Luis Villares, Director de New Garden: Casi un siglo de alimentación saludable

Recién llegado del colegio, a sus doce años, Luis deja la mochila en el piso y comienza a reponer mercadería. Entran clientes y entonces ayuda a su abuela a envolver paquetes. La empresa fue siempre una extensión de la casa, un miembro más de la familia Villares. Luis Villares hoy es uno de los directores de New Garden, la división de venta minorista de Alimentos Villares, la compañía que su abuelo fundó en 1934.

Francisco Villares llegó a Buenos Aires desde Lugo, España, y junto a su mujer fundaron un local entonces inédito en el país: lo que hoy se conoce como dietética o tienda de alimentos saludables. Abrieron, entonces, la primera tienda de alimentación natural de Sudamérica en la calle Talcahuano al 155, y su primer producto fue una avena que tostaban ellos mismos en su casa. En aquel momento, la propuesta era toda una rareza.

Incorporaron más opciones dentro de la misma línea de alimentación y en pocos años el emprendimiento ganó prestigio y reconocimiento. No solo se convirtió en un punto importante para los vecinos de la ciudad de Buenos Aires interesados en alternativas saludables para su dieta cotidiana, sino que también se instaló a nivel nacional como un destino ineludible para visitantes del interior del país que no encontraban en sus ciudades una propuesta similar.

Cuando falleció Francisco, en la década de los sesenta, fue su hijo (también llamado Francisco) quien tomó la posta. Dejó sus estudios en Ciencias Económicas y se abocó a la empresa que fue parte de su cotidianeidad: vivían en la planta alta de la panadería donde elaboraban productos para el local. Su ingreso en la compañía coincidió con una etapa de expansión, en la que se volvieron clientes habituales algunos comercios, restaurantes, supermercados e industrias de diferentes localidades del país.

El crecimiento llevó a una reorganización de la compañía, que canalizó la venta mayorista, la venta corporativa y las exportaciones (a Canadá, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil) por medio de Villares S.A.C., mientras que New Garden se constituyó como la cadena de locales de venta al público.

Luis es la tercera generación de Villares que lleva adelante la compañía, aunque al principio buscó su destino en otra parte.

“Soy abogado y trabajé de eso durante ocho años. Somos cinco hermanos, y dos de ellos ya trabajaban en la empresa cuando me sumé. Esto es algo que tenemos tatuado en la sangre, es lo que realmente me gusta. Cuando me di cuenta de eso, dejé lo jurídico. En ese momento, estábamos abriendo nuevas sucursales y me dediqué a eso, a buscar locaciones, investigar, formar al personal. En los últimos años hemos crecido mucho, porque ahora está de moda la alimentación saludable. Nosotros desde que nacimos estamos con esto, mis snacks de chico eran frutos secos, mi abuela cocinaba sopa de almendras y cosas así”, cuenta

 

¿Cómo los agarra esa ola que hizo que lo que ustedes hacían, que era alternativo, pasara a estar de moda?

Con un montón de empuje. Es muy bueno esto, porque hay mucha más competencia y mucho más consumo. La gente se ha logrado concientizar de lo importante de la alimentación, de que lo que comemos es lo que somos. Eso hace que yo ya no tenga que estar explicando tanto. Sin perjuicio de ello, nosotros hace ya 15 años empezamos a tomar estudiantes de Nutrición. Formamos el Departamento de Nutrición para capacitarnos todos nosotros y también a nuestros clientes. Hoy nos encontramos con clientes que están hipercapacitados, que saben lo que quieren consumir. Antes no era tan así. Tenemos ocho nutricionistas en el departamento y hay cerca de 30 estudiantes de Nutrición que están dispersas en distintas sucursales para formarnos a nosotros y al cliente. Si hay una duda, se consulta con ellas.

 

Comenzó, por etapas, la implementación de la ley de etiquetado frontal, ¿cómo fue recibida por ustedes?

Todo tipo de ley que venga para mejorar, para nosotros es bienvenida. Hace tiempo que vamos a ferias en distintas partes del mundo, para nutrirnos de productos, y ya nos habíamos encontrado con que, sin ir más lejos, en Uruguay y Chile hay una ley de etiquetado. Es sumar algo de información. Cuando yo era chico, no había ni tabla de información nutricional atrás del producto. Esto sirve para que el consumidor sepa qué tipo de alimentos está consumiendo. Así como tratamos de decirlo nosotros acá, si el producto tiene algunas particularidades, está bueno que la persona que lo consume lo sepa. Nosotros, al ser una pyme, recién tendríamos el etiquetado para principios del año que viene, pero ya estamos trabajando en eso. Si bien es una empresa familiar, hemos ido creciendo y aggiornándonos a los requisitos de los clientes. Siempre buscamos de qué manera seguir dando buena alimentación.

