Fabiana Ricagno, fundadora de Pollera Pantalón: Mujeres con impacto y en red

Esta experiencia única contó con la colaboración y el empuje de un grupo de mujeres con las que arrancamos esta ilusión, que a mí me da mucho orgullo”, sintetiza Fabiana Ricagno, quien hoy está al frente de Pollera Pantalón, que nació desde un grupo de profesionales, emprendedoras y hacedoras, y que busca potenciar las capacidades de las mujeres con iniciativa a partir de experiencias compartidas para alcanzar sus metas.

-¿Cuándo decidiste fundar Pollera Pantalón?

-En el año 2018, la Argentina era sede del G20. Trabajando en CICyP (Consejo Interamericano de Comercio y Producción), empezamos a recibir algunos pedidos de los asociados para que les hiciéramos una propuesta que les permitiera participar en el eje temático de mujeres. Producto de eso, decidimos ofrecer una herramienta que tuviera que ver con esas necesidades, sin ser una disputa en las listas para ver si había igualdad de género, peleando los espacios de poder. Buscamos proponerles algo a las mujeres que formaban parte de estas asociaciones, con nuestra agenda, saliendo al mundo para conocer las tendencias de líderes internacionales y ver cómo resuelven la participación de la mujer en el sector privado. Teníamos en mente que lo nuestro no era un tema de género, y hay mucha gente profesional que se dedica a la problemática de la igualdad y la diversidad. Nos impulsó mucho el gobierno del Reino Unido, y armamos una primera misión a Londres de mujeres de negocios, donde la rompimos.

-¿Cómo fue esa primera experiencia?

-Tuvimos una receptividad impresionante, una agenda que se les arma a jefes de estado, compartimos con ellos nuestra visión. La delegación era muy diversa. Contemplaba también una mujer de larga trayectoria en el sindicalismo y la gran curiosidad en Cambridge la despertó su mirada.

-¿Cómo surgió el nombre “Pollera Pantalón”?

-Cuando presentamos esta primera misión en sociedad como la respuesta a las cámaras empresarias para formar parte del G20, le pusimos Pollera Pantalón, porque era una indumentaria que, cuando se creó, podía ser usada tanto por hombres como por mujeres. En el isologo de ese momento aparece una fotografía de alguien parado con esta prenda, partida al medio, y uno no sabe muy bien por quién puede ser usada, y eso es en lo que nosotras creemos, en la igualdad.

-¿Creés que se adelantaron, de alguna manera, a los tiempos?

-Nos costó algunos dolores de cabeza también esta mirada, porque en ese momento estaba muy en boga la militancia, la toma de posiciones radicalizada, que es lo que pasa cuando las corrientes van mucho tiempo en un sentido, con una mirada muy masculina de la economía, del poder, de la participación. Entonces, para poder fortalecer determinadas cosas, no alcanza con posiciones tibias. Sabíamos que esa lucha no era la nuestra. Fue una decisión muy pensada. En la vida hay que dividirse en función de las capacidades que uno tenga. Nosotras sabemos agregar valor, generar riqueza, construir empresas. Fue una época en la que explotó el techo de cristal, la brecha de género, digital y financiera. Las cosas empezaron a acomodarse un poco más. En mi primera visita al Coloquio de IDEA pude observar más de 200 mujeres, de las cuales el 90 por ciento están en posiciones gerenciales en compañías nacionales y multinacionales, y les decía a las chicas que ese salto cuantitativo que hemos hecho en los últimos años es una cosa tremenda. Pero estas acciones no están solamente asociadas a la mujer en el campo de liderar, porque la sociedad está conformada por muchos actores. Hay quienes van abriendo camino y no se convierten en líderes. “Mujeres líderes” es un mote que a mí no me resulta muy cómodo. Nuestro lema fue que no veníamos a disputar nada, sino a ocupar los lugares que nos corresponden por derecho propio.

-¿Cómo fue cambiando la organización y qué iniciativas llevan adelante?

