Manuel Jaramillo, Director General de Fundación Vida Silvestre: En busca de la armonía ambiental

“El contexto no es muy auspicioso, pero es muy difícil ser ambientalista si uno no es un poco optimista”, afirma Manuel Jaramillo, Director General de la Fundación Vida Silvestre. Y lo dice con conocimiento de causa, porque hace 18 años que integra la organización ocupando diferentes roles. Desde 2017 lidera esta ONG ambiental que, a través de diferentes programas y con una cobertura nacional, apunta a lograr que las personas se desarrollen en armonía con la naturaleza.

– ¿Cómo nace la Fundación Vida Silvestre?

– Nace en 1977, de alguna forma inspirada por Alix Reynal, hija de Miguel Reynal, quien falleció durante una expedición en Los Pirineos. Eso motivó a su padre a convocar a amigos desde el amor a la naturaleza para crear la fundación, con un objetivo más de expedición. En ese momento, los temas ambientales eran incipientes. Los socios colaboraban desde una visión más filantrópica. En el 88 se firmó el primer acuerdo de asociación con la Organización Mundial de Conservación (WWF), lo que los llevó a estar presentes en la agenda internacional y ampliar el horizonte del naturalismo. Se trajeron a la Argentina temas vinculados con la conservación de especies amenazadas y de áreas naturales protegidas. Hoy trabajamos más en incidencia, en las políticas públicas, en la conservación a escala de paisaje. La irrupción a fines de los 90 de la problemática climática como un elemento central nos llevó a abordar temas vinculados a mitigación del cambio climático. Hoy trabajamos mucho en soluciones basadas en naturaleza y, sobre todo, en la integración.

– ¿Le dio mayor impulso ser una entidad asociada a la WWF?

– Sin dudas. La asociación puso en valor el trabajo que la fundación estaba haciendo en la Argentina. Le permitió mucha más conexión desde el punto de vista técnico y científico, con diferentes avances que WWF venía haciendo en distintas partes del mundo. También hizo mucho más franco el acceso a financiamiento desde las oficinas de WWF, que son donantes. Hay algunos países (como Holanda y Alemania) donde hay oficinas que generan recursos que pueden facilitar a otras. La Argentina ha recibido financiamiento de varias de ellas, lo que permitió consolidar el trabajo, también desde la presencia territorial y la profesionalización.

– ¿Cuál es su presencia en el país y cuáles son los programas principales?

– La fundación está presente en mucho del territorio de la Argentina. Hago un repaso del sur al norte. Estamos trabajando en la creación de nuevas áreas marinas protegidas en la Antártida y en la Patagonia, y hemos tenido incidencia en la promoción de buenas prácticas ganaderas que sean compatibles con la conservación de la fauna. En la provincia de Buenos Aires, con el trabajo de ganadería sustentable y pastizal, asociado a la conversación del venado de las pampas, así como en la costa con el delfín franciscano y con el tiburón escalandrum, buscando que se reduzcan los niveles de mortandad. En la región chaqueña, el foco es frenar la deforestación y ahí trabajamos fuertemente con el sector agrícola y el ganadero. En la región de la selva misionera, nos centramos en el yaguareté, las reservas, la restauración y la promoción del manejo efectivo de las áreas protegidas que tiene la provincia.

Equipo Fundación Vida Silvestre.

– ¿Cómo surgieron las reservas de la fundación?

– Un primer ejemplo de reserva, a mediados de los 80, se hizo con el apoyo de la tarjeta Diners: con cada consumo de las personas se realizaba una donación. Además, se consiguió un financiamiento externo para complementar y se compraron 2300 hectáreas en la Cuenca Deprimida del Salado, en la zona de Lavalle, provincia de Buenos Aires, donde sabíamos que había una población de venados de las pampas. Así se creó la Reserva Campos del Tuyú, que administramos durante 30 años con un guardaparque nacional, en articulación con los productores ganaderos. Luego, se hizo la propuesta de donación a Parques Nacionales, que fue aceptada, con un convenio que implicó la responsabilidad de tener una ley y articulamos la sesión de jurisdicción para que fuera territorio nacional. Fue un logro importante.

