La creatividad y el cuidado del medio ambiente se unen en Proyecto Mutan a partir de la realización de diferentes objetos con plástico reciclado. Sergio Fasani, su fundador, habla sobre la actualidad y los objetivos de este espacio de innovación consciente.
Podría haber sido solo una tesis de grado de la facultad o haberse quedado en una buena idea difícil de llevar a la práctica, pero Proyecto Mutan es hoy una empresa que usa descartes de plástico para crear hermosas obras de diseño con uso práctico, desde mobiliario hasta lentes y composteras, que ya proyecta su expansión al exterior.
El proyecto, que en 2017 fue seleccionado para participar de la feria Wanted Design en Nueva York con el apoyo de ExportAr, lleva más de 70.000 kilos de plástico postconsumo reciclados que equivalen a 28 millones de tapitas, lo que representa un ahorro de 140 millones de litros de agua que se utilizarían para la producción de nuevos plásticos. Sus lentes fueron reconocidos por el Sello Buen Diseño Argentino 2021, mientras que la Compostera Totem, el Banco Tango y las Luminarias lo recibieron en años anteriores.
Sobre sus productos, el equipo que lleva adelante Mutan explica: “Buscamos que cuenten el origen de su material y la forma en que fueron fabricados, en los límites de lo industrial y lo artesanal. Industriales en su calidad y proceso, pero artesanales en su gesto y su unicidad. Somos fanáticos del comportamiento orgánico y aleatorio de los materiales, dejando que el plástico actúe en la mezcla irrepetible de colores y texturas, revelando finalmente su carácter reciclado y su nueva vida”.
PRESENTE habló con su fundador, Sergio Fasani, sobre cómo surgió la idea de aprovechar las tapitas plásticas para difundir la circularidad mientras dan trabajo a cooperativas de recuperadores y crean belleza en el proceso.
-¿Cómo nació Proyecto Mutan?
-El proyecto arrancó desde la facu, en 2012. Yo estudié Diseño Industrial en la Universidad de Buenos Aires y venía laburando más desde la cultura, la escenografía, y además vinculado con cooperativas de recuperadores urbanos por otros proyectos previos de interés personal. Así que mis últimos proyectos de la facultad estuvieron asociados al reciclaje de plásticos. Uno de ellos fue Petit, que es una máquina que procesa y tritura envases de botellas de agua, que tuvo bastante visibilidad en su momento y ganó premios. Y de otra materia fue la investigación que dio origen a Mutan: qué hacer con ese triturado de plásticos. La idea original siempre fue agregarles valor a los materiales que las cooperativas de recuperadores clasifican y recuperan, y también pensar en hacerlo en una escala mediana o con tecnología accesible para que existiera la posibilidad después de transferirla, que más allá de lo que es Mutan y la línea de productos, quede después para el desarrollo de maquinarias específicas con cooperativas para procesar algunos materiales. Es decir, que reciclar no sea algo de gran escala, sino que pueda haber pequeños nodos para soluciones locales.
-¿Cómo fue tu investigación para el desarrollo del proyecto?
-Fueron pruebas de qué se podía hacer y con qué procesos. Empecé a ir a ciertas fábricas porque usábamos algunos procesos que existen en la industria, pero los hicimos a una pequeña o mediana escala. Cuando íbamos a las fábricas a hacer pruebas, al principio nos prestaban atención porque era interesante, y después, como no querían usar material reciclado en sus máquinas, nos dejaban de atender el teléfono. Así que empezamos a fabricar nuestras propias máquinas. La primera está hecha con una vieja hormigonera que transformamos en horno y eso nos permitió hacer las primeras pruebas. Y en 2016 presentamos el primer producto, que es una línea de lámparas, junto al Hospital Garrahan en Puro Diseño.
-¿Quiénes conforman el equipo?
