La pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) está teniendo una dimensión sin precedentes para la mayoría de la gente. En todo el mundo, el brote se está llevando la vida y el sustento de muchas personas a medida que se sobrecargan los sistemas de salud, se cierran las fronteras y las familias luchan para mantenerse a flote.
Las comunidades de todo el mundo están asumiendo el desafío: desde los profesionales sanitarios que están poniendo sus vidas en juego para combatir el virus hasta los jóvenes que están inventando formas innovadoras de difundir mensajes sobre la salud pública.
Aun así, y aunque la transmisión del virus está empezando a reducirse en algunos países, las repercusiones sociales serán duras y se harán notar muy pronto y, en muchos países, afectarán sobre todo a los niños más vulnerables.
Si no se toman medidas urgentes, esta crisis de la salud amenaza con convertirse en una crisis de los derechos de los niños. Los trastornos que ha provocado en la sociedad tienen una profunda repercusión sobre los niños: sobre su seguridad, su bienestar y su futuro. La cooperación multilateral es la única forma de lograr que millones de niñas y niños (incluidos los que han debido abandonar sus hogares a causa de un conflicto, los que padecen una discapacidad y las niñas que están expuestas a diversos peligros) permanezcan sanos, protegidos y sigan recibiendo una educación.
UNICEF hace un llamamiento mundial para:
1. Proteger la salud de todos los niños
Los esfuerzos internacionales para fortalecer los sistemas de salud (como garantizar que los suministros y los equipos de protección lleguen a las comunidades afectadas y formar a los profesionales sanitarios para prevenir, diagnosticar y tratar la enfermedad por coronavirus) servirán de gran ayuda para la lucha contra el virus. Sin embargo, los sobrecargados sistemas de la salud no amenazan solamente a las personas que se enferman por COVID-19.
En las zonas más pobres del mundo, los niños que necesitan servicios básicos y esenciales (como aquellos que los protegen de enfermedades como la neumonía, el paludismo y la diarrea) corren el riesgo de no recibirlos. A medida que los sistemas de salud llegan al límite de sus capacidades, muchos niños morirán por causas que se pueden evitar.
UNICEF insta a los gobiernos y a los aliados a garantizar el mantenimiento de servicios de salud vitales para las madres, los recién nacidos y los niños. Esto implica seguir atendiendo las urgentes necesidades planteadas por la COVID-19 al tiempo que se siguen realizando intervenciones fundamentales en materia de salud, como la financiación de las vacunas, que hacen posible que los niños puedan sobrevivir y prosperar. Nuestra respuesta a la COVID-19 debe centrarse en reforzar los sistemas de salud a largo plazo.
2. Llegar a los niños vulnerables para proporcionarles agua, saneamiento e higiene
Es más importante que nunca que nos protejamos a nosotros mismos y a los demás cuidando nuestra higiene y lavándonos bien las manos. Sin embargo, las instalaciones básicas de agua e higiene siguen estando fuera del alcance de muchos niños.
Algunos no disponen de acceso al agua potable porque viven en zonas remotas o en lugares donde el agua no está tratada o está contaminada. Otros niños carecen de acceso a las instalaciones porque no tienen hogar, viven en un barrio marginal o en la calle.
UNICEF insta a los gobiernos a dar prioridad a esos niños vulnerables. Hacemos un llamamiento de fondos y ayuda de emergencia para poder llegar a más niñas y niños y proporcionarles acceso a instalaciones básicas de agua, saneamiento e higiene.
3. Facilitar el aprendizaje de los niños
A medida que han ido cerrando las escuelas en todo el mundo para prevenir la transmisión de la COVID-19, las familias, los cuidadores y los educadores han ido respondiendo con calma, buscando nuevas formas de ayudar a los niños a seguir estudiando. Sin embargo, no todas las niñas ni todos los niños tienen acceso a internet, libros y materiales escolares.
