Miguel Mirabella, cofundador y Director General de Meraki: “Queremos ser empresa B y creemos que tenemos todo listo para serlo”

Criados en Escobar, cerca del Delta, los hermanos Mirabella tuvieron un vínculo cercano con la naturaleza desde siempre. Con el paso de los años, desarrollaron una pasión por el surf, deporte que los mantuvo ligados a un entorno natural que vieron cómo era cada vez más perjudicado por la intervención del hombre. Plásticos y basura acumulados en las costas del mundo fueron una señal que no desatendieron.

Francisco, el mayor, encauzó su compromiso estudiando la Licenciatura en Ciencias Ambientales en la Universidad de Buenos Aires. Miguel, por su parte, en Australia conoció los cepillos de dientes hechos de bambú y se maravilló por la solución que podrían representar para el reemplazo de plástico en los hogares, ya que se estima que, en la Argentina, se utilizan 30 millones de cepillos de dientes al año.

En 2016, entonces, Francisco puso en marcha Meraki, una compañía que nació con los cepillos de bambú como único producto y que vendía principalmente entre compañeros de la facultad y contactos cercanos. Para 2019, el crecimiento llevó a que Miguel y otros dos socios (Marcos Aliaga y Santiago Fontán) se sumaran al proyecto.

La conciencia ambiental estuvo presente en sus vidas desde muy temprano, pero a nivel masivo es algo más reciente, ¿cómo notaron ese avance?

Sí, nosotros vimos que fue muy fuerte el cambio durante la pandemia. El mundo paró y, de repente, teníamos un gran problema global que se vinculó muchísimo con cómo el humano se relacionaba con la naturaleza. Esto dio una gran visibilidad a todas las problemáticas ambientales, desde el calentamiento global hasta el impacto de los plásticos en los océanos y la naturaleza en general. Últimamente vemos cómo las grandes empresas están bajando buenas prácticas de economía circular, mejorando sus packagings, tratando de reducir el uso de plásticos y de identificarlos mejor para fortalecer el sistema de reciclaje, que es muy complejo.

¿En qué sentido?

Nosotros no nos apoyamos tanto en el sistema de reciclaje porque la infraestructura es muy cara de crear y es casi inexistente en países como el nuestro. Preferimos pararnos antes de crear el residuo y tratar de apuntar a modelos circulares, o con materiales compostables, así quitamos presión al sistema de recolección de residuos y al de reciclaje. El tema con el plástico es que no es que vuelve a tener la misma vida útil, sino que se va degradando su calidad, con lo cual no es tan perfecto el sistema como por ahí lo es en los metales, que podés fundirlos y volver a crear algo casi con las mismas características.

Cuando Francisco los convoca para sumarse a Meraki fue porque el crecimiento lo desbordó, ¿a qué lo adjudicás?

Creo que el producto en sí es una solución bastante accesible desde el punto de vista del precio y tiene la misma funcionalidad. Hubo un período en el que la gente no lo recibía, pero superamos ese abismo y todo el mundo lo quiso tener, porque marcaba un signo de que vos estabas luchando por contribuir a cambiar el planeta, de alguna manera. Hubo mucho esfuerzo comercial, de parte suya, tratando de conseguir más puntos de venta. La marca creció mucho en dietéticas, en el ámbito del almacén natural. Se asoció con los productos naturales, con la alimentación saludable, con un estilo de vida más conectado con la naturaleza. Globalmente la situación de la contaminación va en aumento, y un montón de actores, desde gobiernos hasta organizaciones no gubernamentales, le fueron dando cada vez más visibilidad a la problemática. Las empresas y los comerciantes se inclinaron a buscar este tipo de productos para contribuir de alguna manera a la solución. Fue una combinación de cosas.

¿Cómo se dio el salto a Uruguay y Paraguay?