-Se fue armando: con compañeros de la facu, con un alumno de cuando yo daba clases. Hoy somos un equipo de ocho personas. Hace dos años que me enfoqué principalmente en Mutan. Hasta antes de la pandemia tenía este proyecto más tecnológico, uno más educativo y Mutan. Fundamos una ONG que se llama Brotes que aunaba todos estos proyectos, y fue bueno porque se consolidó más también el equipo, creció, ampliamos un poco más el taller y nos empezamos a pensar más como empresa.
-¿Dónde hacen la producción?
-En Villa Martelli, cerca de Tecnópolis. Tenemos un pequeño showroom y después un local en el Patio del Liceo que se llama Tienda Raíz con otras cuatro marcas. Está bueno contar con un punto más céntrico además del taller. Igual también mucha gente quiere venir acá a ver los procesos. Como producimos acá y es una escala industrial, pero mediana, es interesante. Vendemos en todo el país, tanto desde nuestra tienda virtual en la que hacemos envíos como desde locales de diseño u ópticas que nos compran los productos.
-¿De dónde obtienen los plásticos reciclados?
-La decisión es comprar todos nuestros materiales a fundaciones sin fines de lucro, ONG o cooperativas de recuperadores urbanos y al Garrahan. Pensá que en 2016 presentamos nuestro primer producto y en esa época no había muchos proyectos de objetos reciclados. La mayoría eran más de reutilización. Y nos ayudó mucho que fueran tapitas, porque la gente, aunque no separara residuos en sus casas, separaba tapitas para el Garrahan. Nos ayudó, por un lado, a que la gente se entendiera como parte importante del proyecto y, por el otro, también para usar un solo tipo de plástico, que nos sirve a nosotros para el proceso y que después sean objetos que se puedan reciclar de vuelta. Al mezclar distintos tipos de plástico, ya no puede tener una tercera vida. Así que no recibimos donaciones de materiales ni compramos otros aparte. A nosotros nos interesa también ser parte de esta cadena, valorizar el rol de las cooperativas y las fundaciones. Hay cooperativas que se ocupan de eso, que tienen el conocimiento, que clasifican y que trituran, en algunos casos, y nosotros les compramos el material a ellas directamente.
-¿Con qué cooperativas están trabajando hoy?
-Estamos con El Álamo, con Creando Conciencia y con Fundación Garrahan, principalmente. A Madreselva también en algún momento le hemos comprado y, estando en Villa Martelli, hace un par de años empezamos a tener más vínculo con el Municipio de Vicente López y con el circuito de reciclado que tienen acá, así que a veces nos llega material también de ellos. La idea es hacerlo lo más local posible.
-¿Cómo es la colaboración con la cooperativa de mujeres en el barrio 1-11-14?
-En relación con las tecnologías accesibles, los estuches de los anteojos los hacemos con un colectivo de mujeres del barrio 1-11-14 que se llama Entramadas. Las capacitamos en reciclado de bolsas plásticas. Ellas hacen un relaminado de bolsas, el 100 por ciento de la producción. Usamos el objeto como excusa para trabajar con cooperativas, crear redes de mujeres productoras y estamos tratando de replicar eso acá, en Villa Martelli. No pasa solo por reciclar y vender objetos, sino por formar redes y circular.
-¿Por qué reciclar plástico y no otros materiales?
-Optamos por plástico porque vimos que era el que más se recuperaba en todas las cooperativas, junto con el cartón. Otros materiales son más complejos. Y muchas cooperativas tenían trituradoras de plástico que se habían comprado con algún subsidio y no las usaban. Entonces había algo que estaba ya plantado y que no se utilizaba. Y después también es un material que tiene una problemática ambiental mayor que otros. El cartón tiene un circuito de reciclado y, en el peor de los casos, es biodegradable, pero el plástico sí es un problema y nos interesaba más ser parte pequeña, por lo menos, de la solución.
-¿Cuál es tu rol en el proyecto?
