Indumentaria con telas de parapente: cómo es Baumm, el emprendimiento que lo hace posible

Recién mudado, por tercera vez en el año, de San Fernando a Olivos y de ahí a Munro, el taller de Baumm rebosa de cajas con retazos de telas de paracaídas, kites o parapentes descartados que pronto encontrarán un destino más glamoroso convertidos en mochilas, bolsos o camperas. Desde ahí, Lucas Desimone, Director y fundador de la marca, habló con PRESENTE sobre el gen del emprendedor argentino, sobre cómo sostener el amor por lo que se está haciendo y sobre el camino que lo llevó de crear morrales con carteles vinílicos a vender piezas de indumentaria en China y Japón.

– ¿Cómo nació el emprendimiento?

– Estudié en la Universidad de Buenos Aires, en la FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo), Cine, Televisión, Fotografía y un poco de Diseño Gráfico también. Trabajé en televisión, otro poco en una agencia como Director de Fotografía y alrededor del 2006 un amigo (Rodrigo Chapero) me propuso empezar a jugar con materiales que se podían reutilizar. En ese momento era más bien un juego, no era algo que estaba en la conciencia de la gente en general ni era un motivo de negocio o un valor agregado al diseño. Habíamos visto en un viaje que una marca suiza trabajaba con lonas de camiones. Intentamos encontrar acá un equivalente y nos encontramos con que las lonas se utilizaban un millón de veces y, una vez que estaban disponibles para reutilizarse, estaban destruidas. Entonces la equivalencia la encontramos en los carteles vinílicos de publicidades, las gigantografías de las autopistas. Ese fue el nacimiento de la marca. Durante unos cuatro o cinco años estuvimos con eso. Cada uno vivía de lo suyo y llevábamos adelante la marca. Éramos muy jóvenes. Viajamos mucho por esta idea: hemos ido a ferias en Berlín, en Tokio, dado que en ese momento era una novedad la reutilización y el reciclado aplicado al diseño. Y más en la Argentina.

María Salgado Penn, diseñadora en Baumm, y Lucas Desimone, Director y fundador de la marca.

– ¿Trabajaban en un taller?

– No, trabajábamos en el departamento de mi socio en ese momento y teníamos un taller de confección que nos hacía las cosas, que eran muy pocas por mes: veinte, treinta piezas. En algún momento trabajaron nuestras madres cortando, para ayudar. Y tuvimos algunos buenos trabajos con marcas como Adidas y National Geographic.

– ¿Qué pasó con ese emprendimiento?

– El material finalmente fracasó porque el vinilo se terminaba rompiendo, pero en un principio, para las empresas que imprimían esas publicidades que duraban un mes y después las tiraban en un galpón era una muy buena idea reutilizarlas y hacer productos como obsequio para eventos puntuales. Esa fórmula, en ese momento, funcionó muy bien. Pero luego al público no le funcionaba y tuvimos que recular. Cada uno volvió a lo suyo, yo a la fotografía y Rodrigo al diseño de anteojos. En la actualidad ya no somos socios..

– ¿Cómo empezó la segunda parte de esta historia?

– Los mails de prensa y de empresas seguían llegando con consultas. Coincidió con el nacimiento de mi primer hijo, en 2012, y me dieron ganas de ver qué pasaba. Ya estaba con otra madurez y le pregunté a Rodrigo, me dijo que no tenía problema, así que encaré yo solo. Recuperé esa idea que habíamos tenido en un momento con un paracaídas que nos habían prestado. En un intento de vuelo de Rodrigo, un piloto le había dado un equipo nuevo que ya no podía volar más y le había explicado que los equipos se pueden usar por una cantidad de horas de vuelo. Habíamos hecho pruebas, algunas muestras y quedó ahí. Yo recuperé un poco eso y acá estamos. En el medio fue el proceso de diseño y de investigación que lleva trabajar con un material reutilizado que fue pensado y producido para otro fin, otra economía, otro medio, otro usuario, todo. Lo sacás de ese contexto y lo más interesante es esa conversión del material en otro producto, pero también es sumamente costoso en términos físicos, psíquicos, económicos, porque tenés que conocerlo, tenés que probar, tenés que perder, hay mucha prueba y error. Hasta que encontrás más o menos el funcionamiento, el know how del material, lleva un recorrido, ¿viste?

– En esta segunda etapa, ¿cómo se conforma el equipo?

– Yo soy el Director y también es parte del equipo María Salgado Penn, que es la diseñadora que lleva adelante la parte de indumentaria. Siempre hicimos accesorios y desde hace cuatro años comenzamos a realizar camperas, porque me llegaban paracaídas y veía que la tela era más adecuada para ropa. El ADN de Baumm es cierto nivel de improvisación y caos, y, a partir de ahí, construir el diseño y el producto. Compramos todo tipo de materiales de velas y a partir de lo que va llegando es que se va estudiando y componiendo el nuevo producto. Los parapentes nos daban para hacer accesorios por el tipo de tela, de caída y de volumen, y todo lo que ofrecían. Después empezaron a llegar kites que tienen una conformación un poco más plástica, más voluminosa, entonces eso daba para otro tipo de accesorios. Y en el caso de los paracaídas, que también aparecían, la tela es más sedosa: empezamos a hacer camperas y fue un flash. Fue como un antes y un después no solo para nosotros, sino para el mercado que tenemos en general. Fueron muy aceptadas. Y entonces se incorporó María. Hay gente que va rotando, pero en este momento el equipo somos nosotros dos y todos los talleres, que son tercerizados. Son tres o cuatro con los que trabajamos todo el tiempo.

