Hablar de Unilever es referirse a una compañía que engloba a más de 400 marcas en todo el planeta (está presente en más de 190 países). Hablar de Unilever es, también, referirse al trabajo de la empresa por mantener la escala humana en los vínculos, conectarse con las comunidades donde opera e implementar innovación constante para promover un mundo mejor.
Así lo explica María Bulla, Gerente de Responsabilidad Corporativa e Impacto Social de la compañía, que en diálogo con PRESENTE habla sobre las diversas acciones que forman parte de la estrategia de sustentabilidad de Unilever, entre las que se encuentra la alianza que llevan adelante junto al INTA para promover la agricultura regenerativa en el país.
-¿En qué instancia de la estrategia respecto a sustentabilidad se encontraba la compañía cuando ingresaste?
-Unilever y la sustentabilidad son prioridades que van de la mano. Cuando ingresé, la agenda del área ya era prioritaria. Eso hizo que el camino estuviera mucho más allanado para mí. Unilever lanzó hace trece años el plan de vida sustentable, donde ya se hablaba de los compromisos con la agenda de sustentabilidad como el foco de todas las decisiones. Con esto se busca que todas las personas del equipo, desde nuestro rol en la compañía, tomemos decisiones en pos de una agenda común, que se definió de manera global y en la que se establecieron ciertas prioridades sobre las que estamos trabajando.
-Como la estrategia Unilever Compass…
-Claro, es una estrategia muy grande, dentro de la que hay algunos pilares como la descarbonización de todas nuestras operaciones, la reducción del uso de plástico virgen e incorporación de plástico reciclado, el involucramiento en la calidad de vida de las comunidades, y el cuidado del clima y la naturaleza. Este último eje en la Argentina se vincula fuertemente con la agricultura regenerativa. Todos los que somos parte del equipo tenemos objetivos medibles y reportamos resultados de nuestro trabajo diario en pos de la estrategia global.
-Algunos de esos objetivos son bastante ambiciosos.
-Sí, sin dudas. Para descarbonización tenemos el objetivo de reducir hasta un 70 por ciento de las emisiones propias, scope 1 y 2, hacia 2025. Estamos muy avanzados en eso. En las plantas hay personas dedicadas exclusivamente a medio ambiente pensando en cambiar la matriz productiva. También hay equipos en logística muy enfocados en reducir nuestras emisiones de scope 3, que son las que generamos con la logística. Para muchas otras industrias, el objetivo de tener cero emisiones se extiende hasta 2050, mientras que nosotros apuntamos a alcanzarlo en 2039. Entendemos que estamos avanzando bien y que vamos a llegar, pero muchas veces esas decisiones, como casi todo lo que sucede en sustentabilidad, no dependen solo de que una empresa active tal o cual agenda, sino de que haya cambios sociales, de que esté propiciado también desde las regulaciones. Hay un montón de factores que deben tener lugar al mismo tiempo para que esta agenda continúe avanzando.
-¿Cómo se está desarrollando el proyecto de agricultura regenerativa?
-Se firmó un convenio a tres años con el INTA para desarrollar guías y procesos de agricultura regenerativa con los productores de los vegetales para nuestra planta en Mendoza, que es una planta deshidratadora de vegetales, única en el mundo. Eso va hacia la planta de Pilar y se convierte en calditos, sopas y todos los demás productos de Knorr. En el INTA están los expertos en esta temática, que inclusive tiene aspectos nuevos para ellos.
Con este proyecto, a su vez, recibimos 15.000 toneladas de vegetales crudos, que provienen de distintos productos asociados, y las convertimos en 3.200 toneladas de productos deshidratados de zanahoria, espinaca, cebolla, ajos y zapallo producidos al año. Además, exportamos el 10 por ciento a México, Brasil y Alemania.
-¿Qué significa para Unilever esta acción que están llevando adelante junto al INTA?
-Nos da mucho orgullo poder decir que todas nuestras semillas de vegetales deshidratados son desarrollos genéticos en conjunto con científicos argentinos. Cuando surgió a nivel global en Unilever la posibilidad de activar proyectos de agricultura regenerativa, supimos que la Argentina era el lugar ideal y el INTA el mejor socio posible, con quienes, además, venimos trabajando hace treinta años en otros proyectos.
Hay un equipo interdisciplinario del INTA, conformado por geólogos, biólogos, ingenieros agrónomos, entre otros profesionales, trabajando en Mendoza y San Juan, yendo campo a campo para ver en qué estado de situación se encuentra cada productor respecto a eficiencia en el uso del agua, manejo del suelo y demás. Sobre eso, proponen buenas prácticas.
-La adecuación de un productor es un período de mínimo cuatro años de trabajo, ¿verdad?