 

¿Cuántos locales tienen?

Tenemos 36 y estamos trabajando para cerrar el año con 40. Antes de la pandemia empezamos con la venta web a través de nuestra plataforma, en la que uno puede ingresar y hacer una compra prácticamente como si fuera desde dentro de una sucursal, y la enviamos en 24 o 48 horas a un montón de lugares donde quizás no tenemos tanta presencia física o donde no existe esta oferta de productos o la diversidad y calidad que tenemos. Hay clientes activos en todo el país.

 

Por su parte, Alimentos Villares se encarga de la venta mayorista.

Sí, es otra división de la empresa. Nosotros importamos a través de ahí un montón de productos que necesitamos y también exportamos a distintos países. Eso se viene dando en los últimos años a partir de que también producimos frutos secos en la provincia de Mendoza y San Juan. Fuimos integrando los distintos eslabones de la cadena. Es toda una misma empresa, el Departamento de Compras es el mismo para New Garden y para Alimentos Villares, pero en otras cosas trabajamos por separado. Muchas veces el producto es el mismo.

 

En asuntos vinculados con RSE, ¿hay más demanda de los clientes respecto a ciertas prácticas?

Sí, y lo venimos trabajando en el último tiempo en varios aspectos. Hace unos años empezamos a ir a una bioferia. Internamente usamos vasitos biodegradables, hechos con fécula de maíz, lo mismo con los potecitos y las bolsitas de la tienda. Entonces, te llevás el producto y, si querés, podés enterrar su envase y se biodegrada en un tiempo muy corto. Para reducir toda la basura que producimos, empezamos a trabajar con el reciclado de cartón, de papel, con los plásticos, el ladrillo. Se transforma todo. Ya tenemos una tienda a la que le hemos puesto paneles solares para generar energía y prácticamente no necesitar más que la que producimos. Es en el local de Office Park, en Panamericana, cerca de Pilar, en el kilómetro 42,5. Son pequeñas acciones que vamos haciendo, pensando en el mundo que les queda a los que vienen después de nosotros.

 

¿Cuándo comenzaron con el reemplazo de plásticos?

Hace tiempo. De hecho, al ser un negocio de atención al público, cuando venís a comprar ya no se te da bolsa de plástico. Primero teníamos unas bolsas reutilizables, de plástico que había sido compostado, y, antes de que entre en vigencia la ley, ya trabajábamos con bolsas de papel o con bolsas de tela. Históricamente, en los barrios donde tenemos sucursales, muchísimos clientes transitan con la bolsita de tela nuestra. En el año ochenta y pico mi padre había hecho unas bolsas tipo de arpillera que les daba a los clientes que venían en diciembre, para la venta de Navidad. Nosotros trabajamos mucho con la innovación. El año pasado, por ejemplo, trabajamos en incorporar algún producto que entendíamos que era muy saludable al código alimenticio.

 

¿Cómo fue ese proceso?

Nos asociamos a colegas y competidores, y trabajamos para que incorporaran la baya de Goji, un alimento que para nosotros tiene propiedades muy buenas para la salud. Si un alimento no está en el código alimentario, nosotros no lo podemos trabajar. Todo debe estar en el código alimentario y tener registro de producto y registro de empresa. Hace seis o siete años, trajimos las bayas de Goji por primera vez y hubo un tema de reglamentación, así que tuvimos que dejar de comercializarlas. Se hizo todo un trabajo para poder ponerlas y lograr que el código las acepte como el alimento que son. Todo eso, porque entendíamos que es un superproducto y queríamos que estuviera acá también. Ahora estamos con otro proceso, de otro alimento, para una regulación así.

 

¿Cuál?

