Luego de su paso por empresas líderes, los fundadores de Zafrán decidieron apostar por un proyecto con propósito. Trece años después, es la única empresa B y One Percent de la Argentina que se plantea mejorar el mundo a través de una alimentación que nutra, que cree trabajo inclusivo y regenere la tierra.
PRESENTE habló con Nito Anello, uno de los fundadores, sobre su recorrido, desde repartir bolsas de snacks en bicicleta hasta facturar 3 millones de dólares en 2024, mientras fomentan la inclusión laboral, revolucionan la alimentación de los más chicos y ganan premios internacionales. “Somos manija”, resume.
¿Cómo empezó Zafrán?
Arrancamos con mi socio, Charlie Rivero Haedo, hace casi trece años en su casa, en Palermo. Yo cocinaba y envasaba, y él repartía en bicicleta los productos, que eran mix de frutos secos. Muy de joven empecé a trabajar en Coto: a los 19 años era comprador de bebidas sin alcohol ahí y pude ingresar al mundo de consumo masivo de lleno. Después me fui a Irlanda, donde también trabajé en un supermercado, entre otras cosas. Seis meses después volví y entré a Pernod Ricard, una empresa de bebidas con alcohol, en el área de Marketing y Retail. Me recibí de ingeniero industrial y estaba seguro de que no quería trabajar en una empresa grande. Empecé en la constructora de mi viejo y, al mismo tiempo, armamos con amigos una materia para emprendedores en la UBA que se llama Emprending, que todavía existe. Al poquito tiempo con Charlie empezamos a soñar lo que hoy es Zafrán.
¿Tu socio también trabajaba en el rubro?
Sí, su familia fundó La Campagnola, donde él laburó desde muy joven. Cuando Arcor compra La Campagnola, él convive con la nueva cultura un rato y no le convence. Zafrán arranca muy chiquitito con ahorros propios en 2012, copiando una empresa inglesa que hacía delivery de snacks naturales. Intentamos hacer eso en la Argentina y era demasiado adelantado. Al mismo tiempo, los productos gustaban mucho. Entonces, empezamos a ofrecerlos en kioscos y dietéticas. Siempre muy a pulmón, pero muy profesional. Veníamos de puestos ejecutivos buenos y no es que no teníamos idea de lo que estábamos haciendo; al contrario.
¿Cuáles fueron los primeros productos?
La oferta original eran treinta snacks distintos con sabores muy particulares, muy locos. Elegimos cuatro, empezamos a trabajar con distribuidores y ya en 2014 empezamos a tercerizar la producción. Ahí conocimos a la Asociación Civil Granja Andar, que da oportunidades a personas con discapacidad en La Reja, Moreno, y empezamos a producir ahí nuestros snacks. Al poco tiempo, lanzamos granola con ellos. Hoy la seguimos haciendo ahí y producimos galletitas integrales en otra planta en La Plata. Cuando regularizamos, le empezamos a vender a Farmacity, a Walmart, a Axion.
“Somos empresa B desde 2018”
Ni bien empezaron, en 2013, ganaron el premio Naves del IAE, de la Universidad Austral.
Sí, fue un impulso. En ese momento ya veníamos muy conectados con el mundo de los emprendedores y con organizaciones como Endeavor, Ashoka. Y al mismo tiempo, en esa época arrancaba Sistema B y toda una mirada de empresas de impacto. Te diría que casi que desde la semana que arrancamos con Charlie ya sabíamos que la empresa no era solo ganar plata; o sea, eso podía suceder y estaba sucediendo, pero no era el objetivo, la plata tenía que ser un medio para lograr cosas mucho más interesantes como el impacto social y ambiental. Hoy, muchos años después, me doy cuenta de que gran parte de la crisis económica, social, ambiental que estamos viviendo está muy relacionada con esa mentalidad de solo estar pensando en maximizar el valor de la acción y no ver que hay otros valores mucho más importantes que el económico.
¿Cómo se conforma hoy el equipo?
