Ernesto Schargrodsky es el Rector de la Universidad Torcuato Di Tella, una institución que supo aprontarse desde sus raíces más profundas a la vanguardia de un movimiento cultural amplio que buscó, por sobre todas las definiciones ideológicas, la consagración plena de las humanidades y ciencias sociales.
Si uno camina a su aire por los pasillos del edificio de la Universidad Di Tella, puede encontrar la mística del célebre instituto que otrora reinaba sobre la calle Florida, con tipos audaces de cerebro como Jorge Romero Brest. El visitante se desayuna con una galería de imágenes que lo dejan grogui, sin siquiera acusar el golpe emocional que le propician las gigantografías en blanco y negro. La leyenda de SIAM y sus fundadores, el Centro de Artes Visuales, el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales, la vocación filantrópica del ingeniero Torcuato Di Tella, las publicidades futuristas y la presencia rotunda, absolutamente rotunda, de un emblemático Di Tella 1500 negro estacionado en el lobby de entrada cual sinónimo de modernización, de la aventura ideológica como bandera de industria y cultura nacional. La combinación de un “uno-dos” a la quijada intelectual que termina de acomodarse cuando el visitante pasa las páginas de la historia del Campus Alcorta, este edificio pensado para dar a luz a las ideas. Una imagen viene a resumir la consigna total de la institución, una foto sacada durante la exposición Di Tella Battlefield (abril de 2007), en la que se lee: “Somos el resultado de lo que pensamos”. Eso, sin más, es la Universidad Di Tella, el sitio donde muchos sueños tienen su inicio.
PRESENTE tuvo la oportunidad de robarle media hora de su apretada agenda al doctor Ernesto Schargrodsky, el hombre sobre quien reposa la importante responsabilidad de mantener viva la mística, el Rector de la Universidad, el académico de carrera, el investigador aplicado, el fanático de Boca que día tras día debe convivir con la latente presencia del Estadio Monumental de River Plate desde la ventana del magnífico despacho que ocupa en la planta alta del Campus Alcorta, allí, en el bajo de Belgrano, donde se cuecen mentes brillantes sobre la que un grupo grande de filántropos hace una apuesta fuerte. La Di Tella, el legado más acabado de que si se quiere, se puede, la conjunción amalgamada de la fábrica SIAM (Sociedad Industrial de Amasadoras Mecánicas, según sus comienzos) y del viejo Instituto Di Tella. Nos metimos de lleno en la Universidad Torcuato Di Tella, esa institución dedicada a la generación de conocimiento e ideas producidos en la Argentina con los parámetros de la más alta calidad internacional.
¿Cuándo y de qué manera llegaste a la Di Tella?
Llegué en 1998, cuando terminé mi doctorado en Harvard. Me incorporé como profesor asistente en la Escuela de Negocios, luego pasé a ser profesor asociado, profesor plenario y, desde 2006 hasta 2011, Decano de la Escuela de Negocios. Ese último año, me designaron como Rector de la universidad.
¿Cómo te presentás cuando alguien te pregunta “a qué te dedicás”?
Digo que soy profesor-investigador full time en la Universidad Di Tella. Nunca digo que soy Rector. Enfatizo eso de ser investigador full time, porque normalmente en la Argentina quien se dedica a la enseñanza universitaria tiene otro trabajo. La Universidad Di Tella forma parte de esa minoría de instituciones académicas latinoamericanas que pueden decir que cuenta con un cuerpo de profesores full time abocado a la investigación.
Si te presentás como investigador, yo pensaría que económicamente la estás pasando mal, porque parecería ser una profesión bastante olvidada en nuestro país.
Hay un esfuerzo de la universidad por mantener un cuerpo de profesores full time dedicados a la investigación y formados en las mejores universidades del mundo. Eso requiere un esfuerzo importante y se hace contra la corriente, seguramente muchos de los profesores de la universidad ganaríamos más trabajando en el sector privado, pero nos interesa el debate de ideas, nos parece que este es un lugar valioso para el país y preferimos trabajar acá. La universidad se va construyendo de a poco, mientras crece de manera paulatina en vistas de ese desafío.
¿Cuál es tu responsabilidad como Rector hacia la propia institución, hacia el cuerpo docente, hacia los estudiantes y hacia la comunidad?
Hacia la institución, nosotros fuimos creados con tres misiones que están representadas por tres estandartes que podés ver en la puerta del edificio cuando ingresás: la excelencia académica, el pluralismo de ideas y la igualdad de oportunidades. Ese es nuestro norte, trabajar para que esos tres valores crezcan en la institución, ser un lugar de excelencia, con pluralismo de ideas y donde se puedan formar los mejores talentos de la Argentina, más allá de la capacidad económica de una familia en particular para solventar los gastos de la carrera. Es precisamente porque conocemos esos impedimentos que hemos delineado y llevado a la práctica un programa de becas en claro crecimiento para ayudar a generar oportunidades a quienes necesitan ayuda económica.