-En los inicios arrancamos como una organización que nucleara a mujeres que quisieran participar con esta visión, mujeres en diferentes industrias que no tuvieran el espacio o a las que no les dieran la palabra. Fue una generación espontánea. Yo hice la propuesta, pero, rápidamente, hubo cofundadoras, colegas que han sido imprescindibles. Así lo fuimos llevando a varios sectores, con el lema de salir al mundo a aprender y ver cómo les fue a otros andando este camino para ocupar nuestro lugar sin pedirle permiso a nadie. Pero esto mutó en algo más, empezar a ver de qué manera podíamos compartir las experiencias recogidas en las misiones. Así empezamos a hacer meet ups y encuentros, expandiendo el discurso, que se fue poniendo más finito. Por ejemplo: hablar del atractivo de las compañías asociadas a lo sustentable. Durante la pandemia creo que fuimos la organización que hizo más reuniones digitales con las personalidades más variadas: desde Luis Almagro, el Secretario General de la OEA, hasta Martín Cabrales y Alejandro Borensztein, que tuvieron 4200 suscriptores. También nos fuimos dando cuenta de cuántas personas se acercaban a nosotras en materia de construir un modelo de emprendedurismo. Como “Cuento con una galería de arte en Tucumán y con los problemas de desplazamiento creo que tengo una oportunidad para dar cursos de arte y armar una galería de arte digital”. Las organizaciones se acercaban porque nos veían como un gran puente para atar puntas. Entonces, empezamos a armar equipos que brindaran ese servicio. A su vez, vimos la cantidad de acciones desde la sociedad civil que nos habían modificado la vida a todos los argentinos, que la mayoría no conocía, como el caso de Padres Organizados, liderados mayoritariamente por mujeres pro bono, que destinaban su tiempo, esfuerzo y energía a pelear por objetivos en beneficio de todos.

-¿Cómo llegaron a la segunda misión?

-Como tuvimos mucha demanda, luego arrancamos con la segunda misión, que fue Israel y que nació por una invitación a través de su embajador. Nunca habían tenido una misión de mujeres empresarias. Mientras la primera fue más de tipo institucional (de políticas públicas asociadas a cómo estaba el rol de la mujer en la actividad privada), la segunda fue más específica. Hubo encuentros marco, pero, fundamentalmente, querían tomar contacto con nosotros para llevar adelante joint ventures con empresas argentinas.

-Respecto al equipo, ¿cómo está conformado y cómo se suman los miembros?

-De 2018 a 2021 funcionamos, de manera orgánica, como una iniciativa. Poníamos plata entre unas 20 mujeres para impulsarlo. Sobre fines de 2020 decidimos darnos una forma jurídica, porque, además, cuando las empresas se acercaban para sponsorear algún programa o actividad, no podíamos recibir plata de corporaciones. Entonces, nos conformamos como asociación, hicimos un estatuto, plasmamos los objetivos, establecimos categorías de socias. Hay una comisión directiva, que se crea por votación y dura dos años, y una presidencia, que también tiene un término. Existe un requisito en el estatuto: que mientras se pueda, la comisión directiva tiene que estar integrada, fundamentalmente, por socias fundadoras. Yo decidí terminar mi mandato este año, porque creo que hay colegas cofundadoras en condiciones de llevarlo con una riqueza infinita. Después, hay tres categorías: socias fundadoras, con una cuota anual que implica determinados deberes y derechos; socias, que abonan una cuota, pero tienen derechos políticos más acotados; y socias adherentes, personas invitadas, que participan en ciertas actividades y a las que no se les pide una participación económica. La comisión elige cuáles son los órganos de gobierno que van colaborando para implementar los objetivos.

-¿Trabajan también en red con el Estado?

-Quisimos mantenernos al margen para poder conservar mayor libertad. El financiamiento está asociado a la cuota y el sponsoreo que nos hacen empresas del sector privado para proyectos, planes. Incluso hay quienes quieren becar a una persona, como Buquebús, que en 2022 becó a María José Navajas, fundadora de Padres Organizados, por su acción para viajar a Finlandia y ver los modelos educativos. Entendían que les servía para mostrar sus valores de compromiso social.

