Javier Milei: “Creo en los individuos, en el orden espontáneo y el autogobierno”

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Licenciado en economía, escritor, conferencista y docente, Javier Milei decidió pasar de “la batalla cultural” a la “acción política”, según explica a PRESENTE, para implementar sus ideas en la sociedad.

Se define filosóficamente como liberal libertario y anarcocapitalista, pero se conforma con que haya una sociedad minarquista (en la que el Estado intervenga lo menos posible). Para las elecciones legislativas de 2021, Milei se presenta como candidato a diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires por la agrupación La Libertad Avanza, apoyado por el Partido Libertario NOS, liderado por Juan José Gómez Centurión, y el Partido Demócrata, entre otros. Siempre polémico y dispuesto a confrontar, explica sus principales ideas en esta entrevista.

¿Te definís como liberal?

Yo soy liberal libertario. Filosóficamente, soy anarquista de mercado. Creo en los individuos, creo en el orden espontáneo, creo en el autogobierno. Esa es mi cuestión filosófica. En la vida real soy minarquista. De todas maneras, frente al tamaño del Estado que tenemos, la discusión entre un liberal clásico, un minarquista y un anarquista es bastante abstracta.

¿Cuáles son los problemas estructurales que ves en la Argentina?

La tremenda maraña fiscal, con cerca de 170 impuestos y 69.000 regulaciones, que hace que sea imposible crecer y que aumenta la cantidad de pobres e indigentes.

¿Y en el plano coyuntural?

Hay un desequilibrio fiscal enorme propio de las grandes crisis de la Argentina; un profundo desequilibrio monetario de diez veces a uno, con lo cual, frente a un evento donde una crisis política detone una caída de la demanda de dinero, podría haber una hiperinflación; un desequilibrio enorme en el mercado cambiario porque, a pesar del cepo tremendo que tenemos, hay una brecha de más del 80 por ciento; un desequilibrio en términos de actividad económica, que no se expande desde el nivel alcanzado en 2011 (en términos per cápita, si todo le saliera bien al Gobierno, estaríamos un 17 a 18 por ciento por debajo de esos niveles). Además, hace diez años que la Argentina no crea genuinamente fuentes de trabajo; de hecho, destruyó 225.000 puestos de trabajo netos en los últimos diez años, y eso tiene como contraparte un gran desequilibrio social, porque tenemos 50 por ciento de pobres y poco más de 10 por ciento de indigentes en el país de los alimentos.

¿Cuál es tu propuesta?

Básicamente propongo un conjunto de reformas en tres generaciones. En la primera, se hace una reforma del Estado en la que se arranca con una profunda reducción del gasto público en todas las partidas que están vinculadas al robo de la política, pero hay que hacerlo sin costo social alguno, el verdadero ajuste lo tienen que hacer los políticos. A partir de eso, hay que bajar los impuestos que pegan sobre la oferta de la economía para que esta tenga capacidad de volver a acumular capital y crecer. Eso después se acompaña con una reforma del sistema laboral, flexibilizándolo pero hacia adelante para no vulnerar los derechos de los insiders. Luego de estas reformas, recién ahí se puede abrir la economía. En paralelo, se hace la reforma financiera, que terminará con la eliminación del Banco Central y así nos olvidamos de la inflación. Con ese conjunto de reformas estructurales, se puede crecer muy fuertemente durante 15 años. A partir de ahí, es posible empezar a avanzar en el resto de las reformas estructurales, que tienen que ver con el sistema previsional, que se pone en caja sin vulnerar los derechos de los insiders; con la racionalización del empleo público mediante programas de retiro voluntario donde la gente se va a un nuevo empleo y con una indemnización. Además, en la medida en que la economía empieza a crecer, la propia demanda de planes sociales se reduce, con lo cual hay un montón de aire para volver a bajar impuestos. Habrá una fuerte caída del gasto público en términos de lo que pesa en el PBI. Además, se avanza en la reforma del sistema de coparticipación federal de impuestos, aunque, desde mi punto de vista, habría que eliminarlo, porque hay un problema que se llama “la falta de correspondencia fiscal”: unos pagan y otros gastan, lo que termina generando situaciones muy complicadas en muchas provincias. Parece paradigmático, pero cuando el Estado intenta hacer una acción para beneficiar a alguien, genera el resultado totalmente opuesto: los planes contra el hambre generan más hambre; los planes contra el desempleo generan más desempleo. Cuando en la economía algo funciona mal, lo primero que se ve es que en el medio está el Estado. Si los mercados funcionan mal, es porque está metido el Estado; y si no está el Estado y creés que funciona mal, te diría que vayas y revises la literatura, porque seguramente te estás equivocando en el análisis. Porque el mercado es un proceso de cooperación social donde los individuos hacen intercambios voluntarios. Si estamos haciendo un intercambio, lo que opinen los terceros no importa. A veces los políticos, basados en la envidia, en el odio, en el resentimiento, intervienen en los mercados, generan tratos desiguales frente a la ley, robos (porque el cobro de impuestos es un robo). Eso termina siempre mal.

