Para Alberto Espósito, presidente de la empresa Farmográfica, es imposible alcanzar los objetivos productivos sin implicarse en mejorar el estado de ánimo de los empleados.
Posee una certeza absoluta en sus ideas, las que enfatiza como provenientes de una historia de vida que se ha desarrollado en paralelo a la evolución de Farmográfica, y se manifiesta orgulloso de contar ya con la tercera generación entre sus directivos.
Alberto Espósito hace de esta una entrevista sobre valores ligados a la RSE y se toma un momento para reflexionar sobre lo que considera central en la vida. Y es que para él, la forma en que se puede trabajar sobre la eficiencia y la calidad en el proceso productivo no es solo proporcionarles a los empleados una buena remuneración, formación constante y capacidad de progreso, sino también apuntar a esas zonas del vacío motivacional, de las que surgen los más inexplicables errores de sus empleados. El eje de su visión empresariaestá en esta preocupación sobre cómo vive y aprecia la vida quien trabaja en su empresa. Allí es donde el CEO considera que Farmográfica está más alineada con esta era de la sustentabilidad.
¿Qué siente con respecto a esta época, en cuanto a la reflexión y el trabajo sobre la responsabilidad social empresaria?
Nosotros tenemos un origen muy humilde y somos un exponente de esa posibilidad que la vida otorga al trabajo, el compromiso y la obstinación en alcanzar los objetivos de superación que nos transmitió nuestro padre, que cuando yo nací era un obrero de Fabril Financiera. La tercera generación familiar está en nuestra planta, con la presencia de los nietos de quien fundó la empresa. Y los que estamos hoy conduciendo la compañía crecimos en el mismo marco de los que hoy integran nuestra unidad de producción. Por lo tanto, la forma en que gestionamos la compañía tiene un arraigo muy fuerte en esta problemática. Respecto de los recursos humanos, nos ocupamos en tratar de entender y resolver los aspectos negativos que impiden el desarrollo de las potencialidades que todo individuo posee, y en desentrañar cómo nuestra gente nos ve a los que conducimos. Cuanto más iguales nos vean, mayores serán las posibilidades de comunicarnos francamente.
¿Siente que no tienen que adaptarse a estos tiempos y reflexiones?
Exactamente. Tengo 70 años y hace más de 40 que estoy al frente de la empresa. Y a mi hermano, que tiene ocho menos que yo, también le sucede lo mismo. Prácticamente nacimos acá dentro. Durante un tiempo, en esta compañía que hoy tiene 200 personas, llegué a ser el único empleado administrativo. Para nosotros entender la problemática de los recursos humanos es algo que sentimos como muy propio. Por supuesto que uno como persona va cambiando, se va alejando de la puerta de entrada, como suelo decir, porque antes nuestra oficina estaba en la entrada, sin mamparas que nos separaran del exterior ni del interior, y desde allí se podía apreciar la realidad sin interferencias, se sentían el frío y el calor en todos los aspectos. Pero ahora estoy a 150 metros de la puerta y esa distancia me hace perder muchas cosas, pero hemos ido generando en cada punto de esta distancia los resortes necesarios como para mantener el equilibrio emocional y racional que hoy nuestra sociedad ha perdido. En mi casa no se vivía con ese resentimiento y bronca que hoy se percibe en la gente, que entiendo es producto de la impotencia y frustración que arrastramos después de tantas frustraciones a nivel colectivo.
¿A qué se refiere específicamente?
Diría que ese recelo que a veces se transforma en bronca contra quien resulta nuestro superior jerárquico, jefes, supervisores o dueños de la compañía es la consecuencia, en la mayoría de las veces, del contraste que supone que eso es lo que nosotros deberíamos ser y no podemos o algún otro nos impide lograrlo, desconociendo muchas veces todo lo que hay de esfuerzo, postergación y constancia en la obtención de determinados logros. Yo crecí en la casa de un obrero, donde las circunstancias, a finales de la década del 40, eran sustancialmente diferentes a las de hoy. Respecto del confort general, no existían ni la calefacción a gas ni mucho menos el aire acondicionado. Pero el sentimiento que se vivía en mi casa no era el que hoy se percibe, era más bien el que tenía el inmigrante, de agradecimiento por contar con un trabajo y poder alcanzar sus objetivos de mejora y ascenso social de su familia. La felicidad estaba puesta en obtener cosas mucho más básicas. Pero también había vocación de superación con sacrificio dejando de lado el hoy, invirtiendo para el futuro y soñando con que sus hijos lograran el ascenso social que ellos deseaban. Como proyectándose en ellos en el camino de la superación. Hoy, por intereses que son ajenos a la problemática de las personas, se les brinda un mensaje para captarlas políticamente, se busca el resentimiento, simplificar el camino planteándoles derechos que no existen en ningún lugar del mundo, para someterlas a un pensamiento infantil que las esclaviza de ese supuesto líder que ha de reparar esta supuesta injusticia y entregarles lo que se merecen.
