Hacer el bien

Para Marisa Giraldez, Directora General de la Fundación Banco de Alimentos, valores como compromiso y transparencia son esenciales en su trabajo a la hora de funcionar como un puente entre quienes pueden donar y quienes más urgentemente precisan de las donaciones.

Como miembro de la Red Argentina de Bancos de Alimentos y la Red Global de Bancos de Alimentos (Global Food Banking Network), con sede en los Estados Unidos, la Fundación Banco de Alimentos tiene como misión el ayudar a quien sufre hambre. En un área de influencia comprendida entre la capital del país y una veintena de partidos del Gran Buenos Aires, la institución sin fines de lucro colabora con la alimentación de 92.870 personas por día (80 por ciento son niños y adolescentes) a través de 679 organizaciones comunitarias que dan de comer en sus instalaciones. Con estos datos se entusiasma Marisa Giraldez, Directora General de la fundación, al mencionar las acciones que realizan para ser puente estratégico entre quienes tienen necesidades alimentarias no cubiertas y los que desean colaborar a través de alimentos o fondos. La clave, precisa la ingeniera industrial, está en trabajar de manera permanente como un canal transparente y eficiente, que genere confianza en la sociedad, al garantizar que las donaciones llegan a los que más las requieren en un proceso que incluye la gestión de donaciones de alimentos aptos para el consumo, su almacenamiento, clasificación y distribución.

 

¿Cómo se siente dirigir una institución como esta?

Fabuloso. Realmente, para cualquier profesional que tenga un poco de sensibilidad social, dirigir una institución que procura el bien de las personas se siente muy bien. Que el otro, a través de esta labor, pueda estar mejor te hace desarrollar tu trabajo profesional haciendo el bien en tu propio ámbito de conocimiento. Creo que no hay mejor lugar para trabajar que ese. Los ingenieros industriales somos como los médicos clínicos, porque podemos abarcar distintos tipos de tareas. Entonces, antes de llegar a este puesto, que precisa de personas que sepan de logística, transité por el sector privado y el público. Todo ese pasaje fue importante para mi desarrollo profesional y humano. Me sirve para saber bien desde dónde aportar al bien común. Y más en una institución como esta, donde todos los días tenemos un reto para asegurarnos, a través de una serie de procesos establecidos, que los alimentos donados estén perfectamente aptos para ser consumidos. Eso pasa, en buena parte, por el gran número de voluntarios que nos ayudan en la clasificación, el almacenamiento y el reparto a instituciones que dan de comer, como merenderos, escuelas, centros comunitarios, talleres protegidos, hogares que albergan a chicos con discapacidad o talleres de día. En fin, entidades que trabajan con una población vulnerable a la que asisten en mucho más que su alimentación.

¿Cómo es la elección de esos lugares?

La elección es totalmente equitativa. Somos apolíticos. No hay discriminación ni favoritismos, porque la institución que quiere formar parte de nuestra red completa un formulario donde le pedimos que tenga personalidad jurídica y que dé de comer en el lugar. Si eso está, coordinamos una visita para ver cómo es la institución, quién es el responsable, cómo se trabaja, qué se hace y si están los beneficiarios. Tiene que haber una confianza de ambas partes, entre quienes repartimos el alimento y las instituciones a las que esto realmente les pueda servir. Se firma una carta compromiso y se establecen cuestiones relacionadas con cuál va a ser el destino de esos alimentos. A partir de ese momento pasan a formar parte de la red.

¿Es simple de controlar el destino integral de los alimentos?

Tenemos tres personas cuya principal función es recorrer esta vasta extensión que nosotros cubrimos, la ciudad de Buenos Aires y 24 partidos del conurbano. Si hubiera algo que no nos inspirara confianza, ahí se determinaría que esa institución ya no puede trabajar con el Banco de Alimentos. Pero te puedo asegurar que hay 679 instituciones incorporadas y muchas más que trabajan en territorio, con gente maravillosa a la que la mueve simplemente las ganas de hacer el bien a personas que tienen una necesidad muy fuerte. El 80 por ciento de la población que asiste a estas entidades está conformada por niños y adolescentes. Aproximadamente un 60 por ciento está por debajo de los 12 años, un 20 por ciento está entre los 12 y los 18 años, y el 20 restante lo forman adultos y ancianos. Y la gran mayoría de estos centros comunitarios promueven la superación en las comunidades donde están insertos. Una vez fui a ver un comedor en zona sur. Y la persona que estaba liderándolo nos contó que una señora que trabajaba allí en la cocina había hecho comer allí a sus ocho hijos. Y todos tuvieron mayor acceso a la educación gracias a la institución. La mayor, incluso, estaba cooperando ya como educadora. Todo eso es un valor agregado. Este lugar logra que en esa comunidad haya movilidad. Se aspira a tener un trabajo digno, a poder sostenerse, para seguir ayudando. Se va generando un espíritu de cadena de favores. Nos gusta apoyar, con el alimento, a muchos proyectos que van dejando esto en la comunidad.

