Lorena Núñez, cofundadora de Papa Studio: “Como emprendedora, lo más complejo es escalar sin perder el propósito”

De las mejores intenciones, la creatividad y el esfuerzo de dos personas apasionadas surgió una empresa B certificada que acciona iniciativas de triple impacto a través del diseño y la colaboración.

Los proyectos nacen en Papa Studio y se concretan en Daravi, un modelo de fábrica de productos a partir de descartes para dar trabajo y oportunidades a mujeres, y que ya reutilizó más de 14 toneladas de desechos industriales para crear unos 360.000 productos.

PRESENTE habló con Lorena Núñez, cofundadora de Papa Studio, sobre cómo llevan adelante este emprendimiento y por qué eligieron poner el foco en las mujeres.

-¿Cómo empezó este proyecto?

-La marca nace de la fusión de dos empresas B certificadas. Las juntamos mi socia, Rocío González, y yo con la intención de escalar nuestro modelo de impacto. Sentíamos que las marcas tenían un montón de cosas positivas. Yo hacía bolsas compactas (Totebag) y ella productos con descartes de botones (Greca), y las dos estábamos en una meseta en la cual sosteníamos nuestra estructura personal, teníamos algunos empleados, pero no podíamos escalar y crecer como queríamos. Nos conocimos en el Centro Metropolitano de Diseño, cada una con su marca, y a partir de ahí empezamos a colaborar en todos los sentidos: a pasarnos clientes, a compartir espacios en ferias, a invitarnos a lugares donde podíamos ir juntas. Y esa colaboración se volvió tan fuerte que en 2015 decidimos fusionar nuestras marcas y crear Papa S.A.S., una nueva empresa. Ella justo se estaba separando de su socio. Y en mi caso, yo había arrancado mi primera marca, que era una SRL de bolsas, con mi prima, que se iba a vivir al interior. Yo soy pampeana. Ahora siento que ya hay una línea de tiempo que me permite contarlo así, pero al principio nos preguntábamos si dejar las dos marcas o crear una nueva. Decidimos dejar las dos y que los productos de ambas continuaran, pero Papa unió a Greca y a Totebag y esas marcas no estuvieron más en el mercado. Entonces teníamos que salir a contarles a nuestros clientes de esa fusión, que éramos las mismas personas que queríamos realizar un salto y convertir esto en una empresa y en una fábrica muy grande para dar mucho trabajo. Y también, en paralelo a todo este proceso, nos invitó la Universidad de Columbia en Nueva York a un posgrado, un programa de excelencia en mejoras de procesos de Latinoamérica. Y ahí estuvimos dos años las dos desarrollando nuestro modelo de impacto.

-¿Cómo fueron los primeros momentos de la empresa?

-La empresa nace, primero, dando servicios de asesoramiento de diseño de productos, de modelo de negocios de impacto, porque era lo que sabíamos hacer. Cuando vimos que la escala requería otra cuestión, en 2017 creamos la fábrica. Nos instalamos en Tigre Sur y desde la fábrica, que es como un hub de innovación, un lugar donde capacitamos a las costureras, creamos toda una red con esas mujeres. Empezamos a darnos cuenta de que podíamos producir no solo en nuestra marca propia, sino también venderles a otras marcas. La fábrica tiene el nombre “Daravi” y los productos el nombre “Papa”.

-¿Cuáles son las unidades de este modelo de negocios?

-Tenemos, por un lado, la venta al consumidor final, que es a través de nuestra marca propia, con tres líneas: Deco, que son accesorios para el escritorio, macetas, bandejas; Accesorios, en la que ahora estamos puntualizando en collares; y Textil, que son bolsos, cartucheras, materas, la mayoría hechas con material de descarte que procesamos y convertimos en nueva materia prima. Después tenemos la unidad de negocios corporativa, de venta a empresas para que los usen como regalo a sus empleados o para lanzamiento de productos. Y la última línea es parecida a la corporativa, pero es de retail para las empresas que venden en góndola a otros, como los supermercados o Farmacity. Hacemos todo: la marca nos trae un descarte, les desarrollamos un producto, la comunicación, lo lanzamos al mercado, todo el proceso. Así que tenemos un universo bastante grande, no solamente de productos, sino también de unidades para nuestro segmento de clientes.

-¿Cómo se conforma el equipo?

-Tenemos, por un lado, las dos socias fundadoras: Rocío González, que es la directora de producto, y yo que hago la dirección comercial. Hace cinco años se sumó una nueva socia que se llama Andrea Zelkowicz y que hace la parte de negocio, lo financiero y lo económico, que era la pata que nos faltaba. Rocío es arquitecta y yo diseñadora. Necesitábamos a alguien que tuviera muy claro que escalar implicaba costear bien. Generar todo ese impacto económico iba a traer cuestiones técnicas que debíamos abordar. Internos, somos unas doce personas.

-¿Cuándo certificaron como empresa B?

-Rocío había certificado con su marca en 2012, es la número dos del país certificada y hoy forma parte del directorio de Sistema B también. Y yo había certificado con mi marca y fui la número trece. O sea que venimos de la comunidad B desde siempre. Y cuando creamos Papa, para poder certificar debíamos tener un año de facturación. Entonces cumplimos el año y certificamos en 2018. Y después hicimos la recertificación y ahora en dos años nos toca de nuevo.

-Siendo este un proyecto de triple impacto, ¿cómo abordan la parte social?

