Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ayuda sin barreras

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días brinda asistencia con su programa de ayuda humanitaria. Para conocer las acciones, hablamos con Alfredo Salas, Director Internacional de Asuntos Públicos de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, y Jorge Romeu, Gerente del área de Ayuda Humanitaria de la Iglesia.

Ayudar al prójimo es uno de los mandamientos fundamentales de la Iglesia, pero brindar una ayuda a veces no es suficiente, sino que es necesario dar un paso más y capacitar para lograr la autosuficiencia. Este es el objetivo del Programa de Ayuda y Bienestar de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, a través del cual trabajan en los ejes de salud, educación y desarrollo comunitario para toda la población, sin importar las creencias o nacionalidades.

Para conocer más sobre sus iniciativas y acciones dialogamos con Alfredo Salas, Director Internacional de Asuntos Públicos de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, y Jorge Romeu, Gerente del área de Ayuda Humanitaria de la Iglesia. Ambos tienen un gran camino dentro de ella: Salas viene desde el área de Prensa de diversas empresas tecnológicas y pudo ejercer su profesión dentro de la Iglesia, y Romeu trabajó en diferentes áreas dentro de la Iglesia, como Logística y Mantenimiento, hasta el puesto actual.

Para comenzar, ¿cómo fue la llegada de la Iglesia al país?

A.S.: Las primeras manifestaciones de la Iglesia en Sudamérica fueron en diciembre de 1925. En esa época, llegaron los primeros misioneros, pero ya había en la Argentina inmigrantes europeos que eran miembros de la Iglesia, sin contacto entre ellos. Así, comienzan a establecerse los primeros edificios y las capillas. Hoy en día hay más de 700 congregaciones en el país con alrededor de 400.000 miembros.

La iglesia siempre se vinculó con la ayuda social, pero ¿cómo nació formalmente el programa de ayuda humanitaria?

J.R.: El programa nace como consecuencia de una gran hambruna que hubo en Sudán. Allí la Iglesia empezó a hacer los primeros esfuerzos organizados por asistir a un país fuera de los Estados Unidos. Luego, se organizó la entidad internacional LDS Charity, que es la organización que lleva a cabo la obra de ayuda humanitaria de la Iglesia a nivel mundial desde 1985. Se han trabajado miles de proyectos, ya que donde está organizada la Iglesia siempre hay una rama local que organiza y ejecuta los proyectos para esa área. Cabe aclarar que la Iglesia se divide en áreas, en este caso, nuestra área aquí comprende los países de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay. Así, en Argentina está presente desde 1997 de manera constante; antes se llevaban a cabo algunos proyectos esporádicos.

También realizan programas con temáticas ambientales. ¿Cómo surgió este interés?

J.R.: No buscamos crear una dependencia de las personas, sino proveerles los medios para que ellas puedan ser autosuficientes luego de nuestra participación. Apuntamos a favorecer su autosuficiencia con nuestra ayuda. Así, en el caso del acceso al agua, se provee de pozos de agua a quienes viven en lugares donde hay carencias. También se trabaja con organizaciones que atienden las necesidades de personas con discapacidad, por ejemplo, en la provincia de Córdoba, hay una organización que trabaja con jóvenes con discapacidades motora y emocionales, a la que le donamos una computadora y una estampadora de imágenes en tela. Así los chicos aprendieron a hacer diseños, los dibujan, tienen una marca de la ONG y estampan esos diseños en remeras que venden en la comunidad. Por lo tanto, nosotros les facilitamos los elementos, pero ellos después tienen que conseguir los insumos necesarios para desarrollar la actividad, como las tintas. Siempre que donamos algo buscamos que haya una continuidad, por eso fomentamos la autosuficiencia.

A.S.: Nosotros hablamos de “autosuficiencia” y hoy en día se utiliza la palabra “autosustentable”, pero el concepto es el mismo. La Iglesia propone que el individuo progrese y logre ser autosustentable y autosuficiente en distintas escalas. Así, llevamos a cabo los proyectos con ese concepto en mente: donamos para hacer un pozo de agua para una comunidad, pero antes de donarlo analizamos quién se va a encargar del mantenimiento y capacitamos a esas personas. Todos los aspectos tienen que ser evaluados.

