Andrés Gismondi, Vicepresidente de ventas para Latam en Vestas: “Estamos construyendo industria en la dirección correcta”

Las energías alternativas constituyen un 15 por ciento de toda la energía utilizada en nuestro país. De ese porcentaje, más de la mitad es eólica. En este sector, Vestas es la empresa líder en la Argentina. “Tenemos 13.000 megavatios instalados, y en breve habrá 6000 más. Somos número uno en capacidad instalada, en fábricas, en personal”, dice Andrés Gismondi, Vicepresidente de ventas para Latam en Vestas. “Vendemos, instalamos y operamos parques, pero nuestro rol es ser pioneros y generar condiciones. Siempre hemos trabajado en eso. Tenemos el orgullo de que nos elijan las principales compañías generadoras de energía eléctrica”, agrega.

En las oficinas de Vestas Argentina, este ingeniero electrónico recibido en la Universidad de Buenos Aires (UBA) dice que trabajó durante toda la carrera, que tuvo la oportunidad de conocer muchas industrias en ese entonces y que está agradecido a la educación pública, sin la cual no habría podido recibirse: “Nunca ejercí, solo de hobby con mis hijos. Es una profesión que me encanta, pero me desarrollé en la parte comercial”.

Hoy, en nuestro país, Vestas tiene 31 parques en operación y está construyendo alrededor de diez más en siete provincias. “Nos gusta ver cómo se va coloreando el territorio”, dice Gismondi señalando un mapa de la Argentina en el que están en color las provincias en las que hay parques instalados. En la entrevista, habló entre otras cosas de independencia energética, sustentabilidad, compromiso con la comunidad, objetivos y proyectos de la compañía.

 

¿Cómo se desarrolló tu carrera en Vestas?

La industria eólica se inició en Dinamarca en los años 70 a partir de la crisis del petróleo. Las empresas metalmecánicas empezaron a convertirse, a buscar otras fuentes de trabajo. Vestas es una compañía danesa que hacía agroindustria y petróleo, pero se reconvirtió y creció fuertemente. Después de haber trabajado en otras compañías, comencé en Vestas en Europa. En 2011 vine a la Argentina para uno de los proyectos más grandes de Sudamérica. Mi rol fue generar condiciones para que haya parques eólicos en todos los países sudamericanos.

 

¿Cómo llegó Vestas a la Argentina?

Al comienzo, en los años 90, Vestas tenía proyectos incipientes en el país, parques más experimentales, en Comodoro Rivadavia, Claromecó, General Acha. Eran pequeños molinos que no podían competir con otra fuente. El cambio fuerte en nuestro país fue a través de la Ley 26.190 [Régimen de Fomento Nacional para el uso de fuentes renovables de energía destinada a la producción de energía eléctrica], de 2006, el primer intento de diversificación de la matriz y desarrollo del sector, y del programa GENREN [para desarrollar la generación de electricidad a partir de fuentes renovables], que fue anunciado en el segundo gobierno de Néstor Kirchner, en 2009. A partir de allí, la Argentina creó un modelo de subasta que se hizo para GENREN y aparecieron modelos de incentivo a la diversidad energética. En todos los países se empezó a ver la posibilidad de diversificar la matriz energética, de poner en agenda la independencia y autonomía energética. En 2012 se instaló un parque eólico en Rawson, que es emblema en la Argentina porque fue el primero en escala, que nos permitió demostrar en el sector que se podían generar proyectos competitivos, confiables, con una tecnología ya aprobada. Hoy a todos les gustan las energías renovables, pero en aquel momento éramos locos, malos, caros. No éramos lo que somos hoy. La batalla cultural la venimos dando en cada país de Latinoamérica. La Argentina es un país gasífero y petrolífero. En Chile fue distinto, cuando la Argentina dejó de vender gas a Chile, generó oportunidades para las renovables. Uruguay, que hoy se autoabastece de energía, tuvo en la energía eólica la principal fuente. Brasil ya tiene una matriz muy verde y está instalando cada vez más eólica.

 

¿Cuánto le falta a la Argentina para la independencia energética?

La Argentina es distinta a otros países, porque tenemos mucho petróleo y mucho gas, algo que no podemos ignorar. Nos toca un rol muy importante en energía a través del gas como elemento de transición a un futuro libre de carbono. Las renovables le permiten diversificar su matriz y generar más exportable de gas; también está el litio como elemento de acumulación, que en el futuro va a tener un rol muy importante. Con los gasoductos, yo creo que no nos falta mucho, tal vez en dos o tres años logremos la neutralidad y después excedentes energéticos. Para renovable pura, la independencia, si viene, va a tardar mucho.

