Las consecuencias derivadas de la emergencia sanitaria están afectando a todos los sectores de la sociedad y su impacto inmediato se manifiesta con mayor fuerza en los barrios más vulnerables del país. En ese contexto, Cáritas ha reforzado su trabajo y adaptado rápidamente sus servicios para dar mejor respuesta a la creciente demanda de artículos esenciales y, especialmente, de alimentos.
Cáritas Merlo-Moreno, que venía llevando adelante un amplio servicio de promoción y ayuda inmediata en su comunidad del Conurbano Bonaerense antes de la pandemia, puede tomarse como una muestra testimonial del esfuerzo que los equipos de Cáritas están desplegando en todo el país.
Cuando comenzó la emergencia, el equipo diocesano supo que sus servicios de comedores y merenderos no serían suficientes ante la nueva realidad y tampoco se vislumbraba mucho apoyo por parte de las autoridades locales. Rosa María López, directora de Cáritas Merlo Moreno, explica que en ese momento –hace apenas unas semanas- no tenían ni bolsones para entregar. “Entonces, detalla, junto a los sacerdotes decidimos sumar esfuerzos y comenzar a ofrecer ollas populares en algunos barrios. Lo poco que teníamos en Cáritas, en las parroquias, en las comunidades, lo pusimos en común y comenzamos organizando el servicio con 9 ollas”
No obstante, las demandas en los barrios se incrementaron rápidamente con el correr de los días. “Comenzamos con estas 9 ollas –continúa Rosa María- con fondos que conseguimos nosotros de parte de nuestras Cáritas, de las parroquias y de las donaciones que los sacerdotes podían recibir. Así pudimos empezar, pero duró muy poco, porque la situación se fue complicando cada vez más y hoy en día tenemos 41 ollas populares. A través de ellas brindamos más de 14.000 viandas diarias, esto es, más de 280.000 por mes”.
Rosa María explica que este enorme esfuerzo “se sostiene con los fondos que nos envía Cáritas Argentina, los fondos que podemos recaudar en nuestras cuentas (a través de Mercado Pago por los problemas de atención en los bancos), con aportes de fundaciones, fondos de parroquias y amigos solidarios. Es una tarea ardua, porque cuando conseguimos apoyo para 300 personas, vamos al lugar y encontramos 500. Cada día es más complejo”.
En algunos barrios, cercanos a asentamientos, hay mucha demanda y hay más de una olla para preparar y distribuir las viandas. Pero incluso en los barrios más céntricos se pueden encontrar muchas familias que salen a pedir por primera vez.
“En el centro de Merlo –ejemplifica- tenemos hoy cuatro ollas. Teníamos sólo una, para responder a la realidad de la gente en situación de calle, con capacidad para servir a 50 o 60 personas, pero hoy están entregando 300/350 porciones a familias que viven en la zona. Y nos entristece ver gente que nunca salió a pedir, que nunca pensó que iba a tener que hacerlo y que ahora viene a buscar su vianda. Para esas personas, además, estamos ofreciendo también un acompañamiento psicológico por video llamadas, porque es un momento muy difícil en sus vidas”.