Exigencia, inspiración y deseo son los elementos que Iñaki Urlezaga considera fundamentales en el camino de un bailarín de su excelencia. Un artista que sabe que es importante dar para recibir y que su rol es elevar espiritualmente a los demás.
“Me parece que la danza, como una cualidad minoritaria dentro de la cultura, ayuda a todo ser humano a plantearse las cosas con una libertad más amplia, a tener criterios distintos, a poder confluir más heterogéneamente con la gente. Creo que los artistas, como decía [Jorge Luis] Borges, son los grandes aristócratas de una sociedad y, en ese sentido, coincido: el artista es una persona elevada espiritualmente, por sobre todas las cosas”.
Así respondió Iñaki Urlezaga, el internacionalmente multipremiado y reconocido bailarín y coreógrafo platense de 36 años, cuando Presente le preguntó acerca de cómo la cultura podía colaborar con el bien de la sociedad.
En el salón rojo del porteño Club del Progreso, su figura delgada y longilínea se vislumbraba bajo una remera negra de manga larga y se apoyaba, relajada, en la esquina izquierda de la silla. Pero resplandecía. Como en un escenario, estaba sentado en el centro, detrás de una mesa con mantel blanco y enmarcado por una cuadrícula de portarretratos antiguos. Su torso, erguido, se aproximaba a la mesa cuando contaba algo que le resultaba interesante.
“La danza, en particular, tiene textos como los infantiles, que son universales: muestran la crueldad, el amor y, por sobre todas las cosas, que se puede soñar, que puede haber un mundo mejor, más profundo y más poético”, explicó. “Y después tenés otros textos, que no tienen que ver tanto con lo infantil, que pueden ser reales, actuales, como puede ser la trata de personas o los desaparecidos”.
“La danza es tan fascinante como la literatura, como la plástica, como todo, porque tenés todo un cuerpo humano para expresarlo”.
Vaya si él lo sabe: su cuerpo expresa con virtuosismo todas las experiencias y los sentimientos que los personajes del ballet le piden. Como bailarín principal se puso las calzas para interpretar un amplio repertorio. Y sus interpretaciones han recogido excelentes críticas en su paso por los escenarios y festivales más importantes del mundo.
Urlezaga no deja que su profesionalismo sea solo gozado por unos pocos. En varias oportunidades se presentó en espectáculos masivos y gratuitos, para que una audiencia de todas las edades y procedencias pueda disfrutar de su arte. “Porque tiene otra masividad que puede llegar a la gente. Otra manera de expresarse frente al público, a la sociedad. Tiene otro compromiso frente al espectador. Fundamentalmente, porque no mucha gente puede pagar $500 para poder ir al teatro Ópera”, explicó.
La última vez fue en octubre pasado, en el espacio joven de la muestra Tecnópolis, donde presentó la ópera rock Shock Stop Rock. En julio de este año, había hecho, junto a la orquesta nacional Juan de Dios Filiberto, un espectáculo de tango en el Teatro Nacional Cervantes, organizado por la Secretaría de Cultura de la Nación. Y en noviembre del año pasado deleitó a casi veinte mil personas en el Obelisco, donde danzó La Traviata, en una actuación organizada por el Ministerio de Cultura porteño.
“Creo que el ámbito, el lugar y el espacio hacen que la puesta sea diferente y, por ende, la propuesta. De hecho, no es lo mismo un espectáculo de culto que uno popular. El espectáculo de culto es para pocas personas, es una cosa muy poco abarcativa y desde un plano, nada más. Cuando uno hace algo totalmente abierto, para las masas, tiene que pensar que va a ir determinada cantidad de gente. Y tiene que ser una cosa mucho más abierta y heterogénea, para que pueda ser apreciada por todos”.
A Urlezaga le “interesa muchísimo” que el público joven vaya a ver danza, “porque creo que es el futuro de mañana. Es una manera de seguirse formando, de seguir experimentando y viviendo cultura. Si bien es educacional, tampoco te lo da la educación o el deporte. Hay una gran parte de uno que se está privando de poder disfrutar de algo”.
Las acciones responsables con la sociedad se complementan colaborando con la Asociación de Amistad Argentino-Panameña. “Son hermandades latinoamericanas que muchas veces confluyen en espectáculos, en la legación de artistas, en reconocimientos, en facilidades, en cosas que tienen que ver con lo mío. Por ahí, si yo desconozco la fundación, si no hay tanta seriedad, es difícil empezar a colaborar. Uno tiene que tener una afinidad”. También ha hecho presentaciones para Unicef y el Hospital Garraham, entre otras instituciones.
“Muchas veces que puedo, intento ayudar. Me parece que está bárbaro, ¿no es cierto? La gente que tiene, al menos, un camino definido, como el mío, lo puede poner al servicio de alguien que lo necesita, de ayudar, de dar y, por ende, de recibir. Porque el que da recibe. Te lo digo por experiencia: de verdad es divino poder hacerlo”. A su oficina llegan pedidos de funciones gratuitas, a beneficio, participaciones, gestiones. “Las posibilidades son infinitas, de toda índole”, nos dice.
