En cada mudanza, Juan Martin lleva consigo una reliquia: un fax que, en su momento, implicaba un avance tecnológico y hoy es casi un elemento prehistórico. Su relación con la tecnología fue siempre la de un usuario común, que entendía la necesidad de ciertos dispositivos, aunque sin profundizar demasiado en su funcionamiento. Había, sin embargo, una intuición: estaba convencido de que la industria tecnológica sería de las más relevantes en el futuro.
Luego de trabajar en el sector automotor mientras cursaba un posgrado de logística en la Universidad Austral, un compañero fue el contacto que le permitió ingresar en la primera empresa tecnológica en su carrera. Años después, precisamente en mayo de 2013, Juan Martin ingresó en Lenovo como Director de Supply Chain para América Latina, y actualmente se desempeña como Gerente General de Lenovo Argentina, Centroamérica y Caribe.
¿Qué balance hacés de esta década en la compañía?
Creo que es una compañía que ha logrado entender la actualidad y, de alguna forma, se ha anticipado a los cambios que han ido ocurriendo. Pongo el ejemplo de lo que significó la pandemia en cuanto al uso de la tecnología para poder comunicarnos, entretenernos, seguir trabajando o estudiando día a día. Lo comparo con lo que Lenovo ya decía antes de la pandemia acerca de la importancia de la tecnología como un elemento que permite a las personas desarrollarse y progresar en lo cotidiano. Es algo que Lenovo vio hace más de cuatro años. No estábamos ni siquiera con la idea de que pudiera existir una catástrofe como la que existió y nosotros ya veníamos diciendo que la tecnología es un factor, un elemento, que a la gente le tiene que permitir desarrollarse y progresar. Durante la pandemia hemos notado la diferencia que existe entre tener y no tener tecnología para poder desarrollarte.
Hace un tiempo publicaste una columna en la que te referías precisamente a la brecha digital…
Totalmente. Por un lado, está el dispositivo (tener el teléfono, la tablet o la computadora), pero luego viene otra cuestión que es más abarcativa, más grande y compleja, que es qué hacer con ese dispositivo. Se trabaja en conjunto con la política pública. Nosotros podemos proveer dispositivos y ser un colaborador en todo esto, pero el Estado debe trabajar en la conectividad y acompañar al espectro privado. La política pública tiene que definir un plan para que nosotros podamos entregar un dispositivo y que la persona que lo reciba pueda realmente usarlo. Si entregamos un dispositivo en una localidad remota en donde no hay conectividad, este pierde su valor. Es un trabajo mucho más complejo y abarcativo que vender un dispositivo. Es una política.
¿Qué iniciativas llevan adelante en ese sentido?
Venimos haciendo un trabajo fuerte en cómo nos vinculamos, en forma directa o indirecta, con la comunidad. Trabajamos con distintos organismos a nivel nacional o provincial en algunos proyectos; después, hay todo un trabajo que llevamos a cabo a través de ONG, sobre todo enfocados en la educación. Hemos provisto equipamiento y también tiempo, que es una parte importante cuando uno se vincula con estas organizaciones, que no solamente buscan productos, sino aportes como acompañamiento económico y tiempo de involucramiento en la capacitación o la enseñanza. Un ejemplo es Invertir Vale la Pena, una fundación que trabaja con estudiantes de escuelas secundarias a punto de egresar, que no tienen un vínculo con un ambiente empresarial.
Les enseñamos qué herramientas pueden adquirir para desarrollarse mejor en su vida laboral. La fundación trae alumnos a las oficinas y los empleados de Lenovo preparan distintos temas, por ejemplo cómo hacer un currículum o un balance, y diferentes actividades que suceden dentro de una oficina. Es un ejemplo donde no hay un interés de vender un dispositivo, sino de colaborar con la comunidad. También trabajamos con Chicas en Tecnología. Queremos ayudar a las mujeres a obtener becas para estudiar en áreas tecnológicas, en carreras más duras, que tradicionalmente eran más masculinas.
No son las únicas ONG con las que colaboran, ¿verdad?
