“No hay una ley a nivel nacional que proteja la biodiversidad en Argentina”, Pablo García Borboroglu, fundador de la Global Penguin Society

“¿Qué tal si les dijera que el acto más poderoso que he visto sobre el coraje y la valentía no vino de una persona, sino de un pingüino? De esta madre, una hembra como la que pueden ver ahí abajo, sola, enfrentada cara a cara con un lobo marino mucho más grande que ella”. De esta manera cautiva Pablo García Borboroglu a su audiencia luego de recibir el premio al Explorador del Año de Rolex National Geographic por su trabajo en la conservación de estas especies. Este galardón se entrega en el marco de la iniciativa Perpetual Planet, mediante la cual Rolex apoya a exploradores pioneros que superaron los límites de la actividad humana.

La Global Penguin Society (GPS) es una organización reconocida internacionalmente que, a través de investigación científica, busca generar conciencia y emprender iniciativas de conservación tales como crear áreas protegidas y sus planes de manejo, además de trabajar en la educación a favor de la conservación. Su labor hasta ahora ayudó a proteger más de 13 millones de hectáreas de océano y hábitats costeros.

La GPS fue fundada por Borboroglu, quien la preside y es también su Chief Scientific Officer. Oriundo de Mar del Plata, pero patagónico por vocación, casado, dos hijos. El recibido en julio es uno de muchos reconocimientos que obtuvo a lo largo de su carrera, entre los cuales se destacan el Premio Whitley Gold otorgado por la ONG británica Whitley Fund for Nature en 2018, el Premio Indianápolis 2023 (fue el primer latinoamericano en recibirlo) y, en Argentina, el Diploma de Honor del Senado de la Nación.

En el ámbito local, GPS cobró notoriedad al participar y aportar pruebas clave en un juicio por ecocidio cuando en 2021 un productor ganadero, sin permisos, construyó caminos ilegales, desmontó vegetación y levantó un cerco electrificado en su campo, lindero a la reserva natural de Punta Tombo (Chubut), destruyendo más de 200 nidos y un centenar de ejemplares de pingüinos de Magallanes entre adultos, pichones y huevos.

Pero GPS actúa a nivel global desde hace 16 años, dejando su huella mediante acciones concretas: la creación del Grupo Especialistas en Pingüinos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN) que define las categorías de conservación de cada especie en peligro; y la participación y el patrocinio del Comité Organizador del Congreso Internacional de Pingüinos, que se realiza cada tres años y reúne a expertos en investigación y conservación de pingüinos de todo el mundo, son algunas de ellas.

PRESENTE habló con Borboroglu para conocer la motivación que lo llevó a crear esta ONG de impacto internacional, su esfuerzo por remediar la falta de información sobre estas especies, las iniciativas contra el tráfico ilegal de pingüinos y por qué considera que la opción más inteligente para las ONG es aliarse con las empresas.

Foto Rolex NatGeo.

– ¿Cómo surgió tu entusiasmo por la investigación y conservación de los pingüinos?

– Yo nací en Mar del Plata y siempre cuento de mi abuela Melania, que se casó con mi abuelo griego del apellido difícil, Borboroglu, cuando yo era chiquito me contaba que iba a las costas a visitar a los pingüinos. En esos años todavía se estaba faenando lobos y elefantes marinos para grasa y cuero. No había ecoturismo. Y ella iba y admiraba a los pingüinos. Y me contaba estas historias de cuando iban al mar y volvían con la comida y le transferían la comida al pichón. A mí me parecía fantástico todo eso.

– ¿Y tus padres?

– Mi papá siempre un fanático de vivir en lugares donde haya árboles y bosques. Con mi mamá, después del amanecer, iban a buscar cascaritas de huevo de pichones que eclosionaron. O sea, todo un ambiente que favorecía esto, pero mi abuela tenía esa sensibilidad. Y por eso nosotros ponemos tanto énfasis en la educación: es como contar esta historia de mi abuela a millones de chicos ahora. Tenemos un programa local donde llevamos ya a más de 13.000 nenes a conocer a los pingüinos en sus colonias cercanas. Y con Nat Geo y Disney, la serie documental Secret of the Penguins nos dijeron hace dos semanas que ya la vieron más de 100 millones de personas. Entonces, el impacto es impresionante.

