Así es Nideport, la compañía que busca capturar carbono y restaurar bosques

Juan Núñez, CEO, y Tomás Gutiérrez, CFO, cofundadores de la firma, explican cómo desarrollan proyectos de créditos de carbono restaurando bosques autóctonos en Misiones, usando tecnología avanzada y con un importante enfoque social.

Nideport desarrolla proyectos de créditos de carbono restaurando bosques autóctonos usando tecnología avanzada y con un enfoque social. En su proyecto Selva Paranaense Vida Nativa, en Misiones, ya lleva más de 2.455.000 toneladas de carbono capturadas.

Juan Núñez, CEO, y Tomás Gutiérrez, CFO, ambos cofundadores de la firma, hablaron con PRESENTE sobre la maduración del mercado de carbono y la incorporación de drones e inteligencia artificial en la restauración ambiental, y contaron cómo están recuperando una selva que sufrió cien años de explotación.

¿Cómo empezó Nideport?

Juan Núñez: Arrancamos en 2019 buscando la manera de generar un proceso de restauración de bosques, pero que no fuera un acto filantrópico, sino que tuviera un modelo de negocio detrás. Nuestro primer proyecto fue con Forestal Belga en Misiones, que cuenta con una explotación sobre bosque nativo de más de cien años. Comenzamos un proceso para adquirir ese campo en donde hicimos un arrendamiento con función a compra. En ese momento, había tres cofounders más. Generamos la estructura y, con inversión inicial nuestra, un desarrollo de tecnología. Surgió la posibilidad de hacer el camino de venture capital y cerramos una ronda semilla que lideró Draper Cignus, que es uno de los venture capitals más importantes de la Argentina. En el medio tuvimos una gran falencia: el manejo financiero. Y ahí en 2022 ya entra Tomás [Gutiérrez], propuesto por los fondos. Con Tomi hoy colideramos la compañía. Hemos pasado muchos altibajos y hemos revivido la compañía varias veces por la complejidad incluso de la demora de la certificación.

¿En los inicios cómo se conformó el equipo y cómo evolucionó desde entonces?

Tomás Gutiérrez: Lo que te contó Juan, esa idea incipiente, fue hace cinco años. Fue evolucionando y nos dimos cuenta de que desarrollar un ecosistema no es solamente plantar árboles, sino que es restaurar todas las verticales que lo componen. Hoy somos treinta personas trabajando en la compañía. Tenemos gente especializada en biodiversidad, ingenieros agrónomos, sociólogos que se encargan de las relaciones con las comunidades nativas. Nuestros principales socios en el proyecto son los Mbyá Guaraní: ya les construimos ocho casas, les dimos agua potable a 1500 personas. Tenemos un head de seguridad espectacular. Necesitábamos un equipo interdisciplinario apto para tal desafío.

“Generamos más créditos de carbono que los que compra la Argentina en todo un año”, Tomás Gutiérrez, CFO de Nideport

¿Qué proyectos tienen actualmente?

TG: Hoy tenemos un único proyecto. Nuestro primer proyecto son 24.500 hectáreas en Misiones, Argentina, que es 20 por ciento más grande que la ciudad de Buenos Aires, para que tengas una idea del tamaño. Hay 250 kilómetros de caminos adentro del campo, que está más del 70 por ciento degradado. Hace cinco años Nideport llegó, alquiló y le paga a la maderera la misma plata que ganaba por extraer madera, frenó la extracción de madera y comenzó un proceso de restauración. Eso se está por convertir en un modelo de negocio. Estamos muy prontos a certificar, con eso se demuestra que es un negocio altamente rentable y ahí se va a comenzar a escalar. La idea es, el año que viene, llegar a casi 200.000 hectáreas y dentro de 24 meses superar el millón de hectáreas en la Argentina y en el mundo. Tenemos tierras analizadas en Brasil, México, Paraguay, África e India.

¿Cómo están restaurando la zona?

JN: La acción de restauración implica, en primera instancia, hacer un relevamiento del estado del bosque y analizar su stock de biomasa. Sobre eso se hace un plan de restauración que implica limpiar la bambusa, las cañas, que es la forma natural del bosque de restaurarse. Hacemos una faja sobre esas bambusas y vamos ayudando al bosque a acelerar ese proceso con especies nativas. Y custodiamos el crecimiento de esas cañas para que en algún momento los árboles nativos las superen y restauremos la estructura forestal, que sería el dosel cerrado en la zona más prístina del bosque. Eso lo hacemos con distintas personas de la comunidad local y la comunidad Mbya Guaraní que llevan adelante el proceso de limpieza de las fajas, de las plantaciones y del acompañamiento y custodia de esas fajas. Y luego nosotros damos trazabilidad con tecnología que nos permite ir analizando la ubicación de los distintos plantines. Cruzamos información satelital, de drones con fotogrametría y la información de gestión de campo. Podemos enviar un dron en vivo a ver algo en cualquier parte del campo, totalmente automatizado con un sistema de desarrollo propio.

¿Colaboran con alguna organización de conservación de animales?

JN: Sí, trabajamos con Aves Argentinas en el relevamiento de inventarios de biodiversidad y también hicimos una implementación de cámaras trampa con Vida Silvestre.

¿Cómo es la relación con las comunidades?

