Daniel Arroyo: La articulación de lo público y lo privado saca lo mejor de cada sector

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Desde la ventana del piso 14 del Ministerio de Desarrollo Social donde tiene lugar la entrevista se ve en la avenida 9 de Julio la larga fila, todavía ordenada, para velar a Diego Maradona. El Ministro Daniel Arroyo entra en la sala de reuniones en mangas de camisa, pregunta si tiene que ponerse saco para las fotos y, ni bien termina la sesión fotográfica, se asoma a la ventana y dice entusiasmado: “Yo voy a ir para allá. Tengo una reunión,
pero quiero estar ahí, con la gente”. Licenciado en Ciencia Política de la UBA, Arroyo dice
que empezó la carrera para “comprender el funcionamiento de la política y entender cómo se resuelve el problema de la pobreza y la desigualdad en la Argentina”. A poco de asumir, le tocó el desafío más grande que le podría tocar al organismo del Estado encargado de lo social: atender las necesidades de una “nueva pobreza” fruto de una crisis mundial sin
precedentes. De eso, entre otras cosas, habla en esta entrevista.

Se acaba de decidir que no se va a otorgar el cuarto Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y que, en cambio, habrá otros planes sociales. ¿Podrá contarnos sobre eso?

El IFE llegó a 9 millones de argentinos. Lo primero que hay que decir del IFE es que marca el nivel verdadero de informalidad que tiene la Argentina. Hay entre 15 y 16 millones de familias en el país, de las cuales 9 millones están en situación de informalidad.
Una parte de la gente que cobraba el IFE volvió a engancharse en el mundo del trabajo porque el rubro productivo empezó a funcionar, porque hubo más actividad económica, sobre todo después del segundo trimestre, y una parte no. Los que no esencialmente
son dos sectores: los jóvenes, que tenían una situación muy complicada ya antes de la pandemia y que la tienen muy difícil para trabajar, y los que se quedaron sin trabajo o recuperaron muy poco: el mundo de las changas (el jardinero que tenía diez casas y
recuperó cinco, o la empleada doméstica que volvió a trabajar parcialmente). Sobre esa base, nosotros tenemos tres grandes políticas. La primera, que ya habíamos arrancado antes de la pandemia, es Potenciar Trabajo, que es la fusión de todos los programas sociales (hoy hay casi 700.000 beneficiarios). La gente cobra la mitad del salario mínimo, que hoy son 9400 pesos, y tiene que contraprestar cuatro horas de trabajo. Si contrapresta
cuatro horas, ya está. Si lo hace más tiempo, quien lo contrata, sea el sector público o el privado, debe completar el ingreso. Nosotros ahí vemos cinco sectores productivos que son realmente los de mano de obra intensiva, los más dinámicos: la construcción, la
producción de alimentos, la actividad textil, la economía del cuidado (que son sobre todo mujeres que cuidan a personas) y el reciclado. Los beneficiarios del plan tienen que trabajar o capacitarse en oficios, o completar la escuela secundaria.
Armamos dos cuestiones que ayudan a este vínculo con el trabajo. Por un lado, creamos el ReNaTEP (Registro Nacional de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular). La persona se registra, es monotributista social, tiene factura, puede producir y vender, y está exenta de pago de tributos durante dos años. Por otro lado, bancarizamos a los trabajadores sociales. Hace rato que cobran por el Banco Nación con una tarjeta, pero en realidad la cuenta era del Ministerio, era una cuenta virtual. Hoy es una caja de ahorro a nombre de la persona de modo tal que cuando el empleador le completa el ingreso, tiene
que transferir a esa cuenta. De esa manera, formalizamos a las personas sin costo para ellas y tenemos la posibilidad de ir viendo cómo evolucionan sus ingresos. Quienes están en el programa cobran además un bono a fin de año que compensa un poco la situación
de angustia por la que muchos pasan.

¿Hay una nueva pobreza provocada por la pandemia?

Hay muchos tipos de pobreza en la Argentina. Está la pobreza estructural, las personas que eran pobres previamente a la pandemia, que en términos generales son tres generaciones (un joven que no vio ni a su padre ni a su abuelo trabajar); y después, sí, está la nueva
pobreza producto de la pandemia. La estructural tiene problemas de vivienda, de infraestructura básica y de vínculos con el mercado laboral. Los nuevos pobres no son personas con problemas de vivienda, sino de ingresos. Se quedaron sin ingresos o tienen problemas serios de trabajo. El Estado amortiguó la caída social. Generamos asistencia alimentaria para 11 millones de personas, logramos que el IFE llegue a 9 millones de
familias, pero así y todo la pobreza aumentó.

