Mateo Bartolini es el Gerente General del Fondo Nacional de Capital Social (Foncap), organismo dependiente del Ministerio de Economía, que tiene como objetivo fomentar el desarrollo de las microfinanzas en la Argentina a través de microcréditos, educación financiera e innovación.
Mientras estudiaba la carrera de Economía, Mateo Bartolini comenzó a participar en un espacio comunitario en la villa La Cava, en el partido de San Isidro. Allí se conectó con experiencias de bancos populares y de microcréditos para mujeres que tenían emprendimientos de la economía social y solidaria. Cuando se enteró de que había un programa para estudiantes de otros países en el Banco Grameen, de Bangladesh –que tiene nueve millones de clientas y sacó a 4 millones de mujeres de la pobreza, y fue creado por el emprendedor social Premio Nobel de la Paz Muhamad Yunnus–, no dudó en presentar la solicitud. “En Bangladesh descubrí el poder de las microfinanzas, el impacto que tiene en las personas, en la economía de un país, en la posibilidad de revertir los efectos de la pobreza, de reducirla, y de impulsar proyectos productivos. Conocí distintas experiencias de territorio y de superación de personas a través del acceso al microcrédito”, explica Mateo. De regreso a la Argentina, trabajó en la Dirección General de Integración Económica y Mantenimiento del barrio Padre Carlos Mugica (ex villa 31), en la aplicación estratégica multidimensional de inclusión financiera.
Desde enero de este año, este economista de solo 25 años vuelca su experiencia, su capacidad, sus certezas y todo su entusiasmo en la Dirección del Fondo Nacional de Capital Social (Foncap), un organismo dependiente del Ministerio de Economía de la Nación cuyo objetivo es fomentar el desarrollo de las microfinanzas en la Argentina.
¿Cuándo surgió el Foncap y cómo funciona?
El Foncap surgió a fines de los 90, cuando se creó un fideicomiso para poder invertir en instituciones que den microcréditos, es decir, instituciones de microfinanzas (IMF). Es como un banco de segundo piso que invierte en instituciones que dan crédito. Con ese dinero, esas instituciones otorgan microcréditos –siempre productivos–, luego los cobran y devuelven al Foncap el fondeo inicial que recibieron. Además, así como posibilita el acceso al microcrédito, el Foncap también desarrolla la educación financiera, para que cualquier persona que recibe un microcrédito o que encara un microemprendimiento tenga más herramientas y más habilidades económicas y financieras. Y, también, se dedica a la innovación e investigación para que el sector esté renovado y en la vanguardia en la Argentina.
¿A qué tipo de instituciones da fondos el Foncap?
A asociaciones civiles sin fines de lucro, mutuales de crédito, cooperativas de crédito, agencias de desarrollo local y asociaciones comerciales que se dedican a las microfinanzas.
¿De dónde obtienen los fondos?
Hoy están llegando a través del Estado argentino, que tomó la decisión de financiar al Foncap fuertemente para garantizar una mayor cobertura de microcréditos –más en este contexto de pandemia–, y también a través del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que se comprometió durante los próximos tres años a financiar una estrategia nacional de microcréditos productivos.
¿Cómo elige el Foncap las instituciones a las que va a otorgar financiamiento?
Cualquier IMF puede solicitar fondeo del Foncap. No hay un criterio para ser elegida, sino requisitos que se tienen que cumplir: un estado económico financiero saludable, demostrar tres balances en los últimos tres años de operatoria que muestren un buen activo y además tener un estatuto como institución civil, una personería jurídica que sea acorde a las microfinanzas, a otorgar microcréditos productivos. Cualquier institución que cumpla esos requisitos de la manera más amplia puede solicitar fondeo del Foncap.
¿A cuántas instituciones presta dinero? ¿Hubo cambios desde que comenzó?
El Foncap empezó en 1997. En 2015 llegó a superar las 40 IMF y, a fines de 2019, se derrumbó hasta 16. Estamos en el camino de volver a ampliar la cantidad de instituciones. Hoy ya contamos con un 50 por ciento más de IMF en proceso de obtener financiamiento. También se modificó la cantidad de microcréditos que otorgan. En 2015 se llegó a financiar 25.000 microemprendimientos en todo el país. Como venía la tendencia, en 2020 íbamos a terminar con 7000 aproximadamente. Con lo que estamos haciendo, vamos a llegar este mes [septiembre] a 12.500, con lo cual rompemos la tendencia de cuatro o cinco años de caída, y empezamos a crecer. Y recién estamos en septiembre.
¿Sabe el Foncap a qué tipo de emprendimientos otorgan créditos las IMF?