JN: Cuando llegamos a tomar posesión del campo en diciembre de 2020, primero fue el equipo de sociólogos. Identificamos todas las comunidades a 50 kilómetros a la redonda y empezamos a trabajar con la primera comunidad Mbya Guaraní, que es la única que está a 25 kilómetros del campo. En el campo no tenemos ocupación de pueblos originarios y fue directamente ir a contarles cómo iba a ser nuestro proceso y buscar su autorización en una Consulta Previa Libre e Informada, que es un requisito muy importante para poder certificar créditos de carbono de alta calidad. Logramos el apoyo de la comunidad local y hoy ya estamos trabajando con 35 comunidades originarias que forman un grupo en Misiones y que nos acompañan en el proceso. En esta comunidad Mbya Guaraní además estamos sumándonos a trabajar en el proceso de restauración con los colonos y la comunidad local de San Pedro en Misiones. La respuesta fue superpositiva.

TG: Prácticamente fuimos y les dijimos que no íbamos a arrancar el proyecto sin su aval. Y firmaron el aval y hoy son socios; o sea, reciben un porcentaje de los ingresos.

¿Cuáles fueron los obstáculos que se encontraron en el camino?

TG: De todo, la verdad. Para empezar, las finanzas. Ya invertimos más de 6 millones de dólares en un proceso en el cual certificar es complejo. Una gran dificultad es conseguir fondos en un mercado de carbono que todavía no es maduro y no podés tener una visibilidad muy clara de qué certificás, cuándo certificás y qué ganancia vas a recibir de eso. Aprendimos mucho, y tendremos la prueba concreta de que esto es un gran negocio.

JN: Fue un proceso de acomodarnos y entender la dinámica política y del sector, a tal punto que hoy ya la provincia tiene un proceso de certificación de créditos de carbono, y con el sector forestal, que pensamos que quizás también iba a ser complejo entendernos, cofundamos la Mesa Argentina de Carbono, con casi todas las forestales de Argentina que están “transicionando” también y que estamos ayudando a que entiendan el proceso. Todos los obstáculos los tomamos como parte de crecer, de avanzar. En ese sentido, creo que fuimos muy resilientes: cada problema que surge para nosotros es un desafío de mejorar la compañía.

¿Cómo funciona la relación con las empresas y el mercado de carbono?

TG: Nosotros generamos más créditos de carbono que los que compra la Argentina en todo un año. Recibimos créditos de carbono por nuestro impacto positivo y se los vendemos a las empresas que compensan su impacto negativo. Un crédito compensa una tonelada de carbono y hay 250 formas de generar créditos. Podés generarlos de altísima calidad, como los nuestros, que se venden en un rango de entre 30 y 60 dólares. Y hay otros de mucha menor calidad que se venden a 2 dólares. Las empresas que no tienen el impacto real como propósito compran el crédito de carbono barato. Y las que realmente quieren un mundo mejor compran el de alta calidad. Buscamos empresas cuyo propósito es un mundo mejor. Hay dos formas: nos compran los créditos de carbono ya emitidos o en los próximos proyectos se vuelven codesarrolladores e inversores del proyecto. Este negocio necesita mucho capital para escalar. Entonces, las empresas son nuestros socios futuros ideales.

¿Qué impactos empezaron ya a ver con las acciones de restauración en Misiones?

TG: Entre 2000 y 2020 hubo en promedio seis focos de incendio por año. Y de 2020, cuando tomamos posesión del campo, hasta la fecha hubo un solo foco de incendio, principalmente porque frenamos la intrusión de seres humanos. Encontramos aserraderos ilegales adentro del campo, frenamos cazadores furtivos, incluso varios terminaron en prisión. Otra métrica muy interesante es que por primera vez después de cien años, al medir la cantidad de madera que hay en la selva la curva es creciente, y esto se ve mucho en biodiversidad. Aves Argentinas detectó, de hecho, que hay yaguaretés con cría dentro de la selva. Tenemos diez especies en peligro de extinción; entre ellos, el yaguareté. Y están eligiendo criar en nuestro campo porque es la zona segura que encuentran dentro de la Selva Paranaense. Contamos con 56 especies endémicas. Es una selva donde había habido árboles de 500 años. Hoy todos tienen menos de treinta. Perdió metros de altura, y esto llevó a una degradación de la biodiversidad terrible. Pensá que si nosotros no intervenimos acá, en veinte años se cambia el uso de suelo y se pasa a hacer ganadería y agricultura. Si no se salva esto, 56 especies se extinguirán porque existen solamente acá.

¿Cuáles son sus objetivos para lo que resta del año y el año que viene?

JN: La idea es integrar la tecnología para que el año que viene tengamos algunos robots ya plantando en campo a gran escala y que toda la comunidad aprenda a usarla en centros de operaciones específicos para evitar los riesgos que implica hacer plantaciones dentro de la selva. También queremos que nos permita saber todo lo que sucede sin estar metiéndonos y custodiando lo que es caza furtiva y prevención de tala ilegal de una manera más eficiente. Tenemos ya un dron automatizado que va hasta cualquier punto del campo y podemos ver con cámara térmica y también darle trazabilidad a todo lo que sucede en las plantaciones, los vehículos están también trazados con cámaras en vivo. Estamos instalando cámaras en el campo. Integrar todo esto con inteligencia artificial será algo realmente sin precedentes. Estamos invirtiendo mucho tiempo y recursos en eso. Esto nos va a permitir a su vez escalar a adquirir más tierras.

TG: Cada árbol que se plantó está georreferenciado con imagen y le hacemos un seguimiento recurrente. Hay cámaras que pueden detectar un intruso y llamar al dron automáticamente. Es la integración de un montón de tecnologías para hacer que este negocio sea realmente escalable. Y respecto de la escala, ahora estamos por lanzar la serie A dentro de poco, el levantamiento de capital, para ya ser un equipo global que esté a la altura de un impacto de millones de hectáreas en todo el mundo. Y en paralelo lanzaremos un fondo de inversión para el próximo proyecto, de 145.000 hectáreas. Vamos a generar ese proyecto en la primera mitad del próximo año en la Argentina.

Skip to content