No, también trabajamos habitualmente con Aprendiendo Bajo la Cruz del Sur y Pequeños Pasos. Cada una con distintas temáticas, muy vinculadas a la educación, y principalmente en zonas vulnerables del país. Se nos presentan muchos casos. A veces podemos ayudar, y a veces no damos abasto con todos, pero tratamos de mantener una colaboración recurrente con distintas ONG para lograr una continuidad. Desde el lado de la ONG, que una empresa la ayude un año y no saber si va a seguir contando con ese apoyo es difícil, porque no puede trazar una política a largo plazo, tener un plan que perdure en el tiempo y comprometerse con las personas que están apostando a desarrollarse en ese lugar.
¿Cómo suele darse ese contacto? ¿La ONG los busca o algún área de la empresa lo establece primero?
Se puede dar a partir de empresas que nos contactan, que hay muchas. Tenemos un área, el equipo de Cultura de Lenovo, que es la que se encarga de centralizar todos los pedidos que recibimos. Ellos van evaluando en función del objetivo que tenemos como empresa de desarrollar la educación y brindar igualdad con el uso de la tecnología. Y hay, por otro lado, muchos empleados de la empresa que acercan propuestas porque tienen un conocido o están involucrados en alguna fundación. Cuando se abrió la oportunidad de analizar proyectos e iniciativas, las trajeron y se analizaron.
¿Ese espacio es algo recurrente o eventual?
No está estructurado en el tiempo, no es que hay una ventana, por ejemplo, anual. Es muy dinámico y va pasando permanentemente. Lo que sí, claramente hay una preferencia de que esto ocurra a comienzos de año por cuestiones presupuestarias. La Fundación Lenovo, que es global, promueve este tipo de iniciativas y cuenta con un presupuesto. A comienzos de año determina, de acuerdo con la región y el país, qué presupuesto puede destinar. Eso no quita que cada país u organización local pueda destinar algo de presupuesto propio extra para eso. La potencia que tiene el hecho de unificar dos presupuestos hace una diferencia muy grande.
Además de estos ejemplos de índole social, tienen una pata muy fuerte en temáticas ambientales…
Sí, tenemos una organización global que trabaja en temáticas ambientales y es la que define objetivos de cumplimiento que están auditados por Naciones Unidas, no los ponemos nosotros.
¿Son globales o por país?
Globales, pero a cada país se le pide un grado de contribución. Uno de los motivos por los cuales decidimos venir al edificio donde tenemos nuestras oficinas es que está certificado como un edificio eficiente en cuanto a consumo energético. Nuestro pequeño granito de arena lo aportamos en cuestiones como estar en lugares donde sabemos que la luminaria tiene sensores de movimiento para apagarse cuando no hay nadie, o las llaves de los baños tienen un temporizador que hace que el agua no pueda quedar corriendo, por dar ejemplos cotidianos. Y ahora estamos pensando otras cuestiones, como la manera en la que los empleados vienen a la oficina, cuánta huella de carbono genera cada uno a partir de sus movimientos. Estamos por asociarnos con una empresa para que nos provea un software para medir eso y, a través de nuestras políticas de trabajo, podamos contribuir a la reducción de las emisiones de gases contaminantes. Somos 700 personas en esta oficina y no todos vienen todos los días, ese software nos permite ver quiénes vienen en bicicleta o monopatín, transporte público o auto, cuánto tiempo insume su viaje, el tipo de vehículo, y determinar qué impacto estamos generando.
¿Qué acciones realizan a partir de estos datos?
Podemos modificar horarios, poner objetivos de reducción de emisiones. Si, por ejemplo, el año que viene, de la población de 800 personas decimos que queremos que la mitad pueda trabajar desde sus casas y no tengan que estar viniendo todos los días, analizaremos qué impacto tiene eso frente al hecho de que vengan todos los días.
Eso está en proceso aún, ¿verdad?
