Sabrina Maino es la Directora de la Fundación Conin El Tigre, uno de los 56 centros de esta ONG que lucha hace 20 años contra la desnutrición infantil. Una alimentación deficiente en los primeros años de vida, avisa ella, es letal para el desarrollo del cerebro.
Sonó el teléfono un día cualquiera y, desde el otro lado, las maestras de una escuela de la provincia de Buenos Aires dijeron “No podemos educar”. Lo que ocurría era que sus alumnos, a partir de los ocho o nueve años, eran incapaces de aprender a multiplicar o a dividir. Eran pensamientos demasiado abstractos para sus cerebros dañados por la desnutrición.
Para evitar casos como este, nace en 1993 la Fundación Conin, una iniciativa del médico mendocino Abel Albino para fomentar la alimentación adecuada en los niños. Desde ahí repite incansablemente: “Durante los primeros 12 meses de vida, se forma el 80% del cerebro que la persona va a tener de adulta”. Y es que mucho antes, el doctor Albino había comprobado, a través del estudio con el médico chileno Fernando Mönckeberg, las graves consecuencias que la desnutrición causaba no solo para el desarrollo intelectual de los más pequeños, sino también para el progreso del país. Así es que decidió abandonar su especialidad en Medicina Molecular (“Una especialidad del futuro”, decía) y abocarse a un tema del pasado que, en la Argentina, todavía estaba por resolver. La subsistencia más básica.
Ahora, después de más de 20 años de labor y una treintena de reconocimientos en todo el mundo, la red de centros Conin se sigue extendiendo en todo el país y en el exterior. El último en abrir sus puertas, en junio de 2013, es su brazo número 56: la Fundación Conin El Tigre, que desde el primer momento impulsó Sabrina Maino y que hoy dirige en este barrio del Rincón de Milberg, en la provincia de Buenos Aires.
Esta mañana de entrevista, al llegar a las calles que rodean la nueva sede, sorprende el contraste entre las casas parchadas con hojalata y los espléndidos edificios del country a escasos metros de distancia tras un muro con púas. Una vez dentro, la directora recorre todas las dependencias del lugar –la cocina, el comedor, la guardería o el espacio de juegos–, que, como ella, están a disposición del centenar de chicos que atienden de martes a sábado.
Los centros Conin abordan la desnutrición desde un punto de vista integral y basan su funcionamiento en tres pilares: educación, asistencia e investigación.
Así es. Se trata de una metodología muy estricta fruto de muchos años de investigación y cuya implementación trae resultados muy positivos. Acá no hay improvisación, está todo muy estudiado. Por eso sabemos que desde el día cero y hasta los 16 meses, el cerebro crece hasta alcanzar prácticamente el tamaño que tendrá cuando la persona sea adulta. Si en ese tiempo le falta alimentación o estímulo, ese cerebro no crecerá correctamente, y ahí se producirá un daño que puede ser permanente. Abel Albino dice que la desnutrición es la única debilidad humana que puede ser prevenida y que es creada por el hombre. El ser humano no nace, genéticamente, deteriorado. Está provocado porque no tuvo la atención adecuada.
¿Y cuáles son los daños que puede causar la desnutrición?
Si un niño tiene desnutrición en sus primeros años, aunque salga de ese cuadro va a arrastrar problemas toda su vida. Puede haber déficit cerebral, por lo que su entendimiento será insuficiente, y también serán más menudos, porque afecta también en la talla. Además quedará mermado su sistema inmunológico: sus cuerpos no pueden defenderse y están continuamente enfermos. La desnutrición es como transformar a un ser humano en un bonsái. Vas podando y la persona se va convirtiendo en un roble, pero en miniatura. Nunca será el árbol fuerte que estaba destinado a ser.
La educación es entonces el modo en que se previene la desnutrición.
Sí, pero la educación entendida en un sentido amplio, porque la pobreza extrema, donde está el origen de esta problemática, tiene múltiples causas. Un pobre no es solamente una persona que no tiene dinero. Es un ser humano que no tiene esperanza o que hace mucho tiempo vive una realidad agobiante. No puede proyectarse en el futuro, porque no hay lugar para la introspección o la programación. Seguramente estará deprimido y solo, y no hay nadie que le dé una mano para salir de ese pozo. Ese es el drama en el que se encuentran muchas de las madres con quienes trabajamos.
Para revertir la situación de los niños, trabajan también con las madres.
