Eduardo Elsztain: Hacedor de sueños – 1° parte

A continuación, compartimos la primera parte de la entrevista realizada a Eduardo Elsztain, Presidente del Grupo IRSA y de Banco Hipotecario. 

Para Eduardo Elsztain, el éxito reside en el hacer, es decir, en llevar a cabo una idea. Su filosofía de trabajo es imaginar un proyecto y poner todo el empeño en realizarlo. No  importa que tome mucho tiempo, la perseverancia y la paciencia son la clave para él.

Con una infancia feliz y de plena contemplación hacia su abuelo paterno, Isaac, quien realizaba negocios inmobiliarios en una pequeña oficina de Once, Eduardo Elsztain recuerda los inicios de su gestión dentro del mundo empresarial nacional y las distintas incursiones realizadas en el extranjero. Relata que en su juventud vacilaba entre seguir estudiando Medicina o Economía, o ingresar dentro del universo de los negocios, donde finalmente se estableció. Y con mucho éxito. La oficina de la calle Bolívar donde se sitúa la compañía IRSA, grupo que actualmente preside, se inunda de reminiscencias de toda una vida de trabajo duro y sueños colosales que inspiran a los jóvenes emprendedores a perseguir sus objetivos.

Viajemos un poco en el tiempo, ¿cómo fue su niñez y su adolescencia?

Fui primer hijo, era supertímido. Hice un año de la primaria en un colegio público, después se separaban hombres y mujeres, así que, a partir de segundo grado, fui al Instituto Renard. Tenía doble turno de castellano e inglés, y como era muy difícil el tema del idioma extranjero, le pedí a mi mamá que me sacara del curso de inglés obligatorio.

Mi mamá entendió el pedido y fue al colegio a decir que no iba a asistir por las tardes. Entonces, a partir de tercer grado, me mandó al William Blake, que recién abría a la vuelta de mi casa, en Paraguay y Ecuador. Para mí fue el mejor instituto de inglés del país porque aprendía jugando, y yo pensaba que iba ahí para divertirme, como una especie de premio consuelo. Algunas tardes también iba a un lugar de actividades múltiples que se llamaba “Sentir y pensar”, que era un lugar de encuentro libre. Tenía teatro, cine, filatelia, astronomía. Era un lugar muy lindo y muy creativo.

La adolescencia la viví estudiando en el Nacional de Buenos Aires desde los doce años. El colegio era bastante absorbente: venía a esta misma oficina a las seis o siete de la mañana cuando mi abuelo, mi papá y mis tíos la abrían; de ahí caminaba una cuadra y media al colegio. Así que tengo la rutina de venir a esta casa hace más de cuatro décadas.

Terminé en el Buenos Aires, se puede decir que era buen alumno, e hice un año entero de Servicio Militar. Luego, me fui un año a estudiar un curso de líderes en Jerusalem. Volví y cursé tres años de Medicina, después me di cuenta de que en mis tiempos libres me dedicaba más a los negocios que a la medicina… A continuación, hice once materias en Economía y, a partir de los 23 años, empecé a trabajar en un nivel de exigencia que todavía no dejé. En ese entonces, conocí al primer gran inversor que tuve en el 84: Peter Gruber, que era el Fund Manager de Templeton. Estuve trabajando a su lado varios años, así que dejé los estudios en 1984. Sabía que me pasaba el día con Peter y aprendía diez veces más que en la facultad. Me era claro que era una decisión consciente. Pero, desde el punto de vista familiar, mi mamá me decía que tenía que seguir estudiando. Vengo de una familia judía tradicional donde tener las carreras terminadas es importante. Somos cuatro hermanos y el único que no terminó los estudios fui yo. Al principio era duro, pero después no fue más que eso.

Por ese entonces, viajé a Moscú por 30 días con mi socio y amigo Alberto para hacer mi primer negocio significativo. Le vendí las dos manzanas que están en Bajo Belgrano al Gobierno soviético, así que eso me tocó hacer como experiencia de muy joven.

¿Peter fue su mentor, lo ve como alguien que marcó su camino?

Peter fue el primer inversor extranjero de la Argentina, el administrador de los fondos personales de Templeton. Aprendí muchísimo con él. De hecho, él compró el 50 por ciento de la compañía IRSA con otro socio local y, después de tenerla cinco años, me dijo que no estábamos haciendo nada.

