Para el consultor internacional en RSE, mientras se redefinen los sistemas de producción y consumo, las empresas que trabajen la sustentabilidad a conciencia son las que estarán más preparadas para los mercados del futuro.
“Son tiempos fascinantes, todo está cambiando a una velocidad que no hubiéramos podido imaginar”, asegura Pierre Hupperts, experto holandés en RSE reconocido internacionalmente por sus tareas de asesoramiento de empresas, Gobiernos y organizaciones no gubernamentales. Con presencia en el país desde 2003 con la filial nacional de su consultora PHVS (Pierre Hupperts Visión & Estrategia), suele ser señalado como especialista en implementación integral de estrategias en RSE. Su know-how ha sido valorado por empresas multipremiadas por sus acciones sustentables como la cervecera Gulpener, que lo tiene como asesor permanente desde hace más de media década. Y ha sido plasmado con gran síntesis y claridad en el libro reciente El tango de la sostenibilidad, donde se apoya en el viejo dicho popular “Se necesitan dos para bailar el tango” para hablar de la necesidad que tienen empresarios, gerentes de marketing, comunicadores, organismos estatales y organizaciones sociales para seducir al consumidor y el ciudadano para que compren los productos más sostenibles y responsables (y paguen su valor real). Uno de los puntos claves del texto está en la marcación que hace Hupperts de la ventaja que tienen todos aquellos que ya estén aplicando los principios esenciales de la RSE para prepararse para el futuro. Y es que, según el especialista formado en Sociología y Economía, dueño de un máster en Asuntos del Tercer Mundo, los mercados que ya están generándose exigirán productos que contribuyan al desarrollo sostenible del planeta.
¿Qué le enseñó un país como la Argentina con respecto a la RSE?
Soy sociólogo de origen, tengo mucha curiosidad. Entonces, cuando llego, el primer día me quedo leyendo periódicos, hablando con la gente, haciendo anotaciones. Y he visto aquí anuncios de un banco chino ofreciendo préstamos, algo que no vi en ningún diario europeo. Eso pasa porque los países que son importantes en el tema de minería tienen una relación especial con China, por lo que en África y América Latina vas a encontrar esta clase de publicidades. Este tipo de penetración económica es algo nuevo en comparación con cinco años atrás. Y eso, a nivel mundial, redefine las relaciones económicas y de poder.
¿La RSE puede ser un eje posible de solución accesoria a las crisis económicas mundiales?
Sí. Pero bajo una condición: que se vincule a la RSE con innovaciones que verdaderamente mejoren la vida. El problema, en todo el mundo, es que la RSE es una herramienta apenas para hacer menos mal. Las empresas reducen su impacto en el medio ambiente o disminuyen la cantidad de trabajadores informales en la cadena de producción. Pero la gran transición que vamos a hacer es no reducir lo malo, sino crear lo positivo. Eso significa que tienes que pensar en términos diferentes, por ejemplo en los de una economía circular, donde todo lo que se produce se diseña de antemano de tal manera que los desechos sean el impulso de una nueva fase de producción. Trabajar con ese tipo de conceptos, algo que en Europa es algo totalmente nuevo, abre una nueva área de posibilidades. Y lo que ves muy fuertemente, sobre todo en los jóvenes de Holanda, es que están hartos de consumir, no quieren comprar, quieren usar. Y eso es una gran diferencia. Yo uso un coche, pero no lo quiero tener como propiedad. Y si tengo acceso a un sistema colectivo que me permita tener un auto cuando quiera, ya no voy a comprar uno. Entonces, estamos en una época fundamental de cambios, donde los antiguos puntos de partida para los sistemas de producción y de consumo se están redefiniendo. Además, hay una mayor polarización en todas las sociedades del mundo, no solo hay conflicto en la Argentina, sino también en países como los Estados Unidos, donde no se llegan a acuerdos entre los dos partidos mayoritarios. Y en Europa tampoco hay acuerdos claros para solucionar la crisis. Entonces, lo que pasa siempre es que se buscan aplicar soluciones antiguas que no sirven más. La única solución para la crisis financiera es reducir las actividades de los bancos, no hay otra. Cuando cada segundo hay miles de millones de dólares dando vueltas por el mundo, controlados por tres algoritmos que definen dónde va el dinero, nunca vamos a ser sostenibles. Los Estados tienen un rol fundamental. Y uno de los grandes problemas es que no hay liderazgo político. Es algo que pasa en todo el mundo. Y tal vez, aunque sé que esta no es una frase muy simpática, el único país donde haya liderazgo político sea China. Hoy son líderes en energía solar y eólica, porque así lo han definido. Lo conciben y lo hacen, con una proyección de cinco años.
¿Qué es lo mejor y lo peor que han hecho globalmente las ONG en torno a la sustentabilidad?
