Por la ruta de San Martín, 200 años después

Cada año, cientos de personas de todo el mundo cruzan la cordillera de los Andes para revivir una epopeya que cambió el destino de los pueblos latinoamericanos. Una travesía histórica y mágica que permite contemplar la belleza y la preservación de algunos de los paisajes más ignotos del planeta.

Cruzar los Andes aparece en nuestra imaginación, desde la infancia, como una proeza. Sabemos –porque nos lo dijeron infinitas veces– que San Martín cruzó la cordillera para vencer a los españoles que tenían el Gobierno en Chile. Cientos de láminas nos mostraron las montañas blancas y al Padre de la Patria señalando el destino con su sable curvo y su caballo blanco. Casi 200 años después, el Gobierno de la provincia de San Juan organiza el viaje a través de las montañas más altas de América para conmemorar ese hecho histórico, y varias empresas turísticas acompañan este recorrido cargado de simbolismo y exigencias como parte de su propuesta de turismo aventura. Cruzar los Andes hoy, con ropa técnica, provisiones refrigeradas y radioenlaces no tiene el rigor que padeció el Ejército de los Andes, pero brinda una perspectiva de aquella epopeya y, sobre todo, permite mirarse cara a cara con uno mismo, en la soledad de las montañas y a lomo de caballo.

“Lo que no me deja dormir no es la oposición que pueden hacerme los enemigos, sino atravesar estos inmensos montes”, dijo José de San Martín en su carta fechada el 14 de junio de 1816 a su amigo Tomás Guido. Y tenía razón. La ruta sanmartiniana es un recorrido por valles y laderas de montañas inmensas, la mayoría de las veces bordeando precipicios. Uno puede darse ánimo pensando que estas mulas, estos caballos y yeguas tienen el mismo instinto que los que cruzaron al ejército libertador y que no se van a suicidar. Nunca hubo un accidente fatal en los diez años que lleva esta travesía. Pero el precipicio está ahí, las piedras caen, empujadas por la pata del animal, y uno las escucha durante largos minutos, suficientes como para calcular que la altura son varios miles de metros.

CARAVANA RESPONSABLE

El turismo representa en la Argentina cerca del 8 por ciento del PBI. Las autoridades nacionales se tomaron muy en serio esta actividad y propiciaron el turismo interno, favoreciendo los famosos fines de semana largos y financiando obras de infraestructura en todos los destinos del país. Al punto que el turismo es hoy la sexta actividad en importancia para la economía nacional. Pero esta “industria sin chimeneas” no es gratuita para todos. Si se practica de manera irresponsable, puede tener un impacto gravísimo tanto en la contaminación de los suelos y de las aguas como en las poblaciones huéspedes. Los cerros gigantescos que acompañan en silencio el caminar de los caballos y las mulas por la ruta sanmartiniana son testigos de esto. Si bien el turismo aventura y el de alta montaña no son de alto riesgo ambiental (porque no son masivos), una botellita de plástico en medio del verde cordillerano es una señal de lo que podría pasar si no se toman recaudos a tiempo.

Las empresas que realizan esta travesía lo tienen presente: el enfoque ecoturístico está planteado en cada una de las propuestas. Una mirada que privilegia la sustentabilidad, es decir, la apreciación del medio (tanto natural como cultural), que acoge y sensibiliza a los viajantes minimizando el impacto del contraste. Se trata de un enfoque básicamente “ético”, con énfasis en el bienestar de las poblaciones locales, a las que necesariamente debe interesarles y convenirles abrir su experiencia y su forma de vida al visitante.

Ramón Ossa es el titular de Explora Parques, una de las empresas que ofrece la ruta sanmartiniana como parte de su paquete. “Nuestro slogan es Actitud Interactiva –dice– y hace referencia a la conducta que debemos tener con el medio ambiente, no solo los que formamos parte de Explora Parques, sino también los pasajeros que nos contratan”. Es una de las consignas del ecoturismo (y también de la RSE en general) influir sobre la cadena de valor: acordar con los clientes y los proveedores unas prácticas sustentables es la mejor manera de “contagiar” esta ética. Y para no quedarse en discursos, el diseño de estas políticas pone la mirada en el proceso global de la práctica empresaria, más allá de la rentabilidad concreta de una operación. Es decir, predicar con el ejemplo aunque esas prácticas algunas veces estén reñidas con la comodidad o incluso con la rentabilidad inmediata.

