Alejado de los cargos públicos, el expresidente Eduardo Duhalde sigue proponiendo realizar una “gesta productiva” y reafirma que los temas ambientales deben ser una prioridad de todos los gobiernos.
En su libro Comunidad sudamericana. Logros y desafíos de la integración, usted plantea que el medio ambiente y el desarrollo son una cuestión de todos.
Exacto. Los temas ambientales no reconocen fronteras políticas. Un río que atraviesa dos o más países es un bien común que debe ser preservado para que la calidad de vida sea para el conjunto lo mejor posible.
¿Por qué sostiene que nada hay más perjudicial para el ambiente que la pobreza y la marginalidad?
En primer lugar, porque las personas son siempre lo principal por considerar. En segundo lugar, considero que no hay felicidad en los pueblos sin una vida armónica con el medio que los rodea. En condiciones humanas paupérrimas, los seres humanos sumergidos no respetan lo propio ni lo ajeno. Una buena política ambiental empieza, en consecuencia, por la elevación de las condiciones de vida de los pueblos. Nosotros como país y región necesitamos industrializarnos, y, al mismo tiempo, debemos cuidar el ambiente utilizando las tecnologías más respetuosas del entorno. Renunciar a tener procesos económicos avanzados o creer que se pueden adoptar las tecnologías de punta sin una base material donde apoyarlas es una ingenuidad en la que no debemos caer.
¿Qué características debe tener una política ambiental?
Debe ser solidaria más allá del límite vital de los actuales protagonistas. La política ambiental debe tener una inflexión local, municipal, para asegurarle servicios concretos a la gente; tiene sobre todo una visión y un diseño supranacional y, para ser eficaz, debe contar con una activa participación de los ciudadanos. Incluso muchas veces el accionar para gestionar adecuadamente un ambiente debe ser compartido por administraciones de más de un país. Esa necesidad es la que llevará a crear instituciones comunitarias que se preocupen de monitorear y actuar sobre el ambiente.
Hace poco aseguró que “sería un cobarde si no participara cuando el país está pasando una situación difícil”. ¿Desde dónde y cómo le gustaría participar?
Ayudando. Mi creencia firme es que no puede ni debe haber más gobiernos de partido. Creo en establecer un nuevo paradigma que una a la dirigencia detrás de un proyecto de Estado que nos comprometa a todos. Este nuevo paradigma cambia el anterior que afirma que “el que gana gobierna y el que pierde se opone” por otro que asegura que “el que gana gobierna y el que pierde también”. Y es posible. Compartí esa experiencia con el doctor Alfonsín cuando en el año 1991 le propuse que durante mi gobierno yo administraría los fondos, pero a él le correspondería controlar todas las cuentas del Estado provincial a través de distintos organismos como el Tribunal de Cuentas, y así gobernamos ocho años. Soy un convencido de que para la acción política cada uno hace lo que quiere, pero para gobernar todos juntos. Por eso, desde mi lugar sigo trabajando por conseguir diálogos democráticos para políticas de estado. Hay que insistir y algún día se va a dar, yo sigo trabajando en eso.
¿Cuál sería la salida o el proyecto que ve para la Argentina?
Una gesta productiva. La Argentina cuenta con todas las bondades. Solo por nombrar algunas, una cordillera preñada de minerales, un sector de pesca más grande que el de los Estados Unidos y, sin embargo, los que pescan no son los argentinos, sino países extranjeros. Tenemos todo, pero no aprovechamos nada, por eso necesitamos una gesta productiva; y para que eso suceda, tiene que haber gente con un ADN productivo. No puede ser que una provincia como Buenos Aires, que produce el 50 por ciento de lo que se genera en el país, nunca tuvo un Ministerio de Producción hasta mi gestión. Yo no fui el mejor gobernador, pero sí el más trabajador. Todos los sábados me reunía con los intendentes y les exigía que armaran un sector de la producción. Porque en todos los países serios esto se logra de abajo para arriba. Además, les pedía que rodearan de prestigio social la actividad productiva con gestos tan simples como bautizar una avenida o una plaza con el nombre de un empresario. Porque sin empresas no hay trabajadores. Cuando asumí la gobernación el Banco Provincia, casi no funcionaba. Tres años después teníamos sucursales en España y 70 mil nuevas pymes. Eso es el desarrollo. Lamentablemente también tenemos dirigentes sin ADN productivo, salvo las presidencias de Perón y Frondizi. Cuando fui presidente, en la mayoría de las provincias no había ningún organismo dedicado al sector productivo. Una cosa de locos. Por eso, insisto, hay que dejar las peleas absurdas, no hay tiempo para las peleas. Hay que estar desde el primer día trabajando para poner en marcha el aparato productivo argentino.
¿Un modelo de desarrollo es la clave para salir de la crisis?
No hay otra manera. Favorecer las pymes, las industrias. Aprovechar las riquezas naturales y también la preparación de nuestra gente. Los argentinos se destacan donde van, incluso los obreros argentinos son los más calificados.
Alguna vez dijo “gobernar en épocas difíciles es muy malo para la salud”. ¿Todavía lo sostiene?
Sí, creo que salvo en el caso del expresidente Menem, que disfrutaba el poder, todos los demás lo sufrimos. Cristina, Macri, yo, todos padecíamos el poder… Sin embargo, algunos dirigentes se aferran a él. No es mi caso, ya no aspiro ni quiero ocupar ningún cargo, solo me voy a dedicar a escribir mis libros, a la educación y a colaborar en todo lo que puedo.