En 2016 se suma Diego Salmain a la sociedad. En ese momento él era Director Comercial de Cepas, con lo cual trae un expertise muchísimo mayor. Deja su puesto de 200 personas a cargo y un sueldo de director, y se arremanga y entra en un emprendimiento de siete personas. Eso fue un espaldarazo. Ahí lanzamos las barras de frutos secos, que es hoy el producto que más vendemos. Primero arrancamos tercerizando la producción y al año y medio ya el proveedor que nos las hacía no daba abasto, porque es una barra muy revolucionaria. Así que me fui a China, compramos una línea de producción, hicimos la inversión y montamos la fábrica en San Martín, en Villa Lynch, de 900 metros cuadrados. Fue el gran salto. Hoy estamos en una de 2000. Somos un equipo de unas 45 personas y el propósito está delante de todo: mejorar el mundo a través de una alimentación que nutra, que genere trabajo inclusivo y regenere la tierra.
¿Cómo se desarrolla ese propósito?
Tenemos tres pilares: uno es la nutrición. El logo de Zafrán dice: “Zafrán, recetas honestas”; o sea, todo lo contrario a una fórmula secreta. Hacemos comida integral, sin saborizantes, conservantes ni aditivos que no entiendas, y con todos los ingredientes que vos puedas tener en la alacena. Nuestro foco es volver a simplificar la comida con pocos ingredientes. El siguiente aspecto de nuestro propósito es la inclusión laboral. Nosotros hoy, de los 45 que somos, la mitad aproximadamente tiene alguna alta barrera de empleo: discapacitados, víctimas de violencia de género, madres solteras, migrantes, jóvenes en su primera experiencia laboral, adultos mayores, personas que no saben leer ni escribir. Tenemos un abanico bastante amplio. Nuestra idea es trabajar con la diversidad, lo que trae desafíos interesantes. Con esas complejidades convivimos y disfrutamos convivir. Y sentimos que además es gran parte del valor agregado y el impacto que puede tener nuestra empresa. Trabajamos con muchos proveedores que son cooperativas, fundaciones, empresas B. Nosotros somos empresa B desde 2018 también. El tercer aspecto de nuestro propósito es la regeneración. Entendemos que la crisis climática está en un nivel donde la sustentabilidad no es suficiente. Seguir con programas que muchas veces rozan el green washing no alcanza. Y sabemos que necesitamos volver a generar condiciones para la vida, a construir naturaleza, biodiversidad, y a capturar carbono. Realmente no hay más tiempo. Y en eso trabajamos con muchos productores y proveedores de materia prima que cuidan el suelo donde cultivan, que no usan químicos ni venenos, que rotan los cultivos, que trabajan de manera mucho más consciente.
“Necesitamos volver a generar condiciones para la vida, a construir naturaleza, biodiversidad, a capturar carbono. Realmente no hay más tiempo”
¿Cómo es la relación con los agricultores?
Intentamos no tener intermediarios. Por ejemplo, hace un par de años salió el trigo HB4, el primer trigo transgénico del mundo, que se hizo en la Argentina. Entonces, hicimos un acuerdo con Fincas El Paraíso, que es un productor de trigo y harina orgánica en Trenque Lauquen, es una familia. Decidimos trabajar exclusivamente con ellos para saber perfectamente a quién le estábamos comprando el trigo, qué harina íbamos a poner en nuestras galletitas. Ese es un caso donde trabajamos directamente con el productor. Otro caso importante: la Fundación Rewilding, que trabaja en El Impenetrable, Chaco, armó una colecta silvestre, porque la gente tiene los árboles de algarrobo en su patio, y organizaron para que una empresa les compre esa chaucha de algarroba, la muela y la comercialice. Hoy nosotros nos llevamos más o menos el 80 por ciento de esa algarroba y estamos trabajando para hacer muchas más cosas con Rewilding, porque es hermoso.
¿Cómo llegan a la ONG One Percent for the Planet?