La avena que no contiene gluten y en otros lugares del mundo está certificada como sin TACC. La avena, naturalmente, es un producto que no tiene gluten. Acá y en otros países donde están los campos de avena está también el trigo, y se produce la contaminación cruzada. En países donde la avena es cultivada sola, es un producto libre de gluten que uno podría comercializar acá, pero en la Argentina la avena es considerada con gluten sin importar de dónde venga. Por eso está el símbolo de “sin TACC”, que refiere a trigo, avena, cebada y centeno. En Uruguay, por ejemplo, dice “sin gluten”. Se está trabajando en el proceso de sacar esa “A” de ahí para ofrecerle al celíaco un producto supernoble. En principio, afuera, en varios lugares, incluso en Brasil, Uruguay y Chile, hay de esta avena sin gluten. Queremos traerla, pero el código alimenticio no lo permite porque automáticamente para ellos es algo con TACC y no se puede comercializar como sin gluten. Queremos abrir la cabeza, porque en otros países del mundo existe y con controles se puede conseguir esa avena y dársela a la gente para que la consuma. Si el de la baya nos llevó tres o cuatro años, este nos va a llevar varios más. O quizás nunca lo logremos. Pero nuestra intención es esa, porque para el celíaco poder alimentarse con todas las propiedades que tiene la avena sería muy bueno.

 

¿Qué alimentos producen en Mendoza y San Juan?

Tenemos actualmente algo de nueces, ciruelas secas, duraznos y damascos secos, algo de pasas de uva. Estamos creciendo a pistacho y algún otro fruto seco más para poder abastecer nuestra demanda interna y llegar a exportar en el futuro. Es un proyecto a largo plazo, porque los frutos secos tardan mucho en dar la primera cosecha, entre cinco o diez años dependiendo del fruto.

 

¿La idea es reemplazar parte de lo que compran?

Solo una parte, porque consumimos mucho y de distintas variedades y calidades. Dentro de las nueces hay diez calidades distintas y, a través de producción propia, podemos tener una o dos. Producir nos permite comercializar esos productos, lógicamente, pero también brindar una capacitación muy linda que hacemos todos los años, que es un viaje a Mendoza y San Juan. Vamos con entre diez y veinte personas de distintas áreas de la empresa a conocer la planta de estos productos. Hacemos un trabajo antes y después del viaje, interactuamos mucho. Es muy enriquecedor, nos interrelacionamos, nos conocemos más, aprendemos. La gente de allá te cuenta y te explica los procesos, cómo se seca al sol el tomate, la uva, cómo afecta el clima. Entendés la problemática del otro y lo podés trasladar a la venta, tenés más autoridad para explicarle a alguien por qué no hay un producto.

 

“La gente se ha logrado concientizar de lo importante de la alimentación, de que lo que comemos es lo que somos”

 

Otro hito reciente en la compañía fue la certificación de la planta sin gluten.

Sí, hace tres o cuatro años lo conseguimos. La central hace todo el proceso de envasado de forma automatizada, cada vez con más máquinas. Hasta el embalado final es automático. Eso ayudó a que se pudiera certificar la planta de Tortuguitas como libre de gluten. Es un agregado de valor, porque sirve para todos los celíacos y para aquellos que hacen dieta de alimentos sin TACC por decisión personal. Les damos la posibilidad de que haya un mix de frutas secas sin gluten, por ejemplo. Necesitamos que algunos productores certifiquen en origen para recertificar acá. Vamos sumando entre cinco y diez productos todos los meses. Producimos varias semanas sin gluten, algunas con gluten, y después se higieniza todo de vuelta.

 

El legado que inició Francisco en 1934 y que ya pasó por otras dos generaciones sembró una semilla que perdura en los hijos de Luis, la cuarta generación de Villares que interviene en la empresa. Aunque formalmente no se sumaron a trabajar en la compañía, tienen contacto con ella desde su nacimiento y es un lugar que frecuentan y con el que colaboran habitualmente.

 

La empresa no solo es tu día a día laboral, sino tu vida, ¿qué relación tienen tus hijos con ella?

También es parte de su vida. En los almuerzos familiares la empresa está metida, nos gusta consumir los productos que vendemos. Es lo que desayunamos, lo que hay en cada encuentro, son los snacks que se llevan al colegio, lo que comemos juntos cuando vamos a la cancha. Mi hijo comenzó la facultad y estudia con una mochila y un cuaderno de la empresa, porque le da orgullo ser parte. Mis hermanos y yo, cuando terminábamos el secundario, en diciembre, colaborábamos con la empresa familiar. Mis hijas, que están en la secundaria, ya vinieron un par de diciembres a colaborar, y lo hacen con un amor y una pasión que creo que supimos transmitirles.

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