El ejemplo de Explora Parques ilustra muy bien esta cuestión: los viajeros llevan consigo una pequeña mochila o alforjas sobre el caballo en las que se transporta lo indispensable: protector solar, agua, frutas secas para mantener la energía alta, un abrigo y un poncho de agua (los cambios climáticos suelen ser muy repentinos en el subir y bajar de las montañas). Pero la mochila con el grueso de la ropa, las carpas y las provisiones para la semana de cabalgata van en mulas cargueras que acompañan la caravana. La planificación es fundamental, porque cada kilo de más que se acarrea tiene un costo enorme. Pero buena parte de esa valiosísima capacidad de carga de los animales es destinada en esta travesía a que las mulas transporten de regreso los residuos generados en la montaña. Lo que se puede, se entierra en conjunto entre operadores y clientes, pero lo que no, se vuelve con uno. La experiencia indica que esa práctica, una vez adquirida, no se deja nunca más de lado. En el caso de los expedicionarios sanmartinianos, volvimos todos con el aprendizaje que repetiremos en cada campamento: la basura se vuelve con el perro.

LA FRATERNIDAD

San Martín concibió el cruce de los Andes tras una conversación con Manuel Belgrano, que venía de fracasar con el Ejército del Norte en su intento por atacar el Alto Perú, el gran bastión de la resistencia española en Sudamérica. El paso a través de lo que ahora conocemos como el norte argentino era imposible, porque un pequeño pelotón de soldados bien distribuido podía detener a un ejército gigante en las quebradas y en los pasos montañosos de la Puna. En cambio, llegar a Perú a través de Chile era menos complejo, y la operación podía ser apoyada por vía marítima. San Martín se tomó un año para armar el Ejército de los Andes y planeó el ataque a Chile utilizando seis pasos a través de las montañas. Pero el grueso del ejército cruzó por San Juan, por el paso de Valle Hermoso, el más complicado. Y por supuesto, al frente de la columna más difícil estaba el Libertador. El obstáculo mayor residía en la altura de dos montes, la cuesta de la Honda, a 4580 metros sobre el nivel del mar, y la del Espinacito, a 4500. Como para tener una referencia, el monte Aconcagua, el segundo más alto de la Tierra, tiene 6960. Y el primero, el Everest, 8848. En la ruta sanmartiniana que los expedicionarios realizan en estos días, se va por el Espinacito y se vuelve por la Honda.

Subir cuesta. Los animales se cansan. Se avanza lentamente en fila india por los senderos trazados por otros animales y basta con que una mula o un caballo paren a respirar para que se detenga toda la fila. Cuando los nervios lo permiten, levantar la cabeza a esa altura de los Andes puede deparar las más hermosas imágenes: los cerros son verdes, azules, rojos, blancos. La vista domina todo el territorio. Es un gran momento para poner a prueba nuestro temple, aunque, justo es decirlo, muchos expedicionarios se quedan mirando el cogote del animal. Pero mirar la parte de la expedición que todavía no empezó la cuesta mientras uno ya está a varios miles de metros es una experiencia transformadora que se vuelve con uno. El caballo respira con dificultad por la altura y por el esfuerzo. Sus pulmones se llenan de aire y abren las piernas del jinete. Pero cuando se llega a la cima, uno se da cuenta de que subir fue un trámite. Que lo difícil es bajar. Porque en la bajada el jinete no puede hacer nada. Solo tener confianza en el animal. De ese aprendizaje se retorna distinto: con un profundo conocimiento sobre el propio cuerpo, sobre los nervios, sobre la conciencia.

En muy raras ocasiones, el contingente se encuentra con personas. En algunos recodos del río de los Patos, donde se ensancha el valle y el verde se amplía entre las paredes montañosas, se levantan algunas pircas, pequeñas cercas de piedra con una vivienda improvisada. Allí se instalan entre diciembre y abril los pastores que traen sus rebaños de cabras a “la veraneada”, como llaman al aprovechamiento del verdor estacional de estos parajes. La mayoría de los pastores que se encuentran son chilenos: este lado de la cordillera les resulta más apto para su actividad, aunque tengan que pagar un canon para cruzar el límite internacional con sus rebaños. Probablemente este sea el aspecto que más tiene que trabajar el ecoturismo en la zona: los pastores se beneficiarían con alguna actividad económica basada en el contacto con los expedicionarios, pero los acuerdos son muy básicos: ofrecen alguna artesanía en cuero y poco más. A cambio, no aceptan dinero, que de poco les sirve en esta zona inhóspita. El trueque por alguna de las bebidas espirituosas que los viajeros llevan para levantar el ánimo les parece un intercambio más razonable.