Cuando llegamos, queríamos que el Foncap tuviera una gestión más productiva, entonces automáticamente lo que hicimos fue pedir datos acerca de qué microemprendimientos estábamos financiando: ¿compra y reventa?, ¿producción de alimentos?, ¿comercios? Esos datos no los teníamos, no estaban. Por eso, creamos el Foncap Productivo y Sustentable (Fonprosu). Con este programa, todas las IMF que están sacando créditos del Foncap se comprometen a dar datos que no daban. Para fines de año vamos a poder dar un mapeo claro de cuánto fue a producción textil, cuánto a producción de alimentos, cuánto a transporte (porque algunos van a taxis o a remises), cuánto a proveer servicios turísticos. No están los resultados, es un proceso. Las IMF deben aprender a obtener esta información, comprender la importancia que poseen para el Foncap esos datos, y los equipos internos del Foncap deben aprender a procesar la información.
¿Pero sí tienen un seguimiento de si los devuelven o no?
Sí, con la mora hay un seguimiento muy estricto, histórico, básicamente porque podría afectar el riesgo económico y financiero de todo el organismo. Cuando llegamos, nos parecía que había que hacer un control más riguroso aún del riesgo y también un seguimiento más cercano a las IMF. Eso nos permitió que durante la pandemia, cuando está tensada toda la cadena de pagos y también las microfinanzas, tengamos mora cero. Esto fue producto de, por un lado, usar todas las herramientas que tenemos para controlar la mora, pero también de poder hacer un seguimiento de las IMF (“Nos estás debiendo tanto dinero, lo tenés que pagar, así funciona, hacé un esfuerzo”). Y por otro lado, hicimos algo que nunca se había aplicado ni en el Foncap ni en las microfinanzas en la Argentina, que fue usar elementos de la economía macro a las microfinanzas: agarramos todos los contratos de crédito de las IMF más chicas y les hicimos un “reperfilamiento” de sus contratos. Eso permitió que durante los tres primeros meses de pandemia, que fueron los más duros en términos económicos, no tuvieran que pagar lo que le debían al Foncap y lo puedan pagar recién el año que viene.
La mora no les importa tanto…
Nuestro principal seguro en cuanto a que nos van a devolver el crédito es que las microfinanzas funcionan a través de la promesa. El mayor incentivo que tienen para devolver los créditos es que el que sacó uno de 5000 pesos quiere sacar uno de 10.000, y el que tuvo uno de 50.000 quiere uno de 75.000. El único requisito que debe cumplir sí o sí para volver a sacar un crédito es que devuelva el primero. Esa es la principal razón por la cual la mora no es un problema en las microfinanzas en la Argentina y prácticamente en ningún otro país.
¿Cuál sería entonces el principal problema de las IMF?
Uno de los problemas es que las IMF consiguen fondeo, pero no pueden colocar los microcréditos porque no hay demanda.
¿Por qué hay falta de demanda? ¿Falta de publicidad?
Es de todo un poco. Por un lado, no hay una completa difusión de las microfinanzas. Algo que parece muy simple, pero que nos preocupa y nos ocupa, es que las IMF muchas veces no usan redes sociales. Se quedaron en la confianza extrema del boca a boca, pero hay más demanda potencial de microcréditos que demanda efectiva y a veces no tiene que ver con que no haya IMF, sino con que las personas no saben que las IMF están.
¿El Foncap funciona en todo el país?
Uno de los compromisos de la nueva gestión es tener una gestión federal en el discurso y en los recursos. Por eso, nos preocupaban dos regiones en donde el Foncap no tenía presencia: la Patagonia y Cuyo. Ahora estamos volviendo a la Patagonia en términos de financiamiento, en Neuquén. En Cuyo estamos avanzados en La Rioja, y en Catamarca hay algunas gestiones. Ya hemos vuelto en esta etapa del año con educación financiera a algunos lugares de la Patagonia (Ushuaia, Comodoro Rivadavia) y a Cuyo (La Rioja).
Precisamente la educación financiera es otra de las tareas del Foncap. ¿En qué consiste?
