El tenis como aporte social

El ex jugador y entrenador Tony Pena cuenta los beneficios del tenis y revela cómo deja a la vista la personalidad de los chicos y, también, de los empresarios.

Miles de chicos van de un lado para el otro en el Club de Amigos, ahí donde la ciudad de Buenos Aires encuentra un poco de aire entre tanto ajetreo. Miles de autos circulan por sus alrededores. Pero luego de pasar por la entrada de la avenida Figueroa Alcorta, es como si se ingresara en otro mundo. Después de atravesar una suerte de patio, se accede al restaurante. Ahí, en una mesa, está sentado Tony Pena: “¡Hola! ¿Qué tal? ¿Me esperás dos minutos que estoy terminando con una reunión y después charlamos? Pedí lo que quieras, esta es mi casa”, dice el ex tenista que ahora dirige el departamento de tenis del Club de Amigos, entre otras tantas actividades que lo mantienen ocupado todo el día.

Tony Pena (Buenos Aires, 1953) pertenece a esa generación que casi no ganó dinero jugando, pero que hoy tendría, al menos, unos cuantos miles de dólares en su bolsillo producto de su desempeño en el circuito. “Fui de los primeros profesionales. Nos llamaban ‘autorizados para cobrar’, pero no cobrábamos nada”, recuerda entre risas. Tras dos años en el circuito, en 1973 se dedicó a ser entrenador: “Tuve a todos. El último fue Gastón Gaudio, a quien luego lo pasé a Franco Davín, al que también entrené. Conmigo, Gastón no habría ganado Roland Garros, ¡no le hubiese tenido paciencia!”. En 1983 fue coach de su amigo Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino de todos los tiempos, en reemplazo del legendario Ion Tiriac. Además, tuvo a su cargo jugadores como Gabriel Markus, Guillermo Pérez Roldán, Horacio de la Peña y Claudia Casabianca, entre otros.

“Viajé 27 años con el tenis, ya no quiero ver más un avión”, comenta Pena, que desde hace diez años es comentarista de la cadena de televisión ESPN. Allí, además, escribe en la página web. Junto con su hijo Rodrigo está a cargo de “Rincón técnico”: son videos de tres a cinco minutos en los que se analizan las finales más importantes o determinadas jugadas, como puede ser comparar los saques de los tres mejores jugadores del mundo. “Todos los tenistas tienen que sacar bien para ganar. Algunos, como John Isner o Ivo Karlovic, directamente no pueden jugar si no lo hacen bien”, señala.
Después de 15 años, hace 2 que Pena dejó de trabajar en la Secretaría de Deportes de la Nación. Ahora está enfocado en la dirección del Club de Amigos, donde está a cargo de la parte de capacitación, tarea que también está relacionada con su vinculación con la firma Wilson: “Tengo contrato de por vida con ellos. Soy asesor en lo que es contratación de jugadores. Hay un programa mediante el que se beca a chicos, y estoy en la selección de esos futuros talentos”.

¿A qué edad se puede vislumbrar que un jugador es un prodigio?

Con Del Potro te das cuenta de que es un fenómeno a los 10 años. Ya se sabía que iba a ser un enorme jugador. Tenés bases para ver si un tenista puede llegar. Lo importante es no forzarlo de más. Conozco muchos padres que lo han hecho y después han tenido problemas de relación con sus hijos, algo que es lamentable. Los detectores de talentos los buscan cada vez más temprano, y los padres tienen una influencia cada vez más grande en esos chicos.

¿Cómo se ayuda a esos talentos a llegar a ser profesionales?

Hay que aclarar que el tenis es un deporte muy caro y que las empresas colaboran mucho. Con Wilson les damos raquetas a los mejores, a los que tienen posibilidad de llegar. A muchos los vestimos. Es una ayuda impresionante. Un jugador de 14 años necesita, como mínimo, cuatro raquetas por año, que son unos 5000 pesos. Además, rompe un encordado cada tres días, otros 500 pesos por mes. Más zapatillas, que se gastan muy rápido. El centro de entrenamiento también sale dinero, a no ser que esté becado. Wilson y otras empresas también dan muchas becas para que puedan llegar a jugar. De lo contrario, mucho no podrían hacerlo. Una remera vale más de 100 pesos, y el tipo usa más de diez al mes, ¿cómo hace?

Un deporte mental

Pena aclara que siempre se dedicó al mundo del alto rendimiento. “Desde ahí se baja la línea para todo”, dice. “Entonces, lo que hago es rodearme de especialistas”, explica el entrenador, que además organiza clínicas para juniors y adultos. O sea, la idea no es solo preparar jugadores para que lleguen a ser Del Potro, sino también difundir el deporte en todo el país y lograr que cualquiera pueda jugar al tenis toda su vida; que haga de este deporte su recreación y su cable a tierra. “Hacemos unos 20 seminarios al año para chicos de entre 8 y 14 años. También para jugadores de mediano y alto rendimiento. Otras veces, para gente adulta que quiere aprender a jugar”, dice. El círculo se cierra con la capacitación: “Llevamos a cabo más de un centenar de seminarios gratuitos para profesores y entrenadores. Algunos con la Asociación Argentina de Tenis (AAT) y otros con Wilson”, cuenta. Para Pena se trata de “un trabajo que genera un aporte social bárbaro”, porque es un deporte que se puede jugar desde los 5 años, casi sin límite de edad: “Hay categorías en torneos que son para mayores de 80”, agrega.

¿Qué les da el tenis a los chicos?

El trabajo con ellos es muy importante, porque los prepara para la vida, son muy bien formados para enfrentar un montón de cosas, como dar un examen en el colegio o tener que enfrentar algún momento de presión. Lo aprenden jugando, pero en algún momento experimentan lo que es la presión y no les viene nada mal. Mucho menos del uno por ciento llega a ser profesional. Pero el tenis da a los chicos una fortaleza física y mental bárbara.