“De todas las provincias argentinas, solamente cuatro tienen fiscalías ambientales. No hay legislación como corresponde o actualizada. A nivel nacional, no hay una ley de biodiversidad, los crímenes ambientales no están en el Código Penal”

– ¿Cuándo empezaste a transformar ese interés en acción?

– Yo no soy de esos biólogos que desde chiquito sabían que querían ser biólogos. Yo quería ser embajador o hacer una carrera diplomática. Estudié distintos idiomas y Derecho dos años, pero no era lo mío. Y ahí, a los 18 años, me fui al Sur en las vacaciones. En esos años estaban los derrames de petróleo, era normal ver a los pingüinos muriendo. A mí me chocaba y empecé a rehabilitarlos, a llevarlos a una chacra que tenía mi familia, que era un gallinero abandonado, y después los liberaba en el mar. Me empecé a contactar con algunos biólogos. Después vino un derrame gigante en el que murieron como 17.000 pingüinos, fue tremendo, y dije: “no puedo estar lavando pingüinos toda la vida”. Me pregunté cómo podía ser más útil y decidí educarme. Empecé la carrera académica en Trelew. Y después hice la carrera de licenciado en Biología, luego el doctorado en Biología. Soy investigador del Conicet también. Siempre me interesó la conservación, pero veía que el idioma de la ciencia no terminaba de llegar ni se traducía en nada concreto beneficioso para la conservación. Quería traducirlo en un formato amigable y que llegue a las comunidades, a los tomadores de decisiones, a congresos. Y coincidió con el Congreso Internacional de Pingüinos, que se dio en Hobart, en Tasmania en 2009. Era una descripción científica de qué mal estaban los pingüinos, cada vez peor, y no hacer nada con eso. Entonces decidí crear una organización. Y eso fue lo que creé, la Global Penguin Society. Había que hacer una red mundial capitalizando la buena ciencia que había para empujar la conservación.

Sobre los pingüinos

En el mundo existen 18 especies de pingüinos. Hoy, estas especies enfrentan múltiples amenazas tanto en el mar como en tierra firme. En el océano, sufren por la sobrepesca mal gestionada, que reduce su alimento o los atrapa en redes. También los afectan los derrames de petróleo y la contaminación por plásticos. En tierra, padecen el disturbio humano creciente y deben enfrentar depredadores introducidos por el hombre frente a los cuales no están preparados por haber evolucionado sin amenazas terrestres.
El cambio climático es otro agravante: en la Antártida altera el hielo, base de su cadena alimentaria, y fuera de ella reduce la disponibilidad de alimento, obligándolos a alejarse más y a alimentar menos a sus crías. En tierra, las olas de calor y los incendios son un riesgo nuevo, ya que los pingüinos no reconocen el fuego como peligro y mueren sin intentar huir. Todo esto ha llevado a que la mitad de las especies conocidas estén hoy consideradas amenazadas.

– ¿Cuáles fueron los primeros pasos de la organización?

– Yo quería saber a nivel mundial a quién le interesaban los pingüinos. Y usando la herramienta Google Insights vi que la mayoría de los que buscaban pingüinos online eran nenes, porque en ese momento había un juego que se llamaba Club Penguin en el que vos jugabas, te convertías en un pingüino, tenías tu iglú, comprabas cosas, comías pizza, bailabas, pero no había contenido de conservación. Lo manejaba Disney. Busqué hasta que di con ellos y les propuse enriquecer el contenido y la experiencia de los nenes y familias que jugaban y traté que ellos nos apoyaran en las actividades de conservación. Y eso fue genial porque logramos, con ese fondo, crear la reserva de biósfera de Unesco que se llama Patagonia Azul y es la más grande de Argentina. Tiene 3.100.000 hectáreas, está en Chubut. Fue una asociación buenísima. Y después vimos que hay una organización que se llama Unión Internacional de Conservación de Naturaleza que identifica grupos de animales que están con problemas y crean grupos de especialistas. Son los que hacen, por ejemplo, la Lista Roja de Especies Amenazadas. No había una para pingüinos, entonces creamos el Grupo Especialista de Pingüinos de UICN, que es la voz oficial del estado de conservación de los pingüinos del mundo. Nos permite tener influencia en políticas ambientales nacionales e internacionales con todas las especies, como un brazo más internacional, si se quiere. Yo desde el principio soy uno de los directores. Y en términos de información, cuando uno tenía que buscar información de pingüinos era un lío porque había que buscar en documentos científicos repartidos por todos lados. Se nos ocurrió hacer un libro que compile la información actualizada, todo lo que se sabe en un solo libro. Y lo hicimos: un capítulo por especie y aún hoy es uno de los libros referentes del tema. Se llama Penguin Natural History and Conservation, después vino en español y se tradujo al japonés. Los japoneses son fanáticos de los pingüinos. También, con el apoyo de Disney, creamos un área protegida marina de aproximadamente 100.000 hectáreas para una de las colonias más grandes del mundo de pingüinos de Magallanes, acá en Punta Tombo, en Chubut.