Como todo, fue muy a pulmón. Desde Uruguay, una chica que trabajaba en ferias contactó a Francisco para vender nuestro producto allá. Le mandamos algunas unidades y las comenzó a mover. Para 2019, el proyecto le fue quedando grande a ella también, porque lo hacía como un segundo trabajo, y nos propuso asociarnos con una empresa que se dedicaba al comercio, una empresa con depósito, personal, etcétera. Fue a principios de 2020. Y en Paraguay fue una historia similar: nos contactaron, nos dijeron que les encantaba la marca y nos asociamos con gente local para llevarlos. Eso fue en 2021. Nuestra proyección es cubrir Latinoamérica, volvernos líderes de cuidado personal sostenible en la región. En los próximos años apuntamos a abrir Chile, Brasil, Colombia y Perú.

¿Están buscando socios en esos países?

Estamos abiertos a encontrar un socio, pero también estamos armando una estrategia para, eventualmente, desembarcar nosotros en el exterior. Puede que sea algún modelo con un socio o alguna estructura propia.

¿Es algo cercano o más bien a mediano plazo?

A mediano plazo. Por ahora, 2023 se proyecta como un año en el que Meraki va a duplicar su cartera de productos. Vamos a abrir dos categorías de productos nuevas, cuidado capilar e higiene personal. Hoy estamos muy fuertes en cuidado oral, tenemos la cartera que contempla cepillo, pasta de dientes e hilo dental, que son los principales productos de la categoría. Para lo que resta del año, queremos cuidado capilar e higiene personal y tocador. Hoy tenemos los hisopos de bambú, que formarían parte de esa categoría, pero la idea es traer un desodorante para complementar la línea. El 2023 se va a enfocar en eso, en desarrollo de productos, más que nada locales, teniendo en cuenta toda la problemática del comercio exterior. Hoy tenemos ocho productos, nueve si contamos el neceser, y la idea es duplicarlos, tener entre 18 y 20. Y el año siguiente, con una cartera más sólida, enfocar la regionalización.

 

Francisco Mirabella, cofundador y Director de Ventas; Miguel Mirabella, cofundador y Director General; Marcos Aliaga, cofundador y Director de Marketing y Comunicación.

 

Comenzaron a desarrollar productos, como los bits que reemplazan la tradicional pasta de dientes, que requieren investigación y producción en laboratorio, ¿cómo lo resuelven?

Hoy el equipo de Meraki está compuesto por doce colaboradores. Hay siete en el equipo comercial, sumando Ventas y Marketing; somos dos en Administración y Finanzas, yo con el doble rol de dirección general; y un equipo de I+D in-house; hay un Director de Operaciones y de Desarrollo de Productos, que es Santiago Fontán. Hace tres meses ingresó una nueva colaboradora, que está dedicada ciento por ciento al desarrollo de productos, lo que contempla investigación, desarrollo y gestión en conjunto con laboratorios y especialistas, bioquímicas o especialistas en materiales, que nos van aportando conocimiento y estudios para lograr un producto. Para los productos cosméticos sí o sí necesitás un laboratorio elaborador, y nos apoyamos mucho en eso para hacer los desarrollos en conjunto. En los productos que son no cosméticos el desarrollo es más liviano, vas por el lado del diseño del producto y no tanto la formulación. Detrás de las formulaciones de los cosméticos hay un mundo, desde la regulación, donde ingresan ANMAT y todas las buenas prácticas, porque estamos metiéndonos en la salud de las personas, pero también la parte más reglamentaria de los procesos legales que hay que seguir para poder comercializar un producto de esa categoría.

¿En qué momento deciden ser parte de la organización 1% for the Planet?

Casi desde el principio, porque Meraki nació con un ADN sustentable y el propósito de luchar contra el plástico e inspirar a la sociedad a reconectarse con la naturaleza. Siempre quisimos devolverle algo a la tierra de lo que le quitamos cuando estamos haciendo uso de los recursos naturales que nos provee. El modelo 1% for the Planet fue el que más nos cerró: nos comprometemos a donar el uno por ciento de nuestras ventas a causas que acompañan la visión que tenemos. Somos una empresa y sabemos que la problemática socioambiental es multifacética y no es abordable desde un lugar único. Necesitamos colaborar entre todos los actores: gobierno, ONG, empresas, consumidores.