¿En qué sentido?

Es un deporte mental. El que gana es el que se impone en los puntos importantes, ya sea en alto o bajo nivel. Cada punto tiene mucha importancia. El chico aprende a respetar desde la pelota hasta al contrario, pasando por las reglas del juego y el árbitro. El tenis tiene un montón de facetas que hacen que el jugador trabaje muchísimo su cabeza. Desde chico aprende a armar tácticas y estrategias para competir entre escuelas.

¿Qué diferencia hay entre el alto rendimiento y la recreación?

No es muy distinto el mediano con el alto rendimiento en las categorías de 16 años para abajo. La diferencia es la presión y la precisión. Pero un jugador de 12 años también compite a nivel interesante por el esfuerzo mental. Además, un chico que se prepara para jugar tiene una formación física básica que lo pone más fuerte y elástico.
O sea, también lo conecta con el esfuerzo.

Claro. El tenis enseña lo que es el sacrificio. No nos olvidemos de que es un deporte unilateral: ves un brazo menos desarrollado que el otro. En la columna pasa lo mismo. Hoy está todo muy estudiado, y los jugadores tienen un físico mucho más parejo que en la época de Vilas. Además, el tenis les da una seguridad bárbara a los chicos. Los hace competidores. Enseguida se ve la personalidad del ganador y del más tímido. Entonces los podés ayudar mucho. También los hace egoístas, porque es un deporte individual.

¿Se puede trabajar en eso?

Sí, sí. La AAT hace cosas muy buenas. En las primeras categorías, los preinfantiles, que son menores de 10 años, compiten por equipos y se mueven así. Uno depende del resultado del otro; y dentro de todo, por más que juegues individual, el equipo te ayuda. El dobles, a nivel formativo, también es muy piola. Pero no cualquiera puede enseñarles.

¿Por qué lo dice?

El mejor coach argentino es Franco Davín, sin dudas, porque lo tiene a Del Potro y porque lo tuvo a Gaudio cuando ganó Roland Garros. Pero Franco reconoce que no tiene la capacidad para enseñar a los chicos como los profesores que son especialistas en ellos. Necesitás docencia para eso. Lo mismo pasa con los que manejan grupos de empresarios.

El tenis y los empresarios

El escritor Rodolfo Braceli sostiene que es obvio que el fútbol es un espejo de lo que somos como sociedad. En el tenis, Pena asegura que pasa algo similar: “Esto es peor que el fútbol, porque acá estás solo. No cabe la menor duda de que el tenis refleja cómo somos. Tengo más de 50 años de este deporte encima. Si necesito ver cómo es una persona, la tengo que ver jugando. Si alguien te roba en la cancha, te canta ‛nula’ en una pelota que es buena, olvidate, no hagas un negocio con él en tu vida”.

¿Qué más observó en la gente?

He conocido empresarios importantes a los que en la cancha les sacás una radiografía de lo que son afuera. Está el que es inconsciente y le dice a un profesional “sacame fuerte”, sin darse cuenta de que un profesor lo puede hacer a más de 100 kilómetros por hora. O el que pide que le jueguen fuerte en la red. ¡Lo matan si juegan así! Un inconsciente en la cancha, es un inconsciente en la vida.

Sin dar nombres, ¿cómo son los empresarios con los que le tocó trabajar?

Te encontrás de todo, tipos que quieren progresar y son obsesivos, como lo son en sus empresas. Tenés otros que vienen y descargan. Los profesores que capacitamos cuentan que algunos empresarios llegan y dicen: “Los diez primeros minutos dejame pegarle para que vaya a donde sea”. Tenés que poner un ball boy afuera de la cancha porque sueltan el brazo para descargar y la sacan por encima del alambrado. Necesitan descargar. Y después quieren aprender. Por ejemplo, buscan mejorar el revés, porque vienen de perder con otro empresario que les jugó todo al revés, y le quieren ganar. Les hace bien a ellos. Si no jugaran, ¡los empleados deberían agarrarse!
O sea, también sirve para desconectar, ¿no?
Claro, porque si no pone la cabeza en la hora que está en la cancha, no le pega a la pelota. La concentración es fundamental. Además, el gran empresario se tiene que acostumbrar a que lo esté mandando un profesor que podría ser el cadete de su empresa. Aunque tenga buen estado físico, queda muerto de cansado si el profesor quiere. Entonces, se arma una fantasía linda en el empresario con el profesor, porque manda el chico de 21 años, mientras él tiene más de 40 y tal vez maneja 500 empleados en su empresa. Pero en ese momento es otra cosa.

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Tony, el amigo de Willy

“Con Guillermo somos muy amigos”, dice Tony Pena. Se refiere a Guillermo Vilas, el mejor tenista argentino de todos los tiempos: con 923 victorias, es el tercer tenista que más partidos ganó en la era profesional. Además, conquistó 62 torneos de ATP, entre ellos cuatro Grand Slam (Roland Garros y US Open en 1977, y el Abierto de Australia en 1978 y 1979). “Nos conocimos a los 12 años. Por suerte no me tocaba enfrentarlo, porque él estaba en una categoría más arriba. El tipo era imbatible. Una vez fui ternado para los Premios Olimpia, pero en tenis siempre ganaba él por más que vos fueras el número uno en tu categoría”, recuerda con una sonrisa, y cuenta una de las decenas de anécdotas que vivió con Vilas: “Fuimos a Europa y nos despertábamos a las 7 de la mañana y entrenábamos ocho horas por día, hasta que no podíamos más. El último día me dijo que fuéramos a recorrer, porque podía ser la última vez que estuviéramos en Europa. Y fue solo la primera”.

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