-¿Cuándo surgió la idea de entregar los premios Mujeres por Más?

-Surgió en el 2020, en medio de la pandemia. El objetivo es que la sociedad reconozca esa acción, de la que todos gozamos. Se constituyó un jurado y áreas que intervienen en cada disciplina. Se proponen finalistas, que se comunican, en los cuatro ejes temáticos: tecnología e innovación, formación ciudadana, educación y agroalimentación. Además, hay uno a la trayectoria y otro coyuntural: el primero fue salud (lo ganó Silvana Figar, Directora de Epidemiología del Hospital Italiano), el segundo fue alimentos (se entregó a María Elena Salomón, de Mujeres de la Viña) y este año es medio ambiente. El año pasado arrancamos con un reconocimiento no solamente de un trofeo, sino también monetario para la organización, asociado a un sponsor. El año pasado fueron Corporación América, Laboratorios Temis Lostaló, Banco Comafi, Aeropuertos Argentina 2000, DirectTV y Expertas Seguros. Se reconoce a la ganadora, a la organización y también se entrega una mención a quien sale segunda.

-¿Qué proyectos tienen a futuro?

-Por lo pronto, este año incorporamos un montón de socias nuevas. Fuimos renuentes, al principio, a sumar gente. Nos planteamos mantener un tamaño pequeño, porque el objetivo es cualitativo, para que quienes comprendieran el qué y el cómo comunicaran estas experiencias y estos aprendizajes. Siempre mujeres, nuestra “etapa de pantalón” todavía no llegó, aunque podría hacerlo. Pero ahora queremos consolidar las incorporaciones para estar alineadas. Seguiremos con la premiación y las meet ups, que se hacen en el espacio de Fundación Telefónica. También se lanza Pollera Pantalón Uruguay, que ya está operando. Ahora estamos contratando a una Directora Ejecutiva que hará la función de coordinación profesionalmente. Como planes adicionales, tuvimos en 2022 una misión de mujeres empresarias a Madrid; este año una invitación del gobierno de la India (para hacer un ambicioso programa de mujeres de empresa y comprender cómo se incorpora al aparato productivo sin dejar de lado su cuestión cultural); y estamos trabajando en una misión a Washington, Estados Unidos, para entender el marco regulatorio de las acciones que tanto impactan en América Latina. Tenemos, además, un proyecto para hacer un acuerdo público privado con el fin de implementar un sistema de escolaridad TUMO en Argentina o de Escuela 42. TUMO es una organización nacida en Armenia que se dirige al estudiante regular, entre 12 y 16 años, que no puede adquirir por su cuenta mayor formación, un centro gratuito con distintos niveles de informática y tecnología, donde van avanzando, con algunos tutores, y en los niveles más altos están los unicornios: Google, Apple, Globant, Amazon. En el caso de Escuela 42, de Telefónica, el proyecto tiene que ver con rescate y empleabilidad.

-¿Qué balance hacés de estos cinco años y de tu paso por la ONG?

-En mi carrera profesional como abogada me fue muy bien. Trabajo desde los 16 años. Nunca pensé en promover una organización de este tipo, porque nunca sentí ningún tipo de discriminación o limitante en la vida por el hecho de ser mujer. Incluso, cuando tenía 32 años era la única en una mesa de hombres. En los años 2017/2018, cuando participaba de los encuentros, era muy burdo lo que se veía. Pero no porque a mí no me hubiera ocurrido el desafío valía menos. Y me cambió la vida, porque empecé a mirar las cosas desde una perspectiva diferente. Desde lo que observo, el 100 por ciento de las mujeres que formaron parte de la primera misión a Londres desplegaron todo su potencial y hoy se comen el mundo. Lo que plantearon es que uno siente que no tiene enemigos. Por el contrario, hay una mirada relajada de mujeres que quieren lo mejor para la otra, con mucha seguridad y convicción. Eso te impulsa y hace que consigas lo que querés.

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