Yo era director independiente, pero no tenía ninguna actividad comercial, y me dijo algo que me quedó grabado: “El socio argentino es rico, yo soy rico, ninguno trabaja y entonces la compañía no tiene futuro”. Entonces, Peter decidió que la iba a manejar yo y le puso precio al socio local, pero este le contestó: “Te la compro yo”. Cinco años más tarde, compramos IRSA en una negociación que empezó en 1990 y cerramos en 1991, hace 25 años.

¿Cómo era la relación con su abuelo Isaac y de qué manera marcó su vida empresaria?

Mi abuelo vino de Europa, de Polonia, sin idioma ni profesión a principios de siglo, antes de la guerra. Se instala en la Argentina, primero hace cosas en Buenos Aires, después va al sur, luego pone un comercio de ramos generales en Las Lomitas (Formosa) y, durante una década y media, es el comerciante más importante del lugar. Después crece la familia. Tienen a mi papá, luego a mi tío Alberto y, mucho tiempo después, a mi tía Esther. Los dos hijos mayores, mi papá y mi tío, hacen el secundario en un internado de Buenos Aires, y sus padres vienen acá cada seis meses para visitarlos y hacer las compras para el comercio.

Y después empiezan a hacer negocios en Buenos Aires. Compran un departamento, ponen un comercio, se terminan instalando en los 50. Primero tienen una oficina con negocio textil en la calle Valentín Gómez que recuerdo visitar en mi niñez. Un negocio de esos típicos del Once donde él compraba y vendía departamentos en una oficinita que estaba al fondo. Luego mudó la oficina a Viamonte y habrá sido en el año 65 que compró estas otras donde estamos, en la calle Bolívar.

Me toca desde muy chiquito verlo trabajar en el sector inmobiliario. Era un hombre de negocios brillante. Él insistía mucho en el valor de la palabra: repetía que cuando alguien le tenía confianza le daba crédito, y si no le daba confianza no podía hacer un negocio ni de contado, porque el comercio tenía que ver con creer o no en la otra persona. Iba a almorzar con banqueros, con inversores. Me llevaba de niño a esos almuerzos, me insistía todas las semanas para que yo fuera con él.

Así como mi abuelo paterno me enseño mucho de negocios, mi abuelo materno, León, me inculcó todo el amor por la familia, los valores y tradiciones judías. No importa lo que fuera, nunca nadie se iba de su casa con las manos vacías.

NEGOCIOS Y PROYECTOS

¿Cuáles son los proyectos que tienen en la Argentina hoy en día?

En este momento, la compañía principal del Grupo IRSA es la de centros comerciales. Estamos ampliando muchos de ellos, como el de Alto Palermo, y presentando el de Caballito para su aprobación. Contamos con un terreno para un centro comercial en San Martín, otro en Tucumán, tenemos ya 16 abiertos y funcionando. Estamos desarrollando un edificio de 35.000 m2 en Catalinas y un parque de oficinas en Polo Dot.

¿Qué industrias considera que tienen un buen porvenir?

Para nuestro grupo, la industria en la que vemos un buen escenario es en la que estamos. Invertimos en el sector inmobiliario, que es nuestro rubro principal. Pienso que será un sector muy dinámico, sobre todo porque depende mucho de la financiación y la Argentina en las últimas décadas no ha tenido muy buen acceso a ella. El hecho de no tener una moneda fuerte y constante no permitió que haya fuerte cantidad de dinero para financiar la vivienda, es decir, el porcentaje de financiación de vivienda es muy bajo comparado con todo el mundo y con nuestros vecinos.

Creo que el sector de desarrollo inmobiliario va a ser muy dinámico en los próximos años, al tener más acceso a la financiación, y al tener gente que esté presentando fondos en el blanqueo.

También invertimos mucho en el campo. En la Argentina, es un sector competitivo, porque tiene extensiones importantes. Es un producto donde la demanda es permanente y, si bien no es de alta rentabilidad, es un negocio muy conservador y transparente. Es un mercado muy atomizado, con lo cual a nosotros nos gusta mucho.

También creo que el sector de minería va a crecer. Durante muchos años, no tuvo ningún tipo de inversión, y por eso estimo que va a ser un sector dinámico en los próximos años. Y hay sectores de tecnología que en este momento están creciendo.

Hay rumores de que usted está ingresando en el sector minero. ¿Qué hay de cierto?

Es más que un rumor. A través de Austral Gold, una compañía que cotiza en bolsa en Australia y que hemos adquirido con un grupo de inversores, compramos dos minas en Chile, estamos invirtiendo en dos minas en la Argentina y desarrollando una fusión con otra compañía que está en el sur del país.

¿Hay algún sector en donde no hayan invertido y deseen hacerlo?

