En un contexto donde abundan las noticias falsas, Laura Zommer dirige Chequeado, un medio digital no partidario y sin fines de lucro que se dedica a la verificación del discurso público, la lucha contra la desinformación y la apertura de datos.
¿Por qué en 2010 consideraron que era necesario que existiera Chequeado?
Lo crearon tres argentinos: Julio Aranovich, doctor en física; Roberto Lugo, doctor en química; y José Bekinschtein, economista. Yo digo que eran consumidores de medios desencantados, porque no estaban encontrando lo que buscaban, que era más información factual y menos contenidos con mucha editorialización, enfocados en quién decía las cosas y no en qué se decía. Conocían el fact checking o el chequeo de hechos, un tipo particular de periodismo que lo que hace es contrastar los dichos de los líderes con los datos, que había arrancado en la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). También existían organizaciones en Francia, con equipos de chequeadores en los grandes diarios, y un canal de televisión inglés. No había nadie que lo hiciera en América Latina ni en el sur del mundo; además la Argentina tenía muchos problemas vinculados a la credibilidad de los datos y no había una Ley de Acceso a la Información Pública. Pensaron, entonces, que era un desafío que valía la pena.
¿Nació como una organización sin fines de lucro?
Es un proyecto de la Fundación La Voz Pública para la Verificación del Discurso Público, que al inicio se financió con aportes de los fundadores. Desde que yo me incorporé, en mayo de 2012, busco que Chequeado sea independiente de ellos y no dependiente de cualquier otra persona, empresa u organización. Por eso, tenemos un modelo de fondos lo más diversificado que podemos. Todo está transparentado en www.chequeado.com/financiamiento. Tiene aportes de personas (que donan desde 50 a 10 mil dólares anuales), de empresas, que sobre todo apoyan un evento de recaudación que hacemos por el Día del Periodista y del que participan con cubiertos corporativos o con livings. Se llama “La noche de Chequeado” e invitamos entre 50 y 100 colegas de medios muy distintos en cuanto a líneas editoriales.
¿De qué manera mantienen la transparencia respecto al financiamiento corporativo?
No recibimos aportes de empresas que no acepten que transparentemos que nos financian. Para nosotros no es un problema que una empresa financie al periodismo o a los medios mientras la comunidad pueda saber que ese financiamiento existe. Cuando escribimos alguna información que tiene que ver con una empresa que nos financia, al final de la nota eso está consignado. Es como un llamado para el lector.
El método de chequeo y las calificaciones son bastante sencillos, e incluso invitan a la gente a ponerlo en práctica. ¿Trabajaron mucho para definirlos?
Los primeros empleados, Olivia Sohr y Matías Di Santi, que siguen siendo los Coordinadores de Redacción de Chequeado, venían haciendo chequeos, pero cuando yo me incorporé una de las primeras cosas que les dije fue: “¿Le ponen un falso a la presidenta o a un líder social después de hacer qué cosas? Escríbanlo. Escriban el método que usan”. Luego, lo discutimos internamente con los fundadores, pero también con expertos que figuran en la página. Después, decidimos hacerlo público y que fuera nuestro compromiso con la audiencia. Respecto a las categorías, el periodismo suele trabajar con blancos y negros, y a la gente suele gustarle. Muchas veces nos acusan de ser tibios, pero la realidad es más gris. Con las calificaciones pasa lo mismo: tenemos “verdadero”, “falso”, “verdadero, pero” (es verdad, pero hay algo que no están diciendo), “engañoso” (la afirmación coincide parcialmente con ciertos datos, pero intencionalmente o no se manipuló para darnos un mensaje particular), “exagerado” (sigue la tendencia que marcaron, pero agregaron música y color), “insostenible” (que en muchos países no la entendían y la usamos cuando algo es imposible de chequear porque no hay datos, como cuando estuvo intervenido el INDEC o cuando se basa en un estudio que los expertos dicen que tiene graves errores metodológicos). Puede ser que a alguien le gusten más y a otros menos las calificaciones, hay algo de editorial y lo transparentamos. Nosotros decimos en el método que no esperamos estar todos de acuerdo en todo. ¿Cuándo algo deja de ser exagerado para ser falso? Hay, muchas veces, discusiones en el interior del equipo y también en las redes sociales.
¿Cuánto material analizan por semana?
Cuando empezamos producíamos entre 3 y 5 notas. Ahora, entre 15 y 20 en diversos contenidos. No todas son chequeos, algunas son desinformaciones de contenidos virales, poner la lupa sobre algún dato que está circulando o desmitificar datos que se repiten. Nosotros en nuestra vida cotidiana repetimos cosas sin saber si son verdades. Lo que pasa como chequeador es que te sacás una especie de anteojera y después casi todo lo ves en términos de chequeable o no chequeable. Uno está mucho más advertido de sus propios sesgos y más prevenido de cuándo le pueden ganar.
Además del programa de medios, que incluye el sitio web y la presencia en redes sociales, tienen un programa de educación. ¿Cuál es su objetivo?
Desde el inicio, los fundadores tuvieron claro que no alcanzaba con generar contenido basado en datos si no había gente con suficiente capacidad crítica para abrazarlo. A partir del fenómeno de la desinformación y los aportes de la neurociencia respecto a cómo el cerebro tiene el sesgo de confirmación (que busca confirmar lo que ya piensa y elige los datos selectivamente, reforzando su prejuicio), se buscó generar ciudadanos agentes, a los que no les dé lo mismo que un líder (ya sea político, empresario o social) les diga algo que es verdad o es mentira. Nosotros decimos que trabajamos para mejorar la calidad del debate público, para subir el costo de la mentira. Entonces, en 2014 fundamos el programa de educación, que tiene foco en adolescentes y en periodistas, con quienes buscamos que tengan más herramientas para usar más evidencia en sus reportes habituales. Respecto a los jóvenes, como el voto en la Argentina es optativo entre los 16 a los 18 años y se tienen que involucrar en asuntos nuevos, nos parece crucial trabajar con ellos para que estén alertas de que no todos los contenidos son verídicos. Por ejemplo, estamos aliados con organizaciones que hacen los Modelos de Simulación de Naciones Unidas, sumándoles el chequeo, porque suponemos que esos jóvenes de hoy van a ser los líderes mañana.
¿Qué consejos le darías a alguien que quiere empezar un emprendimiento?
Lo interesante de un emprendimiento como este es que asume que para hacer periodismo de calidad es importante tener recursos y que no los autogenera, porque por el momento la gente no está tan dispuesta a pagar por contenido, y la lógica de Internet es que es gratuito. Los periodistas amamos hacer periodismo y creemos que la parte comercial va por otro lado. Desde el comienzo tuve claro que quería hacer periodismo libre y sin condicionamientos, y que en la Argentina para hacer eso debía crear un nuevo medio que contara con recursos. Otra recomendación es pedir consejo a otros: si tengo una idea, les escribo a los que hicieron algo parecido para que me la destrocen, porque lo peor que puedo hacer es perder plata cuando tengo poca. Además, tratar de trabajar en red. Nosotros creamos LATAM chequea, donde contamos las cosas que salieron mal para evitar que otros cometan los mismos errores. La clave es formar buenos equipos, elegir gente complementaria en sus habilidades y que no busque ser una estrella individualmente. Y estar dispuesto a ser todo lo flexible que valga la pena, no en la misión, pero sí en el producto.