¿Cuál es la población universitaria?
La cantidad de estudiantes que se cuadran dentro de los programas que otorgan títulos oficiales alcanza a unos 3800, entre grado y posgrado. Después, hay aproximadamente otro tanto que hace programas de educación ejecutiva, de artistas, in company, de educación legal ejecutiva y de nuestra área de extensión denominada “Colegio Libre”, que son programas más cortos que no otorgan títulos oficiales, pero que son muy importantes para la inserción de la universidad en la sociedad, para la difusión del conocimiento y que tienen un tamaño relevante.
¿Cuál es la carrera emblemática de la Universidad Di Tella?
La universidad fue creada a partir del Instituto Torcuato Di Tella, y el instituto tenía dos vertientes: las ciencias sociales, que hoy están representadas en la universidad por carreras como Economía, Negocios, Historia, Ciencias Políticas o Relaciones Internacionales, y después, un área vinculada al arte, representada actualmente por nuestra Escuela de Arquitectura y el Departamento de Arte.
¿Cuál es la carrera con mayor porcentaje de inscriptos en la Di Tella?
El área académica más grande es la Escuela de Negocios, y la carrera de grado con más inscriptos es la Licenciatura en Economía Empresarial.
¿Cuánto cuesta en promedio una carrera?
La cuota mensual ronda los $6800, y una carrera estándar conlleva 46 cuotas aproximadamente. El costo de la Universidad Di Tella, que tiene una tasa de graduación más alta que el conjunto de sistemas de universidades nacionales, es mucho más económico para la sociedad en su conjunto cuando uno la compara con el costo del presupuesto nacional destinado a la universidad pública y lo divide por el número de graduados. Es decir que, a la sociedad en su conjunto, un graduado de la Universidad Di Tella le cuesta menos que el graduado promedio del sistema de universidades nacionales. Lo cual no quiere decir que para una familia en particular mandar a un chico a estudiar a la Di Tella no sea un esfuerzo importante. Por eso, tenemos este sistema de becas del que te hablaba, que en este momento alcanza a uno de cada tres estudiantes, con una beca promedio del 56 por ciento del arancel.
¿De dónde sale el dinero para las becas?
La propia universidad hace un gran esfuerzo económico para afrontar las becas, y luego tenemos una cena anual de recaudación de fondos que este año, por primera vez, pudimos hacer en este edificio, pues contamos con un espacio de usos múltiples que lo permite. El 100 por ciento de la recaudación de este año fue al fondo de becas. Además, existe una cantidad de mecenas y donantes, familias y empresas que donan directamente al programa de becas. El apoyo de la comunidad filantrópica es crucial para esto. Los chicos que reciben las becas participan como voluntarios en la cena anual, pero no son exclusivamente becarios, también pueden participar otros alumnos aunque no tengan becas. Los becarios también participan en otras formas en la cena. Depende el año, pero por ejemplo, en 2013, los protagonistas del video que se pasó durante la cena eran un grupo de becarios, mientras que en 2014 fue un grupo de profesores. A veces, los presentadores son graduados, y ellos animan la noche, y en otras ocasiones son los propios profesores. La cena es un evento importante de difusión de lo que estamos haciendo y es el espacio propicio para llevar adelante la recaudación de fondos para becas.
¿Cómo eligen al cuerpo docente?
Se lo elige de una manera no orgánica, pero estamos permanentemente en la búsqueda de argentinos o no argentinos (en general son de nuestro país) que se están graduando en las mejores maestrías y doctorados del mundo, siempre atentos a buscar el camino para repatriarlos, viendo si quieren volver a la Argentina. Hay gente que viene regularmente durante un tiempo y eventualmente decide volver, es una búsqueda muy artesanal, y estamos siguiendo una cantidad de gente a sabiendas de qué doctorado está haciendo, en qué instancia de la cursada se encuentra, e intentamos sentarnos a tomar un café con ellos cuando vienen a visitar a su familia, cortejándolos, conversándolos.
¿Y de qué manera los seducen?
Los seducimos con nuestro sueño de estar trabajando por un país mejor, de trabajar en el campo de la investigación y la docencia de manera full time; con tener un grupo de estudiantes de altísimo nivel y formar parte de un proyecto sólido a largo plazo.
¿Cómo se establecen los planes de estudio?