¿Qué opinás del sistema democrático?

La república tiene tres bases. Una es la idea del monarca, que es la figura del presidente, que puede desviarse hacia la figura del tirano. La otra es la aristocracia, que es el Congreso, pero que puede derivar en la oligarquía, por eso vos ponés a la Justicia para que controle a estos dos poderes. En el caso argentino, la Justicia no es justa, el presidente se comporta como un tirano y el Congreso es una verdadera oligarquía. Cuando los diputados levantan la mano para subir impuestos o para aumentarse la dieta, que implica más impuestos, en el fondo lo que están haciendo es decidiendo que nosotros seamos más pobres. La democracia no es un sistema ideal, porque puede derivar en estas deformaciones, en especial cuando la Justicia no es independiente.

¿Pero vos proponés un sistema alternativo a la democracia?

No, no. Yo filosóficamente soy anarcocapitalista, un ácrata, es en un plano filosófico. El Estado es una solución tecnológica también en términos de cómo se organizó la sociedad. Ahora, conforme la sociedad vaya avanzando en el progreso tecnológico, vos podrías tener cada vez menos Estado, y en el mundo ideal el Estado desaparece porque el problema del Estado es que es una organización violenta, ya que se financia con impuestos, es decir, violencia. Cuando un reino dominaba a otro, le imponía las cargas de la guerra entre otras; eso era impuesto. La esclavitud es un impuesto al 100 por ciento. ¿Hay dosis buenas de esclavitud? No, tendría que ser cero. Uno debería ir hacia un mundo anarcocapitalista. Si se aplica el sistema de reformas que te mencioné, en 35 años podríamos volver a ser una potencia mundial. Entre el 50 y el 60 por ciento de eso se alcanza en los primeros diez años, por eso son tan importantes las reformas de primera generación, porque son las que generan el boom de crecimiento inicial.

¿Esas reformas se impulsarían desde el Ejecutivo o desde el Legislativo?

La gran mayoría de ellas se impulsa desde el Ejecutivo. Hay cosas que vos podés impulsar desde el Congreso. Yo voy a ir contra la administración financiera del Estado. Ahí se empiezan a destrabar otras cosas. Por ejemplo, un diputado puede renunciar a su dieta, algo que hoy no se puede hacer. Se llama “Honorable Congreso de la Nación Argentina” porque originalmente el trabajo de los legisladores era ad honorem. Yo no quiero estar haciendo caridad con el dinero ajeno, porque no quiero que me paguen con el sudor de la frente de los trabajadores argentinos. Es una suerte de justicia social, pero la manejo yo. El eje central de la fatal arrogancia es creer que el otro lo hace mal porque es tonto. Yo propongo que el legislador tenga la opción de renunciar a su dieta. Eso trabaja como principio de revelación, porque te estaría revelando quiénes están a favor de hacer las cosas bien y quiénes están por otra cosa.

¿Por qué estaría mal que un legislador cobre por su trabajo?

Porque el funcionamiento del Estado se financia con impuestos, es decir a punta de pistola, entonces, si aceptás, estás validando violencia institucional hacia los individuos con el formato de impuestos.

¿Cómo debería financiarse el Estado?

En el mundo ideal el Estado debería desaparecer. En el mundo real, podríamos hoy apuntar a un Estado minarquista que se ocupe de los temas de seguridad y justicia. Cedería parte de mis libertades y pagaría impuestos solo para esos temas.

¿Y la salud?