– ¿Cuántas reservas tienen actualmente?

– En este momento contamos con dos reservas privadas. Una en la península de Valdés, de 7300 hectáreas y 14 kilómetros de costa. Tiene aproximadamente unos 15 años. Se compró una estancia, sin los animales, con una donación que hizo WWF Holanda, a partir de unos fondos que recibió de la lotería holandesa y una inversión cercana a los dos millones de dólares. Ahí se quitaron todos los alambrados y las aguadas. Así volvió el pasto natural, y con él los guanacos, los zorros, los pumas, las maras, los choiques. Se hizo un proceso de rewilding totalmente natural. Muchos investigadores usan la reserva como un área de monitoreo. La otra reserva se encuentra en la provincia de Misiones, en la localidad de Andresito. Son 3243 hectáreas de selva misionera. En este caso, es una articulación con la empresa Arauco. Inicialmente se creó porque se había hecho una represa, con la que se inundaron 8000 hectáreas de bosque nativo y eso afectó el arroyo Uruguay. La provincia creó entonces el Parque Uruguay, pero por la forma de los lotes catastrales quedaban afuera espacios centrales para proteger casi 60 kilómetros de los meandros del arroyo, con el pool de especies asociadas.

– ¿Cuál es el objetivo del desarrollo de estas reservas?

– No hay un objetivo de áreas protegidas públicas. Lo que buscamos es generar modelos de conservación en tierras privadas que nos permitan ampliar un Programa de Refugios de Vida Silvestre o contribuir con la Red de Reservas Naturales Privadas. Queremos demostrar que los privados también pueden conservar de manera efectiva, ya sea con empresas o particulares que deciden invertir sus recursos, con propietarios que tienen campos grandes. Si se dan las condiciones, y los atributos que tiene el área corresponden a un interés nacional o provincial, puede avanzarse a una donación.

– ¿Cómo está conformado el equipo de la fundación?

– Hoy somos 48 personas, la mayoría con estudios de grado o postgrado y diferentes experiencias, lo que hace que podamos dar respuesta a distintas problemáticas ambientales. Obviamente, eso implica una inversión de recursos financieros a largo plazo. La fundación tiene una estructura de departamentos: Administración y Finanzas, Comunicación y Educación Ambiental, Conservación y Vínculo con Empresas.

– Es una fundación con una estructura muy bien definida.

– Hay mucha gente que se mantiene en la organización, lo que no es habitual hoy por hoy en la dinámica laboral. Pero habla también del sentido de pertenencia que se genera. Yo durante 11 años fui coordinador de un programa, viviendo en Puerto Iguazú, un año estuve como Director del Departamento de Conservación y hace siete que ocupo el cargo de Director General. Eso es una constante. Se ha ido consolidando un proceso ordenado y entendemos que esta estructura es necesaria para tener mayor eficiencia y ser más resilientes a todas las problemáticas que tienen las organizaciones no gubernamentales.

– ¿Trabajan con voluntarios?

– Trabajamos mucho con voluntarios en una primera etapa que era más de salir al campo y de naturalismo. En la medida en que nos fuimos profesionalizando, se hizo más difícil. No obstante, tenemos voluntarios para actividades específicas. Hoy trabajamos mucho con voluntariado corporativo, que nos lo piden y funciona muy bien. Cosas puntuales como limpieza de playas, plantación de árboles. También es mi intención recuperar los programas de voluntariado y de pasantías. Mi propósito es ver cómo podemos incorporar juventudes interesadas en temas ambientales y potenciar la intergeneracionalidad.

– ¿Qué lugar ocupan las campañas de concientización y la educación ambiental?

– En algunos casos llevamos adelante campañas vinculadas a WWF, como La Hora del Planeta; hay campañas relacionadas a efemérides, como el Día del Ambiente; otras a tratados. En muchos casos nos apoyamos en productos que hace WWF, adaptando los materiales a las realidades latinoamericanas. También tenemos situaciones de la coyuntura. Buscamos la manera en la cual, sin perder nuestro perfil técnico, podamos dar respuesta a los intereses del público general con mensajes que sean entendibles y adoptables. Desde el punto de vista de la conservación, los mensajes comunicacionales, que hoy son cada vez más livianos, pueden ser una complicación, pero nuestro equipo de comunicación está muy atento a esto. Además, actualizamos nuestra página web y aumentamos la virtualidad de muchas de nuestras actividades. Hoy tenemos nuestros webinars. Lo que queremos transmitir es una fundación versátil y activa, que busca innovar en soluciones para viejos problemas.

