Soledad Acuña es Licenciada en Ciencias Políticas, cuenta con una amplia experiencia de trabajo en el ámbito público y actualmente es la Ministra de Educación de la ciudad de Buenos Aires. Cuando tenía 17 años, luego de finalizar el colegio secundario, Soledad se mudó desde su Bariloche natal para realizar sus estudios universitarios y tiempo después comenzó a delinear los primeros pasos en su carrera. “En el último año de la facultad, conocí la Fundación de Horacio Rodríguez Larreta, Sophia (un grupo de investigación para reformular y generar ideas para transformar las políticas públicas)”, cuenta a PRESENTE. En ese entonces, la fundación la convocó para trabajar en un proyecto para el que necesitaban estudiantes de la Patagonia. “Estaba en el lugar adecuado”, afirma.
¿Cómo siguió tu carrera después de ese primer proyecto para el grupo Sophia?
En 1997 comencé a trabajar en investigación en el grupo y en el 2000 empezamos en el Instituto Nacional de Administración Pública (INAP). Después me fui con Horacio a trabajar en la provincia de Buenos Aires, luego estuvimos en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), después un tránsito por organismos públicos variados y en 2001 Mauricio Macri convocó a Horacio para empezar a pensar un proyecto distinto después de la crisis del corralito. Comenzamos a trabajar en la fundación de Mauricio para armar los planes más técnicos, y a partir de ahí nos fuimos involucrando más en lo político partidario. En 2003 asumí como legisladora, la más joven hasta ese momento. Cuando Mauricio ganó en 2007, empecé a trabajar con María Eugenia Vidal en el Ministerio de Desarrollo Social. En 2011 me convocó Esteban Bullrich para venir a trabajar las políticas socionormativas en el Ministerio y finalmente él se fue a Nación y yo asumí como Ministra, es mi segundo período.
¿En qué consisten las prácticas educativas en ámbitos laborales para chicos de quinto año implementadas por este Ministerio?
Hace cinco años empezamos en la ciudad un proyecto de reforma de la escuela secundaria que tenía que ver con enseñar diferente a chicos que aprenden distinto en el siglo XXI. Ya habíamos cambiado los contenidos de las materias. El qué se enseña lo había reformado Esteban en la gestión anterior. Nos tocaba a nosotros implementar ese cambio de diseño curricular y empezar a trabajar en formas distintas de enseñar, y por eso comenzamos con lo que llamamos “secundaria del futuro”, que es básicamente un aprendizaje basado en proyectos, con trabajos interáreas para que no sean todas materias separadas y segmentadas, a partir de la resolución de problemas, con evaluación basada en competencias. Dijimos que en ese modelo de enseñanza distinto iba a haber un período en el último año donde los chicos siguieran aprendiendo, pero en el ámbito productivo, fuera de la escuela. Este año llegaron a quinto año los primeros chicos que empezaron ese modelo, y decidimos, después del impacto enorme que tuvo en los chicos la pandemia, tanto en lo emocional como en la visión de futuro, poner las prácticas como obligatorias en todas las escuelas públicas y privadas. Es un trayecto formativo, es seguir aprendiendo, pero en ámbitos productivos: en empresas, en el mundo de la academia, en el sector público.
¿Qué empresas pueden participar del proyecto?
Nosotros abrimos la convocatoria a todo tipo de empresas de todas las ramas productivas de la ciudad, y después, de acuerdo con las orientaciones de las escuelas, vamos armando los proyectos que mejor se adecúan entre cada escuela y cada empresa. Tenemos 150 empresas nuevas que se sumaron además de 300 con las que ya veníamos trabajando en escuelas técnicas, entre las que hay también organizaciones públicas y distintas universidades. Es comenzar a transitar algo de lo que va a ser la vida luego de la educación obligatoria. Además, empiezan a ver empleos que no conocían, pueden despertar nuevas vocaciones y, sobre todo, después de haber estado dos años en pausa por la pandemia, necesitamos demostrarles que hay un proyecto para ellos en la Argentina.
¿La educación financiera es parte de este modelo?