La mayoría de las madres son muy jóvenes y tuvieron que dejarlo todo para hacerse cargo de un hijo. Ellas tampoco pudieron educarse. Desde Conin, nos encargamos de su formación, pero no solo de la parte académica, también les mostramos que la maternidad significa transmitir a sus pequeños alegría, ternura, esperanza. Si el niño no recibe afecto, es un discapacitado también. El problema es que muchas de esas madres, inmersas en sus dramas, han perdido la capacidad de sentir y de transmitir amor. Por eso en este centro ayudamos de una manera muy amplia, sobre todo dando contención, estando presentes y demostrándoles que hay alguien que se preocupa por ellas. Yo puedo ser muy buena Directora y conocer bien la fundación, pero si no estoy acá, con ellas, no sirve para nada. En general nos reunimos cada semana con las chicas en la capilla del centro y nos contamos nuestros problemas. “A ver, díganme, ¿qué les pasó esta semana?”.
Y esa contención emocional se complementa con los talleres que cursan.
Les damos formación teórica sobre nutrición. Les enseñamos la importancia de las proteínas, por ejemplo, y cómo implementarlas luego en la práctica a partir de nueva recetas. El cambio es muy difícil, pero a poco se va dando. También se ofrecen talleres de cocina, artesanía, costura, y este año queremos conseguir un taller de peluquería. Nuestro objetivo es que las mujeres aprovechen esta formación para que luego puedan trabajar en ese campo.
Y los niños, ¿qué educación reciben?
La treintena de niños que se forman de cero a dos años lo hacen conjuntamente con la madre en lo que llamamos “estimulación temprana”. La gran estimuladora es la madre, que es quien debe encargarse de que se implementen, en la vida cotidiana del pequeño, los conocimientos que se le transmiten.
Nosotros a veces estamos acostumbrados, en nuestro medio, a jugar con el bebé, a bañarlo, a cambiarlo… Estas mujeres ¿dónde lo hacen? La mayoría no tiene baño. Apenas pueden comprar un pañal. Entonces estas mamás no juegan con sus hijos. Es más, la mayoría de las veces son un estorbo, son niños no deseados. Los dejan abandonados, y los pequeños, al tiempo, se acostumbran. Ni lloran ni reclaman. De vez en cuando alguien les hace caso. Por eso pierden el estímulo necesario para que ese cerebro crezca correctamente.
Desde Conin lo primero que tratamos de hacer es que la madre entienda el valor de ese hijo y la necesidad que tiene de ella. Que nadie puede reemplazarla y que el bebé quiere jugar, divertirse. Entonces le enseñamos cosas muy simples: a jugar, a cantar. Le explicamos esto: que desde que el niño nace, escucha, siente y percibe. Y que cuanta más atención se le dé, más fuerte y sano crecerá. Y va a tener una oportunidad diferente en la vida. Y ese mensaje las madres lo entienden muy rápido y las hace sentirse muy importantes. “El niño depende de mí”.
Se intenta restablecer el vínculo entre la madre y el hijo.
Sí, por eso ponemos énfasis también en recuperar el amamantamiento, que es fundamental sobre todo en los primeros 16 meses de vida del bebé. El niño no necesita nada más ¡y encima no genera ningún costo! Pero muchas de estas mujeres creen que la leche artificial es mejor. Cuando salen de dar a luz del hospital, les regalan esta leche, y entonces ellas, por desconocimiento, creen que deben seguir alimentando así a sus hijos. Y como la leche es carísima, ¿qué pasa cuando no tienen dinero para comprarla? Que empiezan a bajar las dosis: en vez de cuatro cucharadas, por ejemplo, les dan solo una. Y así los chicos se nutren muy mal desde pequeños. Cuando el cerebro está mal estimulado o mal alimentado, se llena de agua, como pasa a veces con una rodilla golpeada. Las neuronas de ese cerebro, que es como un árbol en primavera, no pueden ramificar, entonces se seca, no crece. Y la solución es en realidad una cuestión simple: el amamantamiento. No es de costo, sino de mala información. Pero en el mundo ya sabemos los intereses que hay. Los laboratorios ganan muchísimo dinero con la leche maternizada.
Se potencia el amamantamiento en esta primera etapa de estimulación temprana. ¿Y qué pasa con el niño cuando llega a los dos años de edad?
En Conin seguimos con la llamada “estimulación integral”, que funciona desde los dos hasta los cinco años. Nosotros lo hacemos a través de la pedagogía Montesori, que de alguna manera afianza a los que están sanos y termina de reforzar a los que tienen alguna dificultad. En esta época se los reeduca. Les enseñamos la importancia de, en sus propias casas, sentarse y compartir, comentar cómo les fue en el día… recuperar el vínculo en la familia.
