Por el mundo: el archipiélago de Bocas del Toro

Cerca de la frontera con Costa Rica, el archipiélago de Bocas del Toro es un despliegue de exuberancia panameña. Sus islas paradisíacas, manglares y arrecifes de coral rebalsan de vida y de colores, e invitan a reconectarse con la vida natural.

La República de Panamá se desarrolla al ritmo de las mareas. Su costa norte está delineada por las aguas calmas del mar Caribe, y, al sur, el océano Pacífico baña las playas con su intenso oleaje. Hacia el este, Colombia inicia la inmensidad de la América del Sur, y hacia el oeste se ubica la rimbombante Costa Rica. Es allí, próximo a la frontera con Costa Rica, donde el archipiélago Bocas del Toro despliega sus frondosos paisajes cinematográficos (en 2013, será el escenario del rodaje de la película Paradise lost, que cuenta la historia de amor entre la sobrina de Pablo Escobar y un surfista).

Este archipiélago, conformado por 9 islas, medio centenar de islotes y 200 manglares inmersos en las prístinas aguas del mar Caribe, es hogar de una exuberante vida vegetal y animal. Para los amantes de la vida natural, Bocas del Toro es lo más parecido al paraíso, por sus playas de aguas prístinas y las densas selvas que aún se conservan vírgenes. Además, es un excelente lugar para la práctica de buceo y snorkel, por la temperatura del agua, la baja corriente y la buena visibilidad de los impresionantes arrecifes de coral.

Primera estación: Isla Colón

 En la ciudad de Almirante, empieza el viaje. Desde allí parten las embarcaciones hacia la Isla Colón –la más grande del archipiélago–, donde está ubicado el pueblo Bocas del Toro, que es la capital de la provincia del mismo nombre. Este minúsculo enclave, ubicado al sur de la isla, aglutina la movida: hoteles, bares y restaurantes, supermercados y servicio de Internet, tiendas de regalos, locales donde se alquilan bicicletas y motos, puestos donde se contratan excursiones y hasta un aeropuerto. Desde los muelles, zarpan las lanchas a cualquiera de las otras islas del archipiélago, donde también es posible alojarse en un entorno de puro y exclusivo relax; pero el visitante no debería irse sin antes haber dado la vuelta a Isla Colón, haber caminado las pocas cuadras que conforman el pueblo y haber conocido a sus amables y alegres visitantes.

Durante el día, hay mucho para conocer en la isla. A Playa Ismito se puede llegar a pie. Son cinco minutos de caminata y la playa se extiende a lo largo de aproximadamente dos kilómetros. Allí, la Feria Internacional del Mar de Bocas del Toro celebra cada año –en septiembre– a los pescadores, a los barqueros y al mar. Todas las tradiciones de las distintas culturas que habitan en las islas del archipiélago están representadas en este evento de colores y aromas autóctonos.

Sin embargo, las playas más bonitas están alejadas. Para llegar al área de Bocas del Drago, en el extremo noroeste de la isla (a 25 kilómetros de distancia), hay que tomar un bus que parte del céntrico Parque Bolívar, una tranquila plaza rodeada de árboles centenarios y palmeras. El parque se ubica justo enfrente del edificio de la gobernación. El viaje dura unos 45 minutos, y una vez allí se pueden explorar hermosas playas y caminar por los senderos que penetran los prolíficos bosques húmedos que rebalsan de vida.

Luego de la puesta de sol, que en estas latitudes ocurre alrededor de las 17:30, se precipita la noche en Bocas Town, y los bares y restaurantes en la Calle Tercera –la arteria principal– refulgen en medio de la oscuridad. También es la hora en que los visitantes entran y salen de las tiendas de ropa, artesanías y regalos. Durante el día, en la avenida relucen las viejas casonas de estilo caribeño que, junto con la pintoresca Calle Segunda, han sido declaradas Zona de Protección y Conservación Arquitectónica. A la vera del mar, las casitas de distintos colores se levantan sobre pilotes que sumergen sus largas piernas de madera en las prístinas aguas caribeñas.

Al natural: Isla Bastimentos

Muy cerca de Isla Colón, se encuentra Isla Bastimentos. Se dice que su nombre recuerda un hecho histórico: durante su cuarto viaje, Cristóbal Colón habría desembarcado allí en busca de provisiones para continuar su periplo.

A diferencia de Isla Colón, en Bastimentos no hay vehículos terrestres. Tampoco hay calles ni nada que se les parezca. Apenas hay algún que otro sendero –generalmente acondicionado por los dueños de los hospedajes– para sumergirse en los misterios de la selva. Las personas se mueven por agua a través de embarcaciones con motor o sin él. A la hora de pescar, los indígenas de la comunidad Ngäbe-Bugle se desplazan en cayucos: pequeñas canoas construidas en una sola pieza con el tronco de un árbol, de fondo plano y sin quilla, que los eximios navegantes conducen hábilmente a remo. Una de las imágenes más bellas que regala el atardecer es contemplar a contraluz la silueta de estos pescadores tirando sus redes al agua para luego llevar a la mesa de los huéspedes las delicias del mar bien frescas.