Lo bueno de las ONG es que están trabajando en la realidad. Ellas conocen muy bien los temas sociales y medioambientales por la práctica, dan voz a estos temas y los ponen en la agenda, a veces con campañas, otras con publicaciones. Eso lo han hecho muy bien, pero donde han fallado es en desarrollar estrategias de cooperación con el sector empresarial, de tal manera que vayan a trabajar todos para la solución de los problemas. Tienen que ir mucho más allá del espíritu de reclamo y crítica, deben mejorar mucho su poder de hacer propuestas. Ahí está lo fundamental. A nivel mundial, con los países chicos incluidos, se ve esa tensión entre la “ONG tiburón”, que siempre muerde, y la “ONG delfín”, que es la que quiere trabajar en cooperación. Esta tensión cada vez se intensifica más, también dentro de las organizaciones, porque el delfín y el tiburón no se llevan bien, entonces cada vez hay más organizaciones que, por ausencia de subsidios estatales nuevos, van hacia el área de hacer asociaciones con empresas para trabajar juntos. Eso es factible en unos países, pero no en otros.
¿Qué factores hacen que sea posible ese trabajo conjunto entre empresas y ONG?
Que haya una cultura de diálogo. Holanda, por ejemplo, tiene una gran trayectoria en el asunto. Diría que en el ADN del holandés está el dialogar, para lo que tuvo mucho que ver el tema del control del agua, porque como un tercio del país está por debajo del nivel del mar, la sociedad holandesa tuvo que definir el mantener el nivel mar detrás de los diques, algo muy complejo, con muchos intereses cruzados, de agricultores y quienes viven en la ciudad. Y eso solamente se ha podido concretar con una cultura del ponerse de acuerdo. Eso sí, cada cosa tiene su desventaja, porque una cultura basada en el acuerdo hace que a veces se siga conversando y conversando cuando ciertas decisiones deben ser tomadas con celeridad. Por eso, hay que contar con una cultura de confianza, algo que muchos países latinos como este no tienen. Sí se está desarrollando en países como Brasil, pero en Chile y la Argentina siento que no es fácil, por la polarización que siempre ha sido parte de esta sociedad.
¿El tema del consumo y la producción debe estar en discusión a nivel mundial? ¿Algunos índices de crecimiento económico que aparecen como buenas noticias para la economía de un país no pueden ser una mala noticia en el ámbito de la sustentabilidad global?
Sí. Es todo un debate que se está realizando sobre el producto bruto interno. Hay cosas nuevas, impresionantes. Hoy una empresa como Puma ha hecho el balance de pérdidas y ganancias según el impacto medioambiental. Y se está hablando de “precio verdadero”, algo que veníamos discutiendo hace 30 años, sobre incluir los costos sociales y medioambientales en el precio. Hoy ese tema vuelve, en otro contexto y con más posibilidad de éxito. Hay también una idea de cobrar un impuesto muy mínimo a cada transacción bancaria para mejorar el tema socioambiental. Hay gente que ha trabajado varias décadas para lograr estas cosas. Creo que hay que redefinir lo que es calidad de la vida antes que solo hablar del producto bruto nacional. Tenemos que vivir una vida digna, responsable, de menores consumos, porque si no, la naturaleza misma nos va a frenar.
¿No hay una tendencia global a realizar consumos conscientes de carácter local y ya no pasando siempre por las multinacionales de productos o servicios?
Bueno, contaré mi caso. Desde abril de 2013 tengo diez paneles solares en mi casa. Invertí cinco mil dólares y mi cuenta eléctrica ya está casi en cero. Este tipo de descentralización la ves en todo, desde energía hasta ciertos alimentos. De aquí a 20 años, podrás tener una impresora 3D en tu garaje y producir lo que quieras. Jugaremos con átomos y células en un futuro. Esa es la gran revolución técnica que se viene. Entonces, ¿qué sentido van a tener algunas cadenas de producción? ¿Y para qué voy a querer un pantalón que da tres veces la vuelta por el mundo antes de llegar a mí? Eso se acabó. Y es fascinante.
En este contexto de raudas transformaciones, ¿qué diría de la RSE a nivel mundial?
En los últimos cinco o seis años hemos dado un salto cualitativo enorme. El salto está, en mi opinión, en dos niveles. Las empresas van a integrar verdaderamente el tema de la RSE en todo nivel, entienden más que antes su importancia y cómo incluirla en la organización de manera integral. La dinámica va hacia ahí. Y necesitamos RSE con innovación, es la gran combinación que más vamos a ver en el futuro, porque las innovaciones son las que mejor mantienen la sostenibilidad. El desafío mayor para todos nosotros hoy, empresarios, sociedad civil, consumidores, consultores, Gobierno, es ir directamente a la práctica, hacer los cambios de los que venimos hablando hace años para involucrarnos con todos los problemas diarios que conllevan los procesos ligados a la sostenibilidad.