La sabiduría
Su carrera profesional comenzó en 1991, cuando asumió como Primer Bailarín del Teatro Argentino de La Plata. En 1993 ingresó por concurso internacional como Primer Bailarín del Teatro Colón de Buenos Aires y en 1995 se unió al Royal Ballet de Londres, donde como Primer Bailarín se presentó hasta 2005 en todas las temporadas anuales del Covent Garden Royal Opera House. Junto a Sylvie Guillem y al Royal Ballet inauguró el Teatro Real de Madrid y se unió como Principal Guest Dancer al Dutch National Ballet, donde debutó oficialmente en abril de 2006 con El lago de los cisnes, y desde entonces, se presenta en las temporadas que la compañía realiza en el Het Muziektheater Opera House.
Desde 2003 también se desempeña como coreógrafo y creó obras que han recibido excelentes críticas.
A pesar de haber desarrollado su carrera en el exterior, Urlezaga siempre se hizo un tiempo para mostrar sus interpretaciones en su tierra natal: “Sí, siempre traté de hacer cosas en la Argentina. Yo fui a una escuela pública, el Colón. Siempre traté de devolver la enseñanza que me dieron. Y sigo a través de los años”.
Hoy vive en la ciudad de La Plata y le gustaría quedarse en la Argentina (“porque soy de acá”). De todas formas, el ballet lo lleva por el mundo: “No estoy estable porque el ballet nunca te estabiliza”.
Produce entre cinco y siete títulos por año, entre interpretaciones y coreografías. Terminará 2011 con la presentación de El cascanueces, en el teatro Ópera Citi de Buenos Aires: “Es un cuento para niños llevado al ballet, o sea que abarca a niños y balletómanos, es dual”.
En 2000, Urlezaga formó Argentina Ballet Concierto, la única compañía privada argentina de bailarines profesionales, “para poder crear un pequeño espacio de danza en la Argentina. No hay muchos lugares donde bailar clásico realmente”. Presenta su temporada en el Teatro Colón y ha actuado en prestigiosos escenarios y festivales internacionales de Europa, América, Asia y Oceanía.
La compañía es totalmente privada y, aunque su creador busca sponsors, estos “no aparecen”. Explicó que “eso se torna muy difícil porque la danza clásica es muy reducida. Es poco expuesta, para los publicistas o para la gente que tiene que ver con el dinero. Los posibles anunciantes no lo ven como un negocio, sino como un medio expresivo, fabuloso, pero que termina ahí. Se equivocan, pero es lo que piensan”.
Urlezaga comparte la experiencia de su exitosa carrera con los bailarines noveles, a quienes transmite el respeto y el cariño por la profesión, el amor que se le brinda, lo fantástica que es la carrera, lo que les va a suceder, siempre y cuando hagan el camino correcto. “Trato de ponerlos al tanto de lo que indudablemente les va a pasar. Después, cada cual hace la carrera del modo en que quiere, la manifiesta como quiere y recibe lo que da”.
¿El camino correcto? “La transparencia física de uno; la humildad de tomar lo que viene, sin especular que con eso se va a lograr otro tipo de cosas; saber que es un camino lento; un camino diario; que todos los días se vuelve a empezar. Pero que es realmente hermoso. La profesión es muy rápida porque es muy breve el tiempo que uno disfruta, son 20 años y uno estudia diez, o sea que es una cosa muy rara para lo cual uno se prepara”. Los chicos no siempre lo entienden. Algunos empiezan de muy jóvenes: con los años se van a ir dando cuenta, a medida que se vayan frustrando, de que no se llega tan rápido, que hay que ser paciente”.
La danza es una carrera muy exigente. “Todo el mundo te va a decir que se podría haber hecho mejor, así de cruel es el mundo del ballet –afirma Iñaki–; por eso, además del cuerpo, requiere entrenar la mente”. Y agrega: “Para todo tenés que estar preparado psicológicamente. Ocho horas diarias todos los días es algo muy exigente, muy competitivo. Los que llegan muchas veces no son los que más condiciones tienen, sino los que más adhieren a eso de transpiración, inspiración y deseo de lograr algo”.
Urlezaga disfruta mucho de su trabajo y demostró tener el temperamento adecuado para desarrollar su pasión. “La sabiduría superadora. Uno cree que siempre hay una nueva oportunidad. Uno logra muchas cosas con la profesión, sobre todo, madurar rápido. Uno se hace adulto muy rápido en la danza. No es una profesión para nenes. Te están mirando 5000 personas, tenés que estar preparado”. De hecho, las primeras veces en el escenario “no fueron las más felices, no estaba tan bien preparado como lo puedo estar ahora”.
Hoy lleva cosechados importantes reconocimientos internacionales, como el Primer Premio Especial en el Concurso Latinoamericano de Ballet (1990), el Critic’s Circle Dance Awards 2000 o el Premio Fundación Konex (2002), entre otros. Y menciones especiales, como Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires (2004) y Ciudadano Ilustre de la ciudad de La Plata (2007), entre otras.
El desafío es “seguir haciendo cosas, seguir encontrando caminos diferentes, seguir creciendo como persona y como artista, encontrar la posibilidad de hacer los trabajos cada vez mejor, con mayor experiencia, mayor tranquilidad y mayor sabiduría. Seguir ampliando el camino, mejorarlo”.
Hoy vive solo. ¿Le gustaría formar una familia? “No sé si me gustaría formar una familia directa. Me gustaría ser feliz, lo que signifique esa la palabra. Seguir siendo feliz, mejor dicho”.