El viaje de un grupo de estudiantes a una localidad chaqueña para acompañar la finalización de los estudios se convirtió en una ONG que ya lleva más de diez años combatiendo el abandono escolar. PRESENTE dialogó con Carla Abatte, Directora Ejecutiva de Voy con Vos.
Apasionada por lo que hace, así se la ve a Carla Abatte, Directora Ejecutiva de la organización Voy con Vos, al recibir a PRESENTE en su pequeña pero cálida oficina del barrio de Recoleta, desde donde definen las estrategias para llevar adelante en los parajes rurales en los que trabajan para que los chicos no abandonen la escuela primaria y puedan finalizar los estudios secundarios. “Estoy a cargo –cuenta– desde julio de 2018. Llegué por un proceso de búsqueda laboral. Había estado viviendo un tiempo en Australia, donde colaboré con algunas ONG, y volví con muchas ganas de trabajar en el sector público o social. Soy administradora de empresas y me había desempeñado anteriormente en el sector privado”. De este modo, quedó seleccionada para liderar los proyectos que se proponen la transformación de la escuela junto a toda la comunidad educativa. La responsable se encarga de aclarar que trabajan en articulación con las comunidades y que lo que ponen a disposición son recursos humanos, didácticos y de infraestructura; no dinero. Que los niños puedan tener oportunidades para elegir su futuro, de eso se trata. Ni más ni menos que el acceso a la educación, su derecho.
¿Cómo surgió, en 2007, la idea de desarrollar una ONG que promueva la educación de calidad en parajes rurales?
Como un grupo de misión de voluntarios, de chicos que estaban en el último año del secundario del colegio Champagnat, que empezaron a viajar al interior de Chaco para hacer actividades de promoción de la educación rural. Allí la escuela pública es el centro de la comunidad en muchos aspectos, nucleando a todos los actores. Como los jóvenes vivían en Buenos Aires, la distancia era enorme y eran muchas las líneas de trabajo, por lo que resultaba difícil darle continuidad a lo largo del año. Con el tiempo la organización se fue profesionalizando. Hoy es muy distinta a lo que era en sus comienzos, cuando se trabajaba más por proyectos en la semana que estaban allí. Lo primero que se hizo, en 2009, fue contratar de manera rentada a Silvia, que es tutora, con la idea de tener a alguien en territorio y poder darles más seguimiento a los programas. La conectividad en los medios rurales es difícil. No todas las escuelas tienen Internet. Después, en 2013, se contrató al primer Director Ejecutivo, como figura institucional, y en 2015 Tomás Montemerlo (uno de los fundadores y ganador del Premio Abanderados de la Argentina Solidaria 2015) se mudó a una de las localidades como Director de Programas, lo que permitió muchísimo crecimiento.
¿Cuántos integrantes tiene la organización hoy en día?
Somos once empleados en relación de dependencia. Tres estamos en Buenos Aires: una persona de desarrollo institucional y comunicación, otra de administración y yo. En Chaco se encuentra la Coordinadora Regional, liderando el trabajo, que vive en Resistencia. Debajo de ella están los implementadores y tutores de los programas, dos vivieron y crecieron en los parajes rurales, y una participó del programa [ver recuadro].
¿Por qué no trabajan con voluntarios?
Fue una decisión estratégica como parte de la profesionalización de las áreas. Creemos firmemente en la capacitación de nuestros equipos (en los que muchos son docentes), lo que hace que la calidad del trabajo esté muy alineada a lo que queremos hacer. Los últimos voluntarios trabajaron hasta el 2016. A su vez, hay un tema que es la lejanía: es difícil que la gente viaje tantos kilómetros.
¿Qué particularidades tienen los dos programas que ofrecen y en qué comunidades los implementan?
