Susana Balbo, Diputada Nacional de Cambiemos, madre y abuela, primera enóloga argentina, dueña de su propia bodega y chair del Women20 habló sobre el factor decisivo del emprendedorismo para potenciar a la Argentina, a las pymes y a las mujeres.
En su querida Mendoza siempre la esperan pacientemente sus viñedos y el equipo incondicional de colaboradores de Susana Balbo Wines, la bodega que nació y prosperó pese a todo, con la osadía y la tenacidad características de su creadora. Susana Balbo suele salir de la serenidad cordillerana en dirección a la frenética Buenos Aires con la determinación de mejorar asuntos sobre comercio, pymes y economías regionales desde su rol de Diputada Nacional. Casi en paralelo y sin desdoblarse, viaja a Dubái convocada como observadora del Fondo We-Fi para fomentar proyectos de emprendedoras; vuelve a Buenos Aires y la entrevistan una seguidilla de periodistas. Al rato despega para estar de nuevo en Mendoza por un compromiso social, pero ya deja listas las valijas para irse a la India, a hablar de liderazgo en la Women International Conference de El Arte de Vivir, de Sri Sri Ravi Shankar. Esa fundación le brinda herramientas para conservar un temple centrado, sensible, aguerrido. Susana, la emprendedora, balancea con astucia un vértigo de contrastes permanentes, esos que le ofrecen su país, el mundo vitivinícola al que le exporta, la no-rutina, los porrazos y los reconocimientos. “Derrota” y “desánimo” son términos poco frecuentes en su jerga personal. Balbo despliega esa destreza femenina multitask, y pareciera que sus días duraran más de 24 horas. En el ínterin, planifica estrategias y acciones como chair del Women20, el grupo de afinidad que promueve el crecimiento económico inclusivo de género. Y el mundo está mirando: ser sede del W20 posiciona decisivamente al país desde un nuevo ángulo con gran visibilidad global, y Balbo se empeña para que la organización influya eficazmente en la agenda de los grupos de toma de decisiones del G20.
Según su óptica y su trayectoria, ¿qué significa “emprender”?
“Emprender” significa tener un sueño y luchar por hacerlo realidad. No sentirse derrotado, contar con capacidad de resiliencia, siempre ver el vaso medio lleno, ser un optimista incorregible. El futuro de nuestro país, y el del mundo en general, está en la cuarta revolución dada por muchas pequeñas empresas –fundamentalmente familiares– que generarán cientos de miles de empleos.
Emprender pareciera más fácil que perdurar. ¿Cómo se hace para sostenerse en el tiempo, en el contexto de esa cuarta revolución que usted menciona, donde el valor agregado es el conocimiento y la innovación a través de la tecnología?
Para poder perdurar hay que tener un muy buen plan de trabajo, un mercado target y poner mucho foco. Cuando algo te sale mal, lo que estás conociendo es un límite, no un fracaso. Los fracasos no existen, sí existen los aprendizajes.
La capacidad de resiliencia ¿se trae innata o se construye?
Pienso que la vida no nos impone cosas para las cuales no estemos preparados. Los desafíos son más importantes a medida que vas progresando, pero el mismo camino te prepara y las futuras decisiones estarán respaldadas por ese conocimiento previo. La resiliencia surge de la confianza; y la confianza surge del conocimiento, tenemos que capacitarnos constantemente porque la vida, los desafíos, las tecnologías van cambiando. Yo soy enóloga y estudié en forma autónoma cómo dirigir empresas. Empecé a preguntarle a gente que sabía. Siempre he sido curiosa, una lectora incansable. Fui empleada hasta el año 90, cuando estuve un año sin cobrar mi salario. Yo era cabeza de familia, y en ese momento decidí que mi salario nunca más iba a depender de otro, sino de mi trabajo. Aunque no fue una decisión consciente, esa fue mi decisión de emprender.
¿Cómo describe al argentino en materia de emprendedorismo?
Los argentinos somos muy creativos, hay un enorme volumen de emprendedores. Es indispensable que en la Argentina haya capital semilla, pero hay que ayudar al emprendedor para que revise su plan de negocio, sus objetivos, y seleccione bien los mercados. Pese a que ya tenemos una ley de emprendedores, nos falta que el emprendedor pueda acceder a crédito a tasas más razonables para tener capital de riesgo. Cuando a mí me vinieron a ofrecer el crédito, ya no me hacía falta, y cuando yo lo necesitaba en mis inicios nadie me lo ofrecía.