La educación que ofrece Conin se complementa con una parte asistencial. ¿En qué consiste?
A través de nuestro personal y nuestros más de 40 voluntarios, asistimos a más de 40 familias a cambio de un bono contribución de cinco pesos al mes. Hay un pediatra que revisa a los niños una vez por semana y que controla que reciban el tratamiento apropiado para cada edad. Buscamos que las familias tengan en orden y al día todo lo relacionado con la salud del pequeño, las vacunas, los documentos… Y también les donamos muchas medicinas. Además, damos apoyo psicológico a través de dos profesionales permanentes, tanto para las madres como para los niños; y tres psicopedagogas y una trabajadora social se encargan de los problemas particulares en cada caso. Por otro lado, damos dos comidas diarias, desayuno y almuerzo; y cada dos semanas les entregamos un bolsón con alimento que lleva aceite, leche, huevos, cereales, azúcar, etc. Eso lo va equilibrando la nutricionista. Y trabajamos con la ONG Banco de Alimentos y así conseguimos los productos a un precio mucho más bajo.
En Conin, como hemos mencionado, se trabaja la pobreza de una manera integral. En los últimos años, ¿ha cambiado la manera en que la sociedad aborda esta problemática?
Sí, porque se ha demostrado que no se puede ayudar de cualquier forma. Hay estudios que señalan que el asistencialismo no es el camino, sino la asistencia. Es decir, hay que lograr que esa persona con carencias se levante y se valga por sí misma. Y muchas ONG trabajan en la actualidad de esta forma. Nosotros también: en Conin promovemos la formación para que las madres puedan incorporarse al mercado laboral.
¿Ahora somos más solidarios que antes?
Sí, hay una reconcientización al respecto. Yo creo que cada ser humano es parte de un rompecabezas donde estamos todos. Si alguien no logra desempeñar su función en este mundo, queda afectado el rompecabezas al completo. Por eso hay realidades en las que nos tenemos que involucrar todos. Es responsabilidad de todos, y la única manera en que podamos seguir hacia adelante.
Aunque seamos más solidarios, siguen existiendo muchos mitos relacionados con la pobreza.
En general echarle la culpa al otro nos sale muy fácil. “Lo mató por unas zapatillas”. Yo creo que hay que escarbar un poquito y ver cuál es el problema real de esa persona. Abel Albino habla de un estudio en las cárceles mendocinas que muestra cómo el 80% de los presos tiene un problema de desnutrición y unas capacidades intelectuales incompletas. Estamos en un mundo que busca el éxito, y eso no me parece mal. Pero si un ser humano de entrada se siente limitado, pareciera que no encaja en este mundo. Y eso es lo peor que te puede pasar. Antes solían evadirse con el alcohol, pero ahora lo hacen con drogas, porque son muy baratas y de fácil acceso. Un estudio reciente de Cáritas situaba entre los cinco y los siete años la edad en que los niños empiezan hoy a drogarse. Luego del pegamento pasan al paco, que termina barriendo con sus neuronas. Por eso a mí me gusta pensar que Conin es un espacio alternativo donde ellos pueden distraerse de su carencia. Un pequeño oasis de esperanza. Esas madres son unas heroínas, se lo merecen.
Conocer de cerca
Ver la realidad a través de los medios es algo muy distinto a pisar la calle y comprobar en primera persona lo que ocurre alrededor. Eso lo supo Sabrina Maino cuando empezó a dirigir la Fundación Conin El Tigre, hace ya nueve meses. Y si bien ahora la Directora mira hacia el futuro (quieren abrir otro centro en el barrio La Costilla, también en el Tigre), no se olvida de los inicios: “Cuando empezamos a trabajar, le pregunté a una de las mamás por qué sus chicos estaban siempre enfermos. ‘Mucho frío’, respondió la mujer. Le conseguimos una estufita, pero continuaban los males. Así que un día visité la casa y ahí recién entendí. Era imposible calentar ese ambiente: había agujeros por todas partes, en el piso, en el techo, en las paredes. El frío entraba por todos lados. Yo me dije: ‘¿Cómo puede vivir acá esta mujer con cinco hijos?’. Luego me metí en más casas y me di cuenta de que es imposible que un niño pueda nacer y crecer sano en estos ambientes. Ahí fue cuando empecé a conocer la verdadera realidad.