Trabajamos en las escuelas rurales de la comunidad Tres Isletas, que está a 220 kilómetros de Resistencia, y en una zona que se llama El Impenetrable, que es Parque Natural. Los caminos son sumamente difíciles de transitar, son de ripio y hay mucha lluvia, por lo que el acceso siempre es complicado, tanto para nuestro equipo como para los alumnos. Hay chicos que se mueven 30 kilómetros para ir a la escuela. En cuanto a los programas, Haciendo Escuela está focalizado en el nivel inicial y en primaria con tres líneas de trabajo: Comunidades de Aprendizaje (busca mejorar el aprendizaje y la convivencia de los estudiantes), Propuesta Dale (aborda la lectoescritura) y otra en la que acercamos tecnología en alianza con la organización OX. En general, tratamos de llevar herramientas innovadoras y dinámicas pedagógicas a esos contextos que están tan alejados y sin acceso, así como la interacción con la comunidad educativa. En ese aspecto, hay un trabajo fuerte con los padres. Con el programa Becas garantizamos el acceso al secundario a los chicos de las primarias en donde trabajamos, que en el contexto rural de la Argentina es muy bajo. A nivel nacional, uno de cada cuatro comienza la secundaria, cuando es un derecho fundamental. La beca no es económica, no le damos el dinero al estudiante ni a su familia. Le permite vivir en una residencia albergue de lunes a viernes (donde recibe las cuatro comidas) y garantizamos que tenga los útiles, uniformes y materiales que necesite. A su vez, un equipo de tutoras hace acompañamiento académico y emocional. Son las referentes. También damos talleres donde se trabajan las emociones, lo cual creemos que es sumamente importante, sobre todo con los becados que se encuentran con nuevos desafíos.
¿Las escuelas cuentan con computadoras?
La mayoría recibieron un carrito con computadoras del gobierno. Las empezamos a usar sobre todo el año pasado con un software que es un jueguito de matemáticas y cruza con los lineamientos de la currícula. De esta manera, los chicos pueden avanzar en los contenidos curriculares jugando con los contenidos. Lo que sí nos pasó, al realizar la prueba piloto en cinco escuelas, es que hay que hacer una educación en el uso de la tecnología a los alumnos y, muchas veces, también a los docentes. Están todos muy entusiasmados con la propuesta, pero tiene, por ahora, un seguimiento de nuestro equipo.
¿Cuántos alumnos participan en cada programa?
Las escuelas rurales suelen tener matrículas bajas. Pueden ser entre ocho y veinte alumnos, y los salones son plurigrado con un solo docente. Entonces, las dinámicas de trabajo son muy distintas y tratamos de ayudar en ese contexto. En Becas el año pasado tuvimos 76 y solo dos bajas en el año. En la trayectoria mejoró mucho la cantidad de becados y egresados. La organización comenzó becando cuatro chicas de las que solo una egresó. Este año tenemos un récord de 80 becados.
¿Qué implica tener la sustentabilidad como uno de sus valores?
Encaramos el diseño y la implementación de nuestros programas para tener sustentabilidad del trabajo que hacemos. Implica trabajar de manera tal que las comunidades puedan ir incorporando las líneas de trabajo como propias, para poder estar nosotros en una escuela un tiempo y luego seguir acompañándola, pero con ese mismo recurso ir a otra. Que se pueda mantener en el tiempo, y también es sustentabilidad financiera. Hemos ido incorporando escuelas, y hoy estamos en 20. En el 2018 se comenzó a trabajar en El Impenetrable, logrando la primera expansión, que fue un paso grande, porque hay que generar confianza con las comunidades. Nosotros no trabajamos de manera asistencial. Queremos que ellas adopten el trabajo y entiendan que la educación es un derecho. La mayoría de nuestros becados son la primera generación de sus familias que accede al secundario.
¿Reciben apoyo por parte del Estado?