Hay regulaciones que tenemos que respetar establecidas por la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria, que depende del Ministerio de Educación de la República Argentina) y por el propio Ministerio de Educación. Luego, en cada materia hay muchísima libertad de cátedra.
Me gustaría escuchar tu opinión sobre los posgrados, pues en ocasiones considero que quien se apunta en ellos solo busca meterle chapa a su apellido para sacar un rédito económico más allá de su interés real por recibir una capacitación de élite. ¿Cuál es tu punto de vista al respecto?
En general existen las dos cosas, hay posgrados que otorgan una credencial, una certificación de conocimientos, pero además, es real que brindan un valor agregado específico. Creo que están los dos componentes. No le quito valor a que muchas universidades, en la Argentina y en el mundo, otorgan credenciales, es decir, certifican la calidad de un alumno. El posgrado no deja de ser un indicador, dentro del mercado laboral, de que una persona ha desarrollado un esfuerzo, participó de las clases, cumplió un horario, estudió y, finalmente, rindió un examen y lo superó con éxito. Todo ese esfuerzo conlleva un valor en el mercado laboral.
Existe cierto inconveniente que remite a que un porcentaje elevado de estudiantes de posgrado, una vez finalizada la cursada, no presenta su tesis. ¿Cuál es el porcentaje que maneja la Universidad Di Tella de tesis doctorales presentadas?
En los programas que tienen como requisito la presentación de una tesis final, la Di Tella hace un esfuerzo de persecución importante, motivo por el cual las tasas de graduación son altas. En grado, las tasas son altísimas, aunque, por supuesto, existe cierta merma, sobre todo en primer año, en donde dicho abandono se encuentra íntimamente relacionado a la exigencia de la universidad o a una crisis vocacional normal que puede sufrir un chico de 17 o 18 años que tiene que elegir una carrera con muy poco conocimiento previo. Durante el segundo año de la cursada, esa deserción es bastante menor, y en el tercero o cuarto año se convierte en casi nula. Por ello, quienes llegan a la instancia final de la carrera no suelen tener problemas al momento de presentar sus tesis.
¿En qué estado considerás que se encuentra el nivel académico nacional en relación al internacional?
Creo que el sistema educativo argentino en general, no solo el universitario, está viviendo de glorias pasadas, épocas durante las cuales tuvimos un rol de absoluto liderazgo en América Latina. Sin ir más lejos, contamos con un número de premios Nobel en las ciencias muy importante para la región, pero esas son reliquias del pasado, méritos de la sociedad argentina de hace 60 o 70 años. Creo que nos hemos quedado muy retrasados respecto al mundo en desarrollo y al resto de la región. El eslabón más débil es la educación secundaria, con muy escasa transmisión de la cultura del esfuerzo en el colegio. Ahora bien, si me enfoco en la Universidad Di Tella, tomando mi propia experiencia como académico de Harvard y Stanford, nuestro alumnado tiene un nivel comparable con dichas casas de estudio, pero nuestra población académica representa un número pequeño para el conjunto de la sociedad argentina. Creo que es muy importante que nos comparemos con el mundo, que participemos de rankings internacionales y que evaluemos a nuestra escuela secundaria utilizando PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos). Realmente, considero que sería muy negativo aislarnos y dejar de compararnos, porque perdemos una métrica de dónde estamos. Cuando me fui a estudiar el doctorado a Harvard, venía de ser Diploma de Honor de la UBA y pensé que contaba con una formación muy superior a la que realmente tenía. Durante el primer año del posgrado me costó un esfuerzo enorme alcanzar el conocimiento de otros compañeros que venían de universidades del resto del mundo.
¿Están acreditados por la CONEAU?
Por un lado, la universidad tiene la aprobación oficial del Ministerio de Educación, y hay una evaluación de la CONEAU sobre el conjunto de la universidad que se hace cada siete años. Por otro, existen evaluaciones de la CONEAU sobre las maestrías y las carreras de grado que otorgan títulos habilitantes (que requieren matrícula para ser ejercidos), que en nuestro caso son Arquitectura y Abogacía. En la Argentina, hay un doble sistema de regulación, está el Ministerio de Educación, que reglamenta el conjunto de la actividad, y la CONEAU, que trabaja específicamente sobre todos los programas de posgrado (especialización, maestría y doctorado) y las carreras de grado cuando otorgan títulos habilitantes. Después tenemos la acreditación internacional de nuestro programa de MBA, y hay un conjunto de evaluaciones y habilitaciones en distintos rankings de distintas disciplinas.
¿Cuál será la estela que dejará tu mandato al frente del Rectorado?