– ¿Cuántas personas conforman el equipo de GPS hoy?

– En la organización somos 19 que estamos más presentes. A veces surgen proyectos y ampliamos ese capítulo por término de uno o dos años. Nacimos en el 2009 después de la crisis mundial y yo veía a muchas organizaciones que estaban desangrándose para mantener la estructura del edificio, el personal y que el objetivo de conservación se veía diluido. Dije: “tenemos que ser ágiles, como los pingüinos: adaptarnos fácilmente”. Es muy inusual que haya en la Patagonia argentina una organización que tenga acción global de esta manera, sumado a lo que es vivir en Argentina y con todas las trabas que ha habido todo el tiempo. Somos una organización del Global South, que es todo lo que no es central, que tenemos impacto como si fuéramos del Primer Mundo. Entonces se puede. A mí me encanta mostrar que se pueden hacer las cosas. Yo me formé en la Universidad Nacional de la Patagonia, soy investigador del Conicet y se pudo hacer todo lo que quisimos. Siempre digo: “chicos, uno tiene que dedicar más tiempo y energía en solucionar el problema que en describirlo”.

“Con la destrucción de hábitats y viendo el disturbo humano que hay en las costas por el aumento de la población mundial, vemos la necesidad también de proteger más el continente, o sea: las colonias”

– ¿Cuál es la principal línea de investigación o de protección que llevan adelante en nuestro país?

– Mucho tiempo invertimos, y estuvo bueno y seguimos haciéndolo, en crear áreas marinas protegidas, tanto costeras como mar adentro. Pero de un tiempo a esta parte, con la destrucción de hábitats y viendo el disturbo humano que hay en las costas por el aumento de la población mundial, vemos la necesidad también de proteger más el continente, o sea: las colonias. Cuando los pingüinos se están reproduciendo, están vinculados a un nido con huevos, pichones y su pareja durante cuatro, cinco meses. Entonces están muy vulnerables ahí porque encima no vuelan, no pueden escapar fácilmente. Estamos invirtiendo mucho en tratar de fortalecer las áreas protegidas costeras y que haya planes de manejo, pero que se cumplan. No que sean de decoración. Y la otra, estamos ayudando y colaborando para que haya más legislación en Argentina, que está muy atrasada. De todas las provincias, solamente cuatro tienen fiscalías ambientales. No hay legislación como corresponde o actualizada. A nivel nacional, no hay una ley de biodiversidad, los crímenes ambientales no están en el Código Penal. O sea, todo para atrás. Y no es tan difícil, la verdad. Es una cuestión de legislación y de voluntad. Y también en los océanos seguimos invirtiendo mucho en ciencia con un montón de tecnología que usamos para poder descubrir otros aspectos de los pingüinos porque, al nosotros entender qué necesitan, tenemos elementos para protegerlos mejor.

