“Siempre voy a poner mi profesión al servicio de la militancia”

Con luces y sombras, con un camino de lucha y sonrisas, de esfuerzo y placer, de anhelos a prueba de todo, Mariana Genesio continúa forjando una carrera que, como un iceberg, en la superficie solo muestra una pequeña parte de lo que es. 

Premios Óscar de 2015. En su discurso, Nicolás Giacobone, uno de los guionistas ganadores de la estatuilla por Birdman, saludó: “A Titi, Adrián, Clari, Mariana and our dog, Larry”. Allí, el mundo entero posó sus ojos en la acompañante del guionista: una rubia que lucía un vestido rosa pálido que había alquilado para la ocasión. Después de haberla peleado durante años en el teatro off (en Buenos Aires y Nueva York), se convirtió en la imagen que proyectaban todas las pantallas, aunque aún nadie sabía su nombre ni que era actriz.

Esos flashes se fueron casi tan rápido como llegaron. Su momento esperaría un par de años más, cuando pudo lucirse en El marginal y, sobre todo, en Pequeña Victoria. Fue, de alguna manera, la llegada a un espacio que anheló desde chica, cuando quedaba obnubilada por la secuencia inicial de El mundo del espectáculo: reflectores, salas llenas, una diva recibiendo un premio, más luces. Todo quedó grabado en su disco rígido y aquello se convirtió en un objetivo por alcanzar. “Me deslumbraba esa imagen, me perturbó toda mi vida. Ahí empecé a querer ser famosa, todavía sin tener muy definido si deseaba ser actriz, cantante o modelo. De chiquita me gustaban las divas de Hollywood, como Marilyn Monroe; después, pasé por popstars como Madonna, Michael Jackson, Blondie. También tiene que ver con buscar la aceptación de todos, el sentir que gusto, que soy querida. Tuve una abuela que era muy devota de mí y me adulaba todo el tiempo. Me subía a un pedestal. Salí a la calle y necesitaba eso, lo buscaba. Por eso mi deseo de ser famosa”, confiesa.

La concreción de ese deseo, aunque a la larga llegaría, no fue tarea sencilla. Los prejuicios familiares la alejaron del arte (su papá no quería que siguiera clases de baile porque eran “muy femeninas”), y el sueño quedó archivado unos cuantos años. Un encuentro casual encauzó todo nuevamente: Durante mi adolescencia no hice nada artístico. Cuando terminé la secundaria, empecé a estudiar Psicología, pero abandoné en la mitad del primer año. Después seguí con Traductorado de Inglés. Un día que salía de la facultad, me encontré con un amigo que era dueño de un boliche. Me dijo ʽVenite a trabajar con nosotrosʼ, y así empecé como bartender. A las pocas semanas ya estaba subida al escenario, haciendo shows. Ahí retomé mis clases de danza, de actuación, y me di cuenta de que esto era lo mío”, cuenta Mariana.

¿Cómo fue tu llegada a Buenos Aires?

Después de trabajar en este boliche, comencé a hacer shows y formamos una compañía de espectáculos. Tuve un descubridor, que se llama Luizo Vega: me contrató como performer. Hacíamos televisión en Córdoba y shows en Carlos Paz. Entonces sentí que ya estaba encaminada y que era momento de irme a la gran ciudad a buscar el mainstream. Me vine como pude en 2008, contra viento y marea, porque no tenía nada resuelto a nivel económico, ni vivienda ni trabajo. Fue medio en contra de la voluntad de mi familia, llegué sola y sin un peso; me fui a vivir a una pensión. Se me hizo muy duro.

¿Qué hiciste en esos meses iniciales?

Buscaba trabajo. Empecé a salir, a conocer amigos, me fui armando una red. Conocí a Paz, que es un amigue que me llamó para hacer performances juntos, realizábamos shows, obritas de teatro. Me fui a vivir con él, pero pasaron un par de meses y ya no teníamos plata para pagar el alquiler. Estaba pensando seriamente en volver a Córdoba.