Este año sumamos, como complemento de las prácticas educativas, un módulo de educación financiera y habilidades para la vida y para el trabajo. Allí adquieren una de las competencias más importantes para ser libres, como decimos nosotros: la educación financiera. Cuando terminan la escuela, los chicos van a tener un presupuesto –o bien porque tienen la suerte de que sus familias los van a financiar, porque tendrán un primer empleo o porque recibirán un subsidio o una beca de estudios–. Necesitan herramientas para saber cómo invertir, cómo gastar, cómo proyectar, cómo tomar las mejores decisiones para que impacten en su propia economía y en la de su entorno. Todos los chicos de quinto año de la ciudad de escuelas públicas y privadas tienen este módulo de educación financiera. En paralelo, hay un módulo de habilidades para el mundo del trabajo, donde empiezan a desarrollar lo que es un currículum, una entrevista laboral, cuáles son las carreras y los estudios que se pueden hacer en la ciudad y las oportunidades de formación que hay. Es complementaria a la práctica, y ayuda a que los chicos tengan menos inseguridades al momento de terminar la etapa de educación obligatoria.
¿Qué ocurre con las orientaciones artísticas?
Tenemos un montón de lugares artísticos en donde estamos haciendo prácticas educativas, empezando por el Teatro Colón, siguiendo por galerías de arte, escuelas de música y de danza, museos públicos y privados. Hemos trabajado también con productores de la cultura del teatro y del cine. Dentro de las propias escuelas se hacen simulacros de audiciones, con entrevistas reales. La ciudad tiene una riqueza cultural enorme. Intentamos hacer una vinculación directa entre el perfil de la orientación de la escuela secundaria con el tipo de organizaciones. Pero también buscamos que los chicos puedan conocer otro tipo de actividades más allá de la orientación que elijan. Por ejemplo, hubo chicos que querían seguir Psicología y no se imaginaron que podían trabajar en empresas en el área de Recursos Humanos. Por eso, es importante darles una visión del tipo de oportunidades que hay en la ciudad.
¿Cómo ves la educación en nuevas tecnologías?
Estamos apostando a la educación digital como concepto desde hace más de diez años. En la ciudad tenemos un programa que se llama Plan Sarmiento, que empezó Esteban Bullrich. En ese momento se intentó achicar la brecha tecnológica, que todos los chicos tuvieran computadora con Internet en sus casas. Le dimos una computadora a cada chico. Con el paso del tiempo, fuimos viendo que esto ayudaba a acercar la tecnología a los hogares, pero no necesariamente hacía que los chicos aprendieran más ni que los docentes pudieran enseñar mejor. Entonces fuimos cambiando y adaptando el programa. Hoy tenemos un enfoque diferente: equipamos las escuelas. Entonces, los jardines desde sala de cinco, las primarias y las secundarias tienen una computadora por chico para trabajar en la escuela con conectividad por fibra óptica, y el enfoque de la enseñanza tiene que ver con la educación computacional. No queremos que los chicos aprendan un programa con un lenguaje en particular, sino que creen tecnología. Para eso, necesitan contar con un pensamiento computacional y lo desarrollamos desde sala de 5. Desde el juego, desde la investigación, con robótica (una buena excusa para incluir a los chicos en el pensamiento lógico que hay atrás de la programación). En primaria y secundaria aprenden pensamiento computacional, programación y robótica.
Se difundió una encuesta del Ministerio que dice que siete de cada diez chicos del último año del secundario se quieren ir a vivir al extranjero. ¿Qué datos más me podés dar y qué opinión te merece este resultado?
Hicimos una serie de encuestas durante la pandemia para entender cómo estaban viviendo los estudiantes el encierro sin ir a la escuela. Queríamos conocer cómo estaban para entender qué teníamos que hacer. De la última, en 2021, surgió que casi el 55 por ciento de los chicos decían que la emoción que más los definía era la frustración, y la segunda, la ansiedad. Hablaban del futuro, de no sentirse preparados para terminar la secundaria sin haber estado en la escuela los últimos dos años. Cuando volvimos a la presencialidad plenamente, en 2022, a los estudiantes que pasaron por el módulo de educación financiera les hicimos una serie de preguntas para entender cómo visualizaban el futuro, y de pronto nos encontramos con que seguían en modo pandemia, con ansiedad y frustración, y su principal respuesta fue que se querían ir del país. No sentían que acá hubiera un proyecto para ellos. No quiere decir que siete de cada diez chicos de la ciudad van a tramitar una visa o un pasaporte para irse. Quiere decir que no se sienten parte de lo que viene en la Argentina. Hay una falta de esperanza enorme en los jóvenes en términos de visión de oportunidades.
Por eso, a partir de esos datos, empezamos a trabajar también con lo que es la educación superior no universitaria que depende de nosotros en la ciudad, yendo escuela por escuela y contándoles a los chicos de cuarto y quinto año las oportunidades no solo en términos de cursos, sino de trabajo real que existen, para que vean que, mientras hay 70.000 jóvenes en la ciudad que no consiguen empleo, en paralelo hay un montón de puestos de trabajo, sobre todo en el sector tecnológico, en el financiero y en el de turismo, pero se necesitan profesionales con una formación específica. Queremos vincular qué pueden estudiar con qué oportunidades reales hay de conseguir trabajo.
