El Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo, analiza la situación del delito en el distrito más grande del país. Habla también del rol de las empresas y de la ciudadanía.
Desde que el 10 de diciembre de 2015 asumió como Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo duerme mucho menos. Incluso, confiesa, a veces casi no logra pegar un ojo. Al ingresar a su despacho en La Plata, una mañana de diciembre, la realidad da señales que hablan por sí solas: “Motochorro mató a un quiosquero”, alerta en un zócalo rojo C5N. Es una de las cuatro pantallas que el funcionario tiene sintonizadas en los principales canales de noticias. “Homicidio en ocasión de robo es una de las peores noticias. Cuando veo esto me duele mucho, te saca de foco, te sentís impotente”, dice.
Queda claro que velar por la seguridad del distrito más poblado y denso de todo el país no es una tarea para nada liviana. De todos modos, a un año haber asumido ese desafío, Ritondo también encuentra aliento en la ciudadanía. Incluso, en los familiares de víctimas del delito, que en medio del dolor le envían regalos en reconocimiento a su esfuerzo. “Esto es de una familia a la que mataron a la mujer”, señala en dirección a una mesa ratona donde descansa una enorme cartulina en la que se lee: “Gracias, ministro, por poder contar con su apoyo en estos momentos y nunca dejarnos. Familia Screpanti, de Merlo”. A un costado del escritorio hay una caja con una botella de champán, que le envió la familia de Juan Manuel Miranda, un docente de 30 años asesinado en abril pasado en San Martín. “Uno va, da la cara, averigua la fiscalía, sigue cómo va la causa… Sé que hacemos todo lo que tenemos que hacer, pero siempre falta. Hay mucho, mucho, por realizar”, reconoce.
En otro rincón del despacho, sobre el respaldo de una silla, hay una camiseta roja con la publicidad de Correo OCA. “Soy peronista, hincha de Independiente y de Chicago”, comenta el Ministro, que es vocal del club de Avellaneda, aunque actualmente está en uso de licencia a raíz de su cargo como funcionario. “Gran parte de la familia de mi mamá, de Valentín Alsina, de Lanús, del sur de la provincia de Buenos Aires, es hincha de Independiente. De parte de mi viejo, la familia es bostera, y a mi viejo le gustaba Chicago, Vélez, el barrio”, cuenta Ritondo, que nació el 27 de julio de 1966 en el barrio porteño de Mataderos, donde se crio. Allí también dio sus primeros pasos en la política, a fines de 1979, cuando tenía trece años. “Salí de mi casa. Estaba el hermano de un amigo mío y un grupo pintando en una pared ʽLuche y se vanʼ. Eso me llenó ilusión y de esperanza. En mi casa siempre se habló de política, así que ya me gustaba. Era muy chico, pero me atraía esta vocación de hacer por los demás. Esa noche empecé a salir con ellos y después me invitaron a charlas que eran medio clandestinas, por la época. Ahí empecé la militancia en el peronismo”, recuerda.
¿Cuál es la situación de la seguridad en la provincia de Buenos Aires?
Como todo, lo primero que se debe hacer en cualquier situación es un análisis y un diagnóstico de lo que tenés. Yo me encontré, primero, con una verdad absoluta, que la sentía la gente: que había una gran inseguridad en la provincia de Buenos Aires. El segundo elemento es que, a partir de que entendés que hay inseguridad, pensás con qué le podés dar pelea. Bueno, con un plan integral. ¿En qué consiste? En varias cosas, que no solamente están vinculadas a la policía. También tienen que ver con el Servicio Penitenciario. Si la gran mayoría que sale de prisión reincide, quiere decir que la parte principal del Servicio Penitenciario falló. También necesitás de la Justicia, de planes de contención e inclusión social… Además, infraestructura, una calle asfaltada, iluminada. Más presencia del Estado. El plan integral tiene que ver con todo esto. Con respecto a la Policía, nos planteamos cuatro ejes.
¿Cuáles?
Uno era el de recapacitar a la Policía. La vimos muy baja de nivel, de conocimientos, de capacitación, preparada en muy poco tiempo para salir a calle. Un estilo de Policía donde la cantidad hacía al resultado, y se demostraba que no. Porque si no, con 20.000 nuevos miembros hubiera bajado el delito, y no bajó. Sacaron a algunos que no tenían la convicción, el espíritu de ser policías. Había que recapacitarlos, darles una cantidad importante de elementos para que trabajen. A un policía no se le puede pedir más si no tiene un chaleco.
