancy) y del sector de consumo masivo (Coca-Cola). Licenciada en Tecnología de Alimentos, con un máster en Gestión Ambiental y Relaciones Institucionales, fue acumulando bagaje y entendiendo cómo abordar temáticas que, junto a su propio desarrollo, crecieron en importancia dentro de las organizaciones.
– En esta época, ¿tiene un peso singular el área de Sustentabilidad?
– Sí, para mí es una evolución del concepto de calidad. Primero se habló de calidad de producto, después fue calidad de proceso, después calidad de gestión, y la gestión empieza a abarcar cada vez más cosas: el negocio, los temas ambientales, los temas sociales. Cuando ponés todo eso junto, llegás al concepto de sustentabilidad o triple impacto. Hasta en las escuelas de management fue cambiando el concepto. Cuando pensás en el largo plazo, la agenda de sustentabilidad es parte de la planificación del negocio. No es solo en cuanto a qué hago yo para el entorno, sino respecto a qué es lo que está pasando en el entorno que va a afectar al desarrollo de mi negocio, qué tengo que cambiar o seguir haciendo para que mi negocio sea viable en el largo plazo. Porque si no, no hay negocio. Y no hay negocio que prospere en el largo plazo si no prospera la sociedad y si no cuidás el entorno. No te puede ir bien si a la sociedad le va mal en el largo plazo. A Syngenta no le puede ir bien si al agro no le va bien. Entonces, la agenda de sustentabilidad es también la agenda de viabilidad del negocio a futuro.
– ¿Con qué te encontraste al incorporarte a la compañía? ¿Qué necesitaron cambiar desde ese momento y qué se mantuvo?
– Syngenta venía con un enfoque superserio en temas de sustentabilidad, aunque a veces no muy marketinero. Quizás no era tan fácil de posicionar lo que se hacía, que era muy serio en lo técnico. La mirada estaba en trabajar en el negocio y con el productor, pensando en qué lo beneficia y cómo hacer que para él la sustentabilidad también sea algo que pueda mantener en el tiempo. Hablamos de intensificación sustentable. Creo que nadie discute hoy que, para que el agro pueda producir más alimentos, más fibra y más energía, que es lo que el mundo demanda, necesita más tecnología y más intensificación. Ahora, no es cualquier intensificación, es una intensificación sostenible y respetuosa de esos elementos que el agro usa: el suelo, la biodiversidad, el clima.
– Respecto a lo marketinero, hay una parte de la sociedad que tiene una mirada negativa hacia este tipo de intervenciones en el campo, que ustedes a veces tienen que desarticular comunicando lo que hacen, ¿no?
– Sí, hay un desafío comunicacional. Hay sectores críticos hacia las propuestas de sustentabilidad en general porque descreen que un sector empresario con fin de lucro realmente trabaje de forma honesta en temas de sustentabilidad, y hay otro sector que tiene una mirada crítica en particular con el agro. Ese es el que más me duele, porque en un país como la Argentina el agro es el motor que nos saca adelante. Es el que nos saca de las coyunturas siempre. Es ese dicho que lo escuchaba a mi papá decir: “Al final, nos salva la cosecha”. El agro mueve la economía y además tiene la posibilidad de aportar mucho a la economía rápido, comparado con otros sectores que todavía nos falta desarrollar. Hay mucho que tenemos que hacer en posicionar al campo como lo que realmente es: un productor de alimentos, de fibra, de energía, de prosperidad, de desarrollo productivo del interior en un país tan grande y federal. El productor nuestro es realmente resiliente. Es sumamente optimista, aplica la tecnología, buenas prácticas, está siempre apostando de vuelta al país y, además, está atado a la tierra. O sea, no es que puede levantar sus cosas e irse. Entonces es realmente el más aferrado a la Argentina y a nuestro suelo.
– Recientemente hicieron una revisión de los pilares de sustentabilidad de Syngenta, ¿cuáles son?