¿Estamos aún en una etapa más de discusión que de puesta en práctica real?
No. Hay muchas acciones concretas, pero estamos en una curva del cambio. Tenemos que hacer acciones positivas en lugar de plantear acciones menos negativas. Vamos a ver en los años próximos a empresas impresionantes, que ganarán muy bien, actuando desde lo positivo en lugar de proponer tareas menos negativas en cuanto al impacto socioambiental de su producción.
Retomando la inquietud inicial, ¿cómo ve el panorama actual de RSE en nuestro país?
Mi sensación es que las iniciativas globales en torno a RSE están llegando muy rápido a la Argentina, y hay gente que se está movilizando. Entonces, traduzco esto como una inquietud colectiva mayor. Se siente que esta sociedad no quiere seguir estancada en estos temas, quiere ir por lo nuevo. Hay una generación nueva de jóvenes que viven ya con la última tecnología de teléfonos inteligentes, que tienen ya, a partir de estos avances, una filosofía de vida en la que lo principal es compartir. Poseen un mundo muy transparente. Y eso va a filtrarse en la sociedad. Pero un gran desafío para la Argentina y otros países es salir de la informalidad, porque ya es difícil cumplir con la ley social, con la ley medioambiental, y hay muchas trampas en las cadenas de producción. Si seguimos con ellas, serán un obstáculo para la gente que sí quiere hacer las cosas bien. Cumplir con todo cuesta, claro, porque hay que pagar los impuestos, y el costo de un trabajador en regla siempre va a ser mucho más alto que el de uno informal. Y será difícil competir si además el comprador no elige al productor que hace las cosas bien, sino al que ofrece el mejor precio. Eso es un problema.
¿Se trata de un problema cultural?
Claro, porque si cada uno reclamara su factura cuando compra, eso se acaba. Pero conozco casos donde un empresario le llora al comprador que la pide, diciéndole que no trabaja con factura porque le cuesta demasiado hacerlo. El qué hacer con los informales es un dilema que veo en muchas discusiones a nivel mundial. Si no hay un Gobierno que actúa frente a ese sector, la situación es difícil, porque los buenos tienen una desventaja económica y financiera frente a los que no cumplen con las leyes.
¿Cómo imagina una solución posible?
Ahí soy muy simple. La única solución es hacer lo positivo. Porque si vas a pelear por todos los informales que hay en el sector, no vas a lograr soluciones. En esto aprendo mucho de los jóvenes de hoy, que no tienen grandes ideologías como pasaba en nuestra generación, pero a quienes he visto organizar eventos solidarios de gran dimensión. En Ámsterdam, en dos días, los vi armar un desayuno para cinco mil personas con esas frutas que a veces se descartan de los comercios porque no están tan estéticas. Entonces, en lugar de criticar el sistema mundial de alimentos, muestran lo positivo y van hacia la solución. Es otro estilo de trabajar, ya no son grandes proyectos políticos e ideológicos, más bien van por la práctica. Y de eso estoy aprendiendo mucho. Los gigantes que hoy tenemos en la economía, como Google y Apple, han nacido así. Han dicho, por ejemplo, quiero hacer el aparato más lindo que exista o el buscador más eficiente. Y lo hicieron. Estas son las revoluciones del presente.
Carencias argentinas en RSE
“El desarrollo de la RSE en la Argentina está muy atrasado en comparación con Brasil, Sudáfrica y aún más con los Estados Unidos”, sentencia Hupperts en su libro, antes de explicar las causas: “La economía argentina es famosa por sus altibajos. Durante un par de años todo marcha viento en popa y luego recibe otra vez un golpe tremendo. Lo cual es fatal para la continuidad y la planificación a largo plazo que requiere la RSE. Este patrón potencia otra característica de la Argentina: el hecho de pensar a corto plazo. Se planifica e invierte insuficientemente a mediano o largo plazo, una gran necesidad para una política efectiva de RSE”.
Fortalezas argentinas en RSE
Para el experto holandés, viendo el lado positivo de la RSE en la Argentina, “existen y aparecerán iniciativas de, especialmente, pequeñas empresas que quieren esforzarse por la RSE”. Además, detalla en su libro, “está apareciendo una nueva generación de jóvenes managers que quiere trabajar mucho más con la RSE, [quienes] reflexionan sobre las maneras de enfocar seriamente la RSE, la sustentabilidad y el desarrollo sustentable”. Hupperts asegura luego que hay mucho interés en las universidades por estos temas y ve como esperanzador el capital humano de nuestra sociedad, por el alto nivel de confianza que hay en círculos de amigos y familiares. “Si el calor, el amor, la lealtad, la atención, la confianza y el apoyo que se dan allí pueden ser traducidos a las instituciones argentinas, el enfoque estructural de la RSE sería entonces bastante fácil”.
* Entrevista publicada en la edición 25 de PRESENTE (julio/agosto).