Juan Francisco Barbieri, Director de Estrategia de Barbieri, compañía con una historia de más de setenta años en el desarrollo de soluciones de construcción, habla sobre la actualidad y los objetivos de un equipo comprometido con la comunidad y el cuidado de personas y el ambiente.
En Lanús, un patio en común conectaba su casa, la casa de sus abuelos y la fábrica. Juan Francisco Barbieri abría la puerta trasera de su cocina y ante él se desplegaba el legado de Arduín Darío Barbieri, quien fundó la compañía en 1953 (entonces solo era un taller de herrajes) y cuyo nombre fue otorgado a la calle en la localidad bonaerense de Burzaco donde hoy se ubica la planta central de una organización que opera en cuatro países.
Durante su infancia, la fábrica era, literalmente, una extensión de su área de juego, y Juan Francisco solía frecuentarla con sus hermanos para explorar y hacer alguna que otra travesura. Con los años, se convirtió en el empleo de verano, en parte por imposición familiar, pero también por una afinidad con la industria que cultivó con los años. “Era un lugar en el que me gustaba estar”, cuenta el hoy Director de Estrategia de Barbieri (antes fue Líder de Sustentabilidad y Gerente de Innovación y Sustentabilidad). Como parte de la tercera generación de la familia Barbieri en la empresa, debió seguir los pasos que establece el protocolo interno para integrarse a ella formalmente: “Debemos ser profesionales y tener una experiencia en otra organización. Por sobre todas las cosas, la organización tiene que demandar o necesitar el rol o la profesión en la cual nos especializamos. Soy ingeniero industrial y trabajé en Cervecería Quilmes durante cuatro años, en programas de jóvenes profesionales, en el área de Innovación y también en la de Medio Ambiente y Sustentabilidad. Hasta que, en un momento, tuve la intención fuerte de volver acá y traer lo que había aprendido en mi experiencia afuera. El objetivo de mi ingreso fue armar y desarrollar la estrategia de sustentabilidad de la organización. Barbieri era tierra fértil para generar una estrategia en ese aspecto, porque tiene un ADN muy fuerte en cuanto a responsabilidad social empresaria y en su relación con las personas, como empresa nacional y familiar”, explica.
¿Habitar 2030 engloba todo lo que hace la compañía respecto a sustentabilidad?
Se podría decir que sí. Es un plan que tiene tres años, y se basa en los compromisos que Barbieri asume hacia 2030. Posee seis pilares, tres abordan la estrategia ambiental y otros tres la estrategia de inversión social. Los tres pilares de la estrategia ambiental son: Materiales, Energía y Ciclo de Vida.
¿En qué consisten?
El pilar Materiales se trata de establecer objetivos concretos en cuanto a la disminución de scrap y de residuos, y aumentar la circularidad de todo lo que generamos. Actualmente, la industria tiene una parte que es metalúrgica y otra que es plástica. El 100 por ciento del scrap plástico lo reutilizamos en nuestros procesos productivos, y buscamos también ser más eficientes en la parte metalúrgica, que son todos los perfiles que hacemos para la construcción en seco. En el pilar de Energía, tenemos el compromiso fuerte de transicionar hacia energías renovables. Ya hace dos años instalamos paneles fotovoltaicos en todos los techos de Barbieri y hoy aproximadamente el 40 por ciento de la energía que consumimos para trabajar proviene de allí. Eso impacta directamente en el costo de la fabricación de nuestros productos. También tenemos el objetivo de disminuir un 15 por ciento nuestro consumo energético, a partir de innovación. Y el pilar de Análisis del Ciclo de Vida tiene que ver con declarar la huella de impacto ambiental bajo una institución que es muy reconocida, como EPD. El que promovemos es un sistema constructivo más sostenible y, con todo esto, buscamos dar certidumbre al usuario final de cuál es la huella de carbono de los materiales que conforma Barbieri y también le da herramientas a nuestra cadena de valor, que son distribuidores y constructoras, de posicionarse en la venta de materiales más sostenibles. Fue un trabajo muy articulado con nuestra cadena de valor, porque lo que estamos declarando no es la huella de impacto de Barbieri, sino la huella de impacto de la cuna a la tumba de los productos que fabricamos: va desde el origen de la materia prima hasta cuando se demuele una obra.