– Organizamos nuestro trabajo en cuatro prioridades, que son de Syngenta a nivel mundial, en los 90 países en los que operamos y en todas nuestras divisiones: semillas, protección de cultivos, herramientas digitales, asesoramiento técnico, productos biológicos. Los pilares hoy son cuatro. El primero se llama “Mayor rendimiento, menor impacto” y atiende la intensificación sustentable. El segundo es “Regenerar el suelo y la naturaleza”, y trata de cómo abordamos toda la propuesta de una agricultura regenerativa. El tercero, que es el más social, es “Mejorar la prosperidad rural”. Y el último, que yo llamo “Por casa, ¿cómo andamos?” y cuyo nombre en la compañía es “Operaciones sustentables”, se trata de cómo hacemos nuestro propio trabajo en nuestros campos productivos.
– ¿Cómo trabajan en la intensificación sustentable?
– Con una mirada crítica hacia nuestro propio portafolio y qué es lo que vendemos y ofrecemos. Lo que buscamos es el desarrollo de un producto de protección de cultivo, una nueva variedad genética. No es un desarrollo rápido, puede llevar diez o quince años. En ese pipeline de desarrollo van pasando distintas etapas en las que se aprueba y nos centramos en aquellos productos que tienen un potencial de cumplir con el objetivo buscado, que además tiene una posibilidad comercial de ser un buen negocio y es seguro. Ahora se le está aplicando un filtro más, y es que “performe” bien en variables ambientales. Eso nos pone una exigencia extra en nuestro portafolio y hace que algunos productos que proyectan no desempeñar tan bien en las variables sustentables ya no sean privilegiados o queden fuera. Y eso a veces implica decisiones muy costosas. Es dejar fuera de tu pipeline algo que comercialmente podía funcionar bien, pero que viene con un perfil de un producto de demasiado riesgo. Eso nos autoimpone una exigencia de desarrollo muy alta. Pero Syngenta es eso, nosotros somos una empresa de investigación y desarrollo que ofrece soluciones para el agro, en forma de productos de protección de cultivo, de genética, de herramientas digitales.
– ¿Y en cuanto a la agricultura regenerativa?
– Ese es el segundo pilar, que está más enfocado en el productor, en cómo hago para que pueda tener una práctica regenerativa. Y hoy hablamos de regenerativo en todo, en economía, en industria. Es un concepto recontrambicioso, porque lo que te está diciendo es que pretendemos que, después de la intervención, el sistema quede mejor que antes. Es todavía más exigente que lo sostenible. Ahí hay propuestas que el productor conoce, como la cobertura permanente del suelo, la rotación de los cultivos, el uso optimizado de los recursos, no aplicar de más, sino exactamente lo que necesitás, usar bien el agua, cuidar la biodiversidad, buscar un balance de carbono. Son prácticas que el productor conoce, pero que a veces en la coyuntura de la exigencia económica de hacer que la campaña rinda, sobre todo en la Argentina, donde a veces nuestro largo plazo suelen ser quince minutos y no diez años, se dificulta implementar. Nosotros, con nuestra oferta de productos, de servicios y jugando un rol más de articulador, queremos que realmente el productor pueda elegir aplicar la agricultura regenerativa en forma permanente.
– Lo apoyan también con plataformas en las que ofrecen capacitaciones…
– Exactamente. Queremos simplificarle la vida al productor, entonces le damos capacitación y herramientas digitales para facilitar los requerimientos de trazabilidad, de registro, para poder tomar decisiones sobre la base de esa historia. Con una herramienta el productor geolocaliza su lote, planifica su siembra, su aplicación de productos de producción de cultivo y hace cálculos productivos. Pero, además, se le agregó una solapa de sustentabilidad donde, con esa misma información que ya ingresó para calcular cuánta semilla va a poner por metro cuadrado o qué producto va a aplicar, pueda también calcular su huella de carbono y su índice de biodiversidad, y registrar sus buenas prácticas. Sin llegar a la sofisticación de una certificación por tercera parte, tiene un reservorio de información que le permite demostrar lo que está haciendo o usar esa información para analizar su propio rendimiento y después tomar decisiones sobre su lote.
