Más de 8 millones de argentinos no tienen acceso a agua potable

Es uno de los problemas más acuciantes de la humanidad pero parece no causar alarma. Tampoco se encuentra en la agenda de los gobiernos. En el mundo, más de 1.000 millones de personas no acceden a este recurso.

Decir que el agua es imprescindible parece una verdad de perogrullo. También decir que es un derecho humano y que nadie debería ser privado de su suministro, pero la sociedad y gobiernos parecen no entenderlo. Todos los días se arrojan a los mares, ríos y arroyos, desechos que contaminan el agua y provocan un grave daño en el medioambiente y la salud de niños y adultos. En la Argentina la falta de agua afecta a más de 8 millones de personas, se estima que hay 15 mil kilómetros cúbicos de agua infectada y más de un tercio de los hogares siguen sin tener cloacas.

Según diversos estudios, el uso del agua se multiplicó seis veces a lo largo del último siglo, el doble de lo que aumentó la población, aunque sólo una modesta parte de los recursos hídricos globales se dedica al consumo humano y la higiene (el 10%). El 70% se destina a producir alimentos y el resto se emplea en los procesos industriales, producción de energía hidroeléctrica y para enfriar centrales térmicas de electricidad.

La superficie de agua sobre la Tierra excede en demasía a la continental: un 70% de esa masa de agua corresponde a mares y océanos. Pero esta relación es engañosa, ya que casi el 97.5% del total de agua que existe en el planeta es salada y apenas el 2,5 restante es agua dulce.

De acuerdo con un informe de la agencia de noticias CNA, sobre el porcentaje total de agua dulce casi el 79% se encuentra en forma de hielo permanente en los hielos polares y glaciares, por lo tanto no está disponible para su uso. Del agua dulce en estado líquido, el 20% se encuentra en acuíferos de difícil acceso, y sólo el 1% restante es agua dulce superficial de fácil acceso. Esto representa el 0,025% del agua del planeta.

Un documento del año 2000 realizado por la UNESCO y la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés), señalaba que “la disponibilidad de agua dulce es uno de los grandes problemas que se plantean hoy en el mundo y, en algunos aspectos, es el principal. Durante los próximos 50 años los problemas relacionados con la falta del agua o la contaminación de masas de agua afectarán prácticamente a todos los habitantes del planeta”.

En este sentido, la UNESCO ha informado oficialmente que más de 2.200 millones de habitantes de los países subdesarrollados, la mayoría niños, mueren todos los años de enfermedades asociadas con la falta de agua potable, saneamiento adecuado e higiene. Además, casi la mitad de los habitantes de los países en desarrollo sufren enfermedades provocadas, directa o indirectamente, por el consumo de agua o alimentos contaminados, o por los organismos causantes de enfermedades que se desarrollan en el agua.

Con suministros suficientes de agua potable y saneamiento adecuado, la incidencia de algunas enfermedades y el nivel de mortalidad por este factor podrían reducirse hasta un 75 por ciento. “Hasta que todo el mundo no tenga acceso a instalaciones de saneamiento adecuadas, la calidad de los suministros de agua se verá debilitada y mucha gente seguirá muriendo de enfermedades transmitidas por el agua”, declaró la Dra. María Neira, Directora del Departamento de Salud Pública, Medio Ambiente y Determinantes Sociales de la Salud de la OMS.

Con respecto a las políticas ambientales, la Fundación de Estudios para la Salud y la Seguridad Social (FESS) -organización que trabaja en la formulación de propuestas que colaboren con políticas sustentables para la salud, el medio ambiente y el sistema de la seguridad social- indica que dichas políticas no deben limitarse a una gestión de gobierno; sino que deben ser una política de Estado, consensuada por toda la sociedad y sus representantes. La escasez de agua potable es un ítem clave y no una mera cuestión local limitada a nuestras fronteras. Su respuesta también debe encontrar compromiso y coordinación en todo el mundo, dado que se posiciona como una situación crítica que a nivel mundial afecta a más de 1.000 millones de personas.

En la Argentina cuando hablamos de falta de agua, también hablamos de pobreza. Un trabajo de la Universidad Católica Argentina (UCA) refiere que en Santiago del Estero, por ejemplo, cuatro de cada diez hogares no tienen conexión con el agua corriente, es decir el 40% de las familias que allí viven. Además, en Formosa y Chaco, el 35% de los hogares tampoco acceden a cloacas y en diferentes zonas rurales del país los pobladores deben caminar entre 4 y 6 horas para obtener agua potable. Como contracara, en otras zonas, el agua se derrocha: mientras el consumo promedio del país es de 180 litros de agua, en la ciudad de Buenos Aires se superan los 560 litros por habitante, mostrando una marcada brecha federal.

No hay dudas de que el agua es un bien común de la humanidad y que sin ella la vida no prospera: la falta agua potable es una de las problemáticas ambientales más importantes, por lo que es deber de todos – ciudadanos y gobiernos – cuidar y proteger este recurso.

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