-Sí, el convenio que tenemos con INTA es a tres años, pero claramente renovable. En este plazo buscamos saber que el 100 por ciento de los productores tuvo una planificación y pudo avanzar. Las acciones que se están llevando adelante, si bien pueden parecer pequeñas, son fundamentales. Un ejemplo mínimo: en un campo de Mendoza habían sacado unos palos donde las aves se posaban, y se sugirió volver a instalarlos, para que haya biodiversidad. Es estar atento y entender que hay que hacerle bien al planeta. Se trata de hacernos cargo de que es la única forma posible.
-¿Qué diferencias tiene la agricultura regenerativa respecto de la tradicional?
-Filosóficamente, es enfocarse en propiciar cambios e impactos positivos. No estábamos dañando al planeta porque las aves no estuvieran ahí, pero es mejor hacer que vuelvan. Eso se extiende y amplía a todo lo demás. Nuestra intención es que de la filosofía se pase a la práctica y que los productores lo puedan aprehender y empezar a vivir así.
-¿El primer acercamiento con los productores fue positivo?
-Sí, no somos extraños para los productores, porque hace muchos años que trabajamos en conjunto. Nuestra planta en Mendoza es la única deshidratadora de vegetales de Unilever en el mundo y la más grande de Argentina. En una comunidad como Guaymallén, que es el municipio donde estamos, es un hito. Lo mismo para los productores locales que trabajan cosechando los vegetales. No es que llegamos de un día para el otro a querer cambiar su forma de ver el mundo y de trabajar, sino que es un vínculo que existe desde hace muchos años. Sucede algo similar con el INTA Mendoza, que es el que está bajando a territorio a implementar. Este primer año se trató, fundamentalmente, de establecer una línea de base. Fue entender en dónde está parado cada uno, cuáles son sus prácticas en términos de suelo, agua, biodiversidad y demás. Sobre eso, empezar a planificar los próximos pasos. Pero sí, en general nos encontramos con que hay apertura. Mendoza es una zona con un estrés hídrico que preocupa a todos y estamos trabajando en pos del uso eficiente del agua.
-En lo social, ¿qué programas están llevando a cabo?
-Tenemos desde hace cuatro años un programa de comedores populares, que se llama “Mujeres en acción”, porque el 99,9 por ciento de las que están al frente de comedores populares son mujeres. Trabajamos con los municipios como aliados, porque son los que conocen quiénes son las mujeres que en su casa cocinan para cien vecinos. No son las grandes ONG, sino merenderos de barrio. Conversamos con ellas sobre buenas prácticas de manipulación de alimentos, nutrición, recetas, cómo utilizar todos los alimentos y no desperdiciar la comida. Ahí casi que se da a la inversa, porque esas mujeres son las que más saben de no desperdiciar. Con un kilo de harina alimentan a una comunidad entera, entonces ellas nos cuentan a nosotros cómo hacer recetas aprovechando todo.
-Cada marca, además, tiene un propósito singular…
-Sí, exacto. Por ejemplo, Dove viene hace quince años hablando de autoestima y de belleza real. También activa programas en colegios con niñas y adolescentes, donde se plantea que la autoestima es un fenómeno social que se construye. Rexona impulsa el movimiento: les dice a las personas que hay que moverse y dar los primeros pasos. En la Argentina trabaja con cuatro organizaciones que promueven el deporte. Skip tiene un propósito vinculado a la diversidad y a vestirte como quieras. Usamos la escala de nuestras marcas, que son enormes, para impactar socialmente. Para mí, la responsabilidad está buenísima y es compartida. Desde Unilever corporativo me fijo que las marcas estén activando su propósito. Nuestro trabajo corporativo es darles coherencia y consistencia en el tiempo a los propósitos de las marcas.
-¿La presencia que tiene la compañía en la vida de las personas obliga a estas acciones responsables?
-Sí, totalmente. Knorr, por ejemplo, está en ocho de cada diez casas de la Argentina. Ese es el tamaño de la responsabilidad. Unilever es uno de los principales anunciantes en todos los países. Entonces, las marcas tienen un rol en términos sociales y vinculados a la diversidad y representación. Donde Unilever comunica, crea mundos. Estamos participando de Unstereotype, la alianza “Sin estereotipos” de ONU Mujeres para promover comunicaciones sin estereotipos dañinos. Los estereotipos dan mensajes para simplificar, pero cuando muestran una sola forma de ser, pueden ser dañinos. Está bueno saber que estás impactando con las marcas desde la comunicación. Yo encuentro ahí mucho sentido a lo que hago, personalmente, en comunicar por fuera de estos estereotipos que van sosteniéndose en el tiempo. Es un esfuerzo, porque Unilever también ha reforzado estereotipos y debió salirse de esa lógica.
-¿Cómo imaginan el año que viene?
-Nuestra mirada es de largo plazo. Esta agenda va a seguir existiendo para Unilever en la Argentina y en el mundo, al igual que ese convencimiento que es la coherencia y la consistencia de que son objetivos trazables y medibles que nos sostienen empujando hacia adelante.