– ¿Cómo es la adopción de plataformas como ProAgricultor entre los productores?
– Algunos son los que primero adoptan y prueban todo, y otros esperan a ver si otro las prueba para decidirse. Y hay algunos que dicen que querrían, pero que hoy están con otro problema. A esos es a los que tenemos que llegar con soluciones hasta de índole financiera. Empresas como la nuestra pueden tener un rol de articular, no en proveer el conocimiento agronómico en sí, que eso está en la academia y en el INTA. Nuestro rol más importante es tal vez crear un instrumento financiero en asociación con bancos, con instituciones, con plataformas o el mismo financiamiento que nosotros damos, para ver cómo el productor puede asumir ese costo de transición inicial hasta la práctica deseada.
– ¿De qué se trata el pilar de prosperidad rural?
– Es el más social, tiene mucho que ver con dónde están nuestros sitios productivos de semillas o nuestros campos de multiplicación, en la vinculación con el entorno, con esa comunidad, ese municipio rural en el que somos un vecino corporativo más. Ahí entra todo el trabajo más tradicional de vinculación con las escuelas, con las autoridades locales, con las entidades locales, pero también otros programas más transversales para que el pequeño productor, el de escala más familiar o el que no es tan empresarial, pueda tener un nivel de rentabilidad aceptable. Abordamos problemáticas como la conectividad rural, que no solo es un problema para los negocios, sino también para la educación. Son temáticas sociales que son parte de nuestro rol como empresa que vive y es vecina de esas comunidades.
– El cuarto pilar se trata sobre sus propias operaciones…
– Exacto, es aplicar las nuevas prácticas de agricultura regenerativa y nuestras metas de reducción de emisiones a nuestras plantas y nuestros sitios. Ahí también trabajamos con estas mismas prácticas de cobertura permanente, rotación de cultivos, bajo en carbono y cuidado de la biodiversidad en nuestras plantas productivas, en nuestros sitios de multiplicación, en los lugares donde producimos semillas.
– ¿Qué objetivos tienen en torno a eso?
– Tenemos un objetivo de reducción de emisiones de carbono, de alcance 1 y 2 de un 30 por ciento hacia 2030, con respecto a 2022. Estamos mapeando y terminando de entender nuestras emisiones de alcance 3, que son las indirectas. Para una empresa como Syngenta, que tiene logísticas mundiales a nivel de atravesar todo el globo y con cadenas productivas muy largas, ese mapeo de las emisiones de alcance 3 es en sí un trabajo gigante. Después, lo que ya es casi dado, pero también es un trabajo permanente, tiene que ver con el manejo de recursos humanos, en las aplicaciones de prácticas justas y equitativas de contratación y de empleo. En la Argentina parece algo medio remoto, porque tenemos una alta calidad de empleo y de normas laborales en las plantas productivas, pero hay sitios desparramados por todo el mundo donde Syngenta tuvo que hacer un trabajo muy grande en ese sentido.
– ¿Cuáles son sus objetivos para el año que viene?
– El principal es terminar bajando, con ejemplos concretos, los cuatro pilares. Tenemos proyectos e iniciativas en cada uno de ellos. Mi objetivo personal es asegurarle la sostenibilidad financiera a cada una de las iniciativas. Que realmente podamos plantear que las iniciativas crecen y escalan sin demandar un costo creciente que las haga inviables. Ahí es donde creo que tenemos que dejar de lado un poco los egos y trabajar en forma más colaborativa con el resto de la industria y otros sectores. En definitiva, todos estamos trabajando más o menos en los mismos temas. Una empresa líder como Syngenta tiene una buena oportunidad de liderar un trabajo precompetitivo. Hay temas en los que podemos trabajar todos juntos. De hecho, por ejemplo, Campolimpio, que es la asociación que la industria creó para la gestión de los envases vacíos de fitosanitarios, es un trabajo colaborativo con el resto de la industria, estamos todos juntos en esa asociación. Y es como debe ser, porque es un tema de todos y es un tema de la industria y del sector. Creo que lo estamos haciendo bastante bien.