San Pablo de Valdés, Chubut.

– ¿Cuáles son las opciones de apoyo para los socios?

– Por un lado, tenemos que agradecer a nuestros pequeños donantes mensualizados, socios que han entendido que su aporte sirve para muchísimas de las cosas que hacemos. Hoy la comunicación con ellos es básicamente virtual, reciben un boletín mensual e información específica sobre actividades. Respecto a las empresas, siguiendo el lineamiento que tiene WWF, tenemos una política de vinculación que establece un grupo de empresas con las que directamente no trabajamos, como tabaco, armas, ciento por ciento hidrocarburo. Hay otro grupo con el que podemos tener solamente alianzas transformativas. Articulamos con ellas, sin recibir financiamiento, para acercarles propuestas para mejorar sus sistemas productivos. Con otras empresas podemos trabajar el marketing con causa o actividades de conservación. En ese abanico, el año pasado habremos cerrado acuerdos con aproximadamente 30 empresas, que van desde apoyo a nuestras reservas hasta restauración de bosques nativos. Muchas de ellas son multinacionales que tienen acuerdos internacionales con WWF. Hay una alianza interesante que nos permite brindar seminarios virtuales para docentes y educadores ambientales, que en algunas provincias ya tiene el reconocimiento con puntos docentes.

– ¿Siempre se define el destino de la donación con antelación?

– Hubo una evolución en ese sentido. En los comienzos había un aporte determinado que la fundación usaba para lo que consideraba más apropiado. Obviamente, las empresas también fueron cambiando, desarrollando sus áreas de RSE. Se pasó de la filantropía a las agendas propias de las compañías. De todos modos, a nosotros solamente plantar un árbol no nos interesa, sino que haya un proceso de restauración ambiental. Por eso, en un proceso de diálogo y de vínculo, matcheamos lo que le interesa a la empresa con nuestro plan estratégico. Por ejemplo, hemos tenido aportes significativos de empresas que tienen compromisos internacionales de reducir la huella hídrica. También hay líneas de participación más blandas, desde el área de Marketing, como el evento “Yurumí, charlas con los pies en la tierra”, donde hay empresas que lo esponsorean. Sin embargo, quienes tienen presencia con su logo es porque están haciendo otras actividades con nosotros o alianzas transformativas.

– ¿En qué estado está el proyecto de finanzas sustentables?

– Hemos promovido junto con el BID Invest la firma de un protocolo de finanzas sustentables, por casi 28 bancos, casi el 90 por ciento del mercado. Hoy ese protocolo está funcionando, haciendo manuales de RSE, de análisis de riesgo. Creemos que si conseguimos cambiar el chip del sistema financiero tendremos mucho más impacto y velocidad en el logro de nuestros objetivos ambientales. Lo complejo de esto es que está claro que la crisis ambiental se sigue incrementando, más allá de nuestro trabajo y el de muchas organizaciones. Lo que uno puede pensar es qué tanto más malo sería si nosotros no hubiésemos estado trabajando. No podemos decir que hemos sido exitosos, los indicadores lo muestran. La verdad es que las fuerzas que van en contra del ambiente son mucho más que las que van a favor. El problema es que estamos entrando en un momento en el que nos encontramos sobrepasando los límites planetarios de muchos temas ambientales y con muchos requerimientos de recursos que provienen de la naturaleza, para una población creciente y cada vez más demandante. Hay que pararse sobre lo que se ha avanzado, poner en valor y sobre eso tomar impulso. Sobre todo, hay mucha juventud hija de aquellos niños que recibieron educación ambiental, que viene con un chip renovado. Hay que allanarles el camino para que transformen ese compromiso en cambios reales.

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