¿Cuál es el plan para dar oportunidades de trabajo a los jóvenes?

Todo lo que yo conté es uno de los puntos de nuestras políticas de reemplazo del IFE. El segundo punto es lo que llamamos Potenciar Inclusión Jóvenes. Yo siempre trabajé con la idea de jóvenes de 18 a 25 años, pero este plan lo hacemos para jóvenes de 18 a
29 años porque partimos de la idea de que adolescencia y juventud se extendieron. En un contexto tan complejo, en donde el nivel de desocupación de los jóvenes es mucho más alto que el general, en donde un pibe o una piba de 27 o 28 años no están consiguiendo
trabajo, este programa da una beca de 8500 pesos por mes hasta 12 meses. No es un plan
social, tiene un corte.

¿Esa beca es para capacitación?

Es para tres cosas. Los jóvenes deben presentar proyectos que tienen que ser aprobados. Los proyectos pueden ser productivos (por ejemplo, panaderías, herrerías, etc.), culturales (por ejemplo, una banda de música) o educativos. En cualquiera de los tres se financian las máquinas, las herramientas, los insumos para armar el proyecto y el joven tiene la beca. Si
no cuenta con la escuela secundaria completa, debe terminarla mientras el proyecto está en marcha. En nuestro país, el 40 por ciento de los jóvenes no termina la escuela secundaria, y de los que la terminan la mitad no lo hace en el tiempo que corresponde. Ahí
va dirigida nuestra política.

Decía que había un tercer eje…

El tercer eje es un área que se traspasó al Ministerio hace 15 días, que es la urbanización de barrios, villas y asentamientos. En 2018 se aprobó una ley por la cual se creó el ReNaBaP (Registro Nacional de Barrios Populares). Se registraron 4400 barrios, 4 millones
de argentinos que viven hacinados en villas, barrios o asentamientos, que no tienen agua ni servicios básicos.

¿En toda la Argentina?

Sí, en todo el país. La provincia de Buenos Aires representa el 40 por ciento del total. Además la ley creó un fideicomiso, un fondo, cuyos recursos surgen del impuesto PAIS (Para una Argentina Inclusiva y Solidaria). Hoy hay 11.000 millones de pesos en esa
cuenta. Creamos el fideicomiso con el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), armamos todo el sistema y ya se empieza a ejecutar. Ya hay 46 barrios que comenzaron a urbanizarse de 400 que vamos a urbanizar por año. Lo que hacemos básicamente
son tres cosas: urbanización propiamente dicha (abrir calles, poner servicios básicos, etc.), mejoramiento de viviendas (incluir cocina y baño, la piecita de atrás para resolver el problema de hacinamiento, etc.) y lotes con servicios. Una vez que están listos, hay traslados a la nueva vivienda. Además del derecho al hábitat, esto es un gran plan de trabajo.

¿Cómo ve al sector privado respecto de la responsabilidad social empresaria en la actualidad?

Creo que ha estado a la altura y ha ayudado mucho en la atención de la asistencia alimentaria. Yo tengo mucho vínculo con el sector privado desde siempre, pensé que iba a hacer un aporte importante, pero fue de un volumen mayor al que yo imaginaba. Hubo
algunas cosas más sistemáticas como el programa Seamos Uno, pero también el empresario de barrio dando una mano. Todo el sector ha estado a la altura en términos de asistencia y acompañamiento.

¿Cree que esto ocurre porque hay más conciencia?

Por un lado, sí. En el caso de las empresas grandes, hay una obligación en la articulación con sus casas matrices, pero sí, hay más conciencia. En la pandemia hubo un vuelco más claro hacia la asistencia. Lo mismo que hizo el Estado lo hizo el sector privado. Hay más
conciencia, más sistema, más profesionalización.

¿Qué políticas respecto de la RSE se plantean en el gobierno?