Conservación y alianzas

El impacto de GPS se puede medir en números. Con su esfuerzo, además de lograr la protección de millones de hectáreas de zonas marinas y costeras, publicaron unos 40.000 libros educativos que fueron distribuidos gratuitamente en todo el mundo y recolectaron más de 20 toneladas de basura plástica a través de limpiezas de playas en colonias de pingüinos desde 2008, con miles de voluntarios de comunidades locales. Gran parte del trabajo de GPS consiste en identificar áreas prioritarias para la conservación de los pingüinos y sus ecosistemas, proponiendo lineamientos para su protección, incluyendo su planificación e implementación. De la misma manera, buscan incidir en la creación, implementación y efectividad de políticas públicas y privadas vinculadas con la conservación.
Entre las iniciativas emprendidas en el área científica, se destaca el seguimiento satelital de pingüinos para recopilar datos esenciales de su biología y ecología, incluyendo el tamaño de las poblaciones y parámetros reproductivos, lo que permite descubrir cómo responden a las condiciones ambientales, identificar áreas marinas clave donde se alimentan y detectar si se superponen con actividades humanas que puedan afectarlas. En materia de educación, buscan fomentar una “cultura de la conservación” publicando libros, dando charlas y participando en la elaboración de centros de interpretación, senderos turísticos y la colocación de cartelería en colonias de pingüinos abiertas al público. También realizan viajes para comunidades y escuelas cercanas a colonias de pingüinos y anualmente, en su campaña “Limpiamos la casa de los pingüinos” llevan a adolescentes de escuelas locales y miembros de las comunidades a recolectar basura y escombros de la playas y áreas de anidación. Por último, transfieren información a gobiernos y comunidades en un estilo amigable y con variedad de formatos e idiomas.

– Además del trabajo en investigación y educación, GPS tiene iniciativas para evitar el tráfico ilegal de pingüinos.  

– Exacto. Nos empezaron a llegar denuncias o comentarios de distintos lugares, de distintas formas en las que se robaban pingüinos o se tentaba a organizaciones para ofrecerles plata para comprarles los pingüinos. Los quieren para acuarios, colecciones privadas. No es un comercio tremendo como el de los cuernos de rinoceronte, pero existe. Cuando nos llega la denuncia o detectamos un caso, trabajamos en interceder para evitarlo.

– ¿Cuáles fueron los principales obstáculos que la organización tuvo que superar en el camino?

– Por momentos, hay una especie de salto que hay que hacer entre dejar lo que es la ciencia pura y empezar a tener este rol más de comunicación de la ciencia. O de trabajar en conservación. No consiste solamente en publicar un paper científico en inglés afuera: tenés que jugarte por las cosas. O muchas veces, cuando tenés un objeto de estudio, no es solamente publicar. En mi caso, a mí no me basta. Yo, si veo un problema, tengo que defenderlo y me he encontrado en muchas situaciones en donde, si nosotros no hacemos nada, no ha pasado nada. Es la responsabilidad individual de cada uno de nosotros. Y también como investigadores, de jugarnos por las cosas que nos parecen importantes y seguir la valentía de los pingüinos. Pero también nos gusta un modelo de conservación que no es combativo per se, en donde podemos aliarnos y lograr objetivos. Por eso esta alianza con una corporación como Rolex es muy positiva. Y muchas veces trabajamos con privados que aportan soluciones en conservación. No es combate por la denuncia vacía y nada más, sino mostrar que podemos ayudar y que todos ganamos. Hay cosas que son muy simples. Y uno no puede esperar financiación pública en este momento en el mundo. Hay que buscarla en lo privado. Yo creo que por ahí también la conservación tiene mucho que ganar, pero aliarse no quiere decir venderse, sino simplemente asociarse por intereses comunes. 

“Nos gusta un modelo de conservación que no es combativo per se, en donde podemos aliarnos y lograr objetivos”

– Mencionaste antes también que la legislación argentina no está actualizada. En materia de protección de especies, ¿cómo se puede reforzar esta legislación?

– No hay una ley a nivel nacional que proteja la biodiversidad en Argentina. Hubo una propuesta que debe tener diez años por lo menos que nunca fue tratada por el Congreso. Perdió estado legislativo, pero estaba elaborada. Somos de los países de mayor biodiversidad del planeta y contamos con la valoración que los argentinos tenemos de nuestros recursos, más allá de los gobiernos circunstanciales que le prestan más o menos atención, pero la gente lo valora. Inclusive si vos querés hacer un desarrollo económico, justamente tenés que también prestar atención porque hay maneras de coexistir, pero tampoco se puede hacer una actividad ignorando completamente los recursos naturales. Hay muchos países que han desarrollado coexistiendo los usos y respetando estos valores. Primero, una ley nacional. Y después, los recursos están en las provincias. Toda la fauna, todo el ambiente, son provinciales, no son nacionales, mayormente. Entonces, también es necesario que cada provincia tenga sus leyes como corresponde. Hay una ley de fauna nacional, pero necesita actualizarse, adaptarse a cada provincia. Y que tengan fiscalías ambientales. Porque lo que le pasa al argentino, en todos los rubros, no solamente el ambiente, es que no confía en la Justicia. Entonces, cree, con razón, a la luz de los antecedentes, que sus derechos no están garantizados. Entonces cuando te dicen que va a haber un desarrollo o una explotación de tal tipo, uno piensa que van a destruir todo, que nadie va a controlar nada. Si hay algún problema, ¿a dónde voy a denunciar? Si, aunque denuncie, nadie me va a prestar atención porque nadie lo va a controlar como corresponde, se va a hacer mal. Esa es la línea de pensamiento. Entonces el argentino dice no. Nadie pregunta cómo se puede lograr porque los mecanismos y modos de control no están funcionando, porque uno, como ciudadano, muchas veces no cree que la Justicia pueda hacerse eco de sus derechos ambientales o que realmente procesen la denuncia. Por eso este caso en Tombo también ayuda a reivindicar la imagen de la Justicia y los fiscales del país. Y también ayudó a que se cree la Red Argentina de Fiscales Ambientales (RAFA). Este caso está sosteniendo todos los casos ambientales porque había otra jurisprudencia que cayó. Se llama Caso Mendoza y es sobre el Riachuelo. La Corte Suprema la hizo caer. Entonces ahora el caso Tombo es el que sostiene. Por eso es tan importante también a nivel nacional.

