Pobreza infantil: el drama que no deja de crecer

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Al profundizar las desigualdades sociales, la pandemia impactó de forma directa y brutal en las condiciones de vida de las infancias y adolescencias. Y aunque las medidas implementadas por el Estado como la Tarjeta Alimentar y el IFE fueron claves para evitar una catástrofe peor, no alcanzaron para prevenir el daño: en el último semestre, el 41% de los hogares en los que viven niños y niñas tuvo que dejar de comprar algún alimento por no tener dinero. De los niños, niñas y adolescentes que asisten a comedores, el 42% presenta algún tipo de malnutrición.

Según los últimos datos del INDEC (2021) el 63% de las niñas, niños y adolescentes viven en la pobreza. Lejos de ser un número, el porcentaje representa la realidad diaria de más de 8 millones de niños y niñas que se enfrentan a un escenario cotidiano desolador. Es que la pobreza infantil implica mucho más que vivir en un hogar de ingresos bajos. Crecer en la pobreza significa no tener agua potable, estar privado de atención médica y estar expuesto a enfermedades, no contar con acceso a internet y/o no acceder al derecho a la educación. En 2020, al menos 357 mil chicos y chicas abandonaron la escuela, y más de 67 mil afirmó no haber retornado en 2021.

En Aldeas Infantiles SOS Argentina nos chocamos diariamente con esta realidad, en las distintas partes del país en las que desarrollamos nuestros programas. En cada uno de los lugares en los que ofrecemos atención directa a familias observamos el recrudecimiento de la pobreza y el empeoramiento de las condiciones de vida. Pero nuestra observación no es pasiva: junto a las familias, los chicos y a las chicas y muchas otras organizaciones, trabajamos para que los derechos sean restituidos, para que cada familia y cada niño pueda vislumbrar un futuro posible y esperanzador.

La pobreza infantil es la más urgente de las problemáticas, porque crecer siendo pobre puede traer consecuencias irreversibles. Ser pobre en la infancia supone el riesgo de vivir toda una vida de vulneraciones. Por eso es imprescindible la acción del Estado, el desarrollo de políticas públicas intersectoriales e integrales para su erradicación. Hay puntos que no pueden esperar ni un minuto más: contar con una protección social que garantice ingresos mínimos sin exclusiones, que permita propiciar el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes a la vez que promueva la reinserción económica de sus familias, es tal vez la más prioritaria de las acciones.

El trabajo por hacer es mucho, cada día que pasa es más profunda la acción requerida y la realidad duele más. Es necesario transformar el dolor y la indignación en acción concreta por la niñez y la esperanza. Los niños, niñas y adolescentes así lo merecen.