– ¿Cómo se armó el circuito para obtener las telas?

– Desde hace más de diez años que estoy en contacto con pilotos, escuelas y foros de deporte. En un principio era de onda. Después lo formalicé un poco más. Les ofrezco si quieren que se los compre o si quieren productos.

– Además de las telas, aprovechan las correas (suspentes).

– Sí, tengo toneladas de suspentes, son un producto alucinante. Con un equipo de física los sometimos a una prueba de resistencia y es infernal. Hay distintos grosores, pero cada uno soporta más de cien kilos, y el parapente lleva como cincuenta de esos. Son unas soguitas muy lindas estéticamente. Nos debemos ese producto, que esté a la altura de lo que el material ofrece, pero lo usamos como tiracierre o en algunas piezas para sostener. Teníamos un bolso en el que sostenía una parte del costado, en un morral lo usamos de correa, pero ninguno está a la altura de lo que es esa pieza, de la tecnología que tiene.

– ¿Qué cantidad de tela se recupera?

– Te puedo hacer un aproximado muy caprichoso porque nunca es que abrimos un equipo y hacemos todo lo que podemos con él. Abrimos un rojo, se guardan tres cuartos de rojo, usamos un poquito. Y después hay cajas y cajas de restos grandes, medianos, chiquitos, restos que no sirven para nada, restos que no queremos tirar, es eterno. Somos muy acumuladores en eso. Siempre hay una sensación de que en algún momento lo voy a usar para otra cosa.

– ¿Baumm tiene un local a la calle?

– Tenemos un local en Galería del Patio del Liceo (Recoleta, CABA) junto con otras cuatro marcas: Get Wild, Cicla2, Chúcara y Mutan. Funciona de martes a sábado..

– ¿Hacen envíos? ¿Adónde llegan los productos?

– De la tienda on-line, a todo el país y a todo el mundo. Estuve trabajando mucho en Hong Kong, alrededor de tres años, con una empresa que me representaba; tenía tres locales con ella. Vendíamos bastante ahí. Y en Japón. En Asia pega mucho la marca por los colores, por la pieza única. Supongo que tienen un nicho de consumidores que intenta despegarse de lo que es el “Made in China”. Es un consumidor que tiene un poder adquisitivo mayor y compra en otro lado del mundo. Lo mismo que acá. Y en Japón también. Después, con la pandemia se cortó y ahora hay un representante allá que está trabajando para ingresar la marca nuevamente.

– ¿Qué es lo más difícil de ser emprendedor en la Argentina?

– El mayor problema que veo es que no terminás de enfocar nunca en algo, porque estás con 360 grados de problemas y soluciones todos los días. Yo soy el Director Creativo de Baumm, pero diariamente te puedo decir tanto que me enfoco media hora nada más en esa función como que me enfoco 24 horas, y al mismo tiempo no estás haciendo ninguna de las dos cosas porque en el medio estás en una entrevista, mañana hacemos una foto y en el paralelo tengo proveedores, debo ver la financiación, hay que comprar esto, etcétera. Todos estamos en la misma, ¿viste? Y metidos en una jungla que todos conocemos en la que las reglas del juego cambian todo el tiempo, los impuestos también. Es todo ese paquete.

– Y en el medio, el proceso creativo.

– Sí, a veces siento que necesito algo mecánico, pero un poco me quejo de lleno porque sé que es un privilegio inventar, crear, diseñar y hacer algo y que la gente se interese y lo compre y vos puedas vivir de eso, desde ya. Pero en un momento la cabeza necesita descansar un poco. Estás con un barullo gigante. Entonces ¿cómo hacés para no trasladar todo eso a la sensibilidad de algo que tenés que desarrollar? O bien cómo transformarlo porque, en definitiva, después terminás aprendiendo que lo que tenés que hacer es transformar toda esa ira que tenés del día, meterla en el canal positivo y no en el canal negativo porque, si no, perdiste. Eso con tus hijos, con tus amigos, con todo.

– ¿Cuáles son los objetivos para el año que viene?

– Conseguir orden y paz en el día tras día de la marca. Poder disfrutar. Primero, surfear este año para todos va a ser un aprendizaje. Va a ser un paso más arriba de donde estábamos, porque vas viendo que algunos cierran, otros hacen otra cosa y se reinventan. Entonces, en principio, muy a corto plazo es ver que se hicieron las cosas bien dentro de todo y se sigue disfrutando y poniendo amor. Sobre todo, eso: sostener el amor y la pasión por lo que se está haciendo, que no es poco.

– ¿Hay algún país que tengas en mente al que quieras llegar el año que viene?

– Justo hace unos meses empezamos a hablar con un excliente de los Estados Unidos, pero estaba viviendo y vendiendo desde acá y se volvió. Y me propuso asociarse conmigo para los Estados Unidos y estamos en eso. Tuvimos una charla con un mentor con el que trabajo desde hace mucho y nos dijo una cantidad de cosas que a nosotros ni se nos ocurrían. Y a la vez nos pareció tan complejo que dijimos “Sigamos haciéndolo como lo hacemos nosotros”. Hay un porcentaje alto de intuición de que si no hacés las cosas a los ponchazos y como venís haciéndolas, no las hacés en este país. Al mismo tiempo, es un círculo vicioso que lleva al caos. Probablemente nos volvamos a meter en otro caos, pero hay que poner primera.

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