“Necesitamos demostrarles a los jóvenes que hay un proyecto para ellos en la Argentina”
¿Cuáles son los desafíos que tenés como Ministra?
Después de la pandemia estamos trabajando en dos planos: uno es el de la urgencia, de la coyuntura, que es recuperar el tiempo y los saberes que se perdieron en este tiempo. Hay una marcha atrás en los aprendizajes. Las evaluaciones que tomamos al regreso de la pandemia marcaron que retrocedimos cuatro años en términos de las mejoras en prácticas del lenguaje. Hay más chicos y chicas que no comprenden lo que leen y tienen más dificultades para leer y para escribir. En matemática nos mantuvimos, pero no estábamos en un buen nivel, por lo cual tenemos que seguir mejorando. Como coyuntura planteamos un plan de tres años para recuperar algunos aprendizajes, saberes y el estado emocional de nuestros jóvenes. Estamos en el segundo año, por lo cual seguimos implementando medidas para mejorar: más días, más horas, distintas estrategias de enseñanza, un fuerte foco en alfabetización y fluidez lectora para garantizar que no haya retraso y acelerar un proceso de aprendizaje.
¿Y en el plano estratégico no tan coyuntural?
Ahí nuestro objetivo es poder mirar el futuro desde la educación, el desarrollo económico y social. Estamos implementando un trabajo fuerte para darles a los chicos las herramientas que necesitan para el siglo XXI que ya estamos transitando. Una básica es el inglés, una herramienta de alfabetización global necesaria para competir en el mundo del trabajo. Empezamos este año con seis escuelas bilingües primarias públicas nuevas, el año que viene abriremos otras seis primarias y tres secundarias. Seguimos profundizando en lo digital también. Y por supuesto, para todo esto necesitamos docentes del futuro, por esto estamos trabajando en el desarrollo profesional. Cambiamos el estatuto docente, sacamos una ley este año realmente transformadora y de fondo. Hay que seguir trabajando sobre el eje de la formación inicial docente, sobre qué perfil docente necesitamos y la capacitación continua para que los profesionales que están frente al aula puedan enfrentar los desafíos que los chicos les traen.
¿Cómo te imaginás en el próximo gobierno? ¿Te ves trabajando en la ciudad?
Yo fui de las primeras que se sumó a mi espacio político cuando nos convocó Mauricio en el 2000, creíamos que la política tenía que ser una herramienta de transformación. En el marco de ese proyecto político, yo creo que la Argentina necesita un cambio de fondo, en el rumbo y en la forma. En ese camino, creo que la mejor persona para orientar ese cambio es Rodríguez Larreta. Hace 25 años trabajo con él y considero que es la persona más preparada, que más conciencia tiene de las dificultades y los desafíos que presenta el Estado, que cuenta con una visión de desarrollo económico y social que comparto y que además sabe que es importante dialogar y acordar para lograr transformaciones de fondo y que se sostengan en el tiempo. En ese esquema, me gustaría ser la sucesora de Horacio en la ciudad para seguir transformándola desde una mirada distinta, porque ser mujer aporta una mirada diferente y nunca hubo una jefa de gobierno mujer. Es tiempo de generar una transformación.
Para terminar, ¿qué opinás de la responsabilidad social empresaria? ¿Creés que les compete más a los privados o tiene que ser regulada por el Estado?
Creo que la Argentina tiene un desafío enorme por delante. Se necesita siempre una cooperación entre sectores públicos y privados. El Estado solo no puede, las empresas solas no pueden y la sociedad civil sola no puede. Necesitamos un triángulo que funcione en forma armónica y coordinada. En ese marco, yo entiendo la responsabilidad social más como un compromiso de desarrollo colectivo que tiene que partir de la cooperación y la coordinación. A veces hablo con empresas que poseen una visión antigua que entiende la responsabilidad social como una donación. Tenemos que comprender cuáles son las prioridades, cuál es la misión y la visión de la empresa, y cooperar para generar un resultado. Todo lo que estamos haciendo en prácticas educativas es eso. Muchas de las empresas que vinieron a hacer una donación tienen a chicos en prácticas educativas porque entendieron que esta es la mejor manera de aportar. La cooperación y la coordinación son las mejores maneras de transformar y llevar adelante tanto las políticas del sector privado como las del Estado.