Estoy por crear un Consejo de Responsabilidad Social Empresario. Convocamos a las empresas, a los emprendedores, a los que generan actividad productiva, y buscamos el vínculo, no en términos de transferencia de dinero, sino para que formen parte de cadenas de producción o transferencia de capacidad. Por ejemplo, le pedimos a una empresa textil que ayude al emprendedor. Si, además, forma parte de la cadena de producción, excelente, porque entra en el circuito. Si no, al menos generemos este proceso. Esperamos
para hacerlo presencial, pero finalmente vamos a hacerlo en forma virtual.

¿Entonces el Consejo funcionará conectando emprendimientos chicos con empresas más grandes?

Sí, nosotros les decimos a las empresas grandes “En estos cinco sectores productivos, todas estas personas están desarrollando actividades. Ayúdenlas”. No les pedimos que les transfieran fondos, sino que las ayuden en asistencia de capacitación o armado de redes de producción o contactos. Que el gerente de una empresa levante el teléfono y te contacte a vos, emprendedor textil, con dos personas, te ahorra un año de dar vueltas por la vida. Lo ideal es que termines formando parte de la cadena productiva, pero eso depende mucho de las condiciones. Nosotros buscamos la articulación en términos de capacidad productiva, no de asistencia ni en términos caritativos.

Queda claro que para usted las políticas sociales no son responsabilidad exclusiva del Estado.

Yo creo en la articulación de lo público y lo privado. La articulación saca lo mejor de cada sector. ¿Qué es lo que tiene el Estado que no tiene nadie? Escala, volumen, lo masivo. Yo tengo 300.000 millones de pesos de presupuesto en este 2020. ¿Qué tiene el sector privado que no tiene de tanta calidad el Estado? Conocimiento técnico, matriz insumo producto, cadena de producción, redes. Bueno, hay que articular ambas. Eso es lo que buscamos.

¿Cuáles son los planes para el 2021?

Mis objetivos son crear 300.000 puestos de trabajo, urbanizar 400 barrios por año y hacer 800 jardines de infantes nuevos. Apuntamos a que los hijos de padres y madres que trabajan puedan ir al jardín maternal desde los 45 días a los 2 años, pero sobre todo
que los chicos vayan a salas de 3, 4 y 5 años para empezar a generar oportunidades iguales desde el jardín de infantes y achicar la desigualdad. Hay muchos otros programas, pero esos son los tres pilares.

¿Va a haber incremento de presupuesto?

Sí, yo arranqué este año con 84.000 millones de pesos de presupuesto, termino con casi 240.000 millones. Casi triplicamos el presupuesto. Eso tiene que ver con la decisión del Presidente Alberto Fernández de empezar por los últimos y con el nivel de deterioro que tiene la Argentina. El año que viene aumentamos el presupuesto, incorporamos el ReNaBAp al Ministerio y, a diferencia de este año, que fue 80 por ciento asistencia alimentaria y 20 por ciento trabajo, el año que viene será 50 y 50. El eje estará puesto en el trabajo, sin salir de la asistencia alimentaria.

¿Cuando empezó a estudiar Ciencia Política se veía acá?

¡Ah! [La pregunta parece sorprenderlo]. Yo soy de Castelar. Trabajaba en una compañía de seguros y a la noche estudiaba. Era la época de la hiperinflación (me recibí en 1990). Tenía una contradicción muy fuerte, porque vivía en un barrio, veía lo que pasaba, viajaba en tren todos los días y, por otro lado, estudiaba a autores norteamericanos, un montón de
conceptos que me sirvieron mucho, pero veía la contradicción. Aparte, cuando volvía al barrio e iba a trabajar ahí, la gente grande me decía: “Vos, pibe, debés entender un montón de esto”, y yo pensaba: “Lo que estoy estudiando no tiene nada que ver con
esto”. Eso me marcó mucho y me llevó a la idea de que yo tenía que ser una persona de la academia, pero muy con los pies en la tierra, muy en la práctica. Después fui girando mucho hacia la política social, pero siempre me imaginé en acciones muy prácticas.
Yo estoy en el ámbito académico, escribo, pero siempre me visualicé en distintos lugares. Soy un teórico muy práctico. En el 2003 llegué como Secretario de Políticas Sociales, como Viceministro, y ahí sí me asocié mucho a la política social. Siempre tuve en mente solucionar el tema de la pobreza y la desigualdad.