Un tiburón con alma de delfín

José Meolans es el nadador argentino con mayores logros, un recordman absoluto que profesa el bajo perfil y divulga los valores esenciales de esa disciplina dando clínicas por todo el país. Conocido como “el Tiburón”, su imagen responsable lo equipara con un delfín solidario.  

Es consabido que la voz de la calle es el mejor barómetro para medir la popularidad de una persona. Si la gente de a pie conoce su nombre, todo indica que el fulano es famoso. En un país como la Argentina, en donde no solo surgen estrellas, sino también estrellados, todo parece indicar que cuando un habilidoso, un dotado, un distinto suma como atributo esencial a su personalidad la prédica del bajo perfil y la cordura, los fanáticos le rinden culto con mayor agradecimiento. En definitiva, todos contentos, porque esa es la mejor imagen de exportación que muchas veces un pueblo puede dar. No es menos cierto que cuando el héroe proviene del ámbito deportivo, existe a priori una escala de valoración superior ante algunas disciplinas que remiten a parámetros más saludables. Tal es el caso de la natación, un deporte que cualquier médico les recomendaría a sus pacientes, una actividad que renueva a quien la realice, que saldrá con el cuerpo cansado y la mente limpia. La natación es eso que los padres enseñan por un interés supremo, el de proteger a sus seres más queridos. Este hecho ya habla de los valores implícitos en esa disciplina que remite al respeto, al coraje, a la superación personal. Es un deporte que no convoca multitudes, que desconoce de pases millonarios, que se practica casi en la soledad y que refiere a una acción casi de supervivencia. Es el hombre contra sus propios límites, algo similar a lo que ocurre con el atletismo, tan en boga en estos últimos tiempos. No es un dato menor que, junto con la carrera y el ciclismo, la natación conforme la famosa prueba del Ironman, el más exigente triatlón del mundo.

Ser un buen nadador implica horas y horas de entrenamiento, un compromiso absoluto y honesto con uno mismo. Ser un recordman implica todo eso, pero elevado a un grado superior de entrega y pasión, someterse a los valores reinantes en el Olimpo deportivo, afrontar la responsabilidad de buscar y traspasar los propios límites a cada instante. Pocos lo logran… muy pocos. Los que alcanzan ese podio pueden sentirse verdaderas estrellas, porque tienen el reconocimiento sincero de sus pares y de la gente, que muchas veces se acerca para pedirles una foto o un autógrafo, incluso cuando el protagonista de semejantes hazañas sea fiel cultor del más bajo perfil.

Ese recordman, ese tipo que silba bajito intentando disimular la imponente presencia de su metro noventa y pico, de su espalda doble ancho, de su estirpe olímpica, se llama José Meolans y es el nadador argentino más ganador de la historia de ese deporte en nuestro país. Nació en Córdoba, en el año 78, y aprendió a nadar por el peligro inminente de la cercana margen del río San Antonio, paisaje reinante frente a la casa de vacaciones que tenía la familia Meolans en Carlos Paz.

Ante aquel temor, sus padres le encomendaron al profesor Jorge Tosolini que le enseñara la técnica, y fue así como el Tiburón cordobés dio sus primeras brazadas. Desde aquel entonces hasta hoy, pasó mucha agua en la vida de Meolans, incluido un campeonato mundial, diversas medallas de todos los metales, un Konex de platino, diez premios Olimpia de plata y uno de oro. Bien podría inflar el pecho, ese en el que se tatuó los cinco anillos olímpicos, y creérsela un poquito más, pero por suerte no lo hace. Da gusto conversar con él, sencillamente porque su personalidad resulta ser agradable, al extremo de esfumar cualquier rezago de envidia prejuiciosa típica de vecino, porque, en definitiva, el sujeto no deja de ser alto, buen mozo y triunfador.

Desde su retiro formal de la alta competición, José Meolans decidió, junto a su excompañero de equipo Eduardo Otero, otro gran nadador nacional que descolló en los podios entre 1996 y 2008, devolverle a la sociedad algo de todo lo que había aprendido durante su carrera, acercarles los valores de la disciplina a todos los que estuvieran dispuestos a emprender un desafío personal a través del deporte. Así, se propusieron empezar a transmitir todas sus experiencias y los conocimientos adquiridos, y decidieron crear las Clínicas de Natación M2O. Este proyecto tiene como misión no solo acercarle al público en general las técnicas, los secretos y las vivencias recolectadas durante una trayectoria consolidada de 15 años, sino también interactuar desde la enseñanza práctica con niños y adultos, fomentándoles la pasión por la autosuperación y la confianza en las propias aptitudes. M2O trabaja sobre la exigencia y la disciplina, invocando el valor del esfuerzo, creando confianza en los más pequeños y resurgiendo el amor propio en los adultos.