¿Y cuál es el mensaje que usted quiere dar, como responsable de una empresa?
Si bien existe un desequilibrio emocional social que no podemos modificar, que es el que vivimos en la calle, creo que nosotros podemos ayudar a nuestra gente para que se encuentre a sí misma y haciéndose cargo de sí, y abandonar así la victimización que padece y decidirse a movilizar sus recursos internos. Creo fervientemente que la felicidad es una decisión personal. Cada mañana podemos decidir cómo quiero enfrentar este día: puedo reclamar por todo lo que me falta, haciéndome infeliz, o por el contrario reconocer lo mucho que tengo al estar vivo y saludable, y decidir entonces hacerme cargo y enfrentar el desafío de luchar por mi destino, trabajando con responsabilidad y disfrutando de mi tarea, capacitándome para sentir con ello que soy capaz de mejorar mi vida y la de los que me acompañan. Puedo, haciéndome cargo de mi destino, abandonar el rol de víctima que me paraliza y me somete a la voluntad de algún otro. Si pudiéramos ayudar a modificar esto, lograríamos que cada uno se sienta como se dice, artífice de su destino y responsable de sí mismo, asumiendo que la vida es una lucha constante por la salud, el amor y el dinero nunca seguros, pero que vale la pena siempre ser vivida con esperanza y esfuerzo. Esta sensación de victimización generalizada ha provocado la rebeldía y el desapego por el orden, necesarias prioritariamente para la seguridad y la vida. Hoy en la calle no hay reglas y todos queremos imponernos sobre el otro, un vivo ejemplo es la violación de las señales de tránsito, que son para el resguardo de todos. Si como peatón cruzo con la luz roja, es probable que el que viene manejando se suba a la vereda para esquivarme y mate a un niño que viene caminando de la escuela. Cumplir las reglas es la base de la seguridad de todos y es nuestra responsabilidad social primera.
¿Y cómo piensa esto en el ámbito de la empresa?
Dentro de la empresa este desorden social influye. El no adaptarse a las reglas, la resistencia a cumplirlas, lo vemos hasta en los colegios, donde a los alumnos se los quiere calificar y ellos y sus padres se enojan. Esto también sucede en las empresas, que tienen reglas que no están destinadas a sojuzgar, sino que nos aseguran el buen desempeño. Y hay una instancia psicológica de resistencia, que es similar a la que se manifiesta cuando nuestro padre nos indica qué es lo que hay que hacer. Es una resistencia al deber ser, como si fuese una opresión, una quita de libertad. Y no es así. El aprendizaje necesita de orden. Y el producir bien también, y esto es asumir un compromiso social que nos beneficia como comunidad. Yo produzco un bien para otro y debo producirlo de la misma manera que si fuese hecho para mí. De no hacerlo, nos hace finalmente dejar de ser competitivos, puesto que agregamos los costos de esa ineficiencia a lo que producimos, y que finalmente terminamos pagando como consumidores. El ser mejores hace que terminemos ayudándonos a vivir mejor, es una verdadera acción de bien común hacer las cosas bien sin dilapidar tiempo ni recursos.
¿Eso es un tema ético?
Sí, es una ética que no tiene que ver con niveles jerárquicos ni sociales. La ética es un bien común, algo de lo que no solemos tener conciencia. Todos debemos valorar y respetar el hacer bien las cosas, como un bien para nosotros mismos que derrama sobre la comunidad de la que somos parte. No lo hacemos para nuestro jefe ni para la empresa. Si todos fuéramos responsables por lo que hacemos, sin lugar a dudas recogeríamos los frutos de ello en nuestra vida en común.
Como empresa, ¿esta ética está presente en cómo producen?