-El modelo de negocios de Daravi es un modelo de triple impacto, es decir que el impacto social y el ambiental tienen que estar intrínsecos en él, además de obviamente el económico. Eso implica que nosotros capacitamos a toda nuestra red de costureras. Ellas vienen a retirar el trabajo, las que están muy cerca, o se lo llevamos a sus casas. Y tenemos el manual de cada uno de los productos para que esas mujeres puedan hacerlos en escala. Se coordina con ellas el precio, se gestiona todo el proceso productivo, se traen muestras, se evalúa cómo está, se hacen las correcciones y después recibimos los productos de muchas mujeres o talleres que los traen a la fábrica.

-¿Qué edad promedio tienen esas trabajadoras?

La edad es muy variada. De hecho, por ejemplo, con nosotros trabaja Marga, que ya está jubilada, y hay muchas mamás que ya tienen sus hijos grandes y otras que todavía están al cuidado de alguien en su casa. Generalmente, son las jefas de hogar. Tratamos de que las personas que tienen vinculación con nosotros desde que arrancamos sean las que continúen, entonces hay algunas que vienen desde hace seis años y siempre se suman personas nuevas que necesitan trabajar. Y priorizamos la zona, o sea, tratamos de darle la oportunidad a la gente que está cerca de la fábrica. Más allá de la sustentabilidad de la cercanía, la pandemia nos enseñó que si no teníamos una red cercana hubiéramos desaparecido. Por suerte, la teníamos.

-¿Cómo se las capacita?

-Se las capacita puntualmente en el desarrollo de nuestros productos, pero a la vez también hacemos desayunos o ambientes más relajados de encuentro donde hay capacitaciones de otro tipo. Por ejemplo, se hizo una capacitación de origami para traerles la noción del ahorro de la materia prima. Pero también estamos pensando hacer alguna otra que tenga que ver con técnicas de relajación, con postura o yoga, que las invite a ellas a pasar un momento relajado. Y generar ese vínculo que nos permita estar en contacto y saber qué les sucede, qué necesitan, dónde las podemos ayudar. Es un vínculo muy intenso.

-¿La empresa está compuesta solo por mujeres?

-La mayoría son mujeres. En el equipo hay dos hombres. En nuestros dos proyectos anteriores también era así. En la fábrica tenemos una frase en la pared que dice “#obsesiónporescalar”, lo tenemos como tatuado. El concepto de escalar implica generar más impacto, y en una clase que tuvimos en la Universidad de Columbia nos hablaron del impacto que generaba en las mujeres tener un trabajo sostenido, sobre todo en situación vulnerable desde lo social. Les permitía ser las jefas de hogar, empezar a tener su propio dinero, administrarlo. Y nos decía que estaba medido que la mujer invierte en la educación de los hijos todo lo que puede, obviamente después de satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, y en la mejora del lugar donde habita. Eso fue como un mandato frente al que decidimos que iríamos por ahí, por focalizar en ese ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible) 5, que tiene que ver con la cuestión de género.

-Ustedes lanzaron también un pódcast y un libro.

-Sí, eso surgió en pandemia. Con mi socia nos planteamos esto: si nosotros estábamos viendo cómo subsistir y por suerte podíamos seguir trabajando, qué pasaba con los proyectos chiquitos sostenibles que no tenían tan afianzado el modelo. Y pensamos cuánto nos había costado a nosotros construir ese modelo de impacto. Entonces dijimos “Contemos cómo lo hicimos”, y empezamos todos los jueves a hacer un pódcast en plena pandemia, algo muy casero. Logramos una relinda repercusión porque la gente tenía tiempo de escuchar, se sentía identificada. Entonces dijimos “Vamos por más y hagámoslo libro”. Y conseguimos a una persona que había sido alumna mía en un proyecto, que es Juli León, la creadora del blog Madre in Argentina, para escribirlo. Pero después faltaba el financiamiento. Así que tuvimos la suerte de que vino la gente de 3M, la marca internacional, a hacer un seguimiento de nuestro modelo. Quedamos seleccionadas en un programa internacional y a través de ellos conseguimos un grant. La primera tanda tenía que ser gratis, así que la pusimos en nuestro store, solo cobrábamos el envío, y a partir de ahora ya “La Receta de las Papas” está para la venta y creemos que puede ayudar mucho a los modelos de impacto.

-¿Qué fue lo más difícil en todo este trayecto desde que empezaron?

-Yo creo que en la experiencia como emprendedora lo más complejo es escalar sin perder el propósito. O sea, ser muy conscientes de que a veces la escala te puede hacer perder eso. Siempre priorizamos generar trabajo y oportunidades. Y podemos seguir escalando, pero nos encantaría poder escalar el propósito y no el tamaño de nuestra fábrica. Creo que ese es el desafío más grande.

-¿Qué proyectos tiene la empresa para el año que viene?

-Nosotros sentimos que nuestro modelo llegó a la escala que queríamos, al impacto que deseábamos generar, a la cantidad de personas. Yo vengo estudiando organizaciones y me di cuenta de que quiero una organización más familiar donde lo que crezca sea el impacto. Y eso me llevó a entender que el tamaño que tenemos de empresa está más que bien y que podemos lograr más impacto si podemos replicar nuestro modelo. También, que otros lo puedan hacer en otros lugares, o sea: no tener que estar supeditados a que sea en este espacio nada más y seguir creciendo para después desaparecer en una crisis argentina. Así te lo digo, muy simple. Lo importante es el propósito. Si esto se puede replicar en cualquier otro lugar, estaremos felices. Armamos el modelo como para que pueda ser replicable, que alguien que quiere tener ese impacto pueda consultarnos, que nosotros lo asesoremos durante un año y que después vuele solo. Es el concepto del diente de león, que lo soplás y la genética de ese “panadero” se reproduce. Es lo que queremos del proyecto: que podamos ayudar al que tiene el mismo objetivo que nosotros y con descartes industriales genere trabajo y sea rentable. Nos parece que es un relindo propósito para replicar.

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