¿Qué otros proyectos llevan adelante?

J.R.: Tenemos un convenio con CILSA mediante el que nosotros donamos las sillas de ruedas y ellos hacen la evaluación y el comodato con las personas. Por nuestra parte, realizamos el seguimiento para evaluar que la silla sea utilizada de una manera correcta y por una persona a la que se le hizo la donación. También se le enseña a un familiar cómo mantenerla. Además, trabajamos con Caritas, donde hacemos una distribución de kits escolares; y otra acción es con los centros de hemoterapia. Ellos no pueden salir a acercarse al público, sino que las personas deben ir a donde ellos están. Entonces, nosotros donamos los sillones y todo lo que necesitan para moverse a distintos lugares, y los complementamos con actividades de nuestros edificios de donación de sangre. No solo nuestros miembros donan sangre, sino que invitamos a todos los que viven cerca.

A.S.: Asimismo, se brinda ayuda oftalmológica y odontológica, y trabajamos con hospitales universitarios, donde aprenden los nuevos profesionales y que, a su vez, atienden de manera gratuita a las personas. Otro punto importante es el criterio de la Iglesia para utilizar los recursos: para ello se tiene en cuenta la cantidad de gente que será bendecida o beneficiada. Además, toda la ayuda que lleva la Iglesia no hace excepción de credo ni de nacionalidad, es para todas las personas por igual.

Además de ONG, ¿trabajan con gobiernos u organismos públicos?

J.R.: Tenemos tres enfoques principales: salud, desarrollo comunitario y educación. En el primer punto, trabajamos con ministerios de salud, ya sea de la nación como también provinciales y hasta municipales. Asimismo, con ONG que se dedican a ayudar a las personas, por ejemplo CONIN en el tema nutrición o la Fundación Zambrano con la visión, entre otras. En el aspecto de desarrollo comunitario, trabajamos con municipalidades u ONG. En el ámbito de la educación, lo hacemos a nivel nacional. En este momento estamos hablando con el Ministerio de Educación de Paraguay para un proyecto que involucra dos escuelas que tienen que transformar y mover de donde están actualmente. Estamos encarando ese proyecto con ellos; y a veces también lo hacemos con los ministerios a nivel municipal o local. El hecho de estar en todas las provincias y de tener esa presencia local nos permite llegar con más puntualidad a los lugares donde es necesario dar ayuda. Asimismo, uno de los principales propósitos de la ayuda humanitaria es incentivar y conectar a las personas con lo bueno y especial que tiene el servicio al prójimo. En cada uno de nuestros proyectos buscamos el poder involucrar a la mayor cantidad de personas, ya sean miembros de la Iglesia como no miembros, con el objetivo de contagiar el espíritu del servicio.

Con respecto a la pandemia, ¿esta modificó la ayuda social? ¿Tuvieron nuevas demandas?

J.R.: Antes de la pandemia teníamos un promedio de entre 20 y 30 proyectos anuales, y durante la época de pandemia hemos superado los 100 proyectos anuales. Ahora estamos en un plan estratégico de continuar en esa cantidad y, si es posible, aumentarla. En Paraguay, por ejemplo, hicimos donaciones al Ministerio de Educación, que incluyeron barbijos y alcohol en gel para los profesores y los alumnos. Localmente donamos para el personal de los hospitales.

Actualmente estamos haciendo el proyecto más importante vinculado a la pandemia, en Paraguay. A pedido del Ministerio de Salud, hemos donado una planta de generación de oxígeno para el Hospital Obrero, ubicado en la zona más carenciada de Asunción. Esperamos la inauguración para los primeros días de mayo.

Desde esta área trabajan en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay. ¿Las necesidades son iguales o qué diferencias encuentran?