Los contingentes modernos atraviesan los Andes –al igual que el ejército libertador de San Martín– a través del valle de los Patos, que lleva ese nombre porque es el pequeño paraíso verde que acompaña en su recorrido al río de los Patos, un río de deshielo que por momentos se vuelve caudaloso y potente, y por otros forma piletas de tranquilidad serrana. Tanto las empresas de turismo como la expedición oficial tienen una conciencia ecológica fuerte: aquí no puede (no debe) dejarse nada. “La basura se vuelve con el perro” es una de las consignas: hay que diseñar dispositivos extremadamente rigurosos para acarrear los envases de botellas de agua mineral, y los papeles y plásticos que resultan de cualquier vianda. La cabalgata dura casi una semana: seis días y cinco noches conviviendo con el silencio y la fraternidad de la montaña. Se cabalga un promedio de seis horas por día y se hace noche en refugios cordilleranos de Gendarmería con las carpas propias.

 

La expedición oficial es recibida, en el límite con Chile, por un grupo de chilenos que también celebra la gesta de San Martín, con quien marchaba el héroe trasandino Bernardo O’Higgins, quien tomó el Gobierno tras la derrota de los españoles. A ellos no los esperaban para darles un abrazo emocionado como nos ocurre en estos días. Los libertadores de América hicieron la proeza de cruzar las más altas montañas del mundo porque creían en una idea, la idea de la libertad de los pueblos. Y uno puede entender, 200 años después, que una vez cruzadas estas montañas cualquier enemigo parece fácil. Porque el enemigo interno, el del temor, ya fue derrotado.

 

LAS AGENCIAS

La cabalgata a través de los Andes por la ruta de San Martín demanda entre seis y ocho días de viaje. En la localidad de Barreal, al pie de la precordillera, se tiene el último contacto con la “civilización”. De allí en más será prácticamente imposible comprar cosas o tener señal de celular. En Barreal, precisamente ─una deliciosa comarca andina─ se encuentra una de las empresas que hace este trayecto. Explora Parques organiza esta aventura con un costo aproximado de U$S 2000 incluyendo toda la logística y las viandas. http://www.exploraparques.com/

Otras empresas que lo ofrecen son Trekking Travel (http://www.trekking-travel.com.ar/espanol/cabalgata_cruce.html) y Hontravel (http://hontravel.com/paquetes-excursiones/cabalgata-cruce-de-los-andes-2015/).

 

INFORMACIÓN ÚTIL

Cómo llegar

A la ciudad de San Juan se puede llegar en avión, auto u ómnibus.

Desde allí hasta Barreal, hay buena frecuencia de micros.

Estación Terminal de Ómnibus de San Juan

Estados Unidos 462 – Sur

Tel.: (0264) 422-1604/422-0880

 

Dónde alojarse

En San Juan, el Hotel Aire Andino está en las afueras de la ciudad como para aclimatarse con la altura. Tel.: (0264) 427-6520/21 contacto@aireandinoapart.com

En Barreal, la posada La Casa de Feli es una acogedora casa de campo donde esperar la partida. Tel.: (02648) 44-1082 / Cel.: (011) 15-3503-9596 casadefeli@yahoo.com www.lacasadefeli.com.ar

 

RECOPILACIÓN HISTÓRICA

El historiador Edgardo Mendoza realizó junto al Teniente Coronel Claudio Monachesi un trabajo inobjetable: siguiendo las cartas del prócer volvieron a trazar la ruta secreta, esa que solo San Martín y sus más allegados conocían. Allí pudo establecerse que el Padre de la Patria ideó el cruce a través de seis columnas: la de Juan Manuel Cabot, que salió de San Juan, cruzó por el paso de Guana y conquistó el puerto de Coquimbo y La Serena; la del Coronel Ramón Freire, que salió desde Mendoza, cruzó por el paso del Planchón y conquistó las ciudades de Talca y Curicó, a unos 200 kilómetros de Santiago; la de Francisco Zelada y Nicolás Dávila, que salieron de Guandacol, La Rioja, cruzó por el paso de Comecaballos para terminar conquistando la ciudad de Coquimbo. La del Capitán José León Lemos, que partió del sur de la provincia de Mendoza, cruzó por el paso del Portillo y sorprendió a la guardia del fuerte de San Gabriel. Y, por supuesto, las columnas principales, comandadas una por Juan Gregorio de Las Heras, que cruzó por Uspallata, y la otra por el propio San Martín junto a O’Higgins, que cruzaron por Los Patos-Valle Hermoso.

* Nota publicada en la edición 29 de PRESENTE (marzo/abril).

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