Creo que un rasgo que va a quedar de mi mandato será el desarrollo de este nuevo edificio, porque antiguamente estábamos en otro sobre la calle Miñones, que era un cuello de botella importante para el crecimiento de la universidad. Junto con la mudanza a este lugar, la universidad ganó mucha visibilidad y espacio, y eso nos está permitiendo tener ahora un crecimiento importante. Cabe destacar también que buena parte de ese crecimiento responde al desarrollo del programa de becas. Es un círculo virtuoso: están viniendo más alumnos, la universidad tiene mayor visibilidad y todo esto ha ocurrido de forma simultánea.
¿Cómo hacés para motivar a los jóvenes?
Es difícil, en mi casa es mérito de mi esposa, no mío. Nuestro desafío como institución educativa es cómo crear el ámbito para que los jóvenes desarrollen su potencial y amen a la vez el conocimiento y el esfuerzo.
¿Cómo logran fidelizar a la comunidad de estudiantes para que asimilen los valores de la universidad, para que absorban ese sentimiento de pertenencia a la institución tan popular en países como los Estados Unidos?
Creo que los graduados de la Di Tella se van con un vínculo muy fuerte con sus compañeros y con la institución, y ese sentimiento se mantiene a lo largo del tiempo. Tenemos un encuentro anual de graduados en el que se da lugar a discusiones académicas muy interesantes en cada área y que luego tienen su cierre en un gran encuentro, una fiesta. Asimismo, como te comentaba, muchos graduados participan de la cena de recaudación. También desarrollamos semanalmente dos o tres actividades gratuitas, seminarios sobre distintos temas de la actualidad o de contenidos académicos, en los cuales participan los graduados. Se ha logrado generar un sentimiento de comunidad, de ponerse la camiseta.
La verdad es que a uno le dan ganas de quedarse a vivir en el Campus Alcorta, a estudiar, a formarse y progresar. Solo por estar allí, cualquier persona siente la vibración certera de que algo cambiará en su futuro personal y profesional, que descubrirá la clave para convertirse en alguien que hará algo grande. Eso, el sentir en piel, responde a un emblema impalpable, que se puede sopesar quizás dejando vagar la mirada en el entorno, en el silencio que hoy abunda por ser momento de cierre de ciclo lectivo, en épocas en las cuales el calendario marca fines de diciembre y la población de estudiantes prácticamente ha desaparecido, dejando en el espacio la aureola de la leyenda de generaciones consagradas por el valor de sus ideas.
Ernesto Schargrodsky (47 años)
Tu familia: Estoy casado y tengo tres hijos varones. Uno acaba de terminar el secundario y va a empezar la universidad (Geografía en la UBA), y dos están en la escuela primaria.
Colegio: Carlos Pellegrini.
Universidad: Facultad de Ciencias Económicas (UBA).
Posgrado: Doctorado en Economía (Harvard).
Personaje histórico preferido: Winston Churchill.
Hobbies: Me gustan mucho los deportes, antes jugaba al fútbol, pero después de múltiples lesiones, intento con el tenis.
Rasgo como docente: Les enseño a los alumnos temas que muchos vieron antes, pero con un enfoque distinto.
Un momento especial en tu vida: La vuelta a la democracia en el Carlos Pellegrini en 1983.
Libro académico: A Theory of Industrial Organization, de Jean Tirole (Premio Nobel de Economía 2014).
¿Qué le falta a la educación argentina?: Mantener una seria preocupación simultáneamente por la excelencia y por la inclusión.
Extracto de la presentación del libro conmemorativo de la apertura oficial del Campus Alcorta, firmado por el propio Torcuato S. Di Tella, fundador de la Fundación, el Instituto y la Universidad Torcuato Di Tella junto con su hermano Guido.
NACE UN SUEÑO
(…) ¿Por qué lo hicimos? ¿Homenaje a nuestro padre? ¿Deseo de promover la cultura en el país? ¿Afán de figurar y ser considerados unos mecenas? Vaya uno a saber. Ayudó mucho el ambiente familiar en que nos criamos, con el ejemplo constante de papá. Como nos lo recordaban todos los días, él había empezado a trabajar a los 14 años, había viajado a Italia en 1915 cuando fue convocado a cumplir con sus deberes durante los tres años de guerra, y luego había creado un imperio industrial. Los amigos que venían a casa eran casi todos exiliados italianos antifascistas, muchos de ellos socialistas, posición también compartida por nuestro padre, que siempre apoyaba las actividades de esa orientación en Italia y en Argentina. Y si decidimos hacer la donación no fue porque nos pesara nuestra fortuna, o porque nos sintiéramos culpables por tenerla, pero sí porque dábamos por sentado, ante el ejemplo del ambiente humano que nos rodeaba, que era un deber moral usar los propios recursos para tareas de bien común, proporcionalmente a las posibilidades.