Para nosotros es fundamental. Queremos que cuando una persona saca un microcrédito, tenga las mejores herramientas posibles para utilizarlo. Hasta el año pasado, el Foncap tenía como política de educación financiera un canal de YouTube en donde se hacían entrevistas a supuestos referentes de las IMF. A nosotros nos parecía que había que otorgarle territorialidad, y lo primero que hicimos fue desarrollar un ciclo de educación financiera que daba cinco talleres presenciales. En el medio llegó la pandemia y lo transformamos en un ciclo virtual. Hoy tenemos el programa Educación Financiera Virtual (EFIV), que consiste en siete talleres que se dan en todas las ciudades que adhieren al Foncap. Les brindamos las herramientas de difusión para que inviten a los vecinos, les ponemos una plataforma a través de un canal de YouTube para que puedan verlo sin tener que descargar una aplicación y consumiendo la menor cantidad de datos posibles. Acceden a cursos de pagos digitales, de análisis de costos, de análisis de finanzas del emprendimiento, de cómo pensar un modelo de negocio propio, de cómo utilizar herramientas financieras –sobre todo orientado a las personas mayores–, de cómo pensar la perspectiva de género en el emprendimiento, porque muchas de las que sacan los créditos son mujeres, y nos parece que tiene que quedar muy en claro que el crédito no es del matrimonio, ni de la pareja ni de la familia: es de la mujer. Es un sector muy feminizado, por eso nos parece importante darle un correlato en la gestión.
¿Qué tareas de innovación realiza el Foncap?
En abril hicimos una reforma estructural en términos de herramientas de gestión, y una de ellas fue crear una Gerencia de Innovación para las microfinanzas, algo que no existía. Hoy, de ahí se disparan políticas de digitalización, de sustentabilidad y de evaluación de impacto y seguimiento. Eso nos ha permitido poner, con el BID, un programa para evaluar el impacto de los microcréditos en Chaco y Salta. Estamos avanzando a través de una mesa de trabajo con una fintech y con una IMF nacionales en un proceso de digitalización de los microcréditos. También, queremos poner las microfinanzas en la agenda de sustentabilidad y que los emprendimientos que financian puedan mostrarse a la sociedad y venderse como emprendimientos sustentables.
¿Cómo impacta el desarrollo de los microemprendimientos en una localidad?
Ayudan a la reactivación económica, porque, a partir de ellos, algunas personas tienen más ingresos disponibles para estar, para consumir, para invertir. Entonces, en primer lugar, genera impacto positivo en la economía local y moviliza los comercios de cercanía. Además, a nosotros nos interesa mucho y estamos empezando a hacer un seguimiento en lo que tiene que ver con lo que llamamos “tasa de mortalidad de los emprendimientos”. Es decir, puede ser que la microempresa no crezca exponencialmente y la persona no se transforme en un gran empresario, pero sí se puede lograr que quien abrió su comercio, empezó a sembrar algo o se puso a producir un objeto que está comercializando lo pueda mantener en el tiempo; que no ocurra que, al primer mes sin ventas, lo tenga que cerrar, sino que, con el dinero del crédito pueda asegurarse un piso de inversión que le permita tener esa etapa que necesita cualquier emprendimiento de no dar una ganancia absoluta o no poder reinvertir todo o enfrentar la volatilidad del principiante.
¿Cuáles son los objetivos a corto y largo plazo?
Este año un objetivo fundamental es recuperar una gestión federal del Foncap. Llegar como mínimo a la Patagonia, pero creo que vamos a llegar a Cuyo también. Otro objetivo es recuperar la capitalización del Foncap, que ya lo estamos cumpliendo porque estamos por duplicar la cantidad histórica de créditos y hemos obtenido financiamiento internacional para los próximos tres años. Por otro lado, dejar un sector de las microfinanzas con más herramientas y más capacidades de las que había antes, lo cual implica más sustentabilidad, evaluación de impacto, nuevos productos, datos que antes no tenían para tomar mejor decisiones. Nos interesa que quede un sector robusto en la Argentina, una burguesía nacional de microcréditos.
¿Cambió la situación en la pandemia?
Las microfinanzas funcionan mucho con cercanía. Los créditos se cobran y se otorgan a través de una persona que se junta con otra o en una reunión de grupo donde diez personas van devolviendo su crédito a la institución. También, cuando una IMF otorga su crédito, va y visita el emprendimiento físicamente. Entonces, durante la pandemia, todo estaba muy trabado en este aspecto. Frente a eso, lo que hicimos fue, por un lado, darles a las IMF herramientas de digitalización interna, mediante un menú de pago para usar (con tarjeta de débito, con QR, con transferencia bancaria) para que puedan seguir cobrando. Por otro lado, les dimos herramientas para que difundan entre las personas que habían sacado el crédito formas para seguir comercializando digitalmente (cómo obtener un CBU desde la casa, cómo hacer una orden de extracción de un banco sin tener tarjeta, cómo hacer un depósito bancario sin encontrarse bancarizado). Y también, como dije, reperfilamos los contratos de crédito de las sociedades pequeñas y medianas para que no se queden sin dinero durante la pandemia por tener que devolver al Foncap; que nos devuelvan después a nosotros y puedan priorizar el funcionamiento de las instituciones.