¿Y cuáles son los pilares de inversión social?
Soluciones Constructivas, Educación y Empleabilidad, y Diversidad. El primero tiene que ver con innovar en soluciones que sean más sostenibles y promover la asequibilidad del sistema constructivo. Buscamos generar prototipos que consuman menos acero por metro cuadrado, que sean modulares y oportunos para programas de vivienda. En Educación y Empleabilidad hacemos énfasis porque la educación para nosotros siempre fue una inversión necesaria, estratégica y social. Empezamos a desarrollar un sistema constructivo y lo que necesitábamos era que hubiera instaladores o profesionales que pensaran sus proyectos con nuestros materiales. Así que tuvimos que trabajar mucho en la normalización del sistema, en generar cursos de capacitación. Hoy, a partir de Consul Steel, la consultora del grupo, tenemos una currícula de cursos, un plan de carrera para los steeleros o steeleras, que son las personas que trabajan en campo, para arquitectos, arquitectas, ingenieros civiles. Queremos democratizar el conocimiento técnico para que este sistema constructivo crezca. El último pilar es Diversidad e Inclusión, donde repensamos nuestro rol dentro del rubro de la construcción. Hoy menos del 5 por ciento de las personas son mujeres o disidencias y nosotros tenemos algo de responsabilidad en revertir esa brecha. Queremos que haya representatividad de mujeres en todos los niveles de la organización. Desde hace tres años el 50 por ciento de los ingresos a la empresa tienen que ser de mujeres. Hoy en todas las plantas hay mujeres trabajando, y también en casi todos los niveles jerárquicos de la organización.
“Instalamos paneles fotovoltaicos en todos los techos de Barbieri y hoy aproximadamente el 40% de la energía que consumimos para trabajar proviene de allí”
¿Qué iniciativas implementaron para atraer a esas mujeres, para que se animen a querer ingresar en una industria donde no se sentían incluidas?
Primero, una estrategia de buscar proactivamente desde lo comunicacional. Nuestro sistema constructivo no está tan instalado socialmente, tenemos que trabajar mucho para dar certidumbre de que el sistema es bueno. Cuando ves una pared de ladrillo mal construida, vos dudás del albañil o de la persona que la construyó, pero cuando ves una pared o una casa en Steel Frame que está mal hecha, vos dudás del sistema en su totalidad y no del instalador. Tuvimos, entonces, la oportunidad de que el sistema constructivo no estuviera tan masculinizado como tal vez el convencional. Hoy tenemos una articulación muy fuerte con la fundación Vamos a Zoomar, que trabaja la brecha de género en el rubro de la construcción. Generamos cursos exclusivos para mujeres y articulaciones, por ejemplo, con el Centro de Formación Profesional del Parque Industrial de Burzaco. El año pasado hicimos un curso en Steel Frame solo para mujeres.
¿Cuánto influye el contexto social y político al avance de estos objetivos?
Sin duda estamos en un momento complejo a nivel global, y pareciera que se están disputando consensos sociales que ya estaban en una ruta. Hay referentes políticos que no se adhieren o que descreen del cambio climático o que entienden que muchos ejes de la sostenibilidad conspiran con el desarrollo económico de la sociedad. Nosotros no lo entendemos así, sino que creemos que la sostenibilidad es parte del desarrollo económico, que demanda el bien común. Esto nos invita a trabajar más fuerte. Este sistema constructivo y lo que hacemos nosotros tiene mucho que ver con la sostenibilidad para crecer.