Como sabemos que todo eso no es suficiente, ya hace varios años decidimos donar el 1 por ciento de la facturación a varias ONG que se dedican a causas ambientales. Esa organización mundial certifica la donación. Somos, de hecho, la única en la Argentina que es empresa B y One Percent. Trabajamos con Quinta Esencia y Germinar, que hacen educación ambiental y, al mismo tiempo, nos retroalimentan. En la fábrica de San Martín casi el 100 por ciento de nuestra energía es solar, recuperamos agua de lluvia, tenemos termotanque solar, trabajamos con muchas prácticas de esas dos organizaciones y las aplicamos en nuestro negocio. One Percent cada dos años entrega premios a su red internacional, y el año pasado ganamos uno al vínculo que tenemos con Germinar. Uno de los valores de Zafrán es “Buscamos mejorar y desarrollarnos personalmente como empresas” y lo traducimos como “Somos manija”. Celebramos cuando logramos algo y al mismo tiempo sabemos que queremos un pasito más. Nos autoproclamamos una marca activista. Es un activismo propositivo, de mostrar que se pueden hacer las cosas diferentes a una escala que hace que ya varios nos estén prestando atención: hoy les hacemos la marca propia a Carrefour, Día, Farmacity, nos compra Mercado Libre, Facebook, Google para que sus equipos coman mejor. Somos una empresa que vende 100 por ciento de su facturación en blanco, que para un emprendimiento en la Argentina no es tan común, lamentablemente. Cerramos 2024 con una facturación de 3 millones de dólares y venimos creciendo al 30 por ciento anual hace muchos años. Creemos que parte de nuestro rol es también compartir las prácticas que hacemos. Seguimos investigando y desarrollando nuestro modelo de impacto.
Zafrán manifiesta su compromiso con las nuevas generaciones a través de Zafranito. ¿Cómo lo llevan adelante?
Es la marca que más me entusiasma. Somos muy conscientes de que la oferta que tenemos hoy va a un público bastante exclusivo, con alto poder adquisitivo, que en general no tiene problemas de alimentación. Al mismo tiempo, el problema más grave que vemos de alimentación te diría en el mundo y sobre todo en la Argentina es la obesidad infantil. Hoy tres de cada cinco chicos o chicas que entran a primer grado tienen sobrepeso u obesidad. Y termina siendo una de las principales causas de muertes del país. La realidad es que no hay buenos alimentos para infancias en la góndola. Reconocemos la dificultad de dar de comer bien a nuestros hijos e hijas, y en 2020 decidimos lanzar una marca que sea una alternativa. Hoy cuenta con dos líneas de productos: galletitas integrales orgánicas y cereales a base de garbanzo orgánicos que están buenísimos, los relanzamos hace poquito. Vemos que hay una cantidad enorme de “mapadres” que ya están educando a sus hijos así, entonces a sus hijos les encanta. Y es una marca con muchísimo potencial. Todavía representa poco en nuestro portfolio, pero no tenemos duda de que va a crecer muchísimo.
¿Cuáles son los objetivos a futuro?
Queremos seguir creciendo en el canal de empresas: hay muchas que compran nuestros alimentos de forma directa y siento que es una muy buena manera de cuidar al equipo de trabajo, darle alimento mucho más saludable. Estamos en julio lanzando una nueva línea de barras que va a apuntar sobre todo al canal kioscos, que es un canal en el que todavía nos queda muchísimo por crecer. Y para fin de año estaremos encarando una inversión importante para producir nuestras propias galletitas. Nos parece que tiene mucho sentido seguir apoyando productores primarios que trabajen bien el suelo. Hay mucha gente haciendo muy buen trigo y queremos seguir generando puestos de laborales y acompañando los procesos para las personas que tienen altas barreras. Entonces nos hace mucho sentido pensar en montar una fábrica de galletitas y contratar 10, 12, 15 puestos de trabajo más. Este año queremos sacar un tool kit para mostrar la forma en la que hacemos inclusión laboral. Creemos que es fundamental que más empresas se animen a contratar personas que no tienen otras oportunidades. Creo que esa es una de nuestras grandes misiones.