¿Qué proyectos apoyaron a través de la plataforma?

Uno de ellos es EcoHouse, una asociación civil que hace muchísima educación ambiental, con 25 proyectos en cartera. También apoyamos a Banco de Bosques, que compra metros cuadrados de bosques nativos para anexarlos a parques nacionales y preservarlos, con lo cual hay una vertical de mitigación de huella de carbono. Además, trabajamos con Proyecto Sub, una ONG de Puerto Madryn que hace muchísima investigación de áreas costeras, sus beneficios ambientales y la difusión educativa de esos proyectos. Algo que nos inspiró muchísimo a formar parte de 1% for the Planet es que es una ONG creada por Yvon Chouinard, el director y fundador de Patagonia, una de las empresas modelo que seguimos por sus buenas prácticas. Nos guiamos mucho por el libro Let My People Go Surfing (Que mi gente vaya a surfear), que escribió él. Es empresario, filántropo y visionario, y escribió este libro como si fuese un manual de buenas prácticas dentro de la empresa para transmitírselo a su equipo, y se armó algo que tiene una potencia bárbara. Termina todo gravitando alrededor del surf, la naturaleza y cómo por Patagonia nos inspiramos en 1% for the Planet.

Hablando de circularidad…

Y de la conexión de todo con todo. Quizás en el momento en el que está sucediendo uno no se da cuenta, pero cuando mirás para atrás, empezás a atar los cabos y decís “Claro, crecí conectado con la naturaleza”. Lo que no se conoce no se puede amar, de alguna manera. Lo que nosotros vivimos nos motiva a protegerlo.

 

 

También tienen intenciones de certificarse como empresa B, ¿verdad?

Sí, hace mucho tiempo que tenemos ganas de hacer la certificación. Realizamos todo un proceso interno con una consultora para armar la evaluación, y te diría que en uno o dos meses vamos a estar aplicando. Son tiempos largos, sabemos que el proceso que continúa una vez que aplicás lleva de seis a nueve meses. No queremos festejar, pero estamos en proceso de aplicación, terminando de juntar toda la parte documental.

¿Qué fue lo más difícil? ¿Juntar todo ese material o modificar procesos internos?

Nos gusta pensar que Meraki nació, de alguna manera, como una empresa B. Entonces, muchas buenas prácticas ya las teníamos. Hay otras que las fuimos descubriendo con la evaluación, que no sabíamos que se podían llevar adelante y las empezamos a aplicar. Por ejemplo, en la gestión de los colaboradores, del equipo, bajar un manual del empleado que pueda clarificar la relación, poner clara la política de vacaciones y la relación laboral; un lugar donde poder hacer pedidos, comentarios u observaciones de manera anónima. Al ser un emprendimiento autogestionado, quizás no lo hacíamos desde el punto de vista normativo, pero sí en la práctica. Todo eso hay que bajarlo a documentos para poder respaldar lo que decís que estás haciendo. Queremos ser empresa B y creemos que tenemos todo preparado y listo para serlo.

¿Qué balance hacen de su 2022 en materia ambiental?

Muy bueno. Nosotros medimos el impacto de reemplazo de plástico como un Key Performance Indicator (KPI) ambiental. En 2021 reemplazamos 20 toneladas de plástico, y en 2022 vamos a terminar con cerca de 55 toneladas. La idea es en 2023 llegar a 100 toneladas de plástico reemplazado. Me parece un lindo dato como para compartir, porque se termina visibilizando el impacto del proyecto. Al usar nuestros productos, la gente deja de utilizar productos convencionales o tradicionales hechos a partir de plástico. Dado lo que charlamos de la tasa de reciclaje real, estamos evitando que ese plástico impacte en la naturaleza. Se estima que menos del 9 por ciento del plástico históricamente se recicló, aunque los números reales deben ser mucho menores, y que un 80 por ciento aproximadamente está en entornos naturales, impactando en la biodiversidad y en nosotros. El impacto del plástico en la salud humana se relaciona con enfermedades y distintos problemas.

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