El entusiasmo por el diseño textil, la experiencia como modelo en Europa y un genuino interés por el ambiente se encontraron para dar nacimiento a Kawela Swimwear. Junto con su pareja, Agustín Corbalán, especialista en marketing digital, la diseñadora textil Victoria Moro fundó la marca en 2017 con la idea de hacer trajes de baño para hombres, pero a medida que fue adentrándose en una de las industrias más contaminantes del planeta, la idea evolucionó hasta lo que es hoy: una empresa de indumentaria sustentable con la misión de transformar el sector para que sea más ético, ecológico y consciente.
PRESENTE conversó con Victoria, quien habló sobre los desafíos que representa confeccionar ropa de bajo impacto para el ambiente en la Argentina y cómo las nuevas maneras de trabajo colaborativo cambiaron su perspectiva.
-¿Cómo empezó Kawela?
-Yo trabajaba de modelo afuera del país. Cuando decidí volver y terminar la facultad, vine con un poco de plata. Empezando a ver qué podíamos hacer, notamos que no había mucha oferta de trajes de baño de hombres y comenzamos a diseñarlos con mi pareja. Después, de a poco, cuando fui metiéndome de nuevo en la facultad y viendo lo que son las materias primas, empezamos a ir hacia la parte de sustentabilidad. A principios de 2020 ya estábamos sumando las primeras materias primas sustentables: la primera fue una lycra biodegradable muy linda que se hacía en Brasil y la trajo un proveedor a la Argentina.
-¿Qué tomaste de tu experiencia en Europa para este desarrollo?
-Por ejemplo, trabajé muchos años en Alexander McQueen, donde tenían la fábrica. Hay una cosa que se llama fitting: vos vas a la marca y hacen la ropa básicamente encima tuyo. Entonces, bajaban a hacer algo, subían y lo probaban. Era estar muy adentro de la industria. Ahí empecé a conocer sobre las materias primas, los procesos. Después estudié y entendí que se podía hacer mucho más, que había otras posibilidades.
-¿Había realmente muchas posibilidades en materia de sustentabilidad en nuestro país?
-Pasa que mucho en la Argentina no hay, pero en el mundo sí. Así que empecé de a poco a ver qué se podía hacer y cómo lo podía hacer. Hasta el año pasado todos nuestros productos no eran sustentables. Hoy sí. Después empezamos también a hacer los productos de acuerdo con la materia prima que tenemos, porque, como siempre digo, a veces conseguimos veinte metros, y otras veces un rollo entero. Entonces también depende de lo que conseguimos y para qué sirve. Por ejemplo: la última vez compramos un rollo de cáñamo de veinte metros de un textil con una textura como si fuera de lino a una chica que lo trabajaba en Chile y justo venía a la Argentina. Cuando hicimos la compra, no conocíamos el textil en sí. Hasta que no llegó no sabíamos cómo era. Habíamos dicho que por ahí podíamos hacer unas camisas: siempre nos están faltando productos para hombres, que es más difícil. Y después la tela era mucho más dura, no servía para camisas, así que terminamos haciendo unos gorros pilusos.
-¿Cómo fue que decidieron incorporar el concepto de sustentabilidad a la marca?
-Me fui dando cuenta mientras hacía la carrera en la facultad y aprendí que era una de las industrias más contaminantes del planeta, que había mucho para hacer adentro y que existían opciones. Estando afuera vi que había un montón de posibilidades y procesos que acá no estaban ni enseñaban en la facultad. Todo lo que es PET reciclado a veces era muy básico, y en realidad se puede hacer la materia prima que se te ocurra con la terminación que se te ocurra. Y afuera era posible. En la facultad vas aprendiendo cómo funciona la industria muy desde adentro. Entonces conocés el proceso desde cero, desde que se cosecha el algodón hasta que termina en la prenda. Y eso implica una contaminación en todo su circuito. Y también se pierde la calidad de esa materia prima de inicio, porque pasa por muchos químicos para lograr una suavidad o una uniformidad en los colores que, de otra manera, no se consigue. Si se la trabajara más, ¿se podría lograr? Sí, pero está tan venida abajo la industria argentina que no existen todos esos procesos.
-Una de las particularidades de este proyecto es que trabajan con proveedores artesanales de diferentes partes del país.
-Sí, hay una cooperativa en Chaco, Inimbo, que está vendiendo algodón natural. Ellos tejen la tela y te la dan, pero vos antes de usarla la tenés que lavar. Imaginate que yo, por ejemplo, no tengo los recursos para lavar rollos de tela, entonces se me complica un montón el uso final. A veces no les puedo comprar porque me es imposible trabajar esa tela. La tengo que mandar a una tintorería, y en las tintorerías hoy en día usan químicos, entonces ya no me sirve. Estuve hablando con ellos para ver si pueden hacer ese proceso de, por lo menos, un lavado básico. La tela se achica como un 40 por ciento con el lavado. Tampoco puedo cortar un molde, porque un 10 por ciento vos lo manejás; pero un 40 por ciento no. Son un montón de cosas que te vas dando cuenta cuando estás adentro, pero vas encontrando otras formas también.
-El equipo de Kawela está conformado por dos personas, pero también trabajan con talleres.
-Sí, trabajo con muchos talleres de acuerdo con los productos que hacemos: si es teñido, si es estampado, si es corte, si es confección. Todos son talleres familiares o de una persona. En cada caso, nos tratamos de meter adentro a ver quién está y cómo lo hace. Una de las chicas terceriza el corte, pero confío ciento por ciento en esa chica y que está tercerizando bien, pero en lo que podemos estamos más metidos adentro.
-El concepto detrás de la marca es el slow fashion, ¿en qué consiste?