 

 

Tenemos gas, pero, a diferencia de Europa, también tenemos territorio y mucho viento…

Sí, tenemos la bendición de contar con muchos recursos y es nuestra obligación aprovecharlos. Tenemos otro beneficio: la industria se desarrolló en Europa hace muchos años y hoy los parques son muy eficientes. En la región no hemos pagado costos de desarrollo porque recibimos tecnología más madura que hace 30 o 40 años.

 

¿Podrías explicarnos cómo funciona un aerogenerador?

Tiene un rotor con tres palas. Por el ruido que genera, el viento hace girar el rotor. Hay una góndola, que tiene un generador eléctrico que convierte la energía de rotación, que es mecánica, en eléctrica. Esta baja por cables, se junta en un parque eólico con cada molino y se inyecta a la red eléctrica.

¿Cuál es la desventaja? Que hay energía solo cuando hay viento. Lo que sucede es que la industria, después de muchos años, ha encontrado métodos de medir el viento en los campos y poder estimar con un grado de certeza bastante elevado cómo va a ser el viento en el año. Entonces, si bien no se puede saber en cada instante cuánto viento habrá, se pueden realizar pronósticos generales y tener una idea del volumen de energía que va a haber durante el año. Las empresas que compran este equipamiento pueden tomar compromisos de venta con sus clientes. Genneia, Pampa, YPF Luz, Central Puerto, Aluar, PCR y otras venden energía al mercado mayorista y lo hacen a través de esta planificación. Se mide el recurso (el viento) y se diseña el modelo óptimo para ese lugar. Se evalúa el tamaño de las palas (si hay mucho viento, no se necesitan tan grandes), la potencia del generador, la altura (en cada sitio depende de dónde está el viento), el lugar donde se coloca el molino (se pone en general perpendicular al viento principal). Ese es el trabajo preliminar que se lleva a cabo junto con el cliente.

 

Vestas presentó un proyecto de reciclaje de palas eólicas. ¿Qué vida útil tiene una pala?

Todo el aerogenerador, así como toda la central, tienen una vida útil estándar, que es norma internacional, de 20 años. Es como un auto, que capaz sigue funcionando, pero después de 20 años es muy viejo. Entonces, hay un balance entre innovación y vida útil. Son inversiones muy grandes, no se puede cambiar un parque cada cinco años, pero si se hace para que dure 50, el costo será muy oneroso y habrá pérdida tecnológica. Entonces entre 25 y 30 años es un estándar.

La torre y el generador son de acero, por lo tanto, reciclables. Las palas antes se fabricaban de madera balsa, pero en los últimos años comenzaron a hacerse de epoxi, que no se recicla fácilmente. Al desmantelar un parque, las palas iban a depósitos de basura. A partir de 2005, en Europa está prohibido depositar palas en esos vertederos, lo cual obligó a la industria a subsanarlo.

 

 

¿En qué consiste el proyecto de reciclaje?

A partir de una colaboración con la Universidad de Aarhus, el Instituto Tecnológico Danés y Olin, socios de Vestas en el proyecto CETEC, se descubrió un proceso químico, que todavía no está en escala, por el cual las resinas se vuelven a diluir y se pueden tomar las fibras para hacer nuevas palas. Ya comprobamos que funciona. Lo vamos a poner en escala en los próximos dos a tres años. En esta industria siempre miramos la sustentabilidad y la reciclabilidad. Por ejemplo, el molino no usa agua, que es un bien escaso. Sin embargo, la energía que uno necesita para hacer un molino muchas veces contamina, pero hoy la huella de carbono generada para hacerlo, transportarlo e instalarlo se recupera en seis meses de operación del generador. Sería muy ligero decir que somos sustentables cuando dejamos huella de carbono mayor a la que ahorramos.

 

Vestas tiene un compromiso de carbono neutral para 2030. ¿Qué acciones se están realizando para lograrlo?

Vamos bien. Tomamos medidas de electrificación de nuestras flotas de service, en la logística internacional contratamos barcos que utilizan tecnologías que no contaminan, estamos convirtiendo nuestras plantas, que van de a poco utilizando energía verde. Incluso vamos a llegar antes al objetivo. Y para 2040 nuestro objetivo es ser ciento por ciento reciclables.

 

¿Tienen algún desarrollo local de los aerogeneradores o todo se importa?