Los hospedajes –que aquí mayormente adquieren la forma de bungalows, cabañas y tiendas de campaña de lujo– aprovechan la madera, las hojas de palma, las cortezas de coco y los materiales naturales. Así se logra una perfecta armonía de la obra humana con su entorno natural y se logra generar el menor impacto ambiental posible. En general, los diseños se inspiran en las viviendas de los Ngäbe-Bugle (una de las comunidades ancestrales de estas tierras), y a través del estudio de las necesidades del negocio y del huésped se complementa la arquitectura necesaria para brindar la mejor experiencia en la selva y frente al mar.

En esta isla, la estrella es el parque marino Isla Bastimentos, conformado por los bosques centrales de la isla, los Cayos Zapatillas, las zonas de isletas de manglar al sur, y Playa Larga, al norte. En Playa Larga y Cayos Zapatillas anidan cuatro especies de tortugas que se encuentran en peligro de extinción, como la carey, la tortuga verde, la tortuga canal y la caguama. El fenómeno de anidación de tortugas puede ser visto en los meses de abril a julio. Por su parte, los Cayos Zapatillas, formados por dos islas de 14 y 34 hectáreas asentadas sobre una plataforma coralina que se prolonga mar adentro, constituyen uno de los principales puntos turísticos. Ambas islas se encuentran deshabitadas, con palmerales impenetrables, rodeadas de bellas playas de arena dorada y aguas transparentes.

No menos espectaculares son Playa Primera y Playa de la Rana Roja, donde habita una especie de rana venenosa de gran belleza. Por último, otra de las actividades imperdibles en Isla Bastimento consiste en cruzar el bosque hasta la única laguna insular de agua dulce que existe en Panamá, donde viven tortugas, caimanes y cocodrilos.


 

 Boca del Drago

Cuando Cristóbal Colón arribó a Panamá, el primer lugar que visitó fue Bocas del Drago, entrando por la bahía de Almirante, por el canal que separa Isla Colón de tierra firme.

En esta área, situada en el extremo noroeste de Isla Colón, la playa más visitada es Playa de las Estrellas. Estas estrellas de mar, que abundan y le dan el nombre al lugar, no deben ser manipuladas y mucho menos sacadas del agua, ya que mueren rápidamente.

Otro sitio digno de ver es la Isla de los Pájaros, que se encuentra a pocos minutos en lancha hacia el mar abierto. Se trata de un santuario de aves donde llegan a anidar el hermoso rabijunco etéreo (Phaethon aethereus), con su color blanco nieve, larga cola y pico de color naranja; el agraciado alcatraz pardo (Sula leucogaster); y otras aves marinas como las fragatas (Fregata magnificens), los pelícanos (Pelecanus occidentalis) y cientos de gaviotas y gaviotines. No se recomienda ni se permite desembarcar en el islote.

Comarca Ngäbe-Buglé

La creación de comarcas de indígenas se designó en 1928, en un acto legislativo que modificó la constitución panameña de 1904 y declaró la posibilidad de crear estas entidades especiales con territorios segregados de las provincias ya existentes. La primera en crearse fue la comarca de San Blas (hoy Kuna Yala), en 1953. En total, existen cinco comarcas indígenas en Panamá. Cada una de ellas posee derechos exclusivos sobre la tierra y elige a sus autoridades. Aunque el Gobierno todavía controla el gasto público y los ingresos fiscales de sus territorios, por lo demás, todavía gozan de una autonomía administrativa considerable.

La comarca Ngäbe-Buglé, ubicada en el noroeste de Panamá, se formó en el año 1997, como resultado de la presión política de la comunidad, unida para frenar la explotación descontrolada de sus recursos naturales y la degradación ambiental en sus tierras ancestrales.

Vuelta a la naturaleza

En Isla Bastimentos, la vida transcurre entre la selva y el mar. En este entorno, una de las mejores propuestas de alojamiento en la isla es el resort ecológico Al Natural, organizado en siete cabañas artesanales con techos de paja y elevadas sobre pilotes de madera que regalan las mejores vistas de las aguas transparentes y tranquilas del caribe, y sus islas más preciadas: Cayos Zapatillas.

Todas las construcciones –trabajadas enteramente con materiales de la zona– combinan con elegancia las técnicas ancestrales de los indígenas Ngäbe-Buglé con la necesidad de intimidad y confort que necesita el visitante en este enclave agreste de bosques nativos y playas impolutas. A tono con su espíritu verde, el complejo se provee de energía solar –para ventiladores y bombitas de luz– y del agua de lluvia para las duchas y para beber (luego del filtrado).

Además, se organizan excursiones por el archipiélago y se pueden contratar tours de buceo con tanques y certificaciones PADI.

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