¿Había muchos problemas de equipamiento en la Policía?
Absolutamente. En todo lo que se te ocurra. Si bien habían comprado 1000 patrulleros, que los pagamos nosotros, había déficit en los vehículos, en las pistolas, en el estado de las armas (algunas estaban inutilizadas, no servían más). No existía un sistema de comunicación encriptado, el 911 no cubría toda la provincia. Desde lo tecnológico, la institución estaba muy atrasada. Tenía un sistema abierto donde las bandas escuchaban lo que hacía. Algunas de ellas se dedicaban a vigilar las comunicaciones para saber si un policía venía. Mucha desidia… Aparte, no contaba con un sistema de control como el que posee hoy, que deben presentar su declaración jurada. La conducción está a cargo de civiles. El trabajo del policía tiene que ser suficientemente importante para entender que su carrera debe ser decente y orgullosa, que el que viste el uniforme no lo puede manchar. Hubo que mentalizar a la Policía de que hay un enemigo a vencer, que es el más fuerte que hay, que es el narcotráfico.
¿Cómo está esa situación?
Es una mentira que la Argentina sea un país de paso. En la provincia de Buenos Aires se vende, se distribuye, se fabrican algunas drogas, se extiende la cocaína, se produce paco. En todo eso hay una lucha frontal. De todas las drogas tuvimos mucho mayor secuestro, mucha más cantidad de allanamiento, el trabajo de la Policía es mucho más esforzado y también el de la Justicia, que nos permite hacer el trabajo.
Se habla mucho de la corrupción policial, ¿qué piensa?
Todo tipo de corrupción es reprochable. La Policía ha tenido desfasajes y conductas que no eran propias de ella. Algunos parecían delincuentes con el traje de Policía, esa no era la institución que uno esperaba. Esos casos son tremendos, y por ellos separamos 3000 hombres de la fuerza. Uno entendía que podía haber niveles de corrupción, y como dijo la Gobernadora, María Eugenia Vidal, nosotros desde el primer día estamos dispuestos a dar pelea contra las mafias.
¿Qué representa eso?
Eso significa dar la pelea contra todos, contra la mafia del juego clandestino, contra los piratas del asfalto, contra la mafia de la droga, con los que hacen negocios con la Policía, con la medicina… Esta es la pelea que había que dar para cambiar la provincia. El cambio que la gente votó era de un sistema agotado. Es mucho más cómodo a veces no dar estas batallas y tratar de ver si tenés algún tipo de control. Pero nosotros debemos empezar a dar respuestas. Pero lo que vos acá no podés permitir nunca más es que se autogobierne la Policía, que sea un aparato que por sí sola funcione sin tener control político. Creo que esta es una de las fallas de la democracia.
¿Por qué?
Creo que el proceso que vive la democracia desde 1983 en adelante en materia de seguridad es que se pasó de un sistema militarizado de la Policía a una parte en la que no había civiles capacitados en políticas de seguridad. Los políticos que por turno llegaban al Ministerio de Seguridad no tenían la capacidad. No es que un abogado por sí solo, por su profesión y por conocer leyes, pueda ser un buen Ministro de Seguridad. Se necesitaba desmilitarizar las fuerzas, compararse con el mundo, adquirir experiencia. Tenemos más policías que en 1983, hemos invertido mucho más, y sin embargo hay más delito. La democracia y su política de seguridad han fallado. Todos debemos rever cuáles son los errores que se cometieron en cada uno de los procesos para no volver a repetirlos. Esta debe ser la política de Estado.
¿Hay mucho trabajo que no se ve?
Sí, muchas veces uno se tienta a dejarse sugerir que es más importante un patrullero que comprar equipamiento, porque se ve más. Hay muchas cosas que no se perciben que son las más efectivas en seguridad: la inteligencia criminal, el cibercrimen, la comunicación, la posibilidad de localizar, el sistema de videocámaras… todo esto va aportando gran cantidad de elementos, que en el principio no se ven pero que empiezan a dar resultados en los esclarecimientos y en la prevención. La noticia es el delito, no el delito que no ocurrió. Nuestro proyecto más importante es seguir capacitando y tener mucha innovación tecnológica.