No, es demasiado importante para dejarla en manos del Estado. Mirá lo que sucedió el año pasado con “El Estado te cuida”. Terminamos entre los cinco países con mayor cantidad de muertos por millón de habitantes, al mismo tiempo que destruyeron la economía. La pregunta es: ¿puede funcionar de otra manera? ¿Y si yo te digo que hay un ejemplo exitoso de un sistema de salud organizado por el sector privado, qué me dirías? ¿Te encantaría saberlo, no? Y es más, te voy a contar que ese sistema es de un país de Latinoamérica. ¿Sabés cuál? La Argentina. En el siglo XIX, el sistema de salud en la Argentina fue construido por el sector privado. Por un lado, se organizaba en comunidades (el Hospital Español, el Italiano, el Alemán). Un segundo grupo de servicios de salud eran los vinculados a la afiliación entre trabajadores, por eso la obra social más grande que había en aquel momento era La Fraternidad, la de los ferrocarriles, que era el sector económico más importante del país. Había otra parte que tenía que ver con los dueños de los campos, que crearon hospitales adentro de los propios campos para resolver rápidamente. La participación del Estado era solo para el resto. Cuando vino la epidemia de la fiebre amarilla, el gobierno de Buenos Aires le pagó a la gente para que se fuera. El sector privado se quedó ahí, se plantó, dio batalla y resolvió la crisis. Cerca del 45 por ciento de los argentinos tiene una prepaga. El sistema privado funciona. Cuando vas a una prepaga, estás pagando dos veces el servicio de salud: vía impuestos y vía prepaga. ¿Por qué, pudiendo ir a la salud pública, vas a la privada? Porque la pública no funciona. Siempre funciona mal el Estado.

¿Qué sociedad es un modelo para vos hoy?

Aquellas que tienen mayor libertad económica. Hong Kong está contaminada por la acción de China. Diría Nueva Zelanda, Australia, Irlanda.

¿Por qué creés que muchos de los que siguen las ideas liberales hoy son jóvenes?

En primer lugar, los jóvenes se rebelan contra el statu quo, y hoy el statu quo adhiere a los postulados de la izquierda, es el llamado “marxismo cultural”. Entonces, al rebelarse, son liberales. El segundo punto tiene que ver con que el sistema educativo es de adoctrinamiento. En la universidad se persigue a las ideas liberales y se imponen las de izquierda. Si una universidad privada quiere poner una carrera liberal, el Estado no aprueba los contenidos. Le quieren lavar el cerebro a la gente para que esté adoctrinada en la religión del Estado, generan esclavos. Los jóvenes están menos tiempo expuestos a ese adoctrinamiento y lavado de cerebro, lo que los hace un terreno más fértil para recibir las ideas de la libertad. Hoy en la Argentina uno de cada cuatro jóvenes (o uno de cada tres, según distintos estudios) se identifica como liberal libertario.

¿Qué opinás de la responsabilidad social empresaria?

La responsabilidad social empresaria es ganar dinero, porque en el capitalismo vos podés ser exitoso sirviendo al prójimo dando la mejor calidad al mejor precio. Si vos no lo hacés, vas a la quiebra. Por lo tanto, cuanto más dinero ganás, es porque es mayor la cantidad de personas que está disfrutando de una mejor calidad de vida, como consecuencia de los bienes que vos le estás vendiendo. Además, le estás dando empleo a la gente. Si son productivos y de un producto que muchos quieren, y por lo tanto tiene un mejor precio, eso implica, además, salarios más altos para sostener la mayor productividad que tienen sus trabajadores. El empresario más exitoso en una sociedad libre es el campeón de los benefactores sociales.

Tenés una amplia carrera difundiendo tus ideas, como docente y conferencista. ¿Por qué decidiste ingresar en la política?

Porque yo creo que hay dos partes: una es la batalla cultural, y otra, la acción política. Si hacés batalla cultural solo, no tenés cómo plasmarlo en la vida real. La hinchada del Barcelona era muy linda, pero los goles los hacía Messi.

¿No puede haber un Estado que funcione bien?

No. Puedo explicarlo simplemente con las palabras del economista Milton Friedman, fundador de la teoría monetarista. Él decía que hay cuatro formas de gastar: vos podés gastar tu plata en vos mismo o en otros, y podés gastar la plata de otros en vos o en otros. ¿Cuál es la mejor forma de gastar? La tuya en vos mismo, porque vos sabés lo que te costó ganarla y lo que querés para vos, así maximizás tu bienestar. ¿Qué es gastar la tuya en otros? Cuando hacés un regalo, tratás de quedar bien con lo menos posible. ¿Qué es gastar la de otros en vos? Es como cuando viajan por la compañía, van en primera. Cuando van con la familia, van en turista. Cuando van a comer con su plata, miran los dos lados del menú. Cuando paga la empresa, miran solo el lado izquierdo. ¿Cuál es la peor forma de gastar? El dinero de otros en otros. Y eso es lo que hace el Estado, por eso siempre lo hace mal. No hay forma de que el Estado haga algo bien, porque no hay nada más irracional que pretender que salga bien que alguien gaste el dinero que ni siquiera es de él en otros.