Sería parte de su esencia, entonces…
Sí, hay mucha convicción. Estamos en un momento complejo económicamente para la industria nacional, hay momentos recesivos y muchas veces se entiende a la sustentabilidad desde un lugar de precios más altos, pero esta debe mitigar el impacto ambiental y generar un impacto social positivo. Debemos hacer más asequible el sistema constructivo, que sea una alternativa real para más personas. Cuando las cosas se complejizan, eso nos invita a innovar para que podamos ofrecer productos y un sistema que sea más asequible para las personas y que brinde una solución habitacional. Innovar para que disminuya el precio. Hay mucha convicción dentro de la organización de entendernos como un actor social con el compromiso de contribuir al hábitat, porque es en el rubro donde estamos. Es lo que nos convoca a trabajar todos los días. Nos proponemos, entre otras cosas, aportar para reducir el déficit habitacional existente.
¿En qué consiste ese aporte?
Podemos cooperar para el desarrollo sostenible del hábitat. Hoy el déficit habitacional en la Argentina y Latinoamérica es muy alto. Según el BID y diferentes organismos, el 33 por ciento de las personas no vive en condiciones dignas o no tiene techo. Puede ser un déficit cuantitativo o déficit cualitativo. Entendemos que este sistema constructivo, industrial, tiene mucha potencialidad de ser una alternativa para cada vez más personas. Originalmente, el sistema se posicionó en estratos más altos de la sociedad, se lo puede ver mucho en barrios cerrados. Entendemos que, si esto se industrializa, tiene la oportunidad de ser cada día más asequible. Tenemos alianzas con diferentes organizaciones sociales, trabajamos con nuestra cadena de valor en prototipos, en soluciones para estratos medios. Hay que desarrollar esa cadena de valor, que sea industrializada también. Hoy, como todavía seguimos siendo pocas industrias, somos aún pocos instaladores, pocos profesionales, pero esta industria tiene una gran potencia para generar.
¿Cuáles son esas alianzas?
Por ejemplo, Techo, Ingeniería sin Fronteras y Módulo Sanitario. Hacemos cursos en Barbieri todos los meses, donde se construye un prototipo de 26 metros cuadrados. Vienen personas a aprender a instalar y esos prototipos los destinamos a estas organizaciones sociales, que hacen centros comunitarios en barrios populares. Tenemos ya cinco centros comunitarios construidos con Techo y tres con Ingeniería sin Fronteras. Buscamos no solo dar visibilidad al sistema constructivo en el barrio, sino también capacitar en el sistema constructivo, porque el 30 por ciento de las personas que viven en los barrios populares se dedican al rubro de la construcción. Así que tenemos una responsabilidad indirecta con esa cadena de valor, que terminan siendo los albañiles. Llevarles el sistema constructivo es llevarles una oportunidad laboral también.
¿Cuánta gente trabaja en la compañía?
En la compañía somos cuatrocientas personas; doscientas setenta en la Argentina, que es la casa matriz, donde nació todo. Desde 2011 nos instalamos en Brasil, en 2014 en Uruguay y en 2018 en Paraguay. Hay unas noventa personas trabajando en Brasil y el resto en partes iguales entre Uruguay y Paraguay, que son mercados mucho más chicos.
Para lo que queda de 2025 y ya pensando en el año que viene, ¿qué objetivos tiene la compañía?
Uno de los objetivos es mantener las fuentes laborales que da la empresa. El rubro de la construcción está en un momento recesivo, se está construyendo mucho menos, la obra pública es prácticamente cero y el valor para construir está caro para la gente, así que se achican las rentabilidades y debemos ver cómo mantenemos las fuentes laborales. También tenemos el desafío de diversificarnos en más soluciones constructivas, en seguir innovando, en poder aportar con nuevas soluciones a la sociedad, porque entendemos que hay mucho más para hacer. No es responsabilidad nada más de la industria y la construcción, es una responsabilidad sistémica, pero hoy acceder a una vivienda, que según nuestra Constitución es un derecho, se convirtió en un privilegio. La responsabilidad es del Estado, pero de la industria también, y tenemos que innovar y diversificarnos para que poder construir sea más asequible para las personas. Porque eso también va a hacer que construyamos más. Cuando nosotros hablamos de un 33 por ciento de déficit habitacional, también lo vemos como la oportunidad de innovar para que ese porcentaje se transforme en una demanda. Eso es un negocio de impacto, cuando lográs transformar un déficit en un negocio que genera un bien en la sociedad donde estás.