-Soy el coordinador o director general, y estoy también como director artístico, se puede decir. Ahora se está sumando una persona también al equipo que viene más de la gestión de Cultura porque estamos entrando en una nueva etapa. La empresa hasta ahora viene más como un taller en el fondo de una casa que fue creciendo y todavía tenemos una escala de empresa familiar. Estamos en ese proceso de transicionar a una pequeña empresa, consolidando un poco más el mercado nacional y pensando en exportar productos y diseño. Y en eso se suma esta persona ahora con un rol un poco más comercial, o de director institucional, y también estamos saliendo a buscar fondos para escalar esa producción y subir la calidad de los productos, apuntando a otros mercados. El proyecto empezó a funcionar. Llevamos años y pudimos dedicarnos todos full time, y sentimos que es un momento, con esta base consolidada de productos y con un mercado que ya los conoce, de poder pegar un salto de escala.
-¿Hacia dónde planean expandirse?
-Ya tuvimos muchos contactos, sobre todo por los anteojos y las composteras, con Uruguay, Chile, México y, en algunos casos, también con la idea de que produzcamos afuera. Estamos charlando igual. Todavía tenemos para crecer en el mercado local y la idea es invertir en escalar aquí para después exportar. La demanda existe y también nos pasa que en la Argentina nunca salimos a vender. Pasó algo muy raro: no teníamos equipo comercial y vendíamos al público final, y las empresas nos vinieron a buscar porque les interesaba lo que hacíamos. Así que empezamos a desarrollar productos para empresas: cestos de residuos más grandes, islas de separación de residuos, composteras industriales o productos a medida, como premios, regalos empresariales y demás. Pero fue reactiva nuestra respuesta. Y hoy tenemos nuestra línea de productos: lámparas, mesas, cestos, macetas, sillas, lentes y composteras. Sabemos que hay un mercado que está ahí y al cual podemos acceder, y por eso el plan de reestructuración actual es también eso, poder ser más proactivos en la cuestión comercial.
-¿Qué proyectos tienen para 2024?
-Estamos trabajando en tres modelos nuevos de anteojos. Veníamos haciendo mobiliario y los lentes pasaron a ser el producto estrella. Un modelo básico, más cuadradito, y otros dos un poco más estridentes. Ya conocemos el producto, ya conocemos el proceso y la idea es generar algo un poco más jugado. Y empezar a hacer alguna colaboración con otros diseñadores para sacar algún modelo en particular. Llega mucha gente que quiere hacer productos y hemos hecho ya colaboración con otras marcas: las composteras, con Compostate Bien; tenemos huertas y macetas con las chicas de Sitopia; hay un perfume que es de un perfumista de autor al que le hicimos las tapas.
-Y también expandirse, seguir creciendo.
-Sobre todo eso, sí. Este año estamos buscando inversiones para poder escalar en tecnología y en equipo de personas y consolidar, pasar de un proyecto o empresa de escala familiar a una pequeña más consolidada en el mercado local y exportar. El proceso este año me parece que está centrado en eso. E inevitablemente, en los nuevos productos, porque por más que parte de mi trabajo hoy en día es más de gestión o de dirección, surgen siempre nuevas ideas.
¿Cómo se hacen los lentes?
Con creatividad, diez tapitas plásticas se transforman en un nuevo par de anteojos. Las tapitas se trituran y los colores elegidos se mezclan para luego fundirlas por calor e introducirlas a presión en una matriz metálica, copiando las cavidades y tomando su forma final.
Luego, para hacer los estuches se emplean seis bolsas plásticas recicladas de distintos colores que se cortan generando un collage con una nueva textura. Mediante calor y presión, se generan las nuevas láminas plásticas flexibles que se transforman en estuches.
En este proceso, y también en la comercialización de los productos, participan distintas organizaciones sociales que son capacitadas por Mutan, potenciando así el impacto positivo ambiental y social del proyecto.