¿Cómo le fue en Dubái, en la Iniciativa Financiera para Mujeres Emprendedoras (WeFi) del Banco Mundial?
Asistí como observadora por ser chair del W20. Escuché a todos los bancos partners, y luego les comenté a los catorce países miembros que en las disertaciones habían tratado la importancia de financiar a las emprendedoras, pero no había ninguna iniciativa referida a vincular a esas mujeres con el mercado. Si hay algo difícil es justamente eso, llegar al mercado.
¿Y qué le contestaron en Dubái?
Les pareció una observación válida. El Banco Mundial hablaba de formación de consorcios de exportación para ayudar a las emprendedoras de países africanos. Yo tengo un proyecto de ley presentado para formar un consorcio de exportación para las pymes que no saben salir al mercado. Hay que enseñarles, porque pueden hacer el mejor producto del mundo, pero después viene un intermediario que le paga una miseria y la ganancia queda en la cadena de comercialización, no va al productor o al emprendedor. Estoy convencida de que mi tercer emprendimiento fue exitoso porque salí a buscar el mercado.
¿Qué ocurrió con sus emprendimientos anteriores?
En el primer emprendimiento empecé a hacer camisones y déshabillés para una boutique en Salta, y todo lo que ganaba se me iba en el alquiler y en una empleada. El segundo fue una bodega orientada al mercado interno y me estafaron, me fue muy mal. Pero en el tercero –el actual, Susana Balbo Wines / Dominio del Plata– me fue bien pese a que juré y perjuré que no iba a tener nunca más una bodega. Es muy difícil ser emprendedor en una economía cambiante, así que elegí el mercado de la exportación, que es más estable; allí el cliente extranjero cumple con los plazos de pago. De cualquier forma, todavía hay muchas oportunidades para la Argentina. Nuestro presidente quiere que seamos el supermercado del mundo, y yo agrego que tenemos que ser el supermercado de delicias, de cosas especializadas. Contamos con el clima, la materia prima, el talento, el conocimiento para ofrecer cosas de alta calidad, pero necesitamos que el ambiente económico ayude. Cuando salí con mis vinos por distintos países, no sabía hablar inglés, lo aprendí a los 40 años, sola, pero iba convencida de la calidad que ofrecía. La calidad jamás te defrauda, siempre hay un mercado para los productos de calidad.
¿A qué se refiere, en este contexto, con el término “calidad”?
La definición de calidad es la satisfacción de la expectativa que está dada por el precio de un producto. La expectativa va en función de lo que invertís. Para los productos de calidad media-alta hay un nicho de consumo del 35 por ciento del mundo, que está dispuesto a pagar, y la Argentina tiene las condiciones para mirar ese mercado que está creciendo en todo el mundo.
¿Qué significa “empoderar”?
Cuando hablamos de “empoderar” significa que alguien cede el poder. Implica que la mujer tenga igualdad de condiciones con el hombre y que pueda competir, y que el hombre también asuma tareas hogareñas, tal como se está dando gradualmente con las nuevas generaciones. La mujer dedica cuatro horas y media al cuidado de la familia y la casa. Según la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos], la Argentina tiene 258 mil mujeres graduadas universitarias que están fuera de la fuerza laboral por el cuidado parental. Eso es un lucro cesante. Madres de todos los niveles socioculturales podrían hacer un muy buen trabajo si les facilitáramos el cuidado de sus hijos con guarderías bien establecidas para niños de seis meses a tres años.
¿Cómo vive usted ser referente del W20 junto con la empresaria Andrea Grobocopatel?
Nos complementamos muy bien. Yo le estoy dando una impronta muy social, vengo de una familia humilde y me tocó construir desde abajo. Andrea tiene una enorme sensibilidad y también da su impronta desde su trayectoria empresarial en el interior de la provincia de Buenos Aires. En mi caso gestiono este rol desde mi experiencia con las economías regionales, la pobreza y la marginación en la provincia de Mendoza.