El Tiburón cordobés es quien se zambulle al agua para codearse con los participantes, mientras Otero modera la actividad desde el borde de la pileta, creando el clima propicio para que todos tengan la posibilidad de aprender y progresar en sus conocimientos de la natación.

Cuando el modelo a seguir es superlativo, los presentes tienden a escuchar con entusiasmo y respeto. Estos dos deportistas de elite son el buen ejemplo por imitar. Las clínicas desmitifican el tabú de que es necesario ser un eximio nadador para presenciarlas, por el contrario, es esta una actividad integradora en la que pueden participar personas con capacidades diferentes bajo una supervisión asistida. La práctica es acompañada por un ida y vuelta entre los protagonistas, abriendo una suerte de charla en la que surgen inquietudes de cualquier tipo, y todos reciben el apoyo y la respuesta de Meolans y Otero.

José se siente feliz de poder seguir vinculado a la natación desde una causa de tanta nobleza, al igual que Eduardo, quien lo secunda magníficamente en cada presentación. El ejemplo es el pilar de mayor importancia para aumentar la motivación.   

¿Cuál considerás que fue tu mayor aporte a la natación?

Si bien es cierto que durante mi carrera pude darle una mayor trascendencia a esta disciplina, no considero que yo haya marcado la natación argentina. Afortunadamente, me tocó formar parte de una gesta histórica de buenos nadadores que desde fines de la década del 90 fue cosechando grandes logros a nivel internacional, y eso hizo que haya tenido mayor difusión en los medios, permitiéndole a la gente conocer la disciplina. Yo fui parte de eso y me enorgullece muchísimo. 

Participaste de cuatro Juegos Olímpicos, con la particularidad de que estos se desarrollaron en continentes diferentes: Atlanta 96 (América), Sídney 00 (Oceanía), Atenas 04 (Europa), Pekín 08 (Asia)… ¿Qué significó para vos estar presente en esas competencias?

Bueno, es el deseo de cualquier deportista de participar en una Olimpíada. Hoy, mirando para atrás, lo siento como algo aún más fantástico que cuando me tocó vivirlo, quizás porque en ese momento tenía la cabeza en otro sitio.

¿Cómo te cuidaste en tu carrera profesional?

Siempre generé una estructura o un estilo de vida, cuidándome en lo que se conoce como el “entrenamiento invisible”, que son las comidas y el descanso. En lo deportivo, cuando uno se pone objetivos, debe ser responsable y profesional con lo que hace, tomando ciertos cuidados de manera permanente, los cuales luego puede ver reflejados en el entrenamiento diario y en la competencia.

¿Tenés alguna relación especial con el agua?

Después de tantos años, creo que el agua pasa a ser parte de uno. En la alta competencia, estás enfocado y concentrado en el aspecto técnico o en la estrategia que vas a utilizar durante la carrera. Durante las horas de entrenamiento también, solo pensás en el método de trabajo, en la brazada, en las piernas, en la posición del cuerpo, sobre todo cuando se trata de una serie intensa de ejercicios.

¿Se escucha lo que está ocurriendo en las tribunas cuando estás compitiendo?

Se oye cierto bullicio, nada nítido que puedas distinguir. Solo en algunas carreras de larga distancia, cuando girás la cabeza para respirar, podés llegar a escuchar a tu entrenador que te está indicando algo. Pensá que en las carreras cortas casi no se respira, por eso, no sacás mucho la cabeza.

¿Cuán importante es la respiración en la natación y en la vida diaria?

Es un punto clave, muy importante en lo cotidiano. Puntualmente, en la natación, es un gran problema en quienes se están iniciando dentro de la disciplina. En las clínicas que damos con Eduardo Otero solemos trabajar mucho en ese aspecto, enseñándoles a mover la cabeza, cuándo respirar, cómo largar el aire, dado que estos son temas de suma trascendencia que no se toman en cuenta y son el punto débil que tiene la gente. Cuesta mucho superar ese trance de poder respirar relajados dentro del agua. 