¿Qué importancia posee la transparencia en todas sus operaciones?

Fundamental. Primero tenemos el balance con todos los ingresos y egresos, donde se detalla exactamente cuál fue el destino de los recursos que recibimos, ya sean alimentos, fondos o el trabajo aportado por voluntarios. También contamos con registros mensuales, con todos los detalles de las actividades que realizamos y el destino de los recursos que recibimos, incluyendo el reporte de aquello en lo que se transformó la labor voluntaria. La transparencia y la confianza son esenciales en nuestro trabajo. Siempre hay nuevos desafíos, como cuando recibimos muchas donaciones de lácteos, que tienen un vencimiento corto y que requieren que del otro lado haya una institución con capacidad de frío que los pueda recibir de manera segura. Muchas veces hacemos vínculos con otros donantes y conseguimos que les den heladeras o freezers a algunos centros comunitarios. Todo nuestro trabajo es dinámico. Permanentemente vamos trabajando con las instituciones para ir fortaleciendo los lazos de confianza.

¿Cómo es la relación con los principales donantes?

Nuestros principales donantes son la industria alimenticia, los supermercados y los productores agropecuarios, cuando recibimos frutas y verduras. Creo que la industria nos ve como el canal eficiente para efectivizar sus acciones de responsabilidad social. El año pasado, Fundación Internacional Carrefour nos donó un camión, las oficinas con aire acondicionado donde trabajamos hoy, el depósito, la sala de clasificación, todas las instalaciones. Este es el primer banco de alimentos del país, aunque ya hay 16 más. Es un modelo internacional que está ampliamente difundido, y la industria lo siente como un canal eficiente para poder volcar parte de sus acciones.

¿Qué importancia tiene para ustedes el sistema de voluntariado?

Fundamental. Sin voluntarios, esta institución no funciona. El año pasado logramos distribuir más de 4 millones de kilos de alimentos. Sin los voluntarios, hubiera sido imposible. Tenemos un plantel fijo de 34 personas. Esta logística no puede ser efectiva solo con esa cantidad de gente, por lo que contamos con muchísimos voluntarios que se van sumando. Hay por lo menos 1953 voluntarios activos, a los que hay que agregar el voluntariado corporativo o el escolar. Tenemos también el voluntario individual; a él le mostramos las distintas tareas en las que puede colaborar, y elige alguna en relación a lo que le guste o quiera hacer, desde clasificar alimentos hasta trabajar en tareas administrativas, visitar instituciones o hacer llamadas para conseguir donantes. Las empresas suelen también tener jornadas de voluntariado en sus distintas áreas. Y acá les ofrecemos una actividad, que dura tres horas, donde les damos una charla introductoria para que luego trabajen en distintas tareas.

¿Esta llegada de las empresas al voluntariado no les genera cambios internos?

Absolutamente. Y tratamos de que noten el impacto de lo que están realizando, de que vayan a las instituciones adonde llegan sus alimentos. Tenemos un esquema de visitas abiertas, un día al mes, en el que los visitadores salen con tres o cuatro personas. Allí pueden participar tanto voluntarios individuales como corporativos. Pero también es importante mencionar algunas maneras en que se trabaja con las instituciones, que hacen algunos esfuerzos para recibir los alimentos. Son ellas las que deben venir a nuestro depósito para buscarlos. Pero, además, hacen una contribución simbólica por cada kilo de alimento. El aporte es de cerca del 5 por ciento del valor de mercado del producto. Así se respeta la dignidad del que recibe. Igualmente tenemos programas de becas para instituciones con problemas para poder pagar. Y en muchos alimentos no se da este sistema de contribución simbólica. Así funcionan la mayoría de los bancos de alimentos del mundo.

¿Qué valor tiene ser parte de estas redes?