Es muy difícil que yo te cuente un negocio que no hayamos hecho, porque nosotros somos una compañía pública, tenemos que informar todo. Desde nuestra visión, estamos viviendo en un mundo muy financiero, de mucha visión de moneda y de liquidez. Lo valioso son los recursos escasos, entonces, según esto, nosotros ponemos como estrategia muy marcada comprar activos reales, que son los que generan ingreso. Cuando hablo de un campo, de un edificio, de una oficina, para mí son activos tangibles que tienen un ingreso a lo largo del tiempo. Estamos viviendo el ciclo más largo de emisión de moneda y de tasa baja.

Hemos invertido en activos reales, y creo que es en una estrategia en la que hemos sido bastante disciplinados en los últimos 25 años. Y nos ha dado resultado: captamos capital, trabajamos con socios, tuvimos bajo endeudamiento. Somos reconocidos en el sector inmobiliario, tenemos muy buen acceso al mercado de capitales, porque contamos con un buen equipo de management. Creo que si bien los activos reales pueden ser valiosos, si no tenés un buen management, es muy difícil.

Hablando de sus proyectos en el exterior, ¿cómo vivió la experiencia en Israel?

Lo de Israel fue para mí una de las cosas más lindas de los últimos 35 años de trabajo. En la Argentina había muy poco movimiento y nos invitó una empresa que estaba en un momento de mucho apremio financiero. Compramos un conglomerado de compañías y fue una experiencia en donde volcamos el conocimiento del grupo en manejo de crisis. Si yo te tengo que definir las tres décadas de trabajo, creo que empezamos en una época muy complicada, el período de Malvinas, donde el negocio inmobiliario estaba muy sufrido, y me tocó reestructurar la deuda del negocio familiar. Después en el 95, con la crisis mexicana, fue duro aunque no tanto. En el 2001 y 2002, con la devaluación, fuimos el primer grupo que salió al mercado de capitales. Salimos a emitir instrumentos financieros en el exterior cuando ningún banco llevaba a ninguna compañía. Creo que nos dio mucha fortaleza el hecho de no haber pesificado y hemos pagado todas nuestras deudas en dólares al 100 por ciento.

Después nos tocó también la crisis de 2008. Es decir, cuando te hablo de una crisis tras otra, es porque creo que el equipo posee mucho tiempo trabajando junto, lo que nos permite tener buena comunicación. Ya estamos entrando en el quinto año de gestión en Israel, donde redujimos gastos y gerencias, racionalizamos el management, frenamos dividendos. Hemos hecho una inversión muy importante en estos cinco años, pero creo que los activos que hemos comprado son realmente muy valiosos y están en una economía muy pujante.

¿Cuál es su sentimiento en estos 130 años que cumple el Banco Hipotecario?

Pienso que es una casa muy querida por todo el país porque ha sido la llave del primer hogar para millones de ciudadanos. En los últimos tres años, hemos dado casi 200.000 soluciones de vivienda, y el banco ha tenido un liderazgo muy marcado. Considero que ha sido el programa de viviendas más importante con que ha contado la Argentina en los últimos 50 años. El management ha sido muy bueno para llevarlo adelante y el impacto de la responsabilidad del banco ha sido fuertísimo. En los últimos tres años estamos involucrando en el balance nuestro compromiso social.

Uno puede ver una institución por su rendimiento financiero. Sin embargo, actualmente se puede ver que donde más logros tuvo el banco es en la parte social. A mí me da mucho placer cuando veo que la gente le pone su granito de arena y que el banco la acompaña. Y el banco puede hacerlo mientras obtenga ganancia. Banco Hipotecario tuvo la fortaleza del management para trabajar a doble velocidad, y eso me llena de orgullo. Llegar a 130 años y verlo seguir creciendo.

¿Qué le depara el futuro al banco?

Creo que el futuro del proyecto del banco tiene que ver con un desafío nacional. El gran reto que tiene la República Argentina es contar con una moneda constante de nuevo para volver a tener confianza en ella. Es muy difícil que la ciudadanía ahorre en una moneda en la que no confía, porque el código de tener una moneda en común es confiar.

Para mí, el Banco Hipotecario es el motor de acceso de un millón setecientas mil personas a la primera vivienda. El mayor desafío del banco es poder tener ahorro de largo plazo. Mientras que nosotros no generemos los instrumentos para esto, que significa que la sociedad confíe, es muy difícil poder darle crédito a una persona en 15 años si la sociedad ahorra a 30 días. Esto no lo logra una sola entidad, es un desafío para todos los argentinos.

Ya podés leer la segunda parte en el siguiente link.

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