En el primer año de gestión en la provincia de Buenos Aires, ¿pudo ver resultados concretos en el tema de la seguridad?
Si me preguntás si estoy contento, respondo que no, falta muchísimo. Podemos decir que se robaron muchos autos, pero que la cifra bajó un diez por ciento, y eso significa muchísima cantidad de personas que no tuvieron ni el susto ni fueron agredidas, heridas o tal vez muertas en ocasión de robo. En piratería del asfalto, hemos reducido el 74 por ciento de los delitos. Tuvo que ver una política de la provincia, de los empresarios y de los transportistas. Redujimos el cuatrerismo porque llevamos a cabo una política con la Policía rural y con las organizaciones para trabajar en forma conjunta. O sea, en algunas cosas, sí hay resultados. En otras estamos muy por debajo de los estándares de seguridad que tanto la Gobernadora Vidal como yo queremos. Creo que esto se va a ir viendo de a poco. Un embarazo sabés que dura nueves meses, cambiar a la Policía de la provincia de Buenos Aires significa un proceso mucho más largo que tal vez yo no lo llegue a ver en mis cuatro años como ministro. Lo que sí creo es que nosotros estamos haciendo las cosas que había que hacer. Hay que entender que cambiar la política de seguridad es un proceso a largo plazo, la respuesta no la tenés ya y ahora. No hay recetas mágicas.
¿Qué rol debe cumplir la ciudadanía en materia de seguridad?
Creo que cuanto más participa, lógicamente, cuanto más denuncia o prevé, siempre es mejor. Pero a la ciudadanía no le podemos pedir que ante la ausencia del Estado sea la que esté presente. El Estado tiene que estar. Cuando me preguntan qué pienso cuando alguien se defiende, es que el Estado llegó tarde. Si nosotros estábamos, eso no pasaba. Si esa persona hubiera estado presa antes o si nosotros preveníamos, eso no sucedía. Los culpables somos nosotros, no el que se defiende.
¿Cómo funciona la articulación del trabajo con ONG y otras organizaciones?
Trabajamos con las Madres del Dolor. Silvia [Irigaray], su presidenta, dio charlas en la escuela de policías. Creo que permite la apertura mental. Una mujer a la que un policía le mató a su hijo en un caso de gatillo fácil viene a dar una charla y puede abrirles el corazón. Otro tema es la violencia de género, ahí trabajamos con derechos humanos y en conjunto con otras organizaciones.
¿Cómo es la relación con las empresas?
Creo que en esta materia podría haber algunos elementos de seguridad en los que trabajaran un poco más las empresas. En el transporte de mercadería se ha hecho un trabajo perfecto. El otro día tuvimos una charla con el tema de poner cámaras en los colectivos. Es algo que es necesario hacer por los problemas que hay. Eso le sirve al trabajador de la empresa, al pasajero y también a la compañía de seguro. Nosotros estamos teniendo una política en el robo automotor con el grabado de autopartes; siendo sincero, con el costo que posee, las compañías de seguro deberían mirar donde van a tener un vehículo con menor posibilidad de robo. Si se quiere, debería haber un compromiso mayor [de las empresas]. El Estado muchas veces tampoco les ha tendido una mesa para poder dialogar, como lo estamos haciendo ahora, por ejemplo, con las organizaciones rurales. Creo que con parte del empresariado debemos sentarnos con vocación.
Responsabilidad social empresarial
Para Ritondo, en temas de seguridad, la responsabilidad social empresarial (RSE) tiene un límite: penalizar, denunciar, no entrar en un sistema de corrupción con policías, no comprar mercadería robada… “Lo que les pedís a las empresas es que se mantengan dentro de la ley, después el Estado somos nosotros y tenemos que resguardar para la libertad del comercio y la libertad que debe tener un empresario para poder crecer”, dice. El funcionario considera que la seguridad es una parte sustancial para que el empresario invierta. “En vez de que inviertan en seguridad, me gustaría que las empresas invirtieran en producir y que el Estado cumpla el rol de la seguridad. Pero la realidad es que hoy el que pone una empresa en la provincia de Buenos Aires debe poner cámaras e invertir un montón de dinero que me gustaría que fuera para otra cosa mucho más productiva para la provincia y para el país. Sabemos que brindar zonas seguras hace que la inversión sea más fácil. Eso es lo que tenemos que tratar de asegurar”, afirma.