Compartir buenas prácticas. La fundación global hace un encuentro una vez por año, donde se congregan distintos representantes de los bancos de alimentos. Hay exposiciones de algunos donantes, se comparten experiencias de cómo hacer los seguimientos y se tratan temas de logística o comunicación. Son cinco días intensos que permiten que uno tenga acceso a lo que se está haciendo en el mundo y enriquecer a los otros con la experiencia propia. Todos los bancos de alimentos ayudamos a quienes sufren hambre. Y todos enfrentamos el tema de la desnutrición y la subnutrición.

¿Cuál es el desafío más grande que enfrentan hoy en el país?

Que cada vez nos conozcan más. Me parece que nos falta lograr que la comunidad sepa mejor cómo es nuestro trabajo. Las donaciones fluctúan, caen como en oleadas, por lo que siempre estamos precisando donantes, ya que se hacen llegar alimentos diarios a 33 mil personas. Y al no tener fletes propios, nuestra capacidad de acumular alimentos es limitada y se plantea un desafío en toda la logística. Precisamos conseguir alimentos nutritivos que beneficien a cada vez más personas. Y uno de nuestros trabajos más fuertes es también encontrar la demanda, hallar exactamente a la gente que está necesitando. En temas de calidad, está siempre el desafío de ir incorporando mejores prácticas, mejoras en el área de clasificación para garantizar que el alimento llegue en buen estado. Estratégicamente, debemos pensar siempre en garantizar la sustentabilidad en cada acción que emprendemos. Y eso también en cuestiones como mudarnos, una necesidad que ya tenemos, a un lugar más grande. Claro que sabemos que eso implica un capital, tenemos que generar los recursos para que se pueda dar.

¿Cómo percibe la conciencia del empresariado con respecto al donar un bien tan esencial como el alimento?

Creo que cada vez está más difundida la responsabilidad social empresarial. Habrá compañías más comprometidas que otras, pero veo un constante crecimiento en el área.

Y la fundación, como nexo vinculante entre empresas y personas que precisan ayuda, debe estar cumpliendo alguna misión precisa para expandir la conciencia solidaria.

Sí. De alguna manera somos una solución efectiva para el tema del hambre, para canalizar las donaciones. Hay empresas que nos vienen acompañando desde hace más de cinco años, algunas desde hasta diez. Y estas alianzas a largo plazo son una muestra del funcionamiento de los lazos de confianza y transparencia que nos unen. Hay una conciencia cada vez más grande por parte de las empresas.

 

Financiamiento

Los recursos del Banco de Alimentos provienen de donaciones individuales y empresas, así como de diferentes acciones y eventos de recaudación realizados por el área de Desarrollo de Recursos, como por ejemplo cenas anuales, campañas con empresas y acciones vinculadas al deporte. Además, parte de los recursos provienen de la contribución simbólica que realizan las propias organizaciones al retirar los alimentos de la fundación. En 2015 esta contribución es de 2,60 pesos por kilo de alimento no perecedero.

Proceso completo

El donante ofrece alimentos aptos para el consumo y no vencidos. Una vez en el depósito de la fundación, los voluntarios colaboran con la clasificación de esos alimentos, que deben ser controlados y revisados. El equipo de la fundación ofrece lo donado a más de 675 organizaciones sociales que forman parte de su red. Cada organización social llega al depósito del Banco de Alimentos a buscar el pedido, que previamente ha sido ordenado y preparado según su necesidad. Finalmente, el alimento retirado de la fundación llega a la organización social donde será consumido.

Por qué suelen donarse alimentos

Además de las empresas que donan constantemente alimentos o fondos por haber sumado a la fundación a su cadena de producción, muchas firmas donan alimentos por varias razones: excedentes de producción, corto vencimiento de los productos, embalaje o etiquetado defectuoso, finalización de promociones o campañas comerciales, devoluciones por parte de los clientes, remanentes de pedidos no entregados y carácter de fuera de temporada de algunos alimentos, pero no vencidos.

Qué donar

La fundación recibe alimentos tanto perecederos como no perecederos, porque cuenta con un depósito adecuado para clasificarlos y almacenarlos, además de cuatro cámaras de frío para productos refrigerados y congelados. Los que más se necesitan son leche, aceite, azúcar, fideos y arroz. También productos perecederos como carnes, frutas y verduras, por su valor nutricional. Ya ha recaudado 4.213.852 kilos de alimentos y otros productos, a través de más de 165 organizaciones e individuos que han sido donantes. Para contactarse con la fundación, llamar al (011) 4724-2334 o por e-mail a info@bancodealimentos.org.ar.

 

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