Tenemos en la Argentina desde 2017 dos plantas en las que hacemos las torres, que fue lo primero que pudimos localizar, y que tienen la misma calidad que en el resto del mundo. Incluso hemos exportado torres a Estados Unidos, a Brasil, a España. La logística internacional cambió mucho en los últimos dos o tres años, y la torre es algo que ocupa mucho volumen y pesa poco, entonces para los barcos no era tan eficiente traer torres de otro lado, podíamos competir. Las palas son importadas. Para cada pala, que varía según el proyecto, se necesita un molde de esas dimensiones, y eso es una inversión muy importante. Si tenemos en el país cinco modelos de pala, es inviable fabricarlas acá, por más que lo eficiente idealmente es hacer todo en el mismo lugar. Y el ensamblaje del generador se hacía en Campana; lo cerramos en 2020 porque el mercado cayó repentinamente, así que ahora los importamos de muchos países. En muchos casos, se buscan plantas de fabricación que se van reconvirtiendo y mantienen un know how muy calificado, cuya mano de obra es muy especializada y difícil de localizar.

 

¿Qué otras políticas de responsabilidad social empresaria tiene Vestas?

Los parques eólicos forman parte de una comunidad con la que operamos. El viento fuerte está en lugares un poco inhóspitos, pero esos sitios se fueron acabando y la tecnología empezó a ir a lados en los que hay vientos medios. No se pueden hacer estos proyectos a espaldas de las comunidades. Si bien Vestas no es el promotor del parque eólico, sino nuestros clientes, para nosotros es obligatorio dentro del proceso de negociación y de construcción de un parque tener la claridad de que hay una licencia social, de que la comunidad no va a estar en contra del proyecto. En el estudio inicial se ve cómo colocar el molino para que haga menos sombra, por ejemplo.

Siempre habrá empleo que se genera a partir de la actividad del parque, hay mucha construcción que se emplea localmente. Por ejemplo, hace unos años, construimos un pequeño molino con batería para una escuela rural que estaba junto a un parque eólico, y alumnos de esa escuela primaria fueron técnicos nuestros años después.

En Bahía Blanca, junto con la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), desarrollaron el programa “Buen Trabajo” para formar jóvenes que se empleen en parques eólicos. ¿Se necesitan técnicos calificados?

Los intereses están alineados. Nosotros buscamos formar técnicos que después puedan trabajar con nosotros. No solo en Bahía Blanca, en otros lados también hay proyectos de trabajo para emplear gente local. Queremos empleados estables y los parques duran 20 años, entonces son empleos de alta calidad y de largo plazo.

 

¿Cómo aborda Vestas su compromiso con la diversidad e inclusión para aumentar el porcentaje de mujeres en el sector energético?

Hay pocas mujeres en el sector. Nosotros buscamos desarrollar la participación anticipadamente, dando incentivos. Tenemos el objetivo de que, para 2025, el 30 por ciento de nuestro personal directivo sea femenino. Ahora incorporamos mujeres a nivel campo; hay algunas técnicas que reparan palas, por ejemplo. Damos charlas en escuelas y universidades para incentivarlas a estudiar estas carreras (básicamente, Ingeniería). Les mostramos que van a tener empleo real en la industria.

 

 

¿Qué balance hacés del año 2022?

Fue muy positivo. Estamos construyendo casi diez parques eólicos y la mayoría se concretaron el año pasado. A contramano de otras industrias que están sufriendo mucho, nos hemos consolidado como sector. La sociedad nos apoya para desarrollar proyectos renovables, la industria eólica se ajusta muy bien al objetivo de la ley de diversificación y desarrollo de la industria local, y nosotros hemos trabajado muy bien en esa línea. Los proyectos son buenos para el país, porque desplazan energía más cara, permiten reducir la huella de carbono, generan empleo local calificado a largo plazo, constituyen una industria federal y descentralizada, y tienen un balance de divisas positivo, ya que estos proyectos repagan en pocos meses los dólares necesarios para traer equipamiento que no se fabrica acá. Por eso, todos los gobiernos de los últimos 15 años han apoyado al sector y eso se ha consolidado como política de Estado. El gas tiene que seguir, porque tenemos el recurso, pero también deben crecer las renovables. En menor escala, estamos construyendo industria que va en la dirección correcta.

 

¿Cuáles son las expectativas para este año?

Esperamos terminar de construir todos los parques que queremos. El pendiente es que hemos llegado a la saturación de redes eléctricas para poder instalar parques eólicos. Necesitamos ampliar rápidamente las redes de transporte para que la industria no se vuelva a parar. Decíamos en un congreso que no es complicado lo que hay que hacer para que podamos ser exportadores de energía y que nos sobren recursos como país. Los dos objetivos son construir caños para gasoductos y líneas eléctricas.

 

¿Depende de ustedes?

Nosotros tenemos que empujar y lo estamos haciendo. La Cámara de Energía Eólica y los privados estamos empujando para poner eso en agenda. Ojalá que se logre, porque nos va a permitir como país y como región tener independencia energética y dársela al mundo.

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