El único apoyo fue un Fondo de Fortalecimiento del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para cuestiones puntuales. Sí buscamos oportunidades de articulación en fondos. También con el Gobierno de Chaco tuvimos la oportunidad de dar una capacitación a todos los docentes rurales de la provincia, que son casi 400, que para nosotros fue un hito, ya que permite generar escalabilidad en el trabajo que hacemos, y eso siempre lo da el Estado.
¿Qué importancia tiene trabajar en red con otras organizaciones?
Es sumamente importante. Nos permite conocer experiencias y otras implementaciones, generar mejoras, compartir buenas prácticas. También participamos en las redes Primero Educación y EduRural, que nuclean organizaciones de la sociedad civil que trabajan en temas afines.
¿Cuánto y cómo colabora el sector empresario?
De nuestro presupuesto anual, el 49 por ciento son donantes individuales (más de 400 personas tienen un compromiso mensual con la organización, con pequeñas donaciones o con un padrinazgo) y el 40 por ciento son aportes de empresas. El año pasado nos acompañaron 22 compañías de diversas industrias. En general, con ellas trabajamos por programa, apadrinando alguno de los dos. Además, vemos cómo están alineados nuestros intereses con sus ejes de responsabilidad social y dónde está enmarcado el trabajo que hacen. Hay empresas a las que les interesa más la terminalidad secundaria como el próximo paso a la empleabilidad y hay otras que quieren fomentar el desarrollo de los niños en nivel inicial. Tuvimos también al inicio casos de marca compartida, y una empresa que produce elementos de ropa y una bodega nos donan parte de sus ventas. Buscamos que el impacto tenga sentido para la naturaleza del negocio, pero tenemos flexibilidad y queremos un compromiso con la causa: que vean la educación como un elemento de movilidad social por excelencia.
¿Cuánto creés que ayuda la RSE a que ustedes puedan contar hoy con estas colaboraciones?
La articulación de los tres sectores es sumamente importante, pero las empresas son un actor clave en habilitar muchas de estas acciones. Intentamos construir relaciones a largo plazo. Quizás nuestra barrera es que estamos muy lejos y es difícil tanto desde la logística como desde los recursos implementar, por ejemplo, un voluntariado corporativo, llevando un grupo grande de voluntarios a Chaco. Este año queremos trabajar el desarrollo institucional en el NEA y quizás puede ser algo que exploremos, pero con empresas que estén más cercanas al territorio. Sí han viajado los representantes de las áreas de RSE, porque nos interesa que puedan conocer el trabajo que hacemos.
¿Transparentan su labor mediante reportes anuales?
A las empresas se les envía un reporte semestral, específico del programa al que aportan. Además, tenemos nuestro anuario. Nos parece clave la transparencia, es un pilar importante desde la comunicación.
¿Evalúan expandirse a otras provincias?
No lo descartamos, pero este año es de consolidación. Las expansiones territoriales llevan tiempo, y ahora estamos bajando los aprendizajes del trabajo en El Impenetrable. Nuestro objetivo es que las oportunidades puedan alcanzar a todo aquel que lo necesite.
Posteriormente, ¿los niños que pasan por los programas continúan su formación?
Muchos de los egresados estudian terciarios en la zona y tienen más herramientas para proyectar su futuro. Les acercamos un abanico de oportunidades y el contacto con las tutoras. También articulamos con Fundación Sí, que actúa a nivel nacional, para que nuestros egresados puedan aplicar a las vacantes en sus residencias universitarias. Tenemos algunos becados que lo han hecho.
¿Cómo viviste, en lo personal, la experiencia de ir al territorio?
No deja de impactarme lo alejadas que están las comunidades, la carencia de servicios básicos y lo difícil de los accesos. Hemos llevado, en articulación con una organización que trabaja con el acceso al agua, filtros a las escuelas. Se ve mucha necesidad. Hay tanto por hacer. Pero cuando veo al equipo sumamente comprometido, trabajando, me llena de orgullo formar parte de una organización que pone su grano de arena para cambiar esas realidades.