-Lo que buscamos es que la persona compre una prenda convencida de que le va a durar, le va a servir y para muchos usos. O sea, si vos estás comprando una bikini, después la podés usar como un top o el año que viene. No va a pasar de moda. Algo que sea continuo y largo, cosa que la durabilidad de vida de ese producto no se corte por temporada. Lo que sí cambia por ahí son las estampas de los trajes de baño, pero eso no creemos que vaya a pasar de moda. De mujeres siempre hacemos colores básicos, lisos. Las remeras muy pocas veces las hacemos estampadas, vamos variando los tonos de colores, pero lo que buscamos es que el usuario compre una prenda de buena calidad y que le dure en el tiempo y varias temporadas. O sea, que la compra sea consciente, porque se necesita el producto, no porque está de moda y lo quiere en ese momento y después no lo usa más.
-¿Qué materias primas sustentables utilizan?
-Trabajamos con algodón orgánico, el algodón natural de Chaco, cáñamo, nylon regenerado, que es la fibra de Econyl que usamos para conjuntos deportivos y bikinis, PET reciclado y algunos cueros vegetales como el Piñatex, que es un cuero de ananá. Ahora estamos tratando de conseguir uno que es de cactus y se llama Desserto.
-¿Manejar estos nuevos textiles requirió un proceso de aprendizaje específico?
-Sí, algunos llegan y tenemos que probar cómo funcionan. Otros son más fáciles, como el PET reciclado, que es un textil más conocido: me llega un rollo de tela blanco que parece una microfibra común y no requiere ningún tratamiento específico. Los que son más químicos, como el Econyl, suelen ser lo mismo que una lycra. Los que tenés que trabajar de otra forma son los orgánicos o los biodegradables. Más allá de que yo le compre cinco rollos a la misma persona en el mismo momento, al ser orgánico, un rollo es distinto al otro y hay que ver cómo se trabaja cada uno. Con los químicos, quieras o no, los procesos de acabado hacen que sean iguales a las telas que ya conocemos. Los orgánicos no tienen ningún proceso de acabado químico, entonces las telas varían un montón. Generalmente, son las telas que se achican, por ahí se viran o te vienen con muchas fallas en el tejido. Primero tenemos que lavar todo. Como mandamos primero a teñir por paños, se pierde un montón ahí, pero cuando me lo entregan yo tengo el tamaño final y sé que después de eso no va a variar. Las primeras veces hacíamos y después teñíamos, y las prendas no nos servían; teníamos que usarlas para otras cosas. Vas aprendiendo con el tiempo. La facultad también me enseñó un montón, pero yo creo que más que nada es el proceso y ver cómo trabajás cada producto que viene.
-Para el productor, el proceso parece ser más complicado y trabajoso que el tradicional. ¿Igual rinde económicamente?
-Tiene otros costos, porque vos pensá que desde el minuto cero tiene otras formas de trabajo. Toca toda una cadena de valor donde el rinde es distinto, porque yo con un rollo de tela de algodón normal por ahí saco 80 remeras. Y con uno de algodón orgánico, 60. Yo creo que una vez que esto vaya avanzando y se vaya haciendo más accesible y tengamos más en la Argentina va a ir cambiando. Hoy también hay poca demanda, entonces hay poca gente que lo está haciendo, pero igual es viable. Es rentable y se puede hacer, y hay que ir buscándole la vuelta. A veces los pedacitos que nos sobran los donamos. Sí tenés que ocuparte más del rinde, de cómo uso esto al máximo y en todo lo que pueda.
-¿Las telas biodegradables tienen algún cuidado especial para quien las usa?
-No. Con lo que sí hay que tener más cuidado es con lo orgánico y lo que tiene tintes naturales. Hay que lavarlo a mano, con jabones neutros. En todas las etiquetas de nuestros productos está perfectamente detallado cómo lavarlos y cuidarlos. Y también siempre estamos muy abiertos. Por ejemplo, una vez una chica había dejado una prenda secando al sol y se le había desteñido, y la volvimos a mandar al taller para que se tiña. Vamos a buscar siempre la forma de que puedas seguir usándola.
-En línea con el propósito de sustentabilidad, Kawela tiene una alianza con ReforestArg, una organización que hace reforestación. ¿En qué consiste?
-Sí, donamos un porcentaje de nuestras ventas todos los meses a ReforestArg. Está buenísimo lo que hacen en el sur y en Córdoba. Lo que nos gusta también de ellos es que están abiertos a que la persona que quiera se pueda sumar a sus plantaciones como voluntaria. La idea es que podamos desde Kawela hacer un grupo e ir todos juntos a plantar.
-¿La indumentaria sustentable ya es tendencia en la Argentina o todavía falta para llegar a eso?
-A mí me impresionó el año pasado que fuimos a Bioferia ver la cantidad de gente que estaba trabajando. Este mundo también me abrió a la sinergia, a ser puente con el otro. El de al lado no es competencia, sino una posibilidad de expandirte. Lo mismo nos pasa ahora con otra marca con la que estamos haciendo unas sandalias en conjunto. Teníamos sandalias muy parecidas y, por ahí, en otro ambiente hubiera sido competencia. Acá pensamos qué podíamos hacer juntos para potenciarnos. Así que no sé si ya es tendencia o no, pero creo que estamos cerca, que hay un montón de gente viéndolo. También me sorprende cuando vienen al showroom: muchos llegan porque les gustó una bikini, y cuando empiezo a contar un poquito se sorprenden y les gusta más. También a veces falta información y entender por qué lo hacemos. Porque cuando empiezan a ver todo lo que pasa con la industria común, toda la contaminación que hay o lo que es fast fashion, la ropa que se tira, empiezan a ser más conscientes. Está bien que hay gente a la que realmente no se le pasa por su cabeza, pero hay otros que, una vez que lo saben, es impresionante cómo cambian.