Con el hecho de ser sede de Women20, ¿habrá posibilidades de que las propuestas no queden solamente en letra escrita?
Ese es nuestro objetivo. Ser sede nos brinda la oportunidad de poder plasmar en proyectos de ley concretos para ayudar a que se establezcan políticas de Estado que permitan nivelar la mesa. Es una ventaja competitiva importante para el país. La Argentina puede ser un modelo para seguir por otros países, y lo podemos demostrar con iniciativas como las políticas para lograr el objetivo de pobreza cero y la paridad de género con la incorporación de la mujer a la fuerza laboral de una forma más justa.
¿Qué rol juega el equipo que la acompaña en sus múltiples tareas?
Fundamental. Yo puedo estar acá porque tengo un equipo excelente en mi bodega, sin él no podría haber concretado esta aventura de entrar en política. Hemos formado un equipo de 103 personas en toda la empresa. En ese equipo están mis dos hijos.
A partir de los aciertos en RSE en su bodega, ¿qué elementos podrían implementarse en otras empresas en relación con el cuidado de la gente y del medio ambiente?
Hay algo que debería estar en el reglamento de las organizaciones: la empresa debe contener a su personal, porque el principal capital de una empresa es su gente. Si el personal tiene un inconveniente, la primera fuente a quien debe poder recurrir es a la empresa, de lo contrario esa persona nunca trabajará confortablemente. Nuestros empleados acceden a créditos a tasa baja –según su salario–, y también los ayudamos a estudiar. La puerta de mi oficina y la de los gerentes siempre está abierta. Jefes y empleados almorzamos todos juntos. Si no hubiera un ambiente de camaradería, de solidaridad, de escucha, sería imposible trabajar, por eso tenemos muy baja rotación de personal. Hay conciencia de cuidar el medio ambiente, el personal tiene la camiseta puesta en materia de sustentabilidad.
Teniendo todo este andamiaje de personas que la acompañan en su empresa, ¿cómo decidió desempeñarse en política?
La política puede cambiar nuestro país. La Cámara de Diputados está muy dividida, muchas veces la solución es poner un impuesto nuevo para financiar una ley, pero no hay conciencia de que ese impuesto lo pagamos todos, y la persona más vulnerable lo paga con el peor de los impuestos, que es la inflación. Nuestro sistema legal es muy enmarañado, y los emprendedores podemos ayudar a simplificarlo.
¿Qué aporta su mirada de origen mendocino a todo el contexto del Congreso?
Una visión de economía regional. Me gustaría ver más diversidad de ministros oriundos del interior en la composición del gabinete. Creo que las personas del interior venimos de economías más difíciles, menos bendecidas. Estamos más acostumbrados a trabajar con la hostilidad de la naturaleza para poder lograr lo mejor.
La sustentabilidad está en el ADN de los mendocinos. Si usted tuviera que hacer un ranking, ¿cuáles son los temas que la desvelan como funcionaria?
La pobreza, la violencia contra la mujer –hace falta que la mujer tenga independencia económica para salir adelante a través, por ejemplo, del emprendedorismo– y también que se pueda generar un ambiente económico adecuado para que se desarrollen las pequeñas empresas. Hay iniciativas del Gobierno, pero todavía falta. “Osadía de Crear” se llama uno de sus restaurantes, y “Brioso”, uno de sus vinos.
¿Qué puede lograr la Argentina adquiriendo características como las de sus marcas?
“Brioso” en inglés significa “fortaleza de espíritu”. Hay que tener un espíritu muy fuerte para llevar a cabo lo que hace falta y salir adelante. Hay que ser muy osado y creativo para lograrlo.
¿Y en qué punto estamos?
Estamos bien encaminados, aunque la gente no tiene paciencia para esperar y ver los cambios. La Argentina puede ser un país como Australia o Canadá. Nosotros tenemos todos los climas –cosas que Canadá o Australia no tienen–, riquezas minerales, absolutamente todo; no nos falta nada para ser potencia.
¿Qué rol juega la gradualidad en todo esto?
Los cambios no son de un día para otro. Tenemos que generar un ambiente con conciencia de que todos juntos vamos a sacar el país adelante. No lo saca un presidente, un gabinete o solo los emprendedores. Todos juntos.