J.R.: En general, las realidades son parecidas en los cuatro países, pero en Argentina y en Paraguay la inversión para el mantenimiento de la salud pública se ha resentido, se ha retrasado en los últimos años. Mientras que en Chile y Uruguay los niveles de salud pública han permanecido un poco más estables. En este contexto, la estrategia que hemos preparado es de apoyar a los sistemas de salud, pero aquellos de atención temprana, que se encuentren en las afueras, con el objetivo de ayudarlos con el equipamiento que permita diagnosticar las enfermedades o la sintomatología más comunes y no de tan alta complejidad. Buscamos hacerlo más cercano a donde viven las personas. Entonces, estamos iniciando este año los contactos con los distintos ministerios de salud para averiguar las necesidades de equipamiento en esos centros de atención primaria y empezar a fortalecerlos.

A.S.: Además, también la Iglesia brinda respuesta ante emergencias o catástrofes. Así, se colaboró en los incendios que hubo en el sur y en los de Corrientes; en inundaciones y tormentas. También en Montevideo hubo inundaciones y entregamos kits de higiene para la Cruz Roja.

A nivel administrativo, ¿cómo está formada el área?

J.R.: El nombre de nuestro departamento es Bienestar y Autosuficiencia. Somos un grupo de doce personas. Específicamente en ayuda humanitaria somos dos personas trabajando profesionalmente, pero contamos con la ayuda de jubilados que son misioneros y que durante alrededor de dos años se desempeñan como voluntarios. Ellos van a los lugares para evaluar y reunirse con las organizaciones, preparan las solicitudes, y nosotros verificamos que se cumplan los procesos. Desde nuestro rol aprobamos las compras internas que se hacen, analizamos que los fondos estén disponibles, todo este tipo de coordinación, pero la gran parte de todo esto se lleva a cabo con trabajo voluntario de los misioneros.

¿Cómo surgen los pedidos de ayuda?

J.R.: Los proyectos pueden nacer desde una necesidad de una organización que ya nos conoce y se contactó con nosotros, o desde nuestros líderes locales, que saben de una necesidad y ellos mismos son intermediarios para presentarnos la organización. Ante un requerimiento, se prepara el legajo y se somete a la aprobación. Tenemos una presidencia de área, formada por tres autoridades generales de la Iglesia que nos preside, que nos da la aprobación de todos los proyectos que llevamos a cabo.

Por otro lado, hay una iniciativa que se lleva a cabo a través de los miembros de la iglesia, que se llama Manos que Ayudan, y promueve esté tipo de actividades por parte de miembros de la iglesia. A su vez, la Iglesia promueve la plataforma sirveahora.org, abierta a la comunidad, cuyo propósito es servir como vínculo entre las organizaciones que necesitan voluntarios y las personas que quieren servir, entonces las organizaciones cargan sus proyectos y los voluntarios pueden aplicar a aquellos que son de su interés. Es una plataforma que desarrolló la Iglesia y está al servicio de la comunidad.

¿Cuáles son los desafíos al momento de ayudar?

J.R.: El primero es la desconfianza. Muchas organizaciones y gobiernos piensan que la Iglesia pedirá algo por la ayuda, pero nunca se realiza ninguna acción con ese objetivo. En otras ocasiones, el desafío es ayudar a las personas a identificar lo que realmente necesitan, porque a veces piensan que la solución a su problema es algo y luego de hacer el relevamiento le proponemos otra acción. En tercer lugar, el inconveniente es que la mayoría de los elementos para las donaciones los tenemos que traer del exterior, pero hasta ahora, en el eje salud, hemos podido responder a todas las demandas que nos han pedido.

¿Cuántas personas trabajan?

A.S.: En todo el país, aproximadamente 500 personas. Es un número reducido en comparación con los miembros.

Por último, ¿qué significa la Iglesia a nivel personal?

J.R.: Tiene un valor muy importante en nuestra vida. Le da sentido y le da propósito. Específicamente, nuestra función es difundir el servicio y hacer el bien; independientemente de las creencias, nuestro propósito es invitar a las personas de todos los credos, de todas las nacionalidades, a poder formar una comunidad de servicios de unos a otros, y eso va a romper barreras. Creemos en la aplicación práctica de estos principios, especialmente el de amar al prójimo y bendecir la vida de otras personas.

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