Por supuesto, porque todos somos parte de una cadena. Tenemos que trabajar con una ética en común todos los que somos parte de la compañía. Porque si eso no pasa, lo que generamos son problemas en la etapa siguiente de la producción. Y un costo extra a esa etapa, sobrecostos de los cuales después nos terminamos quejando, siendo que nosotros somos parte. Cada uno debe ocuparse de cambiar más allá de todos los condicionamientos políticos económicos globales. Hay que actuar con una actitud no infantil para dejar de pensar que la culpa de las cosas la tiene otro y por ende victimizarse. Si uno se victimiza, deja de tener algo para hacer. Y es una posición cómoda. Mi padre trabajaba todos los días, incluyendo los fines de semana, y aunque en mi casa teníamos muy poco igual éramos felices. Porque no había otro culpable de lo que nos pasaba, había una realidad, éramos pobres, pero no sentíamos una sensación de opresión. Y debo decir, creo que la felicidad es una decisión personal, de levantarse todos los días y apreciar la vida. Y si uno pone la mirada en lo que no tiene y en lo imposible, ello es garantía de encontrar la infelicidad y la frustración. Uno posee muchas cosas que valora generalmente solo cuando las pierde, como la salud, fundamentalmente, o el contar con un techo.
¿Y cómo incorpora el valorar lo esencial a su trabajo en la empresa?
Acá tratamos de hacer cursos que nos ayuden a vivir mejor. Queremos que la gente se encuentre a sí misma, porque podemos hablar de productividad, pero tenemos primero que ver si estamos con individuos que tienen una infelicidad profunda, generada por todo tipo de comparaciones y anhelos muchas veces puestos en el imposible. Porque vemos en la televisión un mundo que no existe y lo convertimos en nuestro modelo aspiracional. Antes mirábamos las publicidades de cigarrillos donde se asociaba el fumar al ser héroes y valerosos. Y el fumar mata, eran mensajes horribles. Mirar la televisión y creer que ese es el mundo real nos está ensuciando la cabeza. Evidentemente todo el mundo mira esa vida como la que quiere vivir, en lugar de ver la que tiene. Y lo digo por experiencia propia, cuando uno menos necesita es cuando más tiene. Cuando uno logra contener la ansiedad por tener y transformarla por ser, es cuando más le sobra. Te sobra tiempo, vida, cosas. Y esto ocurre con cualquier condición económica, puesto que la propensión al gasto es infinita, dependiendo de nosotros condicionarla o acotarla.
¿La ansiedad también puede afectar la forma de producir?
A la hora de producir, lo que queremos es hacerlo bien y rápido. Y en este punto nos encontramos con cosas inentendibles. Tenemos procedimientos, gente que valoramos y creemos responsable. Y, sin embargo, comete errores obvios. Si hubiésemos sido una línea aérea, he dicho algunas veces acá, habríamos apilado cientos de muertos. Porque alguien responsable recibe un proceso en estado erróneo, por el anterior operador. Y en lugar de chequear el proceso como indica el protocolo, al igual que si fuese un avión, insólitamente pone que controla lo que no controla y sigue adelante con el error. La única forma de entender esto es que hay algo psicológico que le está impidiendo cumplir las reglas. La situación acá es la siguiente: tenemos reglas, tratamos de que se cumplan, porque la experiencia nos dice que, haciéndolo, el resultado que esperamos es el adecuado. Por lo tanto, esa imposición de las reglas no es caprichosa, sino que obedece a un conocimiento vivencial. Y vemos que casi todos venimos de un contexto donde casi no hay reglas, resulta difícil pasar la puerta de la empresa y allí convertirse. Se da un contagio con “las no reglas”. Por eso, inevitablemente, tenemos que aumentar los controles, porque el inconsciente les dice que no sirven las reglas. Nosotros ante las fallas y errores no recurrimos a la “búsqueda y el castigo del culpable”, pues esto no removería los causales. Nos preguntamos por qué pasó y qué debemos hacer para que no vuelva a pasar. De allí surgen las reglas y los protocolos de procedimientos.
Es útil tener conciencia de ese contexto para poder transformarlo…
Es que si eso no pasa, habríamos prescindido de muchos operadores. Y no es que no sirvan, entendemos que se hallan impedidos de valorar la consecuencia de no seguir las normas, un superyó por momento los convierte en infalibles y no le dejan el lugar a la duda, que es lo que nos hace estar atentos. Por eso, nuestra preocupación es qué podemos hacer por nuestra gente, cómo ayudar. Primero, a que vivan mejor. Y eso no tiene que ver con el dinero. Claro que hay una necesidad mínima que si no está satisfecha provoca desesperación, pero no es que después de eso la cuenta sea que tener más dinero posee su correlato en obtener más felicidad. Entonces la realidad es que hay que trabajar más sobre el individuo, para ayudarlo a vivir mejor, porque es la condición básica para que pueda estar dispuesto a internalizar las conductas necesarias y las implicancias de lo que queremos hacer. Así, lo que desarrollamos son charlas que tienen que ver con la manera de enfrentar la problemática de vivir. Creemos que la decisión de ser feliz es algo individual y muy necesario para que estemos aptos para enfrentar nuestras responsabilidades.