¿Cómo surgió la idea de formar un grupo de trabajo junto a Eduardo Otero (representante olímpico en tres oportunidades, campeón sudamericano, compañero de equipo y amigo)?

Surgió de una charla que tuvimos volviendo de los Juegos Olímpicos de Pekín. Ambos sabíamos que estábamos por dejar la competencia y que teníamos la intención de seguir vinculados al mundo de la natación. Así, tirando ideas, armamos un formato que denominamos “Clínicas de Natación”. Ya llevamos más de 80 clínicas realizadas en cuatro años. Estamos muy contentos y conformes. Somos dos personas que nos vamos proponiendo cosas, somos emprendedores, y eso lo hemos recibido del deporte, es un sentimiento que nos inculcaron la natación y sus valores.

¿Cuáles son los objetivos de las clínicas?

Nosotros intentamos transmitir primero lo imprescindible, que es saber nadar. Por diversos motivos, creemos que es necesario por un tema de seguridad, porque siempre existe una pileta, un lago, el mar o un río. Después, si la gente se engancha a largo plazo con la disciplina, muchísimo mejor. Buscamos transmitir todo lo que hemos aprendido en estos años de manera clara, directa y sin secretos. 

¿Consideran que tienen un rol social de importancia?

Nosotros trabajamos mucho sobre la integración, y eso se pone de manifiesto en las clínicas. Muchas veces, existen ciertos prejuicios o temores que paralizan a los niños o a la gente adulta, impidiéndoles animarse a nadar. Lo mismo ocurre con las personas con capacidades diferentes. Esa gente se pregunta: “¿Qué voy a hacer yo en una clínica de Otero y Meolans?”. Bueno, la idea es que todos se sumen, porque cuando creamos estas clínicas no lo hicimos pensando solo en el alto rendimiento, sino en un proyecto más amplio y abarcativo, porque dentro del agua somos todos iguales.

¿Qué beneficios depara la natación para las personas mayores?

Por el hecho de no generar impactos, roces u otro tipo de choques, la natación se posiciona como un deporte ideal para personas adultas. Incluso los médicos la recomiendan para la rehabilitación corporal. No solo la natación, sino cualquier otra actividad realizada en el agua, incluso el aquagym, que no resulta tan monótono como nadar en un andarivel. Este tipo de ejercicios son distendidos, llevaderos y aconsejables para una persona adulta porque trabajan la parte aeróbica y física.

¿Cuáles son los recaudos que deben tomar quienes empiecen a practicar la natación?

Una buena alimentación es esencial porque repercute directamente en el rendimiento; lo mismo el descanso. También hay que hacer una entrada en calor previa y ejercicios de elongación con posterioridad. Por supuesto que se debe entrenar bajo la supervisión de un profesor. Además, se pueden utilizar, para facilitar la natación, algunos accesorios, como patas de rana, flotadores entre las piernas y tablas.

Meolans habla con voz pausada desde la experiencia, como lo haría un profesor juicioso y honesto. En ningún momento se tira flores y siempre habla de un “nosotros”, quizás en referencia a su familia, sus afectos, el equipo de trabajo y los compañeros que siempre lo han asistido y a los cuales les rinde un agradecimiento constante. El recordman argentino tiene tatuados los anillos olímpicos en el pecho, aunque no se vean, son algo íntimo que lleva como una denominación de origen, son su trayectoria y sus recuerdos más valiosos. Solo se evidencian cuando está en su hábitat natural, el agua. Allí se siente a gusto, fundiéndose entre los verdaderos protagonistas, los niños, los adultos, gente de la tercera edad que ha ido a nadar junto al Tiburón. Su discurso es preciso, sin palabras redundantes, sin expresiones superlativas. Meolans es puro esfuerzo, no es un dotado, sino un batallador, un hombre comprometido con los valores más profundos de una disciplina deportiva naturalmente honesta. Pasó mucha agua en la vida de Meolans, y su estirpe aún genera olas. Da placer acercarse a este ídolo del deporte argentino, porque, siendo un sujeto que si decidiera colgarse todas las medallas ganadas se le quebraría el cuello por el peso de los metales, sigue profesando una austeridad absoluta, no saca chapa de estrella aunque lo sea.

* Entrevista publicada en la edición 21 de PRESENTE (noviembre/diciembre).

 

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