¿Cómo te sentías con esa posibilidad?

Deprimida. Estaba muy amargada, angustiada. No quería saber nada con volver a Córdoba, porque para mí significaba un fracaso. Por esas cosas de la vida, milagrosas, entró Nico al bar, nos conocimos y empezamos a salir. Al mes estábamos viviendo juntos. Ahí se acomodó un poco la cosa, porque ya no tenía la necesidad de pagar un alquiler, entonces podía continuar con mis estudios de actuación y hacer otras cositas a la par.

Su 2019 exitoso, con el protagónico de la tira Pequeña Victoria, también fue el final de la relación con Giacobone. Las luces proyectan sombras, inevitablemente. “La vida te da por un lado y te saca por el otro. Igual, no vivo nada como definitivo. No siento la separación como una ruptura, ni lo bueno como algo consagratorio, como que ya llegué. Para mí, se trata de continuar viviendo, de atravesar lo que tenés que atravesar. Soy muy de mirar para adelante, de seguir enfocada en mi trabajo, en proyectos nuevos. Casi nunca termino las relaciones. En este momento estoy atravesando una separación, pero no una ruptura de relación. El vínculo va a seguir, transformado, pero va a existir. Trato de desdramatizar todo”, explica.

La actuación como militancia

¿Qué entendés por “responsabilidad social”?

Para mí, es cualquier acto de una persona, ya sea en su vida personal o laboral, que tenga una repercusión o un mensaje en cuanto a alguna carencia social.

¿Creés que la Argentina es responsable socialmente?

No sé si es muy responsable. El mundo no es muy responsable. Nos manejamos bajo unos estereotipos de belleza, de clase social, de cultura y de raza muy limitados. Cuando algo se pasa de esos estereotipos, la persona que no cumple con esos parámetros se siente excluida del sistema. La gente que tiene exceso de peso, por ejemplo, sufre un montón: agarrás una revista, prendés la tele y, por lo general, las personas que están a cargo de los roles principales y de las tapas tienen un físico que no corresponde con el común de la gente.

Si bien todo eso existió siempre y sigue existiendo, ¿creés que está mejorando, que se mantiene igual o que empeora?

Creo que está mejorando en cuanto a diversidad sexual, pero en otros aspectos sigue igual.

¿A qué adjudicás esta mejora?

A las luchas que se dan, a las voces que se alzan, a gente que se la juega. Aparte, es como tratar de tapar el sol con un dedo. Es una realidad, la diversidad sexual existe y las nuevas generaciones ya vienen totalmente desprejuiciadas. Entonces, es algo inevitable, por suerte.

¿Sentís que ahora que sos más visible públicamente tenés mayor responsabilidad?

Sí, tengo mucha más responsabilidad. Lo noté después de que Pequeña Victoria salió al aire, por la cantidad de mensajes que me llegan a diario: padres, abuelos, tíos, hermanos de personas trans o que están empezando su proceso de transición. Personas trans, también, que se sienten identificadas, que me escriben y me agradecen. En realidad, no tienen nada que agradecerme a mí, porque en todo caso es un conjunto de personas que decidieron escribir un personaje con estas características, yo tuve la suerte de ponerle el cuerpo. Pero me doy cuenta de que para muchos es aliviador tener un referente en la televisión argentina, en el prime time de un canal líder, un personaje que viva los mismos problemas de esas personas que nunca tuvieron voz. Hoy en día la exposición te genera una responsabilidad en cuanto a tus actos, a tus palabras. Para mí es un orgullo, pero un poco una presión, porque no me siento ejemplo de nada. Generar esperanza en otras personas y lograr que sientan que no están solas para mí es un gran honor.