Debemos hacer todo lo posible para cerciorarnos de que todos los niños tengan un acceso equitativo a la educación. UNICEF insta a los gobiernos a ampliar las opciones de aprendizaje en el hogar, tanto las que requieren el uso de la tecnología como las que no, así como a dar prioridad a la conectividad a internet en las zonas rurales y remotas. Teniendo en cuenta que hay más de 800 millones de niños que no están yendo a la escuela, no es el momento de desviar los fondos nacionales destinados a la educación. Debemos cerrar la brecha digital. UNICEF y sus aliados seguirán trabajando juntos para que los niños puedan conectarse y proseguir su educación, sin importar dónde estén.
4. Ayudar a las familias a cubrir sus necesidades y cuidar a sus hijos
El impacto socioeconómico de la COVID-19 se hará notar más duramente entre los niños más vulnerables del mundo. Muchos ya viven en situación de pobreza y las consecuencias de la respuesta a la COVID-19 amenazan con agravar aún más sus dificultades.
Mientras millones de madres y padres luchan para mantener sus medios de vida y sus ingresos, los gobiernos deben ampliar las medidas de protección social, como los programas y las políticas que conectan a las familias a servicios fundamentales de atención de la salud, nutrición y educación.
La protección social abarca también las transferencias de efectivo y las ayudas para la alimentación y la nutrición. Además, implica que los gobiernos contribuyan a proteger los puestos de trabajo y ayuden a los empleadores a dar apoyo a las madres y los padres trabajadores.
Si no se toman medidas urgentes para mitigar la repercusión social y económica del brote de COVID-19 y su respuesta, decenas de millones de niños que ya viven en circunstancias de extrema dificultad caerán en la pobreza.
5. Proteger a los niños de la violencia, la explotación y el abuso
A medida que se altera el ritmo de vida habitual de las comunidades, los niños que ya están en peligro de sufrir violencia, explotación y abuso se vuelven aún más vulnerables.
La agitación social y económica incrementará el riesgo de que las niñas sean víctimas del matrimonio infantil, los embarazos y la violencia de género. A causa del confinamiento, los niños que se enfrentan a la violencia en su hogar o por internet estarán más alejados de la ayuda. Además, el estrés y el estigma de la enfermedad y la presión financiera exacerbarán la ya inestable situación de muchas familias y comunidades.
Debemos impedir que esta pandemia se convierta en una crisis de protección de la infancia. A la hora de planificar el distanciamiento social y otras medidas de respuesta a la COVID-19, los gobiernos deben tener en cuenta los riesgos particulares de las niñas y los niños vulnerables, incluidos los que se enfrentan a la discriminación y el estigma. Debemos ayudar a los niños que deban separarse de sus padres temporalmente debido a la enfermedad, y trabajar juntos a fin de prepararse para un aumento de las personas que necesitan protección a distancia y soluciones para la salud mental.
6. Proteger a los niños refugiados, los migrantes y los afectados por un conflicto
Cada día, los niños refugiados, los migrantes y los afectados por un conflicto se enfrentan a terribles amenazas a su seguridad y su bienestar, y eso es solo en ausencia de una pandemia. Para muchos de esos niños y niñas, el acceso a servicios e instalaciones básicos de atención de la salud es extremadamente limitado, y las condiciones de hacinamiento en las que viven hacen que el distanciamiento social sea impracticable.
En la respuesta a la COVID-19 no podemos olvidarnos de las necesidades humanitarias. El Secretario General de las Naciones Unidas hizo un llamamiento a un alto al fuego mundial para centrar nuestra lucha en un enemigo común que no conoce fronteras. Los sistemas de salud de los países sacudidos por guerras ya se encuentran al borde del colapso. Es responsabilidad de la comunidad mundial trabajar juntos para ayudar a los niños más vulnerables, los que han tenido que abandonar a sus familias y sus hogares, para defender sus derechos y protegerlos de la transmisión del virus.