Sí, estamos hablando con una empresa que trabaja en el desarrollo de un software, viendo si a nivel global se haga en transportes de emisión baja. En el pasado, la mayoría de nuestros productos se movían por avión, y hoy se mueven por barco, que produce menor emisión. Hace un tiempo se hizo uno de los primeros vuelos cargueros con combustible sostenible y Lenovo fue parte de esa prueba. Hay muchas iniciativas que se hacen globalmente, y a nosotros a nivel local nos piden contribuir de alguna forma con el compromiso de baja emisión.
Respecto a la huella de carbono, tienen el sistema de compensación.
Sí, es Lenovo Offset Services. Ciertos productos nuestros tienen medido el impacto que generan en un ciclo de vida de cinco años. Alguien compra una computadora de esas y sabe qué emisión genera, y puede vincular su compra con su número de serie al programa de Offset Services, que es auditado por un externo. Lenovo se compromete, a partir de la compra de ese producto, a contribuir con proyectos de cuidado medioambiental. Tenemos proyectos vinculados a granjas de generación de energía eólica en Chile y en México. Entendiendo que nuestro producto causa un impacto, nos comprometemos como marca a generar un impacto positivo que tiene un efecto neutro, finalmente, en el ambiente.
En algunos países, la compañía utiliza vehículos eléctricos para la distribución, ¿planean replicarlo en la Argentina?
Sí, estamos en tratativas con nuestros provee[1]dores de transporte. Apoyamos proyectos que tengan que ver con la creación o la generación de vehículos eléctricos o híbridos. Estamos trabajando en escuelas técnicas con Proyecto Eco, un programa con el objetivo de desarrollar las capacidades técnicas de estudiantes a partir de una competencia en la cual se desarrollan y construyen autos eléctricos. Lenovo sponsorea a la Escuela Técnica 35, que fue ganadora hace tres años del campeonato nacional. Además, es[1]tamos en tratativas con otra marca multinacional automotriz para ver si podemos contribuir en el desarrollo de un auto eléctrico para uso en lugares agrestes, donde es compleja la circulación y los accesos son difíciles. Queremos involucrar[1]nos en este tipo de actividades.
Recientemente la compañía le vendió una “supercomputadora” al Servicio Meteorológico Nacional, ¿qué podrías contar al respecto?
Hemos venido trabajando con el Servicio Meteorológico Nacional por unos cuantos años ya y les hemos hecho provisión de equipamiento en una primera etapa hace alrededor de cinco años. Como clientes, estuvieron sumamente conformes con el producto y con el proceso desde el momento del diagnóstico de la necesidad que tenían. Es asesorarlos para que compren lo que necesitan y que no estén pagando por algo que no les hace falta. Luego de un trabajo en conjunto, se llegó a la decisión de que este era el producto que necesitaban.
¿Es un producto que existía?
Se va armando a medida. Es una división nuestra, Infrastructure Services Group, una organización más de servicios profesionales donde, como son productos muy complejos y de diseño, se trabaja muy fuerte en la etapa preliminar. Ahí no se vende una caja, lo que se vende es el resultado final, por decirlo de alguna forma. El Servicio Meteorológico Nacional necesitaba poder tener mediciones, procesar múltiples datos en forma recurrente, en el mismo momento, una capacidad de análisis y cómputo enorme, y ese fue el producto que se les diseñó. El producto que se les va a entregar ahora es algo similar, pero un poco más grande, es un proyecto mucho mayor que le va a permitir al Servicio Meteorológico Nacional jugar en una escala mucho mayor a la que venía jugando.
Más allá de lo comercial, ¿qué significa aportar de esta forma al país?
Nosotros tenemos mucho contacto con distintas áreas del Estado, más que del Gobierno, y siempre proponemos cómo podemos colaborar nosotros como empresa de tecnología en distintas cuestiones. En lo del Servicio Meteorológico Nacional, por ejemplo, podemos proveer soluciones y pautas, determinar qué está pasando a nivel global con la educación y la tecnología. No es solamente vender un dispositivo, sino ver cómo contribuimos a crear redes de comunicación que permitan a los nodos estar conectados. Nuestra propuesta es ser un brazo útil para que el Estado lleve adelante políticas medioambientales, de salud o lo que fuera necesario.