¿Cómo te parás frente a eso? Tu camino siempre fue más individual…

No deja de ser individual mi militancia. No pretendo que las personas que me escriben y que se sienten identificadas con mi vida, o esperanzadas, armen un grupo. Mi ejemplo es este: hacer mi vida de la manera más honesta posible conmigo misma y construir una autoestima fuerte para no dejarme afectar por el afuera. Ese es mi mensaje.

¿Sos de participar en campañas?

Sí, siempre voy a poner mi profesión al servicio de la militancia y elegir papeles que tengan una responsabilidad social. Siempre voy a aceptar campañas que tengan que ver con la lucha y la visibilización de las identidades trans, de la diversidad sexual y cualquier minoría, con cualquier ONG con la cual sienta un compromiso.

Hubo muchos momentos en tu vida en los que los demás querían algo distinto a lo que vos sentías, ¿te hacían dudar esas opiniones?

Yo creo que me tengo que escuchar solamente a mí, no le encuentro otro sentido a la vida. Si hay algo que quiero hacer, y no lo hago porque todo el mundo me dice que no o las circunstancias me dicen que es imposible, dejo de existir. Entonces, escucho, pero no le doy importancia. Escucho mi corazón, mi intuición. Me dejo llevar por eso. No importa si las circunstancias me están diciendo que no va a suceder nunca. Yo lo intento, no pierdo nada.

¿Eso estuvo siempre con vos? ¿O lo fuiste aprendiendo?

Creo que siempre estuvo conmigo. La relación más importante de mi vida siempre fue conmigo misma. Ya de chiquita era medio solitaria a veces. No antisocial, porque siempre tuve muchos amigos y me encantaba juntarme y jugar con todos ellos y con mis primos, pero siempre me resguardaba un momento para mí. Me encerraba en el baño, hablaba conmigo en el espejo. Me encantaba jugar sola, y eso hizo que hasta el día de hoy me lleve tan bien conmigo misma y sepa escucharme y prestarme atención.

El año pasado, con su segunda temporada en El marginal y, sobre todo, con uno de los personajes principales en la tira Pequeña Victoria, Mariana llegó a los lugares donde siempre había querido estar. “Pensaba que había un lugar y que en algún momento lo iba a ocupar, pero me parecía que faltaba mucho. Pasaban los años, iba creciendo, y comencé a creer que ese lugar con el que soñaba lo iba a ocupar alguna persona de una generación más a futuro. Nunca perdí las esperanzas, el deseo ni el foco, pero en un momento dije ʽBueno, si muero en el teatro under, no importa, al menos estoy haciendo lo que me gustaʼ”.

¿Cómo llevás tu situación actual? ¿Pensás “Pertenezco aquí”? ¿O todavía te sentís como alguien de afuera?

Un poco y un poco. No dejo de sorprenderme y lo vivo todo como una película. Me observo y pienso “¡Qué loco! Mirá dónde estás”. Comparto el set con grandes figuras de la Argentina, me veo en tapas de revista y ahora soy cholula de mí misma. La gente me dice cosas, me reconoce en la calle, me quieren abrazar. Hay gente que no me conoce y me dice que me ama. Creo que me va a costar mucho creerme que soy eso. Por otro lado, digo “Bueno, esto es lo que siempre quise”.

Cuando eras chica te hiciste cargo de lo que te pasaba, ¿pensabas que el mundo iba a saber acompañar estos cambios?

No sé si lo pensaba a largo plazo, creo que lo iba viviendo día a día. Me conformaba mucho con lo que sucedía. A medida que iba creciendo, me parecía que todo era oportuno. Cuando decidí empezar a vivir como Mariana, me sentí en un mundo preparado para eso, pero había otras cosas que pensé que iban a pasar muchos años más para que se dieran. Por ejemplo, cuando llegué a Buenos Aires no tenía documento, no tenía identidad. No existía la Ley de Matrimonio Igualitario ni un montón de otras cosas. Hasta el año pasado, no había en la televisión argentina lugar para contar historias como la mía. Fue una gran sorpresa.

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