¿Estas charlas son para todos los empleados?
Sí, porque nuestro diagnóstico es que estamos ante un contexto de buenas personas que por momentos hacen las cosas mal. Buscamos cuáles son sus carencias básicas para tratar de ayudar a otorgarles mayores resguardos. Somos una empresa que cumple con todas las leyes y vamos dentro de nuestras posibilidades más allá de lo legal, hacemos mucho foco en la seguridad en el trabajo y la salud, otorgamos a todo nuestro personal una cobertura médica, con una prestadora de primer nivel, que es la misma que yo tengo. Esto entendemos les da un paraguas enorme para que se sientan seguros, en este aspecto tan importante para la vida que es su cuidado. Pretendemos con ello resolver la angustia que generan las enfermedades y la posibilidad de una adecuada atención, y ayudar a que sientan que la empresa los valora, al cuidarlos a ellos y a su grupo familiar, y así puedan sentirse reconocidos. Eso mejora la calidad de vida y nuestra autoestima. Si logramos ello, lograremos tener personas dispuestas a aprender y cumplir. Porque el estado de felicidad produce amplitud en la mente y predisposición anímica. Entonces, lo que tenemos que hacer como empresa es enfrentar la desconfianza y los preconceptos que generan ambientes hostiles, que son la manifestación de la impotencia que exteriorizan todos aquellos que en la desesperanza o frustración deciden vivir peleados con la vida.
¿Cómo eligen a las personas que dan las charlas?
En el pasado hemos convocado a psicólogos, gente que tiene experiencia sobre el manejo y el tratamiento de las emociones y en la resolución de los conflictos emocionales, especialmente de los grupos o comunidades. Y hemos tenido efectos. Hay momentos en que, por ciertas circunstancias, nos hemos volcado más a procesos de calificación profesional. Pero esto es habitual, a veces hay problemas que nos hacen poner foco en lo urgente y abandonar lo importante; somos humanos y reaccionamos como tales, pero siempre nos autoexaminamos y retomamos el sendero. Quisiera insistir en que este camino es complejo y largo, pues se trata de convencer de las ventajas que significa vivir bien, lo entendemos como el único camino a seguir para resolver las problemáticas del grupo partiendo desde lo individual para llegar hasta lo colectivo. Estamos convencidos de que no podemos alcanzar los objetivos que nos fijamos sin mejorar el estado de ánimo de las personas que trabajan en la empresa. Antes, no había tanta complicidad respecto del incumplidor, había reglas claras y se cumplían, o eran expulsados por el mismo conjunto. Pero hoy, el que no trabaja bien, en lugar de ser expulsado por los que cumplen, es amparado en perjuicio de todos, yo diría que nos hemos vuelto más irresponsables como sociedad, haciéndonos permisivos con los incumplidores.
¿Cómo vive estas ideas el mundo de sus colegas empresarios?
En general creo que, en muchos casos, lo que hacemos nosotros ha sido visto con sorpresa. Esta visión de tratar de analizar el clima completo y no quedarse en una mirada simple que considere que las cosas están hechas mal porque la gente no sirve. Acá hay una problemática de fondo, que es del país. Para cambiar todo se necesita tiempo. Y mientras tanto hay que estar atentos a no victimizarnos, porque las verdaderas prisiones están en la mente, como los límites. Entonces, lo que podemos hacer es ayudar a nuestros empleados a que vivan mejor. Si ellos viven mejor con sus vidas, nos podemos sentar a hablar, porque deja de estar esa barrera del resentimiento o la desconfianza. Cuando estás bien, podés escuchar. Esa es nuestra visión. Claro que de esta visión también esperamos un resultado, porque no somos una entidad benéfica. Sí puedo decir que cuidamos a nuestra gente. Pero esto va más allá, porque entendemos que es necesario que todos aprendamos a vivir mejor. Y en estos tiempos de tanta conflictividad social, es lo que hay que encontrar, siento a mis 70 años que es necesario crear un ambiente de comprensión. Y solo se logra con personas que vivan un grado de satisfacción razonable.
HISTORIA
Farmográfica es una empresa gráfica dedicada a la fabricación de envases de cartulina. Su campo de acción abarca productos como la cosmética, el cuidado de la salud, el consumo masivo y el mercado premium de bebidas. Cuentan con una amplia gama de soluciones que van desde la impresión offset convencional hasta el sistema de impresión offset digital, pasando por WOW, un sistema de laminado metálico más rápido y versátil; ofreciendo alternativas competitivas.