Ecocidio en Punta Tombo

En una playa del sur argentino en 2021 a un productor ganadero se le ocurrió que era una buena idea construir un camino de casi 900 metros de largo en su campo y colocar un alambrado electrificado que atravesaba una zona de nidificación de pingüinos de Magallanes. En 2024, tras el juicio, fue declarado culpable por crímenes contra la fauna, crueldad animal y daño agravado al ambiente. Fue condenado a tres años de prisión en suspenso, además de multas de hasta medio millón de dólares y restricciones en el uso de su terreno, favoreciendo la protección de la colonia. Este fallo fue un juicio sin precedentes en materia ambiental en la Argentina por ser el primero en abordar un caso de ecocidio e impulsar una mejora tangible en la protección de una de las colonias de pingüinos de Magallanes más grandes del planeta, con alrededor de 182.000 parejas reproductoras. Sentó, de esta manera, un precedente legal en la defensa del medioambiente y la fauna silvestre.

– ¿Cuáles son los próximos proyectos de GPS?

– Tenemos proyectos en las tres áreas. En lo que es ciencia, estamos mucho en Argentina, Chile, Sudáfrica, pero con una gran inversión en Nueva Zelanda. Estamos haciendo unas campañas impresionantes en unas islas remotas que tienen pingüinos de los que no se conoce casi nada. Las islas están a cuatro días de navegación de Nueva Zelanda y hay especies de pingüinos que no se sabe ni cuántos son ni qué hacen ni dónde, nada. La especie es el pingüino de cresta erguida. Es espectacular: solamente vive en esas islas, en ningún otro lado del planeta. Hay muy pocos y están tan lejos que nadie los estudió mucho. Y después hay una especie que es nueva; o sea, ahora genéticamente se la reconoció como nueva, que se llama penacho amarillo del este. Antes los penachos amarillos se consideraba que eran todos lo mismo. Ahora hay unos que están en África, otros en Argentina y ahora estos que están en esas islas que son especies totalmente diferentes. Después, en términos de educación, tenemos muchos proyectos en muchos lugares. Continuamos haciendo limpiezas de playas donde hay colonias de pingüinos. Sacamos todos los plásticos antes de que lleguen los pingüinos y se puedan enmallar. Y el plástico lo reciclamos y hacemos muestras de arte en distintas ciudades, exhibiciones en las costas con imágenes muy grandes de pingüinos, océanos, con mensajes muy inspiradores. Todos los marcos son del plástico juntado en pingüineras. Y estamos haciendo unas esculturas gigantes de pingüinos también y está resultando excelente porque estamos atrayendo gente que por ahí no está en el mundo de la conservación. Tenemos unos pingüinos de dos metros espectaculares: van los nenes, los abrazan, los padres. Terminás involucrando a gente que está fuera del mundo nuestro. Eso está resultando muchísimo, la verdad, y a fines de septiembre en Camarones, que es un pueblo de Chubut, vamos a inaugurar el mural más grande de toda la Patagonia con toda la fauna del lugar. Tiene cuarenta metros por cinco